Feliz cumpleaños Friedrich Engels

Un 28 de noviembre, pero de hace 200 años nació, en el seno de una familia acomodada, el filósofo alemán Friedrich Engels. Es el mayor de nueve hermanos. Su madre procedía de un linaje de intelectuales de Bremen y su padre, de una familia pietista de Rhenania. Simplificando un poco, podemos decir que el pietismo era algo así como el christian revival de la época y ésta, otrora importante tendencia dentro del protestantismo, es la antecesora de los evangelicales[1] de hoy.

Friedrich Engels padre era un rico industrial textil, cuya familia había hecho fortuna gracias al algodón importado de tierras lejanas. El mismo Friedrich hijo se convirtió en un acaudalado industrial textil, lo que le permitió financiar a Karl Marx, después de cuyo fallecimiento, editó los volúmenes segundo y tercero de su obra más famosa y menos leída: “El Capital”[2]. Engels fue un capitalista e hijo de capitalistas. Paradójicamente, las obras más emblemáticas de la revolución contra el capitalismo fueron financiadas con las ganancias obtenidas gracias al mismo sistema capitalista durante la revolución industrial.

Engels y Marx, son los co-autores del famoso Manifiesto Comunista, de 1848. Lo escribieron por encargo de la Liga de los Comunistas, una organización secreta sucesora de la Liga de los Justos y de la Liga de los Proscritos, ambas sociedades clandestinas. “Los justos” indica el complejo de elegidos y “los proscritos” nos da una idea del complejo de víctimas que sufrían estos revolucionarios de la centuria ante-pasada.

De acuerdo a las ideas de Marx y Engels, “la historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de las luchas de clase”. Supongo que todos conocen el materialismo dialéctico, según el cual, una sociedad ha ido sucediendo a la otra, al modo de tesis, antítesis y síntesis que pasa a ser la nueva antítesis. Los siervos de la gleba contra los señores feudales, de donde nace la sociedad burguesa, en la que la clase proletaria se enfrenta a los capitalistas y de ahí nacerá una nueva sociedad sin clases, conocida como el comunismo.

No deja de ser significativo que el mismo Friedrich Engels senior haya sido, según esta teoría, un mero y burdo capitalista. La lucha entre padre e hijo llegó a tal nivel que aquél obligó a éste a abandonar el colegio un año antes de terminarlo y lo obligó a trabajar como auxiliar en su empresa. Poco después, el hijo rompería con la tradición cristiana pietista de su padre y se convertiría en un acérrimo enemigo de todo lo que sonara a cristianismo.

Según la teoría de Engels y Marx, la lucha de clases acabará, inexorablemente en una sociedad sin clases o comunista. Esto es así, debido a que, en el curso de toda la historia, el proletariado es la primera clase oprimida que al mismo tiempo es la única clase que produce. Los capitalistas no producen, sólo viven del capital acumulado (Ley de la acumulación de Capital). Asimismo, la clase trabajadora es la clase a la que pertenece la gran mayoría de la población. De manera, que el proletariado necesariamente triunfará en la revolución social, según creían religiosamente, Marx y Engels a mediados del siglo 19[3].

Una sociedad sin clases, como la que emergería automáticamente de esta última revolución social, es una sociedad en que no existe ni una clase oprimida, ni tampoco una opresora. Se trata pues de la sociedad comunista a la que los dos autores se refieren en el “Manifiesto Comunista”. Obviamente, una sociedad sin clases es una sociedad sin lucha de clases, por lo que este será el fin de la historia. Con el advenimiento de la sociedad comunista, no habrá más opresión, ni habrá más guerras, ni luchas de ninguna especie. El poder del estado ya no será necesario y el estado se desvanecerá[4]. Será verdaderamente el cielo en la tierra. ¿Quién puede no desear algo así?

De acuerdo a la llamada Ley del Empobrecimiento formulada en “El Capital”, los proletarios serán cada vez más pobres y los capitalistas cada vez más ricos. A su vez, según la Ley de Concentración del Capital, los capitalistas serán cada vez menos. Esto conducirá a que los proletarios -que no tienen nada que perder, salvo su miseria- se rebelen en contra de los capitalistas. Se unirán con los proletarios de otros países y acabarán venciendo a los capitalistas y liquidando el capitalismo a nivel mundial.

Marx y Engels formularon sus teorías como si fueran leyes de la naturaleza. Según ellos, sus leyes tienen la misma validez, la misma fuerza y la misma veracidad, que las leyes de Newton u otras leyes de la física o de las ciencias naturales que, en aquel momento, comenzaban a conocerce, a descubrirse, a ser formuladas y/o a popularizarse entre los miembros de una sociedad europea cada vez más democrática e igualitaria y con más ansias de saber. En realidad, según la creencia de nuestros autores, esa sociedad democrática en ciernes, debería ser destruida como una mera fase de transición en la historia de la humanidad.

Estaban convencidos de que habían formulado “las leyes” de la historia. No podía haber una historia fuera de sus leyes, cuyo cumplimiento es inexorable: la historia se cumpliría como ellos la habían vaticinado, pasara lo que pasara. Es más, si su cumplimiento hacía necesario el llamado a la violencia[5] -lo que ocurre normalmente en toda revolución inspirada en el marxismo- se llamaría a la violencia sin dilación, ya que, “igual mueren a diario miles de proletarios debido al sistema capitalista”.

Creo que la violencia es lo contrario de la civilización. Incluso en el lenguaje común, cuando se dice que algo es civilizado, se refiere a que es pacífico, a que la violencia está ausente[6]. Nadie niega que las cosas cambian, que se perfeccionan; pero este cambio, en una sociedad democrática, civilizada y donde impera el estado de derecho, se hace en forma civilizada, esto es, pacífica, ausente de violencia. Por eso, no sin razón, generalmente se habla de la necesidad de una evolución y no de la revolución.

Roberto Ampuero cuenta que, en la Escuela Wilhelm Pieck, donde estudió marxismo-leninismo en la antigua República democrática alemana, “nos enseñaban que la filosofía de Marx era la única interpretación científica de la realidad. Constaba de dos partes: el materialismo histórico, la interpretación materialista de la historia que conducía a la construcción del comunismo, y el materialismo dialéctico, una supuesta visión del desarrollo de la naturaleza (…) Con esas leyes explicábamos toda la historia, el presente, el futuro y el universo completo”[7]. ¿Puede haber una peor arrogancia?

El tiempo demostró que las famosas leyes de la historia no eran tales. De partida, la producción de bienes benefició a los trabajadores que se vieron cada vez en mejores condiciones de adquirir los productos que ellos mismos producían y a menores precios. De manera que la famosa ley del empobrecimiento no se cumplió, sino que ocurrió exactamente lo contrario. Las clases más pobres son hoy mucho más ricas que antaño[8] y las diferencias son cada vez menores o casi no interesan, como ocurre en los países más desarrollados, civilizados o pacíficos[9].

A ello contribuyó de forma sustancial el progreso realmente científico, la sustitución del trabajo manual mediante la industrialización y después la automatización, la revolución tecnológica y sus aplicaciones en los procesos de producción, el proceso verdaderamente revolucionario que permitió a la mujer abandonar el duro trabajo de la casa… Todo esto fue algo que Marx y Engels ni siquiera imaginaron. La actual digitalización tampoco cuadra en ninguna de las tesis de nuestros autores.

Por otra parte, tampoco ha existido una dictadura de los capitalistas que según Marx y Engels, cada día serían menos. Como hace ver Popper, es imposible producir cada vez más bienes para cada vez menos personas[10]. Salvo que empecemos a vender a marcianos, venusianos o a habitantes de otras galaxias, la teoría no funciona. La democracia liberal no es considerada una mera fase de transición hacia el futuro comunista, sino que vino para quedarse.

En mi opinión, todas estas supuestas implacables leyes de la historia son el verdadero naufragio de un relato ideológico decimonónico, que resulta “incapaz de entender la ilimitada vitalidad (…) de un presente vertiginoso y fugaz”, luminoso, diría yo. En ellas, el “arcoíris del pluralismo, la libertad y el emprendimiento” se hallan completamente ausentes[11].

El marxismo y sus extrañas leyes de la historia y de la vida en general, me parece no sólo una anticuada doctrina superada por los hechos, sino también, una verdadera teoría de la conspiración, donde hay sólo malos y sólo buenos. Los buenos son los proletarios. Los malos son todos los demás: todos los demás son los capitalistas que no trabajan y poseen todo el capital. Los capitalistas cada vez serían menos y serían vencidos por los trabajadores que tomarían el poder y comenzaría un tiempo de paz y de amor, como nunca antes se ha visto en la historia.

¿Puede alguien hoy creer en algo así?


[1] Evangelicalism

[2] En mi casa, estaban los tres tomos de “El Capital”; pero creo que nunca nadie los leyó. Eran casi dos mil páginas escritas en un vocabulario pseudo-científico propio del siglo 19. Invito a leer mi columna A 105 años del nacimiento de Kim Il Sung

[3] Invito a leer: Lenin y el estado opresor, represivo y explotador

[4] Invito a: La abolición del estado, según Marx, Lenin y Engels

[5] Acerca de la violencia revolucionaria, recomiendo leer De la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariado

[6] Acertadamente, Karl Popper identifica la paz con la civilización. Alles Leben ist Problemlösung, 4a. edición 1999, pág. 315

[7] Roberto Ampuero, Detrás del Muro, pág. 194. “Tres leyes regían la dialéctica materialista que recitábamos de memoria: la ley de la unidad y la lucha de los contrarios, la ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos, y la ley de la negación de la negación”. En otra parte, comenta Ampuero que el marxismo se aplicaba “mecánicamente, como receta, a la historia, la política, la estética, la sociología y hasta a la creación artística para alcanzar una visión supuestamente científica de la realidad”, pág. 193.

[8] Cuando yo nací, nadie en mi familia tenía un televisor. Con el tiempo, todos fueron comprando alguno, primero en blanco y negro y luego en colores. Hoy, ya casi nadie quiere tener un televisor, ya que un laptop basta para verlo todo. Hace algunos años, nadie en mi familia tenía un laptop. Hoy casi todos tenemos más de uno. Los productos elaborados son cada día más baratos y esto, desde hace ya muchas décadas.

[9] Hoy en día, dentro de ciertos límites culturales, la educación formal ha reemplazado a la posesión de bienes como símbolo de status, si se me permite hablar así.

[10] Cfr. Popper, pág. 312.

[11] Cfr. Ampuero, pág. 234 y siguiente.

“We may be opponents, but we are not enemies”

Cuando personas que calificaría de extrema izquierda vociferan “Renuncia Piñera”, en circunstancias que, nos guste o no, Sebastián Piñera fue elegido democráticamente y por una cantidad ingente de votos… Y cuando personas que podríamos calificar de extrema derecha o libertarios[1] exigen, en redes sociales, que el presidente Piñera debería ir a la cárcel.

… Entonces podemos hablar de lo que, en ciencia política, se llama polarización. Cuando esto ocurre, se puede sostener que Chile está al borde del abismo, si es que aún no ha dado el paso hacia adelante, lo que resulta mortal cuando estás al borde del precipicio. De la espiral del odio y la violencia que sufre desde hace bastante tiempo el primer mundo y que irrumpe con fuerza en Latinoamérica. Y, nos guste o no, Chile forma parte de “la Región” y no de Europa.

Es cierto que en Europa, el estado, el estado de derecho, las instituciones, la policía hace frente a tales grupos violentistas. En Europa, los grupos antisistémicos son más bien de ultra derecha (después de la caída del socialismo real, la extrema izquierda tiene pocos pitos que tocar en el mundo civilizado); pero se parecen mucho -se parecen demasiado- a los grupos de extrema izquierda latinoamericanos.

En Estados Unidos, las instituciones hacen frente a la extrema derecha. Pero, sin duda, la toma del poder por parte de Donald Trump ha dado alas a la extrema derecha chilena que, por alguna razón que escapa a todo raciocinio, se identifica e incluso se solidariza con Trump, que no quiere dejar el poder[2], a la usanza de los Castro, de Maduro, de Lukaschenka, de Morales o de tantos otros caudillos de la izquierda autocrática, autodenominada democracia popular (que de democracia poco y nada tiene).

En una sociedad civilizada y democrática, no sólo se acepta el cambio de gobierno que se entrega pacíficamente al sucesor elegido democráticamente -por lo general, por mayoría de votos-, sin derramamiento de sangre y sin tener que recurrir a la fuerza, que es monopolio del estado[3]. Es lo que aprenden -o deberían aprender- los niños chicos en Chile  y que se resume en la simple frase: “mayoría voto manda”. Es el principio de la alternancia en el poder, esencial a la democracia, como demostró Popper[4].

En una sociedad civilizada y democrática, los rivales políticos son rivales políticos, son contendientes, como llamaba Evelyn Matthei y Michelle Bachelet durante las elecciones presidenciales en que ambas mujeres se enfrentaron por el poder.

Es lo que ha señalado insistentemente Joe Biden: “We may be opponents, but we are not enemies”. Sí, somos oponentes; pero no somos enemigos. Supongo que esto es algo que muchos fanáticos políticos -no existen sólo los fanáticos religiosos, sino también los fanáticos políticos- no quieren o no pueden entender. Parecen imbuídos de ese pensamiento schmittiano, según el cual, no hay personas que piensan distinto a mí, sino sólo hay enemigos que hay que eliminar[5] [6].  

El sistema democrático de gobierno supone la existencia de una oposición. “Un verdadero demócrata, una verdadera demócrata, no sólo acepta la crítica y la oposición, como un mal necesario, sino que la promueve, la favorece, la defiende como una institución necesaria, buena e imprescindible”[7].

Sin embargo, “hay una diferencia esencial entre la crítica en una sociedad democrática y la critica totalitaria a la sociedad democrática”[8]. La crítica totalitaria pretende destruir el sistema democrático y la toma consensual de decisiones que le es propia, reemplazándolo por un mecanismo autoritario, en que no haya derecho alguno a contradecir a la autoridad[9]. Y en que todo quien la contradiga es declarado traidor o enemigo del pueblo.

Sólo regímenes autocráticos y totalitarios en menor o mayor medida, no soportan que haya opositotes. Miren no más a Bielorrusia, China o la misma Rusia. Para qué hablar de Venezuela. En la democracia, los opositores son entre sí, rivales políticos, que tienen, alguna vez proposiciones en común, y otras veces no. Pero que (casi) siempre llegan a un acuerdo, sin el cual, el sistema político y administrativo simplemente no funciona. Los gobiernos que ahogan o silencian a la oposición acaban en totalitarismos y nunca son democráticos.

Los oponentes políticos llegan al compromismo, para lo cual tienen que colaborar entre ellos en la realización de los proyectos sociales, económicos, educacionales o del tipo que sean. La colaboración, la cooperación es indispensable y supone el entendimiento. A su vez, el entendimiento supone el diálogo. Muchas veces, estamos de acuerdo en tales o cuales materias y desacuerdo en otras. Esto es lógico y es humano. La negociación política se hace entonces necesaria.

Pero la negociación política nunca puede pretender estar respaldada por grupos de ataque[10] del tipo 1930 en Europa o de los años 70 en Hispanoamérica. En el estado de derecho propio del sistema democrático, celebramos el imperio de la ley: la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza.

La negociación política requiere el respeto y la mutua tolerancia. El reconocer que algunas veces se gana y otras se pierde. Pero incluso en esto debe haber un equilibro. Una oposición destructiva que no permite realizar ningún proyecto aparte del propio[11] es el inicio de una peligrosa polarización. Y la espiral de la polarización lleva finalmente, a la destrucción de la democracia.

Tenemos que estar muy conscientes de que hay respuestas que no podemos dar[12]. Y esto no es el dictado de una supuesta dictadura del political correctness, esto es civilización. Civilización es no decir todo lo que se nos pasa por la cabeza. Por eso, me atrevo a sostener que Trump es lo menos civilizado que nos podamos imaginar[13].

No podemos clamar por la muerte del rival político, ni exigir su renuncia: si alguien -un presidente, por ejemplo- fue elegido para un perído determinado, lo normal y lo democrático es que lo termine. Menos aún podemos convertirnos en una especie de Trump que quiere enviar a la cárcel a Clinton o en el caso del joven libertario chileno, que quiere que el Presidente Piñera acabe en la cárcel[14].

No todas las respuestas son aceptables[15], nuestras respuestas tienen que ubicarse siempre dentro del estado de derecho y respetar el rayado democrático de la cancha. De otra manera, se iniciaría -si es que aún no se ha iniciado- una deletérea espiral de la descalificación, de la deslegitimación del otro, que conduce al abismo del odio, del caos y la violencia, donde sólo ganan los grupos más extremos[16], cuyas únicas respuestas son matar y encarcelar. No olvidemos que la polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan[17].

No podemos responder a la violencia con más violencia. Ni al extremismo con más extremismo. Hay que parar la espiral del odio. Convertir el círculo virtuoso en un círculo virtuoso. El oponente no es un enemigo, es una persona que piensa distinto que yo en algunas cosas e igual a mí en otras.


[1] Como me explicó un amigo argentino hace mucho tiempo: los libertarios son personas de extrema derecha que se disfrazan de liberales, sin serlo.

[2] Sobre el tema ver Trump y la alternancia en el poder

[3] Esta es una de las más valiosas conquistas de la sociedad democrática, donde el estado tiene y ejerce el monopolio de la fuerza, en La polarización es el semillero del extremismo

[4] Tema que trata especialmente en su libro “Alles Leben ist Problemlösen”, que tengo a la vista en su edición en papel. En inglés “All Life is Problem Solving”.

[5] “El rival político no es un enemigo. Es sólo un rival político; puede ser mi amigo en otras cosas, en otros planos de la vida: puede ser que le guste el mismo equipo de básquetbol (…). En el juego democrático de las ideas, el contendiente es un rival político y nada más, no un enemigo al que hay que aniquilar”, en Defendamos nuestra civilización o al menos sus cuatro fines, según Popper

[6] Carl Schmitt no sólo tiene gran influencia en la extrema derecha hispanoparlante, sino también en la izquierda latinoamericana, por ej., en Argentina, ver Die argentinische Opposition gegen die Regierung von Christina Kirchner »Chávez besitzt Öl und Kirchner nur Soja«

[7] “El sistema democrático de gobierno requiere una oposición que hace posible la alternancia en el poder., ya que la alternancia en el poder es condición sine qua non de la democracia”, en La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[8] Cfr. La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper. El original de Popper “Aber es gibt einen grundlegenden Unterschied zwischen einer demokratischen und einer totalitären Kritik an der Demokratie”, en Die offene Gesellschaft und ihre Feinde. Francke Verlag München, 4a. edición, 1975, pág. 254.

[9] Cfr.  Die argentinische Opposition gegen die Regierung von Christina Kirchner »Chávez besitzt Öl und Kirchner nur Soja« Interesante el texto en original: “der Dezisionismus, also die Abneigung gegenüber der parlamentarischen Debatte zugunsten der autoritären Entscheidung, sowie die Konzeption eines Freund-Feind-Schemas. Für den Kirchnerismus existieren keine politischen Widersacher mehr, mit denen fruchtbare Diskussionen geführt werden können, sondern nur noch Feinde, die es auszuschalten gilt”.

[10] “Las ‘armas’ de la política son la palabra, las estadísticas, las cifras y no los adoquines, ni las molotovs, ni tampoco las barricadas, los spray’”, en  La polarización es el semillero del extremismo

[11] “La oposición tiene que ser, eso sí, responsable, en lo posible constructiva y no destructiva. Capaz y dispuesta a llegar a acuerdos. El adversario político tiene que ser eso, un rival y nunca un enemigo”, en La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[12] Asimismo, es importante tener presente que los “demócratas que no distinguen entre una crítica amigable y una crítica enemiga de la democracia, son prisioneros del espíritu totalitario”, en La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[13] Lo menos civilizado y también lo menos republicano. Ver Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[14] Puedo repetir lo que escribí en noviembre del 2019: “En un sistema democrático liberal, como el que existe en Chile, el rival político no es nunca mi enemigo, sino sólo una persona que piensa distinto que yo en muchos temas -en otros, pensamos lo mismo- y con el que concurro en las urnas y en la tribuna política para debatir cuál es la mejor solución. La tribuna política por excelencia es el parlamento, el Congreso y no la calle. Las “armas” de la política son la palabra, las estadísticas, las cifras y no los adoquines, ni las molotovs, ni tampoco las barricadas, los sprays o la quema de estaciones del Metro”, en La polarización es el semillero del extremismo

[15] “para enfrentar a la extrema izquierda, no se necesita ser de extrema derecha”, en La polarización es el semillero del extremismo

[16] O, como advertía Felipe Berríos: “en los saltos sin las instituciones ganan los prepotentes, gana la extrema derecha o la extrema izquierda”, citado en  La polarización es el semillero del extremismo

[17] La polarización es el semillero del extremismo

Trump y la alternancia en el poder

La alternancia en el poder es una de las características esenciales de la democracia. La posibilidad de elegir a una persona distinta a la que está en el poder es fundamental en un sistema político democrático. El cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia[1]

Es la famosa idea de Popper, cuando asegura que “no importa quién gobierne, siempre y cuando puedas deshacerte del gobierno sin derramamiento de sangre”[2]. Es propio de un régimen democrático que el cambio de gobierno se efectúe en forma pacífica, que es lo mismo que decir “en forma civilizada”. 

Es tal vez por eso que me duele tanto que en Chile se pida que el presidente renuncie o que la antigua presidenta renunciara. No, el cambio no se hace exigiendo desde la calle y con la fuerza de los gritos o de las llamas, que la persona que fue elegida de acuerdo a las normas institucionales pre-fijadas, renuncie a su cargo. Ni tampoco que permanezca indefinidamente en él. Un presidente vitalicio es lo más contrario a la democracia que nos podamos imaginar[3].

Sí, la alternancia pacífica en el poder es propia de la democracia, es su característica sine qua non, esto es, sin la cual, la democracia deja de existir. Hablo de la democracia liberal representativa que existe hoy en los países civilizados -esto es, en países pacíficos- donde las diferencias de resuelven sin recurrir a la violencia[4]. Donde la persona que no piensa como yo es mi interlocutor, mi contendiente político; pero nunca mi enemigo. Y no ataco a esa persona ni físicamente, ni tampoco en las redes sociales, sino que hablo con respeto con todos y de todos.

Esto último es bastante distinto a lo que observo en redes sociales europeas, desde hace tiempo y en chilenos que actúan en redes sociales desde hace menos tiempo. En Europa se ha abordado el problema y través de las leyes contra el hate speech y de toda la legislación que se está creando contra la llamada criminalidad del odio. 

El cambio pacifico de gobierno tiene lugar en sistemas democráticos de gobierno. En democracias de verdad. No en democracias autodenominadas populares como los regímenes comunistas que existieron hasta fines del siglo pasado y que perviven en países como Corea del Norte o Cuba o que personas retrógradas tratan de renacer en Venezuela y en algunos otros lugares de Latinoamérica.

La alternancia en el poder peligra en democracias autodenominadas iliberales[5] como aquellas en que malos gobernantes, del tipo Viktor Orbán, pretende establecer en países como Hungría. O Kaczyński en experimentos autoritarios del tipo Polonia. O incluso en la pequeña y balcánica Eslovenia. 

Tampoco en falsas democracias o democraturas como la Rusia de Putin. Países todos que salieron del comunismo para caer en las redes de encantadores de serpientes -muchas veces postcomunistas- que les prometen un futuro mejor, pero un futuro basado en el pasado. Es como si se hubieran quedado pegados en los años 1940.

Ahora bien… ¿quién lo hubiera imaginado? También podemos inscribir al presidente norteamericano Donald Trump dentro de la lista de quienes desestiman, desprecian o desaprueban la alternancia en el poder. Trump no acepta dejar el poder si no es reelegido. A la usanza de los Castro en Cuba, de Evo Morales en Bolivia o de la dinastía norcoreana, Trump no pretende abandonar la Casa Blanca. Lo viene diciendo desde hace mucho tiempo y esta posibilidad que parecía una pesadilla, hoy está a punto de convertirse en una realidad. 

Es super fácil: si voy perdiendo las elecciones y temo no ser reelegido, simplemente sostengo que las elecciones son un fraude. Un fraude en la más vieja democracia del mundo[6], donde cada urna y cada local de votación y de conteo es observado por cientos de ojos atentos y controlado por probadas instituciones, dentro de un riguroso ordenamiento legal. 

Si no quiero dejar el poder, llamo a mis partidarios a tomar las armas y a hacer uso de ellas, para defender “mi” triunfo frente a aquellos que me lo quieren arrebatar. Así, a nadie puede extrañar el intento de asalto a un centro electoral por parte de tropas de civiles portadores de armas automáticas que ayer viernes, intentaron tomar el edificio en Phoenix, y durante la pasada noche, en otras ciudades norteamericanas.

La trama es muy sencilla: aseguro que gané las elecciones. E intento impedir el conteo de votos en estados donde es posible que pierda. Por ejemplo, mediante acciones judiciales que más que nada son meros resquicios legales a la antigua usanza marxista. Así, si hasta el 8 de diciembre no hay resultados claros, que he evitado judicialmente, los parlamentos estaduales pueden designar ellos mismos a los electores, sin importar cuál haya sido el resultado de la elección popular que he anulado mediante triquiñuelas o espúreas medidas dilatorias. 

Ningún dictador, ni aprendiz de dictador abandona jamás el poder voluntariamente. La alternancia en el poder es algo completamente ajeno a su mentalidad autoritaria y totalitaria. Siempre van a recurrir al fácil expediente del fraude electoral cometido en su contra. Dicen que les “robaron las elecciones” que ellos habrían ganado. Llaman al pueblo a defenderlos, incluso por la vía armada[7]. Lamentablemente, lo estamos observando hoy en vivo, live, minuto a minuto en una democracia que todos creíamos estable y consolidada. 

En una era en que el autoritarismo -tanto de derecha como de izquierda- se alza amenazante contra el avance hacia una sociedad cada vez más abierta y democrática, es reconfortante volver a leer a Popper, el filósofo austriaco que sufrió uno de los dos autoritarismos del siglo 20 y que observó al otro desde su cátedra universitaria londinense.

Popper señala que, cuando una sociedad avanza, surgen movimientos contrarios a la sociedad abierta, fuerzas anticivilizatorias de los más diversos colores y procedencias. Él los llama totalitarismos y explica que son tan antiguos y tan nuevos como la misma civilización[8] [9]. Creo que es lo que observamos hoy en los Estados Unidos… 


[1] No hay que olvidar que “La violencia más que la partera de la historia es la sepulturera de la democracia”.

[2] “Es kommt nicht darauf an, wer regiert, solange man die Regierung ohne Blutvergießen loswerden kann”, Alles Leben ist Problemlösen, Zur Theorie der Demokratie, página 208. En Google Books Capítulo 9, Teoría de la democracia. Tengo en mis manos el original en papel.

[3] Así como Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[4] “Pertenece a la esencia de la democracia la ausencia de violencia, tanto en la expresión y en el intercambio de ideas, como en la sucesión en el poder y en la implementación de cualquier cambio que la perfeccione”, “La violencia más que la partera de la historia es la sepulturera de la democracia”

[5] Ver el penúltimo párrado de mi artículo Carl Schmitt und seine neue Ordnung

[6] Okay, Gran Bretaña es la más vieja; pero es una monarquía constitucional.

[7] Recuerdo a otro aprendiz de dictador que sostuvo “llegado el momento, armas tendrá el pueblo”.

[8] Karl Popper, Die offene Gesellschaft und ihre Feinde, I. TB Francke, 4a. edición de 1975. Copyright de la primera edición en alemán, de 1957, pág. 12.

[9] Defendamos la sociedad abierta de sus enemigos