Un tema en el que estoy en total desacuerdo con Friedrich von Hayek es el de la propiedad intelectual o immaterial property, como él la llama[1]. En su obra cúspide “La fatal arrogancia”, el autor alemán sostiene que la propiedad inmaterial es una invención de los intelectuales (intellectuals[2]) quienes, por otra parte, denostan la propiedad en su concepto tradicional sobre los bienes corporales. (En su obra, menciona la existencia de “los derechos de autor y las patentes”[3]; pero no hace distinición alguna, refiriéndose a ambos por igual como propiedad inmaterial).
Muy por el contrario, pienso que la propiedad intelectual es, por excelencia, el producto del trabajo de hombres y mujeres. Negarla equivale a proceder a su colectivización. Inventores, creadores, diseñadores y artistas tienen derecho a la propiedad sobre el producto de su trabajo, de su esfuerzo y de su inversión. Tiene que valer la pena trabajar, también si el trabajo tiene por objeto crear nuevos procedimientos, nuevas tecnologías, mejorar los procesos de producción o escribiendo una sinfonía.
No es menos el trabajo de un Beethoven que el de todos quienes participaron en la fabricación de su piano. Tampoco es menos la labor de Carl Zeiss que la de su hijo Roderich que no inventó nada, pero comercializó los microscopios producidos en la empresa de la familia. No es menos el matrimonio Şahin Türeci creadores de la vacuna contra el covid que los gobernantes que la compran para vacunar a la población de sus países.
Que, durante años, en algunas latitudes prácticamente no se haya respetado la propiedad intelectual ha sido la causa de que muchas personas inteligentes y que han contribuido al desarrollo de la sociedad, mueran en la pobreza. O ante tal perspectiva simplemente, emigren, es el tristemente conocido proceso del brain drain.
El respeto a la propiedad intelectual es un aliciente indispensable para que gente joven se decida a adentrarse en el mundo de las ciencias, de la tecnología, de la literatura o de la música o del cine. Conditio sine qua non de la innovación es la garantía de sobre la propiedad intelectual. De otra forma, los innovadores y emprendedores emigrarán a regiones del mundo, donde se garantice su propiedad, el fruto de su trabajo.
Hayek acusa a “los intelectuales” que se niegan a integrarse al “orden mercantil” (exchange processes) con sus “creaciones intelectuales”[4]. Esta crítica me parece infundada. La protección de la propiedad intelectual hace que ella sea susceptible de ser comercializada. La convierte en una res intra commercium. Y, para todo liberal, el comercio es fuente de progreso y de bienestar social. La propiedad intelectual -como expresión del derecho de propiedad- es uno de los más preciados elementos de la economía de mercado.
Hayek sostiene que “los intelectuales” rechazan la propiedad material (material property) y han obligado al estado a establecer la prohibición de copiar inventos y creaciones artísticas, originando así una escasez artificial. Prosigue: el derecho a la propiedad intelectual es la causa de monopolios artificiales, originados a la sombra de la legislación estatal. Esta es exactamente la posición sostenida en la mitad del siglo 19 por el liberalismo alemán de la época, supongo que es de ahí de donde la rescató Hayek.
El respeto al derecho de propiedad intelectual es una de las más importantes fuente de innovación. En la misma Alemania, la ley de patentes de 1877 no fue producto de una revuelta de la intelectualidad socialista, sino una exigencia de los industriales e inventores alemanes -los start up de la época- que se quejaban de la “piratería”[5], consecuencia de la falta de protección legal de la propiedad inmaterial[6].
No está demás decir que, luego de la promulgación de la ley, tuvo lugar un boom de innovación y de progreso tecnológico. En efecto, entre la década de 1870 y hasta antes de la I Guerra, tuvo lugar la era dorada de la industria alemana, de la llamada “alta industrialización”[7], en que el país pasó de ser un país agrario a uno altamente industrializado, en que la sociedad se tornó urbana, cultivada y políticamente activa y mejoró significativamente las condiciones materiales de vida[8].
Si alguien se pregunta, porqué las empresas alemanas dedican altas sumas de dinero a sus departamentos de investigación, la respuesta es: sus departamentos de investigación surgieron ya en aquella época y tienen una larga tradición producto de la protección de la propiedad intelectual.
Actualmente se critica la propiedad intelectual debido a los abusos que observan, tales como la circunstancia de que grandes empresas compren patentes para impedir que compitan con sus productos. El estado y las organizaciones internacionales tendrían que velar para impedir esa práctica. Hay que garantizar el fair play, castigar el plagio y el espionaje industrial como graves delitos. No creo que nadie me pueda calificar de “estatista” porqué exijo esto.
El mismo Hayek se refiere al lucro (profitabilty, en el original[9]) como orientador (signal) del esfuerzo productivo[10]. Me pregunto qué interés puede tener alguien en trabajar duramente, tal vez durante años, para no obtener ninguna recompensa material. En el fondo, lo que propone Hayek es la colectivización de la propiedad intelectual. La expropiación del trabajo de los innovadores es una propuesta muy poco liberal y sumamente socialista. El fruto de mi trabajo me pertenece y no puede, no debe ser colectivizado.
¿Quién puede financiar la investigación y el estudio de años sino espera poder algún día recibir una contraprestación por la venta de una innovación? Pensemos en nuestra situación actual: en medio de la pandemia del coronavirus, me imagino que, si yo trabajo en la creación de una vacuna o de un medicamento, es evidente que quiero poder ganarme la vida con mi trabajo.
Asimismo, si yo invierto en un proyecto innovador, confío -no puedo tener seguridad de que así será- en que mi inversión se amortizará algún día[11]. Esto es una mínima exigencia de justicia.
Se equivoca Hayek cuando afirma que un invento es algo “más bien obvio”[12]. “Foreseen”, dice el original inglés, esto es, previsible, anticipable. Ni los inventos, ni el futuro son previsibles, anticipables o inevitables. El progreso también puede detenerse. Es raro que un liberal caiga en esta trampa, que, por lo demás, contradice sus propias tesis acerca del racionalismo. Los inventos, las creaciones, los descubrimientos y las nuevas tecnologías no surgen por ley natural, sino que son el resultado de la acción humana, que -como somos libres- es imprevisible e impredecible. No son algo “foreseen”, sino que son el producto del esfuerzo, del trabajo y la inversión. Además, hay muchos más cisnes negros de lo que podemos imaginar.
No se puede esperar que todos los inventores, descubridores, músicos o creadores en general, sigan el buen ejemplo del físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen, descubridor de los rayos X y que renunció a “patentes y licencias en beneficio de la generalidad”. Röntgen había heredado una gran fortuna de su padre, tenía un buen sueldo y era un hombre que no necesitaba mucho: sólo sus experimentos, sus clases en la universidad y la caza.
Donar su propio invento, creación o descubrimiento es elogiable; pero no puede ser más que una decisión personal. Totalmente respetable y encomiable, pero es una decisión a la que no se puede obligar a nadie. No se puede obligar a nadie a renunciar a sus derechos, tampoco a no renunciar a ellos. La existencia de las licencias creative commons son un buen ejemplo. Pero hago notar que, si una creación está licenciada de esa forma, tampoco puedes hacer con ella lo que quieras. De partida, no la puedes alterar, cambiar cosas o partes. Al contrario, la existencia de una licencia -aunque sea una donada “a la generalidad”- es una garantía del correcto funcionamiento de una innovación. Garantiza el respeto a la integridad de la propiedad intelectual.
¿Queremos progresar? ¿Tener una mejor calidad de vida? ¿Evitar la “fuga de cerebros” y de emprendedores? Entonces, respetemos el derecho a la propiedad intelectual y exijamos a los gobiernos y a las instituciones internacionales, su respeto.
Pese a todo el respeto que me merece Hayek -y tal vez por esto mismo- creo que en esta materia, cometió un error muy grande y terminó defendiendo la colectivización de la propiedad, que puede considerarse como uno de los grandes “errores del socialismo”, precisamente el subtítulo del libro que comentamos.
En suma, hay que garantizar la propiedad intelectual porque es expresión del derecho de propiedad. Es el fruto del trabajo de hombres y mujeres que tienen derecho a que su esfuerzo sea recompensado. Porque la inversión en investigación tiene que ser amortizada. Porque así se garantiza que se comercien sólo productos de la mejor calidad y no malas copias. Y se posibilita el comercio de las creaciones e invenciones. La historia nos revela que una invención sigue a la otra y aquí radica el inmenso aporte que la protección a la propiedad intelectual o inmaterial ha hecho al progreso.
[1] F. A. Hayek, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, 1990, páginas 75 y 76. El original inglés: The fatal conceit. The errors of socialism, 1988, páginas 36 y 37.
[2] Para él, los intelectuales, eran socialistas adherentes al racionalismo extremo, como explica más adelante, en el capítulo La rebelión del instinto y la razón. O en el original inglés: The revolt of instinct and reason.
[3] Pág. 121
[4] Pág. 139. Págs. 81 y 82 (inglés). La traducción al castellano tergiversa gravemente las ideas de Hayek.
[5] Piraterie denominaban a este “robo” de sus invenciones.
[6] Aunque dicho sea de paso, Alemania era “la China de entonces”, ya que tampoco sus fabricantes respetaban derechos de propiedad intelectual extranjeros. De acuerdo a Schmoeckel/Maetschke, en su Rechtsgeschichte der Wirtschaft, pág. 131, de la piratería practicada en Alemania, se quejaban especialmente empresarios de Bélgica y de Gran Bretaña.
[7] Hochindustrialisierung.
[8] En el capítulo “La fatal arrogancia”, Hayek, citando a Popper, quien dice que “está en la actualidad surgiendo una nueva rama del análisis económico específicamente orientada al perfeccionamiento del tradicional derecho de propiedad”, llama a realizar una investigación histórica para estudiar “la mecánica según la cual el sistema llegó a tomar realidad” (pág. 121). Eso es lo que he hecho con la referencia a la historia económica de Alemania. Y el resultado contradice a Hayek.
[9] Hubiera sido preferible no haber traducido profitability como lucro, que es una palabra controvertida y con una connotación negativa en el lenguaje popular. Si el traductor no deseaba usar el neologismo profitabilidad, podría haber traducido profitability simplemente como rentabilidad.
[10] Cfr. página 90 (castellano) o página 46 (inglés).
[11] Las nuevas vacunas ARNm no son el fruto sólo de unos meses de trabajo. Biontech fue fundada el 2008 por tres investigadores que buscaban una terapia contra el cáncer, basada en el ARN mensajero. Aplicaron esta técnica al virus corona.
[12] Pág. 76 (castellano), pág. 37 (inglés).