La democracia se basa en el intercambio libre de ideas, definición en que el adjetivo “libre” significa “sin violencia”. Exacto, ni siquiera una mera “amenaza” o posibilidad de violencia es democrática[1].
Estamos frente a una señal cierta del fin de una democracia cuando vemos a grupos apoderarse de las calles, de las ciudades y dominar así la vida de los ciudadanos, que pasan a ser prisioneros de su irresponsable juego político. Sintomática y aterradora es la frase del presidente del comunismo chileno cuando asegura que “puede que se pierda en el Parlamento, pero no en las calles”[2].
Los ciudadanos dejan de ser ciudadanos y se convierten en rehenes de grupos que quieren imponer cambios que sólo los benefician a ellos. Por pequeños que sean, estos grupos disfrazan su voluntad como si fuera la voluntad general. Para los extremistas, no somos más que rehenes que les sirven para exigir cambios a su antojo. Para el extremismo, la lucha no es más que la continuación de la política por medio de la fuerza.
Los violentistas se atribuyen la representación de la voluntad popular, pese a que no son más que una minoría mínima. Más que una una etérea “voluntad del pueblo”, la democracia significa la posibilidad de cambiar al gobierno de una forma pacífica, pre-establecida y sin derramamiento de sangre[3]. Esto es, a cambiarlo en las urnas y no por una supuesta e inaguantable “presión de la calle”.
O bien, como dice un autor neomarxista[4] “la democracia es un sistema en el que los partidos pueden perder las elecciones”. Incluso si creo que la mayoría eligió a la “persona equivocada”, como presidenta o presidenta, lo acepto y felicito a la ganadora o al ganador, como ha sido tradición en Chile, hasta ahora. Nada me parecía más criticable que los llamados a que Bachelet renunciara.
Chile ha sido gobernado durante 25 de los 30 años desde el regreso a la democracia, por la izquierda y la derecha ha reconocido varias veces que perdió las elecciones. Pero parece que basta que una segunda vez, el pueblo elija a un presidente que no es de izquierda para que, desde el comienzo de su mandato, se multipliquen los “Renuncia Piñera”.
Prefiero ni hablar de quienes llaman abiertamente a “matar a Piñera y a todos sus compañeros”[5]. Sí, la agresividad que se observa (que sufrimos) en las redes sociales de parte de chilenos sólo es comparable a la de los neonazis europeos. Se han preguntado ¿qué vendría después de la muerte de Piñera? Hace algunas semanas escribí una distopia sobre el “asesino de piñera”
Pero no generalicemos: no es la izquierda la violenta, es la ultra izquierda. Algunas personas de la izquierda llaman a acabar con la violencia[6]; sin embargo, se parecen a San Juan Bautista que predicaba en el desierto. Los extremistas tienen los oídos tapados y están en una especie de trance producto de una intoxicación ideológica. Sus cabecillas desconocedores del neomarxismo, se hallan prisioneros del antiguo leninismo, para el que la violencia era “la partera de la historia”[7].
En la democracia, nadie recurre a la fuerza para imponer sus planteamientos. Es democrático que la ultraizquierda no tome como rehén a la población, que no la intimide mediante la violencia para imponer de manera prepotente sus condiciones. La izquierda no debería tolerar a una autoproclamada “primera línea” -término militar- que anhela perfilarse como su brazo armado. Nada más absurdo, nada más antidemocrático. Los movimientos paramilitares son absolutamente inadmisibles en una democracia.
La ultraizquierda se hace la víctima y llora a moco tendido quejándose de que los “criminalizan”. Basta con ver en qué está convertida la ciudad, por ej. la llamada Plaza de la dignidad, que más indigna no puede ser[8]. Incendios y saqueos a la orden del día. Dicen que roban a los ricos para entregar a los pobres como si fueran Robin Hood, pero al mejor estilo de Pablo Escobar, el mayor hampón de la historia latinoamericana, admirado por algunos en una extraña glorificación del villano. Los ayudistas que los protegen se hacen igualmente co-responsables de la destrucción de la democracia[9].
En mi grupo de amigos y conocidos, lamentamos en octubre pasado, la muerte de un almacenero asesinado mientras defendía su negocio. Es gente humilde que no tiene un lobby y no sale en la prensa. Si su familia hubiera salido en los medios, verían en peligro sus vidas, según me contaron. Si esto no es violencia asesina, no sé cómo llamarlo.
Corresponde a la izquierda democrática distanciarse y marginar decididamente a la ultraizquierda. Quien colabora con el extremismo se hace co-responsable de la destrucción de la democracia. Asimismo, hay que darse cuenta que la acusación acerca de los 30 años de opresión que hace la extrema izquierda, es una acusación directa contra la izquierda que es la que ha estado en el poder.
Sí, así como creo que la derecha tiene que dejar de lado las ideas de extrema derecha[10], es indispensable que la izquierda se deslinde clara y completamente de la ultraizquierda. Pienso que la izquierda tiene la clave para que el estallido social de octubre no pase a la historia como el estallido de la violencia, ni del terrorismo de marzo. Que sería la antesala de la destrucción de la democracia en Chile, aunque algunos insistan en llamarla “refundación”.
Uno de los best sellers actuales en el mundo, es el de dos profesores de Harvard[11] que se preguntan “cómo mueren las democracias”. Analizan el caso de Estados Unidos bajo el gobierno de Trump y los casos de de Rusia y de Venezuela. Es curioso comprobar que el “estallido social” comenzó inmediatamente después de que el gobierno de Chile solidarizara con el pueblo venezolano y reconociera al Presidente Guaidó. Sí, las democracias pueden morir. “La democracia vive de condiciones que ella misma no se ha dado”[12] condiciones que pueden fallar, pueden dejar de existir en la sociedad. En ese caso, dejará también de existir la democracia.
Como dicen una amiga argentina y otra mexicana: Chile era el modelo para todos los demás países de la región[13], de ahí el ensañamiento ideológico en su contra y el intento de destruirlo que se esconde tras el populismo de los llamados a un cambio de modelo o de sistema. Yo prefiero permanecer dentro del sistema de la democracia liberal occidental y de la economía social de mercado. Ambas perfectibles.
En suma, la violencia más que partera de la historia es la sepulturera de la democracia. Pertenece a la esencia de la democracia la ausencia de violencia, tanto en la expresión y en el intercambio de ideas, como en la sucesión en el poder y en la implementación de cualquier cambio que la perfeccione. La violencia es lamentablemente propia de la extrema izquierda latinoamericana. Si la izquierda chilena democrática no se distancia de ella, no la margina, se hace culpable de la destrucción de la democracia.
[1] Cfr. Timothy Snyder, Unfreiheit, pág. 265. Capítulo 8, Igualdad u Oligarquía.
[3] Popper, citado en el ensayo “55 voces a favor de la democracia”.
[4] Adam Przeworski, conocido en Chile por sus estadías de estudio en el país.
[5] Ver screenshot, sólo como ejemplo.
[6] Por ej., el diputado socialista Naranjo en Twitter: “Como socialistas RECHAZAMOS los ataques sufridos a los monumentos de nuestros héroes de la patria y solidarizamos con la Armada, por los daños ocasionados al Monumento de los Héroes de IQUIQUE. BASTA DE VIOLENCIA IRRACIONA, ESTA SOLO AYUDA A LOS QUE ESTAN A FAVOR DEL RECHAZO.”
[8] Ver Reflexiones sobre una nueva constitución para Chile, por Javier Edwards, sobre el tema escribe Javier: “Del mismo modo que me parece absurdo y populista, innecesario, ponerle Plaza de la Dignidad al peladero en que se convirtió la inocente Plaza Baquedano, sino trabajamos de verdad en un plan de gobierno y legislativo que construya esa dignidad. Así, cada dictadura construye monumentos a la libertad, y la politiquería y la demagogia hablan de palabras como dignidad, justicia, equidad y quieren monumentos no políticas, leyes, normas y su aplicación”
[9] Sobre el término ayudista, ver la columna de Mario Waissbluth, Violencia y violentistas: al borde del precipicio
[10] El libertarianismo, por ej.
[11] Steven Levitsky and Daniel Ziblatt, “How Democracies Die”.
[12] “Die demokratie lebt von voraussetzungen die sie nicht selbst herstellen kann, Ernst-Wolfgang Böckenförde.
[13] Y una amiga argentina me dice que “Chile era el modelo para toda Latinoamérica y por eso, a la izquierda le interesa tanto destruirlo”. Ver Evo Morales vs Piñera