La semana pasada, mientras protestaba frente al consulado de la federación rusa[1], se acercó una señora de nacionalidad rusa a conversar con nosotros. Una vez más, pienso que es importante pararse justo frente a un lugar donde las personas con pasaporte ruso tienen necesariamente que acudir para hacer diversos trámites[2].
Nos dijo que venía de San Petersburgo y que, al igual que quienes participamos en la vigilia matutina, ella también era contraria a la guerra. Nos agradeció nuestra presencia frente al Consulado general de su país. Spasibo, spasibo.
Ella es pesimista acerca de un término de la guerra. Nos dijo claramente que no cree que el pueblo ruso sea capaz de lograr que sus tropas desistan de su objetivo de anexar Ucrania o, al menos, a grandes regiones de ese país. Rusia no es un país como los de Europa occidental donde el pueblo tiene algo que decir, nos explicó.
Con una gran dosis de resignación, nos advirtió que ella piensa que sus compatriotas no harán nada en contra de la guerra, salvo que haya uno o más muertos en cada familia. Esa sería la única posibilidad de que hicieran algo. Pero los soldados muertos no vienen ni de Moscú, ni de San Petersburgo, sino de regiones remotas, de Siberia, de Buriatia, etc. Mencionó alguna región, pero no retuve su nombre en la memoria.
El centro de poder se halla en Moscú o en San Petersburgo, pero no en las regiones. Menos aún en las pseudo-repúblicas de la federación rusa de etnias diferentes a la rusa misma. Muchos sostienen que las etnias no-rusas son simplemente “pueblos auxiliares” al servicio de los rusos.
Esto concuerda con lo que nos dijo la historiadora y antropóloga rusa que se acercó a conversar con nosotros hace algunos meses[3]. En efecto, ella estaba en San Petersburgo cuando comenzó la invasión a gran escala contra Ucrania[4]. Nos contó que salió a la calle a protestar y fue encarcelada junto a decenas de otras personas[5].
Nos advirtió que el pueblo ruso es distinto al ucraniano. Los rusos -nos explicó- siempre hacen lo que les ordenan. Agachan la cabeza y no dicen nada. Los ucranianos siempre han sido distintos: ellos defienden sus libertades y ponen en tela de juicio las órdenes que les llegaban desde “arriba”[6].
A mi modo de ver, esto coincide con el ideal del kosako, un grupo social importante en la formación de la nacionalidad de Ucrania. Asimismo, hago ver que las dos repúblicas soviéticas donde fracasó la imposición del ateísmo fueron Georgia y Ucrania, los dos estados donde la resistencia al neoimperialismo ruso es hoy más fuerte que nunca.
Y coincide también con los análisis según los cuales, el pacto explícito entre Putin y el pueblo ruso consistía en que los habitantes mejorarían o mantendrían su nivel de vida, podrían irse de vacaciones a lugares calurosos y les sería posible importar productos occidentales (queso, autos, relojes, joyas y ropa de marca[7]), a cambio de no hacer nada en política, de desinteresarse totalmente por la cosa pública.
Por lo menos, desde que Putin está en el poder, las decisiones políticas han sido entregadas por completo a la mafia gobernante[8]: a los servicios secretos, a los mercenarios, a algunos altos militares, a los grandes oligarcas y a los demás siloviki, quienes toman las decisiones. El pueblo no tiene nada que decir, y sólo puede agacharse y acatar las órdenes emanadas “desde arriba” o “desde más arriba”, dependiendo donde estés dentro de la sociedad.
[2] Creo que es impropio hablar de “ciudadanos rusos”. Emulando al ex-presidente alemán Joachim Gauck, sólo puedo decir que no son ciudadanos, sino súbditos. «El poder tiene un sabor desagradable». Joachim Gauck, activista por los derechos humanos
[3] Mientras más armas, más corta la guerra
[4] La guerra comenzó el 2014 y no en el 2022.
[5] La libertad de reunión es desconocida en Rusia. Eso que, en nuestras sociedades es poco menos que sacrosanto: la libertad para salir a protestar no existe en la dictadura de Putin.
[6] Y esto, cualquiera que sea quien haya estaba arriba: el Imperio sueco, Polonia-Lituania, los otomanos o el Imperio ruso.
[7] Me llama la atención la cantidad de negocios con abrigos de pieles que ves en las islas griegas, donde los veraneantes rusos gustaban ir de vacaciones. Hoy, estos locales son verdaderos lost places.
[8] Kasparov escribe: “Russia is a mafia state today, and Putin is its top godfather. The regime is in trouble economically and can no longer offer anything to its citizens. That’s why Putin has to pursue an aggressive foreign policy, so he can serve his people the fairy tale of Russian pride and regaining its strength as a major power”, Putin Needs Wars To Legitimize His Position, citado en Más sobre la corrupción en Ucrania