Joseph Roth, a 126 años de su nacimiento

Joseph Roth nació en Brody, Galitzia, en un mes de septiembre hace muchos, muchos años en un estado que ya no existe: el imperio de los Habsburgo, desde 1867 hasta su fin en 1818, conocido como Austria-Hungría. Brody era la tercera ciudad más importante de Galizia y, en aquel entonces, su población era más de 70% judía. De acuerdo a Simon Ehrlich, cuantro quintos ultraortodoxos (jasídicos); pero también los había ilustrados a quienes hoy llamamos judíos liberales. Había pobres y ricos, viejos y jóvenes, sabios e ignorantes.

El Este de Galitzia es lo que se llamaba entonces la Zona de la frontera. La frontera no era una línea demarcatoria entre dos países o entre dos reinos: el de los Habsburgo y el de los Romanov, sino que era un extenso territorio en que se cruzaban dos culturas, dos estilos de vida, dos hemisferios: el de Oriente y el de Occidente… Y muchas lenguas. Ya en aquel entonces, el mundo occidental era más liberal, más abierto, más multicultural y por lo tanto más próspero, ya que no es posible el bienestar sin libertad.

Occidente ofrecía una característica que lo hacía muy superior: la movilidad social. Era una apertura social muy relativa, muy inferior a la que gozamos hoy. Pero que permitió a un judío pobre, hijo único de una mamá que lo adoraba y de un padre al que no conoció[1] y, en algún momento desapareció al otro lado de la frontera, en Rusia. A este joven de provincia, que había vivido toda su vida en una habitación con su mamá, le fue posible partir a estudiar a la Universidad de Viena, a la capital del Imperio[2].

Roth es uno de los escritores más importantes del siglo pasado. Y tal vez, con Hugo von Hoffmansthal y Stephan Zweig, uno de los tres grandes de comienzos del siglo XX de Europa Central. Llegó a Viena muy joven, casi inmediatamente después del colegio y luego de pasar algunos meses en Lemberg. Uno de los avances más importantes de la Ilustración, fue la reforma escolar de la época de la emperatriz María Teresa, que posibilitó la educación y el progreso de jóvenes pobres que lo único que tenían, o casi lo único, eran sus méritos.

Siendo estudiante en Viena, escribió uno de sus libros menos conocidos; pero más significativos: “El estudiante preferido” (Der Vorzugsschüler, 1916). Lamentablemente, no hay traducción al castellano. Anton Wanzl, su protagonista, es un joven cobarde, farsante e hipócrita. Roth se inspiró en un compañero suyo de universidad. Su historia y más que nada, su personalidad, me recuerda mucho al “Súbdito”, de Heinrich Mann (“Der Untertan”, 1914).

Sí, la personalidad de Anton en “El estudiante preferido” y la de Diederich Hessling, en “El súbdito” era, al parecer un modelo -un antimodelo- muy común a comienzos del siglo XX en Europa. Para hablar con Adorno, ambos personajes son representantes de la llamada personalidad autoritaria y con ello, uno de los factores que hizo posible el surgimiento de la ideología nacional scialista y llevó directamente a la tragedia de la II Guerra.  

Hoffmannsthal, Zweig y Roth tienen algo en común: la añoranza por el Imperio perdido. El dolor que significaba que la centenaria monarquía del Danubio -su hogar- se había convertido en un torso, en un tronco sin cabeza, en una cáscara vacía. El dolor incomparable de Zweig lo condujo finalmente al suicidio en su exilio brasilero. La muerte de Roth fue más lenta; pero no menos dolorosa, ya que trató de matar en el alcohol su inmenso pesar por la Patria perdida.

Como un antiguo juglar, Roth canta el fin del Imperio y su canto es triste y melancólico o, más que eso, es nostálgico y desgarrador. Nuestro autor es un hombre de fronteras: en sus libros describe la región de la frontera que fue su cuna y también la frontera temporal entre el tiempo del Imperio y el tiempo del torso. “Radetzky” (1932) y “La cripta de los capuchinos” (1938) -dos de sus cuatro libros más conocidos- son muestra de ello.

Antes de la I Guerra, el joven estudiante veía asegurada una carrera como profesor de colegio superior o como docente universitario. Pero la guerra -ese pecado original del siglo XX[3]– y la caída del imperio multiétnico, multicultural y multilingüístico del Danubio trocaron su proyecto. El ex-álferez Joseph Roth no tuvo más remedio que emigrar a Prusia -lo envió el Diario de Frankfurt, precursor del actual FAZ- como corresponsal a Berlín.

De aquella época data “Hotel Savoy” que se ambienta en Łódź[4] inmediatamente despues de la guerra, donde hordas de soldados, de expatriados, de refugiados y de desposeídos deambulan por Europa, en busca de una esperanza que parece escabullirse rápidamente dejándolos a ellos en el camino terroso de una zona de frontera entre Alemania, Polonia, Austria y Rusia.

En la capital prusiana, Roth fue testigo del auge nacional socialista, que describe en su novela inconclusa “La tela de araña”. Su protagonista es un teniente del ejército alemán. Él mismo había sido teniente del Ejército austriaco durante la Gran Guerra. Paradojalmente, pese a que era pacifista, se alistó voluntariamente.

Roth era socialista, incluso algunos lo consideran cercano al comunismo. Pero a medida que veía avanzar la plaga nazi en Alemania y Austria, se convirió al catolicismo y se hizo algo así como legitimista, ya que veía en la monarquía austriaca (el joven emperador estaba en el exilio) y en la Iglesia católica, las únicas instituciones capaces de hacer frente al nacional socialismo.

En 1934 abandonó definitivamente Alemania. Como muchos otros escritores judíos, Roth sufrió enormemente con la quema y prohibición de sus libros. En una carta de 1933 a Zweig escribe: “han destruido nuestra existencia personal y literaria. Todo esto va a llevar a una nueva guerra. Hoy ha comenzado a regir la barbarie, hoy nos rigen desde el infierno”[5].

En “Tarabas”, una de sus obras magistrales, publicada en Amsterdam en 1934, Roth describe un pogromo ocurrido en algún lugar de lo que hoy es Ucrania o Bielorrusia, donde el antisemitismo era muy grande en aquel entonces… y también después[6]. Los protagonistas son soldados rusos que no tienen qué hacer después de la revolución. Sobre esta novela, escribí una columna hace algún tiempo y los invito a leerla: Historia de un progromo 

La visita que Otto de Habsburgo a Joseph Roth al final de su vida, podría ser una anécdota casi divertida, ya que su objetivo era “ordenarle”, como su Emperador no beber más alcohol.  Ambos se hallaban en el exilio en París. La acción del joven ex-cuasi-emperador fue el último intento de salvar la vida del gran escritor. Pero Otto llegó muy tarde, el cuerpo de Joseph estaba ya demasiado enfermo y murió poco después, en 1939.  

Stephan Zweig caracteriza a Roth como un “hombre ruso” o más bien, como un Karamazov[7]. Muchas veces, me pregunté qué quería decir con esto. Encuentro mi respuesta en la misma obra de Dostoiewsky: “Soy un Karamazov; porque cuando caigo al abismo, caigo de cabeza. Y te advierto que me gusta caer así: este modo de caer tiene cierta belleza a mis ojos. Y desde el seno de la abyección entono un himno. Soy un hombre maldito, vil y degradado, pero beso el borde de la túnica de Dios. Sigo el camino diabólico, pero sin dejar de ser tu hijo, Señor, y te amo, y siento esa alegría sin la cual el mundo no podría subsistir”.


[1] …hoy se sabe que su papá sufría de demencia. Entre los judíos de Galizia, la locura era un estigma. La primera mujer de Roth también sufría de alguna enfermedad psíquica, lo que fue un golpe inmenso para él.

[2] Primero a la universidad de Lemberg, donde sólo permaneció apenas un semestre.

[3] George F. Kennan fue el primero que llamá a la I Guerra Mundial “the great seminal catastrophe of this century”.

[4] Ciudad que, a partir de 1918, pasó a formar parte de la recién creada Segunda República de Polonia.

[5] La traducción es mía y no es literal.

[6] Desde un comiento, en la Unión Soviética campeó el antisemitismo, al igual que muchos de sus satélites. Por una parte, los fascistas hablaban del bolchevismo comunista, para desprestiguar a los judíos, y por otra, éstos eran igualmente perseguidos en el mundo del comunismo. Como dos ejemplos de ello, se puede citar la persecusión de los médicos durante el stalinismo y la represión del movimiento estudiantil en Polonia en 1968, donde se culpó a los judíos de haberla provocado, lo que llevó a muchos de ellos a emigrar a Israel, a Estados Unidos y a Europa occidental.

[7] Abschied von Joseph Roth, en “Ich habe das Bedürfnis nach Freunden”, páginas 479 en adelante. Austria, 2013.