La guerra de las Malvinas y Putin

A casi 41 años de la Guerra de las Malvinas o Falklands, esta semana, nos ha sorprendido negativamente una noticia que nos lleva mentalmente a esas lejanas islas ubicadas al fin del mundo. A la usanza de Trump, el ministro de relaciones exteriores argentino anunció por Twitter que pondría fin al Pacto entre su país y Gran Bretaña, conocido como Pacto Foradori-Duncan, que regula las relaciones entre los dos países relacionadas con la pesca, la navegación y la extracción de gas y petróleo en torno a las Islas Malvinas.

El sonriente canciller Cafiero anuncia en la misma red social que “El gobierno argentino ha propuesto retomar las negociaciones por la cuestión de la soberanía y para ello impulsa una reunión en la sede de @ONU_es en Nueva York” (ambos tweets son de 2 de marzo del año en curso). Con esto, el gobierno argentino de ultra izquierda intenta tratar el tema Malvinas no bilateralmente entre los dos países, sino convertirlo en un problema multilateral. Con ello, intenta recibir ayuda de supuestos aliados.

El aliado con el que sueña el gobierno justicialista de Argentina[1] es nada menos que Rusia de Putin[2]. El jefe del Kremlin azuza a Argentina a reclamar las Islas Falklands[3], actualmente en posesión británica, como suyas, tal como Rusia reclama el territorio de Ucrania como ruso. Con esto, estamos una vez más ante un caso de intento de revisión de límites internacionales. En el caso de Rusia, por la fuerza de las armas.  

Me gustaría contarles a los amables lectores y lectoras de este blog lo que ocurrió en ese mes de abril de 1982, en que se inició la llamada guerra de las Malvinas.

El antecedente inmediato fue un negocio realizado por Constantin Davidoff, un comerciante de chatarra de nacionalidad argentina, quien había comprado una estación ballenera abandonada en la Bahía Leith, en las Georgias del Sur, no en las Malvinas. El inmueble había pertenecido a balleneros escoceses que ya no lo utilizaban, estaba abandonado y Davidoff quería convertirlo en depósito de chatarra. Para el transporte del metal, Davidoff arrendó a bajo precio una embarcación de la Armada argentina, llamada Bahía Buen Suceso. El arriendo no sólo incluía el barco, sino también su tripulación, formada por miembros de la Marina de guerra.

Estando en la Bahía de Leith, en las Georgias del Sur, los marinos argentinos y los trabajadores de Davidoff -un total de cincuenta- no tuvieron una idea mejor que izar la bandera argentina. Como dije recién, se encontraban en las Georgias del Sur, territorio indiscutidamente británico. Pero esto pareció no importarles o tal vez no sabían cuál era la diferencia entre unas islas y las otras o pensaban que todas las islas eran argentinas o que estaban en las Malvinas y no en las Georgias. Quién sabe.

Los cuatro científicos que se hallaban en una estación de estudio, telegrafiaron (el 19 de marzo) a Londres informando sobre esta circunstancia. Londres reclamó a Argentina por la vía diplomática. Asimismo, los trabajadores (y los marinos) se negaron a solicitar el permiso correspondiente a las autoridades británicas de Grytviken[4] (que se lo habrían dado sin problema) para trabajar en la Bahía de Leith. Gran Bretaña envió al patrullero Endurance (un pequeño patrullero y el único buque de la Marina británica que se encontraba en el Atlántico sur[5]), que, el 26 de marzo, confirmó que Leith se encontraba ocupado o tomado por argentinos (40 de ellos eran infantes de marina[6] quienes además se negaban a pedir un permiso de trabajo.

A continuación, comenzó la actuación de la diplomacia británica, que exigió el retiro de la bandera argentina de Puerto Leith, mediante una nota de protesta de fecha 23 de marzo. Esta nota fue considerada una “provocación” por el gobierno militar argentino. A continuación, el gobierno de Buenos Aires decidió invadir las Malvinas (no las Georgias, donde se encuentra Leith) el día 2 de abril de 1982. Hago ver que, ntre las Malvinas y las Georgias del Sur, hay 1.550 kms de distancia.

La invasión argentina y la guerra que le siguió dejó un saldo de 907 muertos: 258 británicos (8 civiles chinos y 3 civiles británicos en Puerto Stanley) y 649 argentinos. 1.845 heridos, de ellos 777 británicos y 1.068 argentinos. Hace algunos años, conocí a una señora argentina que estaba de visita en München, buscando -según me contó- artefactos ortopédicos para su hijo que había perdido algunos miembros durante esa guerra. Sí, ese es el saldo de una invasión y posterior guerra: casi mil muertos y casi dos mil heridos. Y una mamá intentando ayudar a su hijo en un país extranjero. De más está decir que el viaje y los artefactos los pagaba ella.

Al parecer, el gobierno de Buenos Aires pensaba que Estados Unidos apoyaría a Argentina y no a Gran Bretaña. Es la forma de pensar de Carl Schmitt: “mi enemigo es también el enemigo de mi amigo”. Es un modelo de análisis falso, que conduce a errores garrafales como éste. Asimismo, considerar que sería posible revivir una especie de doctrina Monroe interpretada según el mismo Schmitt[7], de acuerdo a la que América debería ser para los americanos, y donde los europeos -en este caso, británicos- deberían no entrometerse, fue una apreciación totalmente equivocada de la realidad.

Por mucho que, en 1965, las Naciones Unidas hayan considerado a las Malvinas como un “territorio en disputa” y hayan llamado a las dos partes a lograr a un acuerdo político que nunca suscribieron[8], es totalmente claro que Argentina intentaba cambiar un límite internacional por la fuerza de las armas y, en consecuencia, no podía contar con el apoyo de ningún país occidental. El mismo 3 de abril de 1982, el Consejo de Seguridad emitió una resolución en que se exigía a Argentina el retiro inmediato de sus tropas y a ambos países, resolver el problema por la vía diplomática[9], esto es civilizada.

Argentina tuvo el apoyo -al menos de palabra- de Moscú y de Cuba[10], pese a que el gobierno de Buenos Aires, se hallaba en las antípodas ideológicas de los gobiernos de la URSS y del de Fidel Castro. Pero claro, más grande era el odio de estos dos países a Estados Unidos, a la OTAN y a los países de Europa occidental. Venezuela también apoyó de palabra a Argentina e incluso consideró la posibilidad de enviar tropas militares para apoyar a los argentinos. Si los militares argentinos sufrían con el frío del Atlántico Sur, es mejor no pensar en qué habría pasado con tropas venezolanas en aquellas latitudes.

Perú apoyó a Argentina con aviones militares, pilotos de los mismos, instructores y otros suministros. Lo grave es que el secretario general de las Naciones Unidas en aquel entonces, era un peruano, Pérez de Cuellar, con lo que esta institución perdió su imparcialidad y con ella, su credibilidad. Por una parte, Perú llamaba a la paz y por otro lado, enviaba armamento para proseguir la guerra. En un funesto doble juego, el gobierno de Lima, intentó sacar provecho de la situación y echó más leña al fuego de la guerra y de la muerte.

Demás está decir que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, la “OTAN latinoamericana”, por así decirlo) no podía ser aplicado, ya que no estábamos ante un “un ataque armado … contra un estado americano”, que era lo únoco que podía ser “considerado como un ataque contra todos los estados americanos”[11]. En este caso, tenemos que reconocer que lamentablemente, el estado agresor había sido uno de los nuestros.

En suma, Argentina no sólo no logró su objetivo de conquistar las Malvinas, sino que cerró sus posibilidades de lograrlo en las próximas décadas. Una vez más, vimos que el intento de alterar las fronteras por medio de la fuerza es un gravísimo error, que no conduce al resultado esperado.

Lamentablemente, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, presenciamos otro intento de alterar los límites internacionales por la fuerza. Es la primera vez que se intenta algo así en Europa después de la II Guerra mundial y espero que sea la última. Prefiero el imperio del derecho internacional y la solución pacífica de las controversias y no que el mundo retorne a una oscura época en que predominaba el imperio del más fuerte que se impone y domina a los demás por la fuerza de las armas.


[1] El justicialismo es un movimiento creado por Juan Perón en la década de los 40. En su origen, claramente fascista. Hoy reúne en torno a sí a nacionalistas de extrema izquierda y a una multitud de oportunistas que saben que no tendrían futuro si no militan en el movimiento peronista.

[2] Curiosamente, en los últimos días, trascendió que en Moscú, se elaboró un plan para evacuar a Putin a Argentina o a Venezuela, en caso de ser necesario.

[3] Se agarró con Boris Johnson porque este dijo algo así como que la invasión a Ucrania había sido motivada por la tóxica masculinidad de Putin. Éste contestó aludiendo a la Guerra de las Malvinas. Aunque la comparación es muy mala, ya que, quienes invadieron las islas no fueron los británicos, sino los argentinos.

[4] Grytviken, en las Georgias del Sur es la estación ballenera a la que arribó Shackleton con algunos pocos hombres y desde donde organizó el rescate del resto de su tripulación.

[5] Lleva el mismo nombre que tenía el barco de Shackleton, pero es de 1967. Lo pueden ver en Wikipedia: HMS Endurance (1967)

[6] Fuentes argentinas aseguran que sólo eran 14. Me pregunto qué hacían infantes de marina “trabajando” para una empresa privada. Puede ser que se refieran a los llamados Non-Self-Governing Territories o territorios sin gobierno propio.

[7] El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[8] Resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas

[9] Resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

[10] Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia…

[11] Art. 3.