Honecker a Chile

En enero, pero hace 29 años, llegaba a Chile Erich Honecker y con ello, Chile se convertía de asilo contra la opresión, como dice la canción nacional[1], en asilo para los opresores.

En noviembre de 1989, la Cámara del pueblo (sic) de la denominada República democrática alemana -que no tenía nada de democrática, ni tampoco de república- designó una comisión para investigar a Honecker acusado de corrupción y de abuso de poder. Pocos días antes, Erich había sido depuesto, en una dramática sesión del politburó. En ella, quienes propusieron su destitución se jugaban la vida, puesto que, en los regímenes del socialismo real, no se aceptaba la menor contradicción y reinaba el culto a la persona del líder máximo. El polítburó (del ruso Политбюро), cuya traducción es oficina política, era el gremio más alto del Comité central del Partido comunista del respectivo estado del Ostblock.

A comienzos de diciembre de 1989, la fiscalía nacional de la RDA[2], inició investigaciones contra Honecker y otros funcionarios del politburó por “enriquecimiento personal y dilapidación de la riqueza nacional”[3]. El 3 de diciembre, Honecker fue expulsado del Partido socialista unificado de Alemania[4], que controlaba los destinos del país desde que, después de la II Guerra, Alemania quedó dividida en dos, ya que los soviéticos se negaron a unificar el territorio por ellos controlado con las regiones occidentales. Estas últimas pasaron a formar parte del llamado Mundo libre u occidental.

Paralelamente, a principios de diciembre, la oficina de la RDA heredera de la siniestra Stasi[5] o policía de seguridad del estado socialista, abrió otra investigación contra Honecker, esta vez se lo acusaba de haber cometido delitos en sus cargos de presidente del Consejo de estado y presidente del Consejo de defensa nacional de la RDA y de haber abusado de su poder político y económico, como secretario general del comité central del Partido socialista unificado[6] y de haber abusado de sus facultades al disponer sobre fondos, como secretario general del comité central del Partido, para beneficio económico propio y de personas cercanas a él.

Duros cargos, me pregunto si estos abusos no son connaturales a un régimen en que el estado es dueño de todo, pero asegura que todo pertenece al pueblo. En tales regímenes, parece que algunos son “más pueblo” que otros. Recuerdo lo que decía Orwell en su libro “Rebelión en la granja”[7]: “todos los animales son iguales, pero hay algunos que son más iguales que otros”.

A comienzos de enero de 1990, Honecker fue sometido a una investigación de otro tipo. En el hospital La Charité, en Berlín Oriental, le fue diagnosticado cáncer al riñón. Fue operado inmediatamente, no quiero ni pensar en cuánto tiempo esperaba una operación una persona cualquiera y no el ex-líder máximo. A fines de ese mismo mes de enero, Honecker era arrestado en su habitación de La Charité y luego trasladado al hospital de la cárcel de Rummelsburg (Berlín), y puesto en libertad al día siguiente.

Erich y Margot[8] estaban libres, pero nadie quería alojarlos. El abogado Vogel apeló a los cristianos que aún quedaban en la RDA y el matrimonio de pastores, Uwe y Christine Holmer[9], los acogió en su hogar. No fue fácil para ellos, pues a diario se organizaron protestas frente a su casa y a la institución de beneficencia que Uwe dirigía. Los dos buenos cristianos eran acusados de proteger a un tirano.

Diez semanas permanecieron los Honecker en la casa de un pastor. Como detalle pintoresco: los Honecker durmieron en las habitaciones de los hijos menores de la familia. El ateo militante Honecker se refugió en el hogar de un pastor cuya iglesia había combatido muy duramente desde el poder. De los 15 hijos del matrimonio Holmer, diez no pudieron hacer el bachillerato (prueba final el colegio superior) debido a su fe[10]. La RDA no tuvo éxito, ni cumplió ninguno de los objetivos propuestos, ni las promesas de sus políticos. Pero en una de sus finalidades sí fue muy exitosa: en la erradicación de la religión cristiana de su territorio, que llevó al triunfo del ateísmo en casi toda la actual Alemania oriental[11].

Finalmente, el 3 de abril, Honecker fue trasladado al hospital militar soviétido de Beelitz. No olvidemos que en la RDA todavía quedaban tropas soviéticas y los soldados “rusos” no querían abandonar Alemania. Se aferraban sin pausa a los privilegios de que gozaban en el país más avanzado de todo el bloque oriental… Prefiero no pensar en qué estado estaba el resto. La URSS se hallaba en plena descomposición y los militares soviéticos, lo único que no querían era volver a Rusia, ni a Kazajstán, ni a Kirguistán, ni a Moldavia, ni a Bielorrusia, ni a ninguna de las 15 repúblicas soviéticas que todavía quedaban en 1990.

En octubre de 1990, el sueño de la unidad alemana se hizo realidad y, en consecuencia, el proceso penal en contra de Honecker quedó bajo la jurisdicción de la justicia de la Alemania reunificada. El 30 de noviembre, un tribunal de Berlín emitió una orden de detención en contra de Honecker debido a la orden de disparar en la frontera entre las dos alemanias, dictada primero en 1961, corroborada y reforzada en 1974.

Los alemanes orientales no podían irse de vacaciones, ni de viaje, ni a estudiar, ni a visitar parientes, ni a aprender idiomas, a ni realizar un intercambio escolar ni a Alemania occidental, ni a ningún otro país que formara parte de lo que ellos consideraban el mundo capitalista. Podían, en el mejor de los casos, hacer vacaciones en Hungría, desde donde, si muchos intentaban huir hacia los países libres. Si salían -para participar en las Olimpiadas o por otra razón, como la “ayuda al desarrollo” en países que planeaban sumar al mundo socialista- eran vigilados y dejaban parientes como prenda o garantía dentro de la RDA. Los parientes lo pasaban muy mal si a los viajeros se les ocurría permanecer en el extranjero. Pedir asilo en alguna nación occidental conducía a un castigo mayor.

Para que no escaparan del país, en 1961, la RDA había construído un muro, pero no sólo en Berlín, sino que a lo largo de toda la frontera entre las dos alemanias. Por esta razón, el ex-presidente alemán, Joachim Gauck (fue pastor luterano en la RDA) decía que los habitantes de Alemania del Este no eran ciudadanos, sino que eran reclusos ya que “los habitantes de una casa pueden entrar y salir de ella; pero los de Alemania oriental no podían entrar ni salir de su propio país. Estábamos encarcelados. Desde ese momento, comencé a hablar de reclusos o de presos”[12].

La orden de detención contra Honecker quedó en nada, ya que el ex-tirano se hallaba en un hospital soviético, bajo la protección del Kremlin y donde, más encima, le acababan de descubrir un tumor en el hígado… O, al menos, era lo que decían los médicos. El 13 de marzo de 1991, Gorbatschov ordenó trasladar al matrimonio Honecker a Moscú.

Bonn protestó, pero no logró nada, ya que el Sóviet Supremo aún no ratificaba el Tratado sobre el acuerdo final con respecto a Alemania, más conocido como Tratado Dos más Cuatro, en que Alemania recuperaba su plena soberanía de manos de las potencias aliadas. Con la entrega a la Cancillería alemana del documento que certifica la ratificación del tratado, éste entró a regir el 15 de marzo y, a partir de entonces, la presión para extraditar a los Honecker, se hizo cada vez mayor.

Desde hacía años, las relaciones entre Gorbachov y Honecker no eran buenas. Gorbi era un reformador y Honecker se había quedado en la era del stalinismo. El 25 de diciembre de 1991, el reformador fue reemplazado por Yeltsin, hasta entonces presidente de la República soviética de Rusia. Ese mismo mes de diciembre, Rusia conminó a los Honecker a abandonar el país, bajo la advertencia de ser expulsados, si no se iban “por las buenas”.

Ante la perspectiva de ser devueltos a Alemania, los Honecker decidieron refugiarse en la embajada de Chile en Moscú. Margot cuenta que Corea del Norte y Siria les habían ofrecido asilo… Los Assad (el papá[13] del actual presidente de Siria por la gracia de Putin) era ya un vasallo de Moscú. El embajador de Chile en la URSS era nada menos que Clodomiro Almeyda, político socialista chileno, descendiente de la clase alta de nuestro país y cuya memoria de grado se titulaba “Hacia una teoría marxista del Estado”. Don Cloro había sido ministro del Exterior y de Defensa de la Unidad Popular.

El gobierno alemán declaró, con mucha razón “si Rusia y Chile quieren seguir con su pretensión de ser estados de derecho, Honecker tiene que ser extraditado a la República Federal de Alemania, donde tiene una orden de arresto en su contra”. El embajador alemán Klaus Blech aclaró que “el traslado ilegal del señor Honecker viola (…) el derecho internacional, porque permite evadir el procesamiento penal de una persona buscada por orden de arresto por incitar a múltiples asesinatos”[14].

Entre tanto, en Moscú, se dió a conocer que el supuesto tumor de Honecker había sido una farsa o, por lo menos, una falsa alarma. Un grupo de médicos rusos protestó ante el parlamento por la manipulación del diagnóstico realizada en uno o más hospitales militares. Almeyda fue citado a Chile, se lo acusaba de haber tratado de sacar a Honecker de Moscú a través de una triquiñuela, concretamente con informes médicos falsos. Finalmente, tuvo que abandonar su puesto diplomático (prefiero no escribir que fue destituido). De vuelta en Chile, continuó defendiendo a Honecker y justificándolo.

En julio de 1992, Honecker voló en un avión de Aeroflot a Berlín, donde fue encarcelado directamente después de aterrizar. Margot siguió inmediatamente su viaje a Chile, antes de que la acusaran a ella… Razones había muchas. El tema de las adopciones ilegales, por ej., donde se quitaba los niños a los disidentes para que fueran educados en familias socialistas.

El proceso principal contra Erich Honecker se inició en octubre de 1992, acusado de 56 muertes. Un segundo juicio empezó en noviembre de ese año, por otros doce asesinatos. Si lo condenaban -lo que era más o menos seguro- sería por lo menos a quince años de prisión[15]. En otras palabras, el viejo Honecker no abandonaría vivo la cárcel. En noviembre, se abrió el caso por delitos económicos en su contra.

En agosto de 1992, se le diagnosticó nuevamente cáncer al riñón. En 1990, no se habría extirpado todo el tumor. Los médicos alemanes tampoco son perfectos. Los abogados de Honecker solicitaron que se absolviera a su cliente por estar enfermo de muerte y tener una esperanza de vida menor a los dos años que duraría el proceso en su contra. La solicitud fue rechazada por el tribunal el 21 de diciembre de 1992. Había que hacer justicia.

Los abogados recurrieron al tribunal superior, quien les dió la razón, ya que Honecker no sobreviviría al proceso, lo que haría innecesario seguir con él; sin embargo este tribunal superior se veía imposibilitado de sobreseer a Honecker. Los abogados recurrieron a la Corte constitucional de Berlín, que corroboró que Honecker no sobreviviría el proceso, ya que, de acuerdo a los informes médicos, estaba enfermo de muerte.

Luego de 169 días de prisión, en enero de 1993, Honecker era puesto en libertad. Poco después, subía a un avión, se tomaba hermosas foto$ $onriente en primera cla$e de la Lufthansa y descendía en Santiago, sonriendo y levantando triunfante el brazo. En la capital chilena, era recibido por fanáticos y fanáticas del socialismo real. Gente que ya entonces vivía en el pasado…

El 17 de abril de 1993, Honecker discurseaba en Santiago (entonces capital del capitalismo en Latinoamérica) en su acostumbrado lenguaje socialista patético: “el socialismo es lo contrario de lo que tenemos ahora en Alemania”[16]. Sí, gracias a Dios, el sistema político y económico alemán actual se halla en las antípodas del socialismo, tanto del nacional socialismo, como del socialismo real o marxista. Y esperamos que sea así por muchos años más…


[1] El coro del himno nacional de Chile dice: “Dulce patria, recibe los votos, con que Chile en tus aras juró. Que o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión”.

[2] Abreviatura de República democrática alemana.

[3] Wikipedia en alemán informa de manera muy completa y objetiva sobre la vida de Erich Honecker Recomiendo su lectura. Tomé gran parte de la información, sobre todo, las fechas exactas, del artículo enlazado.

[4] Honecker se incorporó después al Partido Comunista alemán, fundado en 1990, del cual fue miembro hasta su muerte. Siendo joven, ya había sido miembro del Partido comunista de la época, al que ingresó en 1930.

[5] Ministerium für Staatssicherheit (MfS), también Staatssicherheitsdienst o Stasi era el llamado Ministerio para la Seguridad del Estado.

[6] Conocido como SED, Sozialistische Einheitspartei Deutschlands cuya traducción es Partido Socialista Unificado de Alemania.

[7] Recomiendo su lectura. La granja es la Unión Soviética. Los cerdos son los stalinistas y el resto de los animales es el pueblo. La graphic novel que leí el verano pasado en instagram 

[8] Margot es la tercera cónyuge de Erich. La primera había muerto, de la segunda se había divorciado. Honecker aseguraba que su primer y gran amor era la Unión Soviética. ¿Puede haber más fanatismo?

[9] Uwe Holmer

[10] Cfr. Ostergrüße von Margot Honecker Späte Ehre für Pfarrer Uwe Holmer

[11] En verde, las regiones de Alemania sin confesión

[12] «El poder tiene un sabor desagradable». Joachim Gauck, activista por los derechos humanos

[13] Hafiz al-Assad o Hafis el Assad.

[14] Strafverfolgung und Flucht nach Moskau, en Wikipedia.

[15] Erich Honecker – das Ende

[16] “Sozialismus ist das Gegenteil von dem, was wir jetzt in Deutschland haben. Sodass ich sagen möchte, dass unsere schönen Erinnerungen an die DDR viel aussagen von dem Entwurf einer neuen, gerechten Gesellschaft. Und dieser Sache wollen wir für immer treu bleiben”, cita en Erich Honecker – das Ende La traducción: “El socialismo es lo contrario de lo que tenemos ahora en Alemania. Así que me gustaría decir que nuestros buenos recuerdos de la RDA dicen mucho sobre el diseño de una sociedad nueva y justa. Queremos permanecer fieles a esta causa para siempre”.

Trump: A un año del asalto al Capitolio… y la derecha chilena

A un año del asalto al Capitolio, me sorprende y me preocupa que tantos latinoamericanos hayan sucumbido a las fake news de Donald Trump y a su extraña ideología. A un año del asalto al Capitolio, hay dos aspectos que me gustaría examinar en esta columna. Uno de ellos es el ataque al Capitolio y el uso de la violencia y el otro es el supuesto fraude que habría llevado a Joe Biden a la Casa Blanca o, más bien, que habría impedido al millonario de reality shows y concursos de belleza, Donald Trump continuar en la Presidencia.

De partida, tengo que aclarar que en los Estados Unidos no hubo fraude electoral. ¿”Un fraude en la más vieja democracia del mundo, donde cada urna y cada local de votación y de conteo es observado por cientos de ojos atentos y controlado por probadas instituciones, dentro de un riguroso ordenamiento legal”?[1].

No puedo comenzar a gritar que fui víctima de un fraude, cada vez que pierdo una elección. La alternancia en el poder consiste en la posibilidad de que otra persona asuma la presidencia de un país sin que sus rivales políticos -que nunca son enemigos[2]– comiencen a vociferar que los engañaron. Y la alternancia en el poder es consustancial a la democracia.

Con una periodista colombiana, podemos dejar en claro que “la invasión del Capitolio, incitada por el propio expresidente Donald Trump a partir de la farsa del fraude electoral, ha sido calificada por muchos periodistas y analistas políticos como el mayor ataque a la democracia en Estados Unidos”[3]. O podemos citar a la diputada republicana Liz Cheney: “Nunca ha habido una traición más grande por parte de un presidente de los Estados Unidos a su cargo y a su juramento a la Constitución”.

“El 6 de enero del 2021, el Parlamento iba a confirmar formalmente a Joe Biden como presidente electo, pues había obtenido la mayoría de votos y es lo que Trump quería impedir a cualquier precio”[4]. ¿Cómo era aquello de que “hay que saber perder”? Sólo narcisistas extremos tienen un umbral de frustración tan bajo que no aceptan la derrota. Mientras marchaba hacia el Capitolio, la multitud enardecida aclamaba: “Fight for Trump!” y “We love Trump!”. Esto es miel en el alma de un narcisista.

“La alternancia en el poder es una de las características esenciales de la democracia. La posibilidad de elegir a una persona distinta es fundamental en un sistema político democrático. El cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia. Es la famosa idea de Popper, cuando asegura: ‘no importa quién gobierne, siempre y cuando puedas deshacerte del gobierno sin derramamiento de sangre’. Es propio de un régimen democrático que el cambio de gobierno se efectúe en forma pacífica, que es lo mismo que decir en forma civilizada”[5].

Sostener que estamos frente a un fraude es realmente una farsa. Un presidente vitalicio es lo más contrario a la democracia que nos podamos imaginar. Para permanecer en el poder, no puedo simplemente llamar a mis partidarios, en una supuesta “Marcha por la Salvación de América” (sic) a tomar las armas y a hacer uso de ellas, para defender ‘mi’ triunfo frente a aquellos que me lo quieren arrebatar”[6].

La democracia es lo más contrario a la violencia que nos podamos imaginar. En la democracia, solucionamos las controversias por la vía pacífica y nunca recurrimos a la violencia. Contrariamente a lo que practican los extremistas de uno u otro lado[7]. En la democracia, “la persona que no piensa como yo es mi interlocutor, mi contendiente político; pero nunca mi enemigo. Y no ataco a esa persona ni físicamente, ni tampoco en las redes sociales, sino que hablo con respeto con todos”[8].

Donald T. no es un representante tradicional del partido republicano, colectividad con la que la derecha chilena tenía mucho en común. El Partido republicano fue “secuestrado”, primero por el tea party[9] (una especie de secta política, racista, sexista y homofóbica) y más tarde, por lo que el mismo Trump llama simplemente “our movement”[10]. El organizador de concursos de belleza ha logrado convertir al great old party en un club pro-Trump o en una secta[11].

Hace un año, advertía a mis amigos de la derecha chilena que el “concepto de right o de alt right no tiene nada que ver ni con la derecha chilena, ni con el pensamiento liberal conservador tradicional de la derecha latinoamericana”[12]. Tampoco el de los famosos libertarians, ni menos la lectura de una autora de historias baratas…

Gracias a Dios, mis amigos no se parecen a Trump. No, no son demasiado parecidos, todavía no… Pero siempre existe el peligro de mimetizarse y el riesgo es grande. “La mimetización política es similar a lo que ocurrió con la teología de la liberación: los teólogos adoptaron el análisis marxista para comprender la realidad, y poco a poco, se fueron haciendo ellos mismos marxistas”[13].

Durante la presidencia de Trump y contra toda costumbre republicana, la Casa Blanca se transformó en una especie de palacio real, donde los parientes del rey ejercieron su ilimitado poder e influencia. El nepotismo pasó a ocupar el lugar de la meritocracia. Algo muy parecido a la Rumania de Ceausescu[14].

Los antiguos valores republicanos son sólo un recuerdo para los pocos republicanos que van quedando. El multilateralismo, el internacionalismo, el libre comercio, el combate al proteccionismo. El unilateralismo, el proteccionismo y ese enfermizo slogan “America first” reemplazaron a los antiguos ideales republicanos por sus antípodas. El internacionalismo fue sustituido por un nacionalismo propio de la primera mitad del siglo 20, contrario a la globalización y al libre comercio, de ahí la guerra abierta de Trump frente a la Organización mundial de comercio[15].

En el plano internacional, el gobierno de Trump fue devastador. Sus permanentes ataques a la OTAN debilitaron sobremanera al mundo libre. “El artificial conflicto con la Unión Europea es absolutamente anti-republicano. La tradicional alianza transatlántica es uno de los fundamentos más importantes de la arquitectura internacional, creada en largas jornadas y extenuantes jornadas después de la II Guerra. Durante la Guerra Fría, la alianza entre Estados Unidos y Europa occidental fue uno de los muros de contención frente al comunismo”[16].

Su guerra privada con China, sus alabanzas a Kim y a Putin, su persistente desprestigio de los propios servicios secretos y el enaltecimiento de las agencias rusas. La pseudo política exterior de Trump nunca habría llevado a la caída de la cortina de hierro. El “tear down this wall” de Ronald Reagan es una frase imposible de ser pronunciada por el protegido de Putin (ex-agente de la KGB) y amigo del tirano de Norcorea”[17].

“La fe incólume de la derecha en la igualdad de oportunidades, que va de la mano de la meritocracia (como la entendían Reagan y Thatcher), ha sido sustituida por la superstición de la ‘supremacía blanca’, propia del movimiento alt right norteamericano, que está a millones de años luz de distancia de los valores conservadores y republicanos y de la derecha chilena”[18].

“Los  tradicionales electores del Partido Republicano han sido reemplazados por tres nuevos grupos: por nacionalistas blancos (o que se consideran a sí mismos ‘blancos’), por fundamentalistas religiosos y por conspiranoicos, del tipo QAnon o reptiloides. No quiero que esto pase en Chile. No podemos aceptar que la derecha se llene de locos, conspiranoicos, fanáticos religiosos o ideológicos, absolutamente incapaces de gobernar el país”[19].


[1] Trump y la alternancia en el poder

[2] Ver mi columna “We may be opponents, but we are not enemies”

[3] La invasión del Capitolio: ¿América Latina está aquí?

[4] La cuenta de Trump en Twitter y el asalto al Capitolio

[5] El juego democrático de la alternancia en el poder

[6] Trump y la alternancia en el poder

[7] Ver mi columna La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[8] Trump y la alternancia en el poder

[9] Tea party que, en realidad, nada tiene en común con los ideales del histórico tea party de 1773. El gran error de John McCain -que terminó como uno de los principales críticos de Trump- fue haber designado a Sarah Palin como su candidata a la vicepresidencia, en Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar.

[10] Entre paréntesis, “movimiento” es el mismo nombre con que los nacional socialistas denominaban su partido.

[11] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[12] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[13] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[14] Nicolae Ceaușescu, dictador comunista de Rumania, conocido por su nepotismo.

[15] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[16] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[17] “Su ridículo ‘acercamiento’ a Kim Jong Un no sólo no condujo a nada, sino que permitió que el dictador Un ganara tiempo para proseguir con su absurda carrera en pos de la bomba atómica. Con eso, el mundo se hizo menos seguro, lo que afecta especialmente a los países del Pacífico. Y creció la amenaza atómica hacia los mismos EEUU”, en Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[18] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[19] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

¿Y si derogamos la ley de la oferta y la demanda?

En el mundo occidental, determinamos el precio de un bien mediante el juego de la oferta y la demanda. Esto es lo más natural e intuitivo. La intersección de las famosas curvas de la oferta y de la demanda que se juntan o se cruzan en un lugar nos dice cuánto vale una cosa material o inmaterial. El arte del regateo es la expresión más básica -si se me permite hablar así- de la determinación del precio de acuerdo a la oferta y la demanda.

Me imagino que ya nuestros más vetustos ancestros determinaron de esta manera el “precio” de algo. Y esto también en una época en que aún no existía el dinero. Sí, la ley de la oferta y la demanda puede decidir acerca del precio de bienes que se truecan. El intercambio de productos directamente, en una época en que se carecía de dinero, es posible si se considera cuál es la demanda y cuál es la oferta de dos o más productos. ¿Qué necesito yo y qué me ofrece o me pide la persona con quién negocio?

Cuántas puntas de flecha y cuántas pieles de oso, cuántas lanzas de caza y cuántas pieles de tigre dientes de sable. Cuánta carne de mamut a cambio de cuántos perros de caza. Cuánto necesito y cuánto estoy dispuesta a entregar a cambio. De cuánto puedo prescindir, cuándo, cuánto requiero y con qué grado de necesidad.

Sin embargo, esta manera de determinar el precio, algunas veces nos puede resultar injusta o, al menos, imprecisa. “Injusticia” es una palabra muy peligrosa, ya que se ha prestado y se sigue prestando para dar lugar a muchas otras nuevas injusticias que terminan siendo aún más injustas que aquellas que originariamente se intentaba combatir o, al menos, corregir[1].

¿Por qué pagar más a un gerente que a una trabajadora social? El trabajo de la segunda es tanto o más valioso que el del primero. Y requiere tanto o más esfuerzo y dedicación. E incluso, los estudios son similares, en el tiempo empeñado y en el esfuerzo realizado. En realidad, no hay razón para que reciban diferentes sueldos.

Heinz Dieterich[2] -al que me referí la semana pasada[3]– es el ideólogo del llamado socialismo del siglo 21. En el marco de esta ideología, formuló una teoría destinada a encontrar el precio de un producto. Es la llamada economía de la equivalencia[4]. De acuerdo a su principio rector, el precio de un producto no debe ser determinado por la oferta y la demanda, sino por el trabajo en él empeñado (iba a decir invertido, pero creo que esta expresión no queda bien al explicar una teoría tan radicalmente socialista).

De acuerdo al sociólogo de origen alemán, el precio de un producto, debe ser establecido sobre la base del “valor del tiempo de trabajo en él empeñado”. Esto es, el tiempo que le ha dedicado, cada persona que ha trabajado en él. Todo valor se mide por la “cantidad de tiempo de trabajo” -factor clave- que una o más personas han dedicado a un producto a intercambiar. El autor prefiere hablar de “intercambiar” y no de comprar o de vender… Probablemente compraventa suena demasiado capitalista.

Todos los precios deben fijarse mediante “valores de tiempo de trabajo”. La economía de la equivalencia es pues una forma de socialismo que busca reemplazar el valor de mercado de los bienes (y servicios, aunque, en realidad, la teoría no se refiere a los servicios) por el valor de lo que Marx denominó “trabajo vivo”[5].

Hasta donde entiendo esta teoría artificialmente complicada, el “trabajo vivo” es lo que yo llamaría simplemente el trabajo humano. Según Marx, lo contrario del “trabajo vivo” es el “trabajo objetivado”[6]. O “trabajo hecho cosa” es la traducción más precisa[7]. El trabajo objetivado son los medios de producción. Lo denominaría el equipo para trabajar, las herramientas, las máquinas, tal vez los animales (?). Ellos habrían sido alguna vez “trabajo vivo”. Pero ahora ya han pasado a otra categoría, a la de trabajo objetivado, “trabajo hecho cosa”, “hecho objeto”, ha sido cosificado, objetivado, objetivizado.

De acuerdo a la teoría de la fijación de precios que postula el socialismo del siglo 21, tendríamos que pagar como precio de un bien o de un servicio únicamente el “trabajo vivo”, esto es, las horas que los trabajadores invirtieron en él. O las horas que ellos dicen que invirtieron. Lógicamente, mientras más horas, mejor: ya que el precio será más alto. Mientras más lento trabajen, aún mejor. En el fondo, es un premio a la ineficiencia y al “sacar la vuelta”. En el mejor de los casos, un premio al presentismo[8].

Lo que, en una economía libre, denominamos inversión en equipamiento, en herramientas, lo que gasto en los medios de producción que necesito para trabajar (a diferencia de los demás animales, el ser humano es un animal racional que trabaja con herramientas) es lo que Dieterich llama trabajo objetivado y el trabajo objetivado no cuenta para nada a la hora de determinar el precio de un producto.

Demás está decir que -en el marco de esta creencia- la investigación tampoco podría ser incluida en el precio de un producto… La investigación es crecientemente más importante en un mundo altamente tecnologizado como el nuestro. Deberíamos pues, cerrar todos los departamentos de investigación de las empresas, con lo que quedaría definitivamente sellado el retroceso tecnológico.

Si yo invierto en equipos y después no puedo cobrar nada por ellos, sino puedo incluir el valor de mi inversión en el precio del producto producido (valga la redundancia), me parece que esto es una gran injusticia y preferiría no invertir en comprar nuevos equipos o en renovar los existentes, en mejorarlos. Si yo invierto en investigación y después no puedo recuperar los costos en ella invertidos, simplemente no investigo.

Es un poco como volver atrás, es una verdadera desmodernización. Equivale a retroceder en el tiempo y rechazar el avance y el progreso. Y desechar la cooperación entre las personas. El no poder cobrar nada por el equipo de trabajo significa no adquirir nuevos equipos de trabajo y eso conduce inevitablemente al estancamiento tecnológico. Sobre todo, en nuestro tiempo, en que el desarrollo es enormemente rápido.

Hagan ustedes el ejercicio intelectual de pensar en cómo construir productos aparentemente tan sencillos como una escoba, un par de zapatos o un mondadientes sin medios de producción. Tendría que usar mis manos para buscar un tronco apropiado para “palo de escoba”, cazar un animal con mis propias manos o usando alguna piedra que encuentre en el campo, para hacerme un par de zapatos de cuero. ¿Cómo cosería los zapatos sin hilo y aguja? Okay, puedo cazar alguna oveja y hacer hilo con su lana… Me pregunto cuántos jóvenes socialistas pletóricos de idealismo destructivo estarían en condiciones de intentarlo.

¿Para qué comprar nuevas maquinarias o nuevas herramientas? Si con las que teníamos en los años 80 puedo seguir trabajando? ¿O tal vez en 1930? O en la época en que vivieron Marx y Engels, en la década de 1880. Da lo mismo si mis medios de producción están viejos y gastados, podría trabajar mejor y con más seguridad para mi vida y mi salud (también para la salud medioamiental) con nuevas herramientas y un renovado equipo de trabajo.

Asimismo, la proposición de fijar los precios de acuerdo a los postulados de la economía de la equivalencia destruye la competencia. Los menos eficientes, los que -por ser más lentos- invierten más tiempo de trabajo, serán los únicos beneficiados, ya que podrán cobrar un precio mucho más alto, por haber invertido más horas de trabajo. Como señalé más arriba, bastaría trabajar más lento para cobrar más.

Además, hay que resolver el problema de ¿quién fija el precio? En la lógica socialista, es evidente que esto corresponde al estado. En forma automática o en forma arbitraria, que es como ha sucedido en la historia. La enorme cantidad de mercados negros o informales, como es más apropiado llamarlo, habla por sí sola. Se puede decir que, donde el estado fija los precios, independiente de si es capaz de controlarlos, ha surgido un mercado paralelo o informal, donde rige la ley de la oferta y la demanda.

En suma, sustituir la determinación del precio de un bien o de un servicio mediante la ley de a oferta y la demanda por la fijación del mismo a través de la determinación de cuánto tiempo se demoran una o más personas en producirlo, significa un premio a la ineficiencia y un freno al progreso, a la tecnología, al desarrollo. En definitiva, es un obstáculo insuperable al bienestar de la población. Se lo disfraza de justicia, pero, en realidad, es un sistema intrínsecamente injusto, además de inviable.


[1] Asimismo, el llamado a la justicia es, en incontables ocasiones, una forma de envidia.

[2] Nació en el norte de Alemania, en 1943.

[3] Dieterich, el ideólogo de la utopía socialismo del siglo XXI

[4] Formulada originariamente por el historiador y cartógrafo alemán Arno Peters (1916-2002).

[5] Lebendige Arbeit.

[6] Vergegenständlichte Arbeit

[7] No olvidemos que Marx escribió en alemán.

[8] … al presentismo, tan común en países que no se han desarrollado y que, por el camino del socialismo del siglo 21, tampoco se desarrollarán.