Dieterich, el ideólogo de la utopía socialismo del siglo XXI

Durante el último siglo y medio, Alemania ha generado variados autores utópicos. Muchas de sus utopías, al intentar ser implementadas, o más bien impuestas, se han convertido en las más horribles distopías. “Sí, toda distopía comienza como una utopía”[1]. Parece que al intentar quebrar o doblegar la naturaleza humana se obliga al hombre y a la mujer a convertirse en algo que no son y que no pueden ser, en algo que es contrario a su naturaleza humana.

La utopía alemana de Marx y Engels[2] condujo a la distopía de los gulags, de Tschernobyl y del Muro de Berlín… Esta utopía, forjada entre la cuenca del río Mosela y Londres por un abogado y un empresario alemanes, condujo al Muro que separaba no sólo Berlín, sino que las dos alemanias y, toda Europa, que pasó de ser una unidad histórica a dos bloques separados por una frontera impasable. El lema del “No pasarán” se convirtió en algo irrisorio, puesto que los únicos que querían pasar, eran los habitantes del lado socialista huyendo hacia el mundo libre.

Otro alemán que forjó una utopía que también se ha intentado implementar o más bien imponer, y que también se ha convertido en distopía, es Heinz Dieterich Steffan. Así como hicieron Marx y Engels, Dieterich elaboró su proyecto utópico lejos de Alemania, concretamente en México, donde se desempeña como profesor de sociología, en una universidad de reciente fundación[3] que dice tener “como propósito estar profundamente ligada al entorno social y humano, conservándose a la vanguardia, en constante investigación y reinvención de la educación superior”.

Dieterich intenta repensar acríticamente el socialismo después de la caída de la Unión Soviética. Se trata pues de formular un nuevo socialismo que, como ya no es el socialismo real del siglo 20, ha sido denominado pomposamente socialismo del siglo 21. El propósito es reformular un nuevo socialismo renovado y apto para la nueva centuria. Me recuerda un poco a aquellos intentos de refundar un “socialismo con rostro humano”, ya que nadie puede negar que el socialismo del siglo 20 fue un socialismo extremadamente inhumano[4].

Antes de seguir adelante, tengo que adelantar que el profesor Dieterich es desconocido en Alemania. Ha publicado un solo libro en alemán y eso en el ya lejano 2006. Su libro se llama (¿cómo podía ser de otra forma?): “El socialismo del siglo 21. Economía, sociedad y democracia después del capitalismo global”[5]. Dieterich parte de la base de que lo que él llama “capitalismo”, se acabará pronto. Curiosamente, el capitalismo no se ha acabado…[6] Pero supongo que lo que no calza, hay que hacerlo calzar a la fuerza.

Heinz Dieterich y su socialismo del siglo 21 saltaron a la fama cuando, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, lo(s) mencionó en el Foro Social Mundial de 2005 en Porto Alegre, como parte sustancial o más bien como finalidad de lo que el comandante Chávez denominó la “revolución bolivariana”. En aquel entonces Chávez propuso, en el marco del socialismo del siglo 21, la expropiación de las empresas improductivas (el mismo gobierno chavista debería determinar qué empresas son improductivas) que pasarían en un 51% al estado y en un 49% a los trabajadores, que deberían organizarse en cooperativas[7].

Siguiendo a Dieterich, el presidente Chávez aseguró que, para alcanzar el socialismo del siglo 21, había que pasar antes por una etapa intermedia llamada “democracia revolucionaria”[8]. Y aseguró que “la revolución democrática se basa en la solidaridad, la hermandad, el amor, la libertad y en la igualdad”. Es impresionante cómo los utopistas del mundo entero aseguran que pasarán cosas que, en realidad, no tienen de dónde suceder. A mi modo de ver, son meras entelequias sin pies ni cabeza.

La revolución democrática sería pues el periodo de transición previo al socialismo. Como si el sistema actual, de democracia liberal representativa no fuera democrático. Como si no viviéramos en democracia hasta que no triunfe la llamada revolución democrática o bolivariana. Dado que este es un proceso revolucionario, toda violencia queda justificada[9]. Si total, la violencia revolucionaria conducirá automáticamente a la democracia y ésta al socialismo. Al paraíso en la tierra, a la utopía máxima.

Demás está decir que este es un proceso sin retorno, es irreversible… De ahí que los régimenes de estas características -así como sus predecesores del socialismo real- no respeten la alternancia en el poder[10] que es consustancial a la democracia. A la democracia liberal representativa, no a las democracias populares que, en realidad, no son democracias.

La irreversibilidad del proceso en pos del socialismo de la cuarta fase, como también lo llama Dieterich, explica que el gobierno de Maduro -el sucesor de Chávez, después de su muerte- se niegue a dejar el poder, pese a que ha perdido todo respaldo en la sociedad[11]. Pero ¿a quién le importa, si el gobierno tiene al ejército de su parte?[12] Habría que cambiar la frase de Allende “Llegado el momento, armas tendrá el pueblo” por otra: Llegado el momento, el pueblo no sólo no tendrá armas, sino que éstas se dirigirán en su contra.

Desde los años cero, Dieterich fue asesor informal de Chávez. Incluso hay un video donde él dice que es su amigo. El sociólogo sostuvo incluso que el venezolano era el presidente más legítimo de todo el mundo (sic). Pero llegó un momento en que, por convencimiento o por oportunismo, el ideólogo alemán comenzó a alejarse del comandante-presidente. Hasta que el año 2011, confesó que las posibilidades de lograr un “socialismo científico del siglo 21” se habían malogrado definitivamente en Venezuela.

Sin embargo, recién el 2018, Dieterich reconoció que el régimen venezolano no era viable y que caería en cualquier momento; pero en vez de aceptar que su utopía acerca del socialismo del siglo 21, era la verdadera causante de la debacle, el profesor de sociología culpó a los Estados Unidos del desastre. Claro, siempre se puede echar la culpa a otros de los propios errores.

A partir de entonces, Dieterich comenzó a acercarse a China, lo que, sin duda, resulta mucho más rentable que continuar apoyando a Venezuela, un país en quiebra al que, ni siquiera la República popular China quiere financiar. El profesor mexicano ha comenzado a publicar en chino y a inventar… perdón, a formular términos chinos para apoyar su teoría de la cuarta fase del socialismo, que sería la utopía “descubierta” por él y dada a conocer a través de sus publicaciones.

“De esta manera, en América Latina alguna forma de socialismo del siglo XXI ha sido expresamente defendida en Venezuela por los gobiernos de Hugo Chávez​ y de Nicolás Maduro​ y en Ecuador por los gobiernos de Rafael Correa​ y Lenín Moreno”[13]. El próximo candidato para figurar en la lista es el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric, que se agrega al coro de seguidores de esta utopía[14].


[1] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[2] Otra utopía de origen alemán es la utopía nacional socialista.

[3] Universidad Autónoma Metropolitana, una universidad estatal, fundada a mediados de los 70.

[4] El siglo 20 es considerado como uno de los más cruentos y crueles de la historia, no en menor medida, debido a la distopía de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Ver El oscuro siglo XX

[5] Der Sozialismus des 21. Jahrhunderts. Wirtschaft, Gesellschaft und Demokratie nach dem globalen Kapitalismus.

[6] Ver mi columna Chile contra el neoliberalismo

[7] “El socialismo del siglo 21 no tardó mucho en destruir a Venezuela. Me pregunto ¿cuántos países tendrán que desplomarse y caer en las garras de una versión más de la utopía socialista, utopía que ha terminado tantas veces en una horrible distopía? ¿Cuántos bienintencionados tendrán que sucumbir tras el sueño socialista de una sociedad igualitaria y justa? Una sociedad que, en definitiva y a los pocos años, se convierte inevitablemente en la más injusta, en las más pobre, en la menos igualitaria y en la menos libre de todas las sociedades?” en Venezuela, neoliberalismo y socialismo

[8] Me recuerda lo que aprendí en mis estudios sobre Lenin “Ese poder estatal represivo y que asegura la explotación de una clase por otra, debe ser sustituído por otro estado, que iniciará otra represión, que, esta vez, será ejercida por el proletariado contra la burguesía. Esto es lo que llamamos Dictadura del proletariado, explica Lenin. Y, tiene que quedar muy claro, continúa, que la abolición del poder de la burguesía y su sustitución por el poder represivo del proletariado, bajo ninguna circunstancia puede significar la muerte del estado. Para mí es muy claro: una supuesta represión reemplaza a la otra, que es muy real”, en De la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariado 

[9] Nuevamente pienso en lo que aprendí leyendo a Lenin: “hay que enseñar a las masas a creer en la violencia de la revolución violenta e insiste que tal  enseñanza pertenece a la esencia del pensamiento de Marx y Engels. Y aclara que esto no es fanatismo. Dice que enseñar otra cosa, por ej. en la no-violencia, es ‘traicionar’ su doctrina”, en De la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariado

[10] Sobre este punto, invito a leer El juego democrático de la alternancia en el poder

[11] Sobre el tema Guaidó, escribí algo aquí: Ocho mentiras sobre Venezuela

[12] Desconozco si lo que cuentan del “cartel del sol” es una conspiranoia o es la realidad.

[13] Socialismo del siglo XXI, en Wikipedia.

[14] No hay que olvidar que Boric no es comunista, en el sentido originario de la palabra.

¿Y después de Boric, qué?

Hay tres razones por las cuales me decidí a votar por Kast quien, como señalé en mi columna de la semana pasada Voy a votar por Kast, nunca me había gustado mucho… Incluso, el 2018 critiqué duramente a este candidato en mi columna Franzani, Kast y los nazis que ha sido una de las más leídas[1] de este humilde blog.

Las dos primeras razones por las que lo apoyo fueron las que comenté la semana pasada: la defensa de “la democracia liberal representativa y de la economía social de mercado”[2], que me temo que con Boric serían pasadas a llevar, desechadas y sustituidas -con la ayuda de la Convención Constitucional- por otro sistema de gobierno.

Me temo que el rediseño de Chile propuesto por la ultraizquierda (que se ha apoderado descaradamente de la centro izquierda chilena) dirigirá al país más bien hacia una democracia popular[3], bolivariana o iliberal y una economía estilo Latinoamérica de la década de 1970 o Europa de 1930, con aranceles a la importación, controles de precio y expropiaciones. De partida, en un escenario así, las Pymes no tendrían cabida.

La tercera razón es que con Kast, estoy segura que, en cuatro años, podríamos elegir a un presidente distinto de Kast, a alguien de otra tendencia política. Y eso es algo de lo que con Boric no tengo seguridad, puesto que considerando su cercanía ideológica a regímenes totalitarios[4], existe el riesgo no menor de que se eternice(n) en el poder. Gente que siempre cree tener la razón y se arroga la representación del pueblo tiende a permanecer en el poder por los medios que sea.

Ejemplos de eternización en el poder hay abundantes en el vecindario. La Bolivia de Evo, la Nicaragua de Ortega, para no mencionar la Venezuela de Maduro, de Chávez[5] y de los Narcos e incluso, mutatis mutandi, la Argentina de los Kirchner. Países en que se pasó a llevar la democracia que finalmente fue sustituida por regímenes pseudo democráticos, en que la clique gobernante no entrega el poder, sino que se eterniza en él.

Muy por el contrario, “la alternancia en el poder consiste en la posibilidad de elegir a una persona distinta a la que está en el gobierno y es uno de los elementos esenciales del sistema democrático de gobierno. En efecto, el cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia”[6].

Y es aquí donde Boric y sus partidarios no me dan confianza. Estoy segura de que Kast respetará la alternancia en el poder y que va a entregarlo a quien sea elegido/elegida al acabar su período presidencial. Pero no tengo la certeza de que Boric y su gente no se eternizarán en el poder. Malos ejemplos están a la vista en el vecindario. De partida, una nueva Constitución chilena abre la puerta para ello.

Para mí, la alternancia en el poder es esencial a la democracia[7]. En esto, creo que Popper tiene toda la razón… Y me da lo mismo que me digan que soy liberal. Prefiero el liberalismo – sin el cual no habría democracia- al iliberalismo[8], tan de moda hoy en algunos países, donde el populismo se ha enquistado en el poder y de alternancia, ya no queda nada.

“Actualmente, el mundo se debate entre dos polos o dos extremos: el populista autoritario iliberal y el democrático liberal”[9]. No me gustaría que Chile quedara atrapado por quién sabe cuántas décadas en la tela de araña del mundo autoritario, donde no existe la alternancia en el poder. Me temo que Boric no da garantías de que esto no ocurra. Kast sí las da, de ahí que me haya decidido a votar por él.


[1] La segunda más leída, para ser más precisa.

[2] Voy a votar por Kast

[3] Al estilo de las llamadas democracias populares de la guerra fría, lo que es un retroceso y no un avance.

[4] Ver Boric no es comunista

[5] Los dictadores nicaragüenses (La granja de troles de Nicaragua y Ortega, el nuevo Somoza) no se diferencian en esto de Donald Trump (Trump y la alternancia en el poder). Ni de Evo Morales, ni de Lukaschenka (Lukaschenko y Venezuela), ni de los Kim de Norcorea (A 105 años del nacimiento de Kim Il Sung).

[6] El juego democrático de la alternancia en el poder

[7] Cfr. El juego democrático de la alternancia en el poder

[8] A la llamada “democracia iliberal”, me referí en mi artículo Carl Schmitt und seine Neue Ordnung

[9] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

Voy a votar por Kast

En 2019, cité a un usuario de Twitter a quien sigo[1]. Marcelo Fernández criticaba la violencia y advertía que “en Brasil, después de las protestas del 2014, una mayoría terminó votando a Bolsonaro. Nada como el miedo a que el país se hunda en el caos para hacer subir como la espuma la popularidad de candidatos de extrema derecha”. Y más adelante: “El movimiento estudiantil del 2014 terminó liquidado por el vandalismo y la violencia desatada. Lo mismo ocurrirá con las demandas sociales, que quedarán sumergidas por los saqueos y la destrucción urbana. Además, es la pavimentación a Kast”[2]. Proféticas palabras que hoy se cumplen.

Poco antes de la primera vuelta, uno de mis primos constataba: “los que van punteando son de extrema izquierda y extrema derecha”. A mi modo de ver, a eso es a lo que ha conducido la polarización originada en y por la violencia de extrema izquierda que empezó en octubre de 2019.

Estoy convencida que, “en un sistema democrático liberal, como el que existe en Chile, el rival político no es nunca mi enemigo, sino sólo una persona que piensa distinto que yo en muchos temas -en otros, pensamos lo mismo- y con el que concurro en las urnas y en la tribuna política para debatir cuál es la mejor solución. La tribuna política por excelencia es el parlamento, el Congreso y no la calle. Las ‘armas’ de la política son la palabra, las estadísticas, las cifras y no los adoquines, ni las molotovs, ni tampoco las barricadas, los sprays o la quema de estaciones del Metro”[3].

“La lucha callejera no es, de ninguna manera, el lugar donde se elige quien representa al pueblo. Es más, quienes salen a las calles a destruir, a quemar, a golpear a otras personas, nunca pueden ser representantes del pueblo”[4]. Son simples delincuentes que se descalifican a sí mismos.

Una amiga me dice que esta es “la elección más importante de la historia de Chile”. No sé si es la más importante; pero entiendo lo que quiere decir mi amiga: se trata de una elección en que se decide en qué dirección irá el país. Si continuará en la senda de la democracia liberal y de la economía de mercado o seguirá otros derroteros diferentes.

En realidad, es un claro signo de subdesarrollo que en una elección se juegue al todo o nada. Que se decida el destino del país en una o en dos votaciones. Escuché a Miguel Kast (el hermano mayor de uno de los actuales candidatos) explicar que, en un país como Estados Unidos, ganan los demócratas o ganan los republicanos, pero cambia muy poco. Todo continúa más o menos como siempre, con un acento más o menos hacia un lado o hacia el otro, hacia un programa o hacia el otro.

Pero no se reinventa -diría yo- el país en cada elección. No se juega la vida cada vez que se elige un presidente. A esto es a lo que mi amiga llama “elección histórica” y es lamentable que Chile viva algo así actualmente. Parece que los miembros de la OECD se apuraron demasiado en incorporar a Chile al club de los países desarrollados.

Reitero lo que señalé el 2019: la polarización conduce necesariamente al extremismo. Y la violencia lleva necesariamente a la polarización, ya que “la muerte de la democracia convierte a los oponentes políticos inevitablemente en enemigos. Entonces, ya no queda cabida para la libertad, sino sólo para la uniformidad que es algo así como la expresión cotidiana del totalitarismo”[5].

Creo que hay dos cosas que hay que defender en Chile: la democracia liberal representativa y la economía social de mercado. Son las claves del éxito, del progreso, del avance social, del bienestar, de la igualdad, de la justicia…

Si me pregunto con cuál de los dos candidatos, tanto la democracia liberal representativa como la economía social de mercado pueden perdurar en Chile, mi respuesta es muy clara: con Boric y su gente definitivamente no. Aunque, como he dicho tantas veces, Boric no es comunista[6], pero sus adeptos pretenden rediseñar Chile en una dirección que no es buena[7]. De lo que sí estoy segura es que, si gana Boric, no será el país el que saldrá adelante, sino que serán los chilenos los que quieran salir del país[8].  

No me gustaría que una minoría pasada de moda intentara rediseñar Chile en dirección al pasado. Cero interés en retornar a un escenario de la época de la Guerra Fría. No me gustaría rediseñar al país, menos aún dentro de un proceso revolucionario socialista, estatista, fascista (la consigna de los fascistas era “todo dentro del estado, nada fuera del estado”), bolivariano, populista del siglo 21. En la historia, demasiadas utopías han conducido necesariamente a una horrible distopía totalitaria[9] [10].

Prefiero que nos quedemos con la democracia liberal representativa en lo político y con la economía social de mercado en lo económico. Así que, aunque Kast nunca ha sido “santo de mi devoción” (no me gusta la gente que lo acompaña), creo que Kast es lejos el mal menor y yo voy a votar por él.

Me hubiera gustado votar por Sichel en la segunda vuelta, pero no va a ser posible. No se dió no más. La polarización ha conducido irremediablemente a esto: a que tengamos que votar por alternativas extremas. Como dice mi amiga: “hoy, sin estallido social hubiera votado por Sichel sin dudar”. Mi amiga también va a votar por Kast.


[1] @RuizFernandezDJ

[2] Cité ambos tweets de Marcelo en mi columna de 2019 La polarización es el semillero del extremismo que invito a releer.

[3] La polarización es el semillero del extremismo

[4] Teillier: “puede que se pierda en el Parlamento, pero no en las calles” (entre paréntesis, Facebook borró los links a esta columna que yo había publicado en esa red social).

[5] Chile contra el neoliberalismo

[6] Me carga que descalifiquen a la gente como comunista o como fascista o nazi, que es lo que hace la extrema izquierda con Kast y la extrema derecha con Boric.

[7] Ver mi columna Boric no es comunista

[8] Sobre la utopía en Chile, invito a leer Chile, un día después, utopía plus. Asimismo pienso que “muchos de quienes azuzan en la lucha contra el neoliberalismo, son los primeros que emigren hacia puestos muy bien dotados en universidades norteamericanas, donde podrán disfrutar de los altos sueldos que son posibles gracias a la economía de mercado que ha llevado al bienestar e incluso a la opulencia a pueblos enteros. El simple trabajador chileno no tendrá las mismas posibilidades de emigrar cuando se quede sin trabajo debido a la quiebra, o a la simple destrucción o quema de su empresa”, Chile contra el neoliberalismo

[9] Cfr. La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[10] El mejor ejemplo reciente y cercano a nosotros es el venezolano, Venezuela, neoliberalismo y socialismo