El Papa en Myanmar y los rohinya

¿Por qué va el Papa a Myanmar? Se preguntaban algunos, si en Myanmar no hay católicos, respondían. Peor aún: después de Myanmar, ¡viaja a Bangladesch!

El Papa Francisco viaja a Myanmar —que antes se llamaba Burma o Birma— y a Bangladesch por el tema de los rohinya. Los rohinya son —según las Naciones Unidas— “la minoría étnica hoy más perseguida en el mundo”, por ello, el viaje del Papa es especialmente “delicado”. Lo que ocurre en Myanmar es un verdadero “modelo” de “limpieza étnica”. Si es que a algo tan deplorable, se le puede llamar “modelo”.

La crisis de los rohinya es la catástrofe étnica —y religiosa— más grande de estos momentos. Myanmar es un estado pluriétnico; sin embargo, se niega a los rohinya la calidad de minoría. Mi opinión es bien clara: hay que defender los derechos de los demás como si fueran propios.

Tal como antes, el Papa Francisco viajó a la isla de Lampedusa —solo, ningún político italiano lo acompañó— viaja hoy a Asia, a apoyar a la minoría musulmana en un país mayoritariamente budista. Generalmente, pensamos que los budistas se lo pasan meditando y no pueden hacer daño a nadie, ni siquiera a una mosca, ya que la mosca puede ser la reencarnación de quién sabe qué ancestro. La “depuración étnica” de los rohinya en Myanmar y también las numerosas acusaciones de abusos sexuales en contra de “maestros” budistas en Europa de hoy, nos demuestran lo contrario.

Después del viaje papal a Lampedusa, los europeos importantes empezaron recién a preocuparse del tema de los refugiados que morían en el Mediterráneo, razón por la que Francisco habló del gran cementerio en que se habría convertido el Mar mediterráno.

El Papa no quiere sucumbir ante la internacional de la indiferencia. Y nos remueve, nos remece para que no caigamos en la trampa del indiferentismo frente a la suerte de los demás, de todos los demás hombres y mujeres. No, no somos partidarios de la ideología según la cual “el hombre es el lobo del hombre”, tampoco creemos en un darwinismo social, de acuerdo al que sobrevivirá el más fuerte, no somos animales salvajes.

No, una persona —cualquiera que sea su etnia o su religión— que sufre o que muere en el mundo, víctima de persecusión religiosa o racial, es un hijo o una hija de Dios. Su muerte está completamente de más y nunca nos deja indiferentes. Un hermano es un hermano, todos somos hijos del mismo Padre celestial, es el mensaje católico desde siempre y para siempre, aunque algunos no quieran oirlo.

Le adviertieron al Papa que no mencionara expresamente la palabra “rohinya”, esto es, la minoría musulmana que Aung San Suu Kyi denomina “inmigrantes ilegales”. Intrusos, los llaman otros. Inmigrantes que, hace muchas generaciones los británicos llevaron a Myanmar a trabajar. Sus abuelos, bisabuelos o tatarabuelos llegaron para trabajar y quedarse en la antigua Birma. De ninguna manera son inmigrantes ilegales. Y aunque lo fueran… ¿Significa esto que no tienen derechos? ¿Significa esto que no hay que respetar su dignidad humana? ¿Sus derechos fundamentales? Para hablar con Juan Pablo II: ¿significa que no son persona? Por algo, Francisco le ha lavado los pies a más de un inmigrante en la Pascua romana, para escándalo de muchos.

El Papa, ayer en su discurso ante las autoridades de gobierno, no los nombró expresamente. Según sabemos, esto se lo habría pedido el clero católico de Myanmar, para no tener ahora ellos mismos problemas, debe ser horroroso vivir así, con ese miedo… Pero todos saben que Francisco se refiere a ellos, a los rohinya. Sí, el Papa Francisco se atreve a ir y entrar en la “cueva de los leones”, como dice el editorial de un diario alemán de hoy, por defender al hombre (me parece escuchar a Juan Pablo II hablar de la defensa del hombre, de todo hombre).

El mensaje papal es claro y es valiente: “el difícil proceso de construir la paz y la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los derechos humanos”. Los derechos humanos, de esto habla el Papa Francisco, como también habló mucho de ellos, en su momento Juan Pablo II, para escándalo de algunos.

“La sabiduría de los antiguos ha definido la justicia como la voluntad de reconocer a cada uno lo que le es debido, mientras que los antiguos profetas la consideraban como la base de una paz verdadera y duradera”. Francisco no sacaría mucho con citar a Santo Tomás de Aquino, ni a sus escolásticos en Myanmar, por eso, recurre a la expresión “los antiguos” y a su sabiduría.  

“Estas intuiciones, confirmadas por la trágica experiencia de dos guerras mundiales, condujeron a la creación de las Naciones Unidas y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos como fundamento de los esfuerzos de la comunidad internacional para promover la justicia, la paz y el desarrollo humano en todo el mundo y para resolver los conflictos ya no con el uso de la fuerza, sino a través del diálogo”. Fantástico Francisco, puedo decir que estos se han convertido en dos pilares de nuestra civilización global, luego de la hecatombe de mediados del siglo pasado: la ONU —tan vilipendiada por algunos— y la Declaración de los Derechos humanos. El desarrollo, la justicia y la paz, valores absolutamente fundamentales, esenciales, imprescindibles; mal mirados por algunos que los consideran como fruto de nuestra ingenuidad. No, no lo son. Son inherentes al respeto de la dignidad humana.


Luego, se refiere al compromiso de Myanmar “por mantener y aplicar estos principios fundamentales”. Esta es más bien una declaración de intenciones. “El futuro de Myanmar debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo —sin excluir a nadie— ofrecer su contribución legítima al bien común”.

Y luego se refiere al tema de cómo las religiones contribuyen a la paz. O pueden contribuir a la paz, podríamos decir: “En la gran tarea de reconciliación e integración nacional, las comunidades religiosas de Myanmar tienen un papel privilegiado que desempeñar”. Sí, en Myanmar, en todos los países del mundo y en todo el mundo.

“Las diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación”. Cierto, la tolerancia —en el sentido de aceptación, y más aún, de amor por la diversidad— es una virtud profundamente religiosa. Aunque algunos traten de hacer de la religión una excusa para la exlusión, para la lucha y para la segregación, no lo es.

“Las religiones pueden jugar un papel importante en la cicatrización de heridas emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos años de conflicto. Inspirándose en esos valores profundamente arraigados, pueden contribuir también a erradicar las causas del conflicto, a construir puentes de diálogo, a buscar la justicia y ser una voz profética en favor de los que sufren. Es un gran signo de esperanza el que los líderes de las diversas tradiciones religiosas de este país, con espíritu de armonía y de respeto mutuo, se esfuercen en trabajar juntos en favor de la paz, para ayudar a los pobres y educar en los auténticos valores humanos y religiosos. Al tratar de construir una cultura del encuentro y la solidaridad, contribuyen al bien común y sientan las bases morales indispensables en vistas de un futuro de esperanza y prosperidad para las generaciones futuras.”

El que tenga oídos, que oiga…

CARL SCHMITT, DER KRONJURIST DES III. REICHES. Waldemar Gurian, “Deutsche Briefe” Nr. 4, Luzern, 26. Oktober 1934

26. Oktober 1934 N°4, seite 52…
[c] CARL SCHMITT, DER KRONJURIST DES III. REICHES
Carl Schmitt, der Staatsrechtsprofessor an der Universität Berlin, wird in der Oeffentlichkeit immer häufiger als Kronjurist des III. Reiches genannt. Seine Rechtfertigung des 30. Juni mit seinen Massenerschießungen ohne jedes Gerichtsverfahren ist geeignet berüchtigt zu werden. Sie findet sich in der »Deutschen Juristenzeitung« vom 1. August (11). Der betr. Artikel trägt die programmatische Ueberschrift: »Der Führer schützt das Recht«. Die entscheidenden Sätze lauten: »Der Führer schützt das Recht vor dem schlimmsten Mißbrauch, wenn er im Augenblick der Gefahr als oberster Gerichtsherr unmittelbar Recht schafft: ›In dieser Stunde war ich verantwortlich für das Schicksal der deutschen Nation und damit des deutschen Volkes oberster Gerichtsherr‹ (Hitler). Der wahre Führer ist auch Richter. Aus dem Führertum fließt das Richtertunn. Wer beides von einander trennen oder gar entgegensetzen will, macht den Richter entweder zum Gegenführer oder zum Werkzeug eines Gegenführers und sucht den Staat mit Hilfe der Justiz aus den Angeln zu heben«. Einfach gesagt: Der Führer kann jedermann ohne Gerichtsverfahren, ohne Achtung der bestehenden geschriebenen Gesetze hinrichten lassen. Er setzt das Recht. Was auch immer er tut, ist Recht. Im Grund genommen ist jedes nach den Rechtsvorschriften durchgeführte Verfahren gegen des Hochverrates Angeklagte oder Männer, die der Führer als Feinde betrachtet, eine Bedrohung des Staates.
Wer ist Carl Schmitt? Näheres über seine geistige Entwicklung findet man in »Schweizerischen Rundschau« vom 1. Oktober (12). Wir wollen an dieser Stelle nur…
(11) C. Schmitt, Führer.
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Seite 53…einige Momente zusammenstellen, die diesen Mann charakterisieren, der sich nicht schämt, das Ansehen der deutschen Rechtswissenschaft durch sein Auftreten al ihr angeblicher Repräsentant zu untergraben.
Carl Schmitt Karriere mit Hilfe liberaler Nichtarier gemacht. Er wurde 1919 die Handelshochschule München auf Fürsprache ihres damaligen Rektors, des demokratischen Professors M.J. Bonn berufen, der als Jude sofort nach der NS Revolution entlassen wurde. Bonn hat ihn später an die Handelshochschule Berlin berufen helfen. Vorher war er an der Universität in Bonn tätig; diesen Ruf hat ihm der Nichtarier Kaufmann vermittelt. Schmitts Hauptwerk »Die Verfassungslehre« (13) ist seinem jüdischen Freunde Eisler gewidmet, der im Kriege gefallen ist. All das hat Schmitt nicht gehindert, später besonders energisch für die völlige Ausschaltung aller, die nicht rein arischer Abstammung sind, aus der deutschen Justiz einzutreten. So kämpft er heute mit Reichsjustizkommissar Frank für die Entfernung der nichtarischen Rechtsanwälte, die als Frontkämpfer noch zugelassen sind.
Schmitt war lange Zeit Zentrumsmann. Als solcher sprach er auf Zentrumstagungen und hat eine Schrift im Verlag der Rheinischen Zentrumspartei herausgegeben (14). Das hindert ihn nicht, heute das Zentrum besonders scharf anzugreifen, trotzdem er, der den Nationalsozialismus in Gesprächen als »organisierten Massenwahnsinn« kennzeichnet, erst seit 1933 NS Parteimitglied ist. – Schmitt hat einer Reihe der verschiedensten Gutachten geliefert, so auch 1930 der Regierung des Sozialdemokraten Müller. Hindenburg war nicht gleich gewillt, das mit dem Youngplan verbundene deutsch-polnische Liquidationsabkommen zu unterschreiben. Schmitt gehörte zu den ganz wenigen deutschen Juristen, die bereit waren, ein Gutachten für die Vereinbarkeit dieses Abkommens, das die Nationalsozialisten als Hochverrat bekämpften, mit der Reichsverfassung abzugeben. – Später wirkte Schmitt als Gutachter für Brüning; damals wandte er sich in Vorträgen gegen den von Nationalsozialisten verlangten Verfassungsumbau. Später vertrat er, in einer Zeit, als Papen von den Nationalsozialisten wütend bekämpft wurde, die Reichsregierung Papens vor dem Staatsgerichtshof. – Schmitt ist bestrebt, gewisse seiner Schriften heute vergessen zu lassen. So wird seine die kath. Kirche verherrlichende Abhandlung »Römischer Katholizismus und politische Form« (1923) (15) von ihm unter seinen Schriften nicht mehr angeführt. Denn er hat sich aus bestimmten persönlichen Gründen äußerlich von der Kirche getrennt. Ebenso hat er heute seine anerkennende Rede auf den Vater der Weimarer Verfassung, Hugo Preuss, (1930) (16) vergessen.
Nach der NS Revolution schloß sich Schmitt der siegreichen Bewegung an. Bald wurde er Führer der Hochschullehrer im Bunde NS Juristen und einer der engsten Berater des Reichsjustizkommissars Frank. Als sich gegen ihn in der angesehenen »Deutschen Juristenzeitung« Opposition regte, ließ er sie durch den Reischsjustiz-
(13) C. Schmitt, Verfassungslehre.
(14) C. Schmitt, Rheinlande, erschient im Volkswacht-Verlag, Koln.
(15) C. Schmitt, Katholizismus.
(16) C. Schmitt, Preuß.
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Seite 54…
kommisar gleichschalten und übernahm ihre Herausgabe. Er wurde von Göring in den Staatsrat und as die Univerisät Berlin berufen.
Man kann annehmen, dass der Kronjurist des III. Reiches seiner ganzen Vergangenheit nach den Nationalsozialismus nicht ernst nimmt, sondern nur als Mittel für persönliche Zwecke benutzt. Umso furchtbarer ist es, das ein solcher Mann, desses Charakterschwäche ebenso groß ist wie seine unbestrittenen Kenntnisse und Darstellungsgabe, einen entscheidenden Einfluss auf die Gestaltung des deutschen Rechts- und Staatslebens – (bisher wenigstens) – ausübt.

La democracia, la elección y el poder absoluto

Cobra especial actualidad en la Europa de hoy, un antiguo pensamiento, muy popular en mis años de universidad en Chile, que yo misma, repetí algunas veces y de cuya falsedad y peligrosidad estoy convencida.

Me refiero a sostener que la democracia se agota en la votación. Esto es: si se vota, hay democracia. No se necesita nada más que una elección. Noy hay democracia => si tiene lugar una elección => hay democracia. Este es el algoritmo.

La fórmula democracia = elección conlleva una crítica de la misma democracia, según la cual, la democracia sería una mera forma vacía, un simple procedimiento, de acuerdo al cual, se puede llegar a cualquier cosa. Un proceso vacío y meramente formal.

De partida, los críticos a la democracia -que nunca han sido pocos; pero hoy están sentados en el parlamento de muchos países del primer mundo- hacen ver que esto llevaría al más completo relativismo, sino a mayor escepticismo. El escepticismo -escuché muchas veces- sería la filosofía en que se basa la democracia, ya que no habría nada en qué creer, sólo en un mecanismo formal al que se le entrega el destino del país.

En cada elección se decidiría lo que es bueno y lo que es malo, lo que se podría revertir en la siguiente elección. “La aceptación y repudio sociales serán los criterios que nos lleven a favorecer ciertas conductas y a sancionar otras”[1], nos explica García-Huidobro, quien tienen una posición crítica respecto a esta postura.  

En otras palabras, se interpela la democracia, que se identifica con las elecciones, porque en las elecciones se podría decidir libremente acerca de todo. Y quien detenta el poder, por haber sido elegido, puede decidir acerca de cualquier cosa, puede adoptar nuevas medidas, cambiar la legislación a su antojo. En otras palabras, legitimación electoral equivale a legitimación democrática, puesto que democracia y elecciones se aceptan como sinónimos.

Esta forma de entender la democracia es, por lo menos, arcaica. Puede ser la manera en que se entendía a comienzos del siglo 18, al iniciarse la Revolución Francesa. Pero sostener, en el siglo 21, que quien gana las elecciones puede hacer todo lo que quiera, es al menos infantil. Cuál no sería miy sorpresa, al constatar que hoy, sectores de extrema derecha, siguen creyéndolo.

En otras palabras, la misma crítica que ellos hacen a la democracia, es lo que ellos entienden por democracia. Así es muy fácil: construyo un edificio que se va a caer y después critico a los constructores de edificios porque no saben construir.

La ciencia jurídica, la ciencia política y los pueblos, las sociedades han avanzado bastante desde 1789 y hoy hablamos de derechos de las minorías, de cláusulas pétreas o eternas en las constituciones estatales. O de orden fundamental de libertad y democracia, como hace la constitución alemana de 1949.

Asismismo, hoy en día, existe un entramado de tratados internacionales que protegen, por ej. los derechos fundamentales, el respeto a la división de poderes, los mecanismos de protección de los derechos políticos, etc., acuerdos que todo estado firmante debe respetar aunque cambie el gobierno.

Desde después de la II Guerra Mundial hablamos en el mundo de democracia valórica (y no relativista), de democracia militante[2] y hasta de democracia combativa[3], en el sentido, que “combate” a sus enemigos, se defiende de sus ataques, no permanece inerme ante ellos. Esta concepción “implica un reconocimiento a ciertos valores fundamentales para la existencia y subsistencia de la democracia, a los cuales adhiere o milita en forma irrestricta, tomándose las medidas de seguridad para impedir su destrucción”[4].

Se trata de no dar a los enemigos de la democracia, la posibilidad “legal” de destruirla[5]. Ellos no pueden carcomerla desde dentro, aprovechándose de una cierta impotencia, desvalimiento o falta de recursos para defenderse. Insisto: la democracia no puede ser un sistema neutro de reglamentación de la génesis y distribución del poder, que carece de elementos esenciales e inmodificables que, por lo demás, permiten su subsistencia como tal[6].

Ahora bien, esta forma de ver la democracia como un procedimiento formal y vacío de contenido es lo que da pie para criticarla, precisamente a quienes no le tienen demasiado aprecio… Esta misma forma de mirarla, presa de la misma mentalidad diciochesca que profesan o más bien que critican sus críticos, es la que ha renacido hoy en día en sectores más bien anti-democráticos o que no sienten cariño alguno por lo que ellos despectivamente llaman “democracia liberal”. Incluso, ellos se han empezado a llamar a sí mismos “iliberales”.

Así, los partidarios de una democracia iliberal -que parece ser una nueva manera de llamar a la pseuso-democracia dirigida o controlada por una camarilla, sea de izquierda o de derecha- parece que ellos mismos están cautivados por el concepto de democracia como sinónimo de elección, al cabo de la cual, quienes hayan ganado pueden hacer lo que quieran.  

El periodista polaco Bartosz Wielinski explicaba -en una entrevista de la semana pasada- lo que el partido actualmente en el poder en Polonia (parte del bloque de los “iliberales”), que lleva la significativa y equívoca denominación “Derecho y Justicia”[7], entiende por democracia y qué consecuencias se derivan de ello:

“El partido entiende la democracia como el resultado electoral. Piensan que si son elegidos por el pueblo, si tienen una mayoría –ellos tienen la mayoría en el Parlamento, pese a haber obtenido sólo el 37% de los votos–. Pero ellos lo entienden así: si tienen una mayoría entonces pueden hacer cualquier cosa en el Parlamento. Pueden pasar a llevar las normas parlamentarias, abusar de ellas. Pueden limitar la independencia del Poder Judicial. Sencillamente, pueden hacer todo lo que quieran. Esta es una comprensión curiosa y extraña de la democracia”[8].

Sí, la democracia se identifica con la elección y la elección -y por tanto, la misma democracia- no es más que un mecanismo vacío de contenido. Si gano la elección -cualquiera que sea el resultado formal, el porcentaje que obtengo en el “proceso eleccionario”, puedo hacer todo lo que quiera dentro del país, dentro del estado, “remodelarlo” a mi gusto. Total, tengo la legitimidad democrática que me da haber ganado la elección.

En otras palabras, los mismos grupos que criticaban la democracia como un mecanismo formal y vacío, hoy han adoptado tan en serio la falsa definición de democracia que ellos mismos daban, que cuando llegan el poder, la utilizan como si fuera verdadera, pero para sus propios fines. Como si una elección, les diera poder absoluto…

No sólo critican a quienes construyen un falso edificio, sino que se instalan en el falso edificio a vivir dentro de él, no cuidándolo, sino que todos los días, botan una de sus murallas, empiezan por los muros interiores, de arriba a abajo, para terminar -ese es su verdadero objetivo- destruyéndolo completamente. Prefiero construir un edificio asísmico.


[1] Joaquín García-Huidobro, “Tentación del poder. Expresión política de las creencias religiosas”, Editorial Andrés Bello, 1a. edición, Santiago 1986, pág. 72. Me regalas un ❤ en Instagram?

[2] Militant democracy, según Karl Loewenstein en su obra de 1937, citado por Salzborn, pág. 192.

[3] Streitbare Demokratie.

[4] Para saber cómo es el tema en Alemania, recomiendo darse una vuelta por El Orden fundamental de libertad y democracia

[5] Samuel Salzborn, “Angriff der Antidemokraten. Die völkische Rebellion der Neuen Rechten”, Beltz Juventa, Berna 2017, pág. 192.

[6] Ver opinión de Gerhard Anschütz, en El Orden fundamental de libertad y democracia

[8] “Die PiS versteht Demokratie rein als ein Wahlergebnis. Sie glauben, wenn sie vom Volk gewählt werden, wenn sie eine Mehrheit haben – sie haben die Mehrheit im Parlament, trotz sie nur 37 Prozent der Stimmen bekommen haben -, aber sie verstehen das so, wenn sie eine Mehrheit haben, dann können sie alles durchsetzen im Parlament. Sie können die Spielregeln im Parlament missbrauchen. Sie können die Justizunabhängigkeit beschränken. Sie können einfach alles. Das ist wirklich ein skurriles, kurioses Verständnis der Demokratie. Und jetzt versuchen sie, die Leute davon zu überzeugen, dass das, was in den Gerichten geschah, sehr falsch war, korrupt war, und somit muss es eine Säuberung geben. Die Gerichte müssen gereinigt werden”. En Geplante Justizreform “Das Justizwesen in Polen wird gleichgeschaltet”, la traducción es mía. 

Dawkins, Stein y Francisco

Una amiga mía me contó que los hijos de una amiga suya, le habían contado jocosamente que estaban feliz de que su mamá no fuera musulmana, “porque de serlo, ya se habría hecho volar por los aires con un cinturón explosivo”. Como conozco a la familia, no me puedo reir.

Hannes Stein, en una editorial de Die Welt de estos días, se pregunta si tal vez Dawkins tiene razón, cuando sostiene que la religión es una fuerza maligna, ideada por personas mentalmente enfermas[1]. Aunque el zóologo y ex-militante ateo británico hoy sólo agnóstico[2] (algunos lo llaman el “gran exorcista”) habla de la religión como un virus (esto me recuerda a Carlos Marx y su opio), me parece que más que nada, está desilusionado de Dios, como indica -por otra parte- el nombre original de su libro: “The God Delusion”.  

Claro, no es raro que estemos desilusionados de Dios, por todo lo que pasa en el mundo. El grito ¡Dónde estaba Dios en Auschwitz! resuena en nuestros oídos. Yo escucho también la respuesta: ¡Dónde estaba el hombre en Auschwitz! Y hoy: dónde estamos nosotros hoy cuando cientos de personas mueren en el Mediterráneo, en Yemen, en Myanmnar… ¿Dónde está Dawkins hoy? ¿Habrá hablado ya de los muertos en el mar que huyen de la guerra y de la pobreza extrema, como ha hecho Francisco? ¿Habrá visitado ya campos de refugiados sirios, como ha hecho Francisco? ¿Será necesario o suficiente prohibir las religiones para acabar con las guerras?[3]

La amiga de mi amiga empezó bien, queriendo ser una buena cristiana; pero, con el tiempo, se radicalizó[4]. Y lo hizo de la mano de temas que no son propios de la fe, sino más bien de la cultura, de temas “opinables”. Malas influencias ¿tal vez? Pero todos nos hemos visto a “malas influencias” -también a otras buenas- y no nos hemos radicalizado. Tenemos la libertad para decir que no y tomar nuestras propias decisiones

Me sorprende la cantidad de gente otrora razonable que se ha radicalizado[5] durante los últimos años. Y no me refiero a musulmanes, sino a ateos y a cristianos (incluso a “buenos cristianos”) y a gente que antaño podría haber sido calificada simplemente de conservadora o incluso de liberal-conservadora, un término muy popular a fines de la Guerra Fría y también un poco después. ¿Cómo se ha llegado a esto que vemos en el llamado primer mundo?

Quienes tenemos alguna fe decimos que las religiones siembran la paz. Incluso que el término Islam significa paz. Pero curiosamente, algunos -no todos- de los crímenes, de los genocidios más grandes de la humanidad se han cometido o en nombre de una religión o precisamente en contra de una religión. Y esto, desde las Cruzadas o mucho antes, hasta el actual genocidio de budistas contra los musulmanes Rohinya en Myanmar, pasando por la limpieza racial de serbios cristianos ortodoxos contra musulmanes en la década de 1990, para no mencionar los seis millones de judíos asesinados por alemanes antes y durante la Segunda Guerra… La lista es muy larga.

¿Puede ser la respuesta la supresión de la religión? ¿Será necesaria una ley que prohíba la religión? Como la que plantée en mi columna La ley que prohíbe la religión en Europa. Sin duda, esta no sería la solución. Prohibir la religión sería caer en el mismo fanatismo de los fanáticos religiosos que pretenden totalizar su libertad[6], que creen que “mi libertad” tiene que ser total y a mi pinta y todos tienen que bailar con mi música. Sí, defender la libertad supone defender no sólo mi libertad, sinio también la tuya[7].

La respuesta, la solución a las guerras de religión de la temprana edad moderna es la separación entre la Iglesia y el estado, explica Hannes Stein[8]. Este es un proceso que se inició en el Norte de Europa, luego de la Guerra de los Treinta Años, es cierto que con ella no se terminaron las guerras europeas; pero al menos, desapareció una de sus causas o al menos una de sus excusas.

No obstante, la relación entre lo religioso y lo político en la sociedad va mucho más allá de la relación iglesia-estado[9]. “El elemento religioso nunca debe confundirse con el político. Confundir el poder espiritual con el poder temporal significa someterse uno al otro”[10]. Estamos ante una especie de clericalismo, en que un grupo de laicos se une ecuménicamente y se autoconstituye en mentor intelectual de un movimiento político que dice representar al cristianismo. Yo estoy a favor de respetar irrestrictamente la autonomía de lo político.

Hoy, católicos y protestantes viven puerta a puerta y no se les ocurriría matarse unos a otros por haber sido bautizados en diferentes iglesias[11]. Paulatinamente, durante los siglos XVIII y XIX, los beneficios de una convivencia pacífica se expandieron también a los judíos europeos (y americanos) y a los pocos musulmanes que vivían en estas latitudes (en Polonia y Austria-Hungría, por ej.).

Si este mismo proceso -iniciado por cristianos noreuropeos en países con diversidad confesional- se expandiera a países de África y de Asia, habríamos ganado mucho. Habríamos dado muchos pasos hacia adelante. Siempre hay gente -también en el primer mundo- que quiere volver a la época de las Cruzadas. Lo que tenemos que combatir con todas nuestras fuerzas es un retorno al pasado de divisiones religiosas. Me temo que estamos frente a un enorme peligro latente. Una gran responsabilidad recae sobre nuestros hombros.


[1] Editorial de Die Welt, 24.10.2017, página 3. Online: Religiöser Wahn

[2] Hay que decir, por otra parte que Dawkins no rechaza de plano la existencia de Dios, sólo considera  como muy baja la posibilidad de su existencia. Ver de Alan Posener: Besonders bei Katholiken bin ich skeptisch, en Die Welt de 16.09.2007.

[4] Hace años, en un encuentro con ella, me retó y gritó en público, porque me atreví a defender a la mujer que trabaja fuera de la casa, lo que ella no aceptaba. Según ella, las mujeres deben quedarse en casa cuidando a sus niños.

[6] “…una forma particular de proclamación de la defensa de la “libertad religiosa”. La erosión de la libertad religiosa es claramente una grave amenaza dentro de un secularismo en expansión. Pero debemos evitar que su defensa se presente en los términos fundamentalistas de una “religión en total libertad”, percibida como un desafío virtual directo a la laicidad del estado”. En EVANGELICAL FUNDAMENTALISM AND CATHOLIC INTEGRALISM: A SURPRISING ECUMENISM 

[7] Me temo que el proceso mental es más o menos el descrito por el periodista polaco “Das Justizwesen in Polen wird gleichgeschaltet” en entrevista con la radio alemana DLF: “Die PiS versteht Demokratie rein als ein Wahlergebnis. Sie glauben, wenn sie vom Volk gewählt werden, wenn sie eine Mehrheit haben – sie haben die Mehrheit im Parlament, trotz sie nur 37 Prozent der Stimmen bekommen haben -, aber sie verstehen das so, wenn sie eine Mehrheit haben, dann können sie alles durchsetzen im Parlament. Sie können die Spielregeln im Parlament missbrauchen. Sie können die Justizunabhängigkeit beschränken. Sie können einfach alles. Das ist wirklich ein skurriles, kurioses Verständnis der Demokratie. Und jetzt versuchen sie, die Leute davon zu überzeugen, dass das, was in den Gerichten geschah, sehr falsch war, korrupt war, und somit muss es eine Säuberung geben. Die Gerichte müssen gereinigt werden”.

[8] Editorial de Die Welt, 24.10.2017, página 3. Online: Religiöser Wahn

[9] Joaquín García-Huidobro, “Tentación del poder”, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1986, pág. 75 y otras muchas páginas.

Defendamos nuestra civilización o al menos sus cuatro fines, según Popper

Para el ascenso de la la Alternativa para Alemania (AfD[1]) y para su ingreso al Parlamento alemán no hay una sola causa, sino muchas. Es más, para nada hay una sola causa, muy por el contrario, nuestro mundo es multicausal. El gran error de los conspiranoicos[2] -los que creen en teorías de la conspiración- es pensar, con una fe cuasi-religiosa, que los acontecimientos tienen una sola causa. Y una que sólo ellos conocen, con lo que están en ventaja sobre todos nosotros[3], pobres mortales ignorantes.

De partida, hay que aclarar que sólo un escaso 13% de la población de Alemania votó por la AfD. El 87% no votó por ella. La AfD no es “el pueblo”, como ellos vociferan en sus manifestaciones públicas, en las de sus aliados de Pegida y en las redes sociales. Desde hace décadas, el potencial del voto de extrema derecha oscila entre el 10 y el 15%, así que el 13% del 2017 no me sorprende. Sí, me sorprende el 27% que obtuvo la AfD en Sajonia 😦 Parece que Sachsen y otros nuevos Länder[4] sí tienen un problema. Para solucionar un problema, para superar una dificultad, primero hay que reconocer que existe.

A diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa, en Alemania este 10 a 15% que adhiere a una ideología extrema, históricamente no ha votado por un partido de esa tendencia, sino que lo ha hecho por otras colectividades políticas tradicionales[5], puesto que se considera que un voto entregado a estos partidos es un “voto perdido” y es preferible influir en otros partidos.

Un reciente estudio de la Fundación Bertelsmann[6] muestra que, en las últimas elecciones de Parlamento federal en septiembre pasado, “la AfD logró movilizar a los no-votantes en circunscripciones electorales socialmente precarias”. Esto es, en sectores marginales (pobres), generalmente reacios a acudir a las urnas. Que la AfD haya motivado a votar a una cantidad significativa de personas se denomina “efecto AfD”.

(De acuerdo al estudio, el porcentaje de gente del sector socialmente más bajo que votó por la AfD llega a un alarmante 28%, el más alto de todos los sectores sociales, en tanto que quienes no votaron por la AfD alcanzó un 63%).

Otro de los resultados del estudio de la Fundación Bertelsmann es que dos terceras partes de los electores de la AfD son contrarios a la modernización. En consecuencia, se puede decir que ha surgido una nueva línea de conflicto en el electorado alemán: una línea que lo divide entre los escépticos frente a la modernización y los partidarios de la misma.

Quienes se inclinan en contra de la modernización y más bien toman partido por volver al pasado, se enfrentan al mundo actual, al progreso, al cambio, a la tecnología. Por el contrario, en todos los otros partidos (llamados tradicionales) predominan quienes prefieren avanzar[7] y no quedarse rezagados frente al desarrollo mundial.

En ningún caso estamos frente a un rompimiento violento, sino a una lenta evolución, a un reconocer que, los desafíos actuales son distintos a los de hace treinta, cincuenta o más años, y a aceptarlos. Me refiero a desafíos a los que se enfrenta Alemania, tales como la globalización, la inmigración, el libre comercio, la defensa militar europea (después de las advertencias de Trump), el euro, nuevas formas de ver la familia, nueva posición de la mujer en la sociedad, debate sobre el sexismo, el desconectar los reactores nucleares, una posición firme frente a Rusia y muchos otros temas.

Quienes se oponen a la vida moderna, a la forma de mirar y de sentir de nuestra sociedad son reacios a cambiar un ápice de su vida. Parece que desean que las cosas -tanto a nivel personal como social-  sigan igual o incluso que vuelvan a ser como antes. Plantean mantener el status quo, lo que, en el fondo, supone y conlleva no ceder ni en sus privilegios, ni en sus derechos adquiridos.

Sí, temen que vengan advenedizos y les quiten su posición social, tienen algo así como un miedo insano a caer en la escala social. En este sentido, tenemos que ver el rechazo a los refugiados y a los extranjeros en general a quienes ven como una eventual competencia (para ellos, algo muy real), a nivel social, laboral, estudiantil y de todo tipo. Los ven como un peligro. Pienso incluso en el arcaico reflejo de acusar a los extranjeros de “quitarnos a las mujeres”.

Entre las ideas pro-modernas se cuentan la igualdad entre hombres y mujeres (que incluye el trabajo de la mujer fuera de la casa[8]), la diversidad étnica y la multiculturalidad, el matrimonio homosexual, los colegios que duran todo el día (y no sólo durante la mañana), las guarderías infantiles, el término definitivo del servicio militar obligatorio, la Reforma de Bologna (que cambió el sistema universitario en toda Europa), los curricula vitae sin foto, la cuota femenina en las grandes empresas, hacer de la sociedad, una sociedad menos jerárquica y más igualitaria… y un gran etcétera.

Siempre me ha dado la impresión que hay demasiada gente que se aferra al pasado y le gustaría vivir eternamente en la década de 1950[9], tal vez porque es la época del “milagro económico alemán”. Esto, incluso en lo que relativo a las nuevas tecnologías, igualmente rechazadas… Salvo en lo que se refiere a Facebook, inicialmente mirado con gran recelo; pero que después se convirtió en el aglutinador de las personas con ideas antimodernas que, de otra forma, no se habrían encontrado nunca[10].

Cada uno, cada una habría seguido viviendo en su pueblo, encerrado en su pequeño mundo; pero internet -y especialmente Facebook- posibilitó su encuentro virtual y la organización de sus primeros encuentros en el mundo análogo[11]. Hasta ahora, el medio preferido para dar a conocer sus declaraciones públicas, es Facebook. Esto, probablemente cambiará ahora que tienen las vías de comunicación parlamentarias a su disposición.

El miedo a la modernización incluye o es consecuencia o bien causa del temor a la globalización[12], vista como un aspecto de lo que algunos llaman universalismo, que es igualmente combatido, como si fuera una gran amenaza para la población de Alemania. La Unión Europea, la OTAN son instituciones multinacionales o “universales” que, por eso mismo son miradas con recelo o bien claramente combatidas.

Todo esto me recuerda la tesis que Popper plantea en “La sociedad abierta y sus enemigos”[13]. Ya en la introducción[14], el autor se refiere a la transición (Übergang) de la sociedad tribal o cerrada hacia la sociedad abierta. Esto es, el paso desde una sociedad basada en la familia (Stammesgesellschaft), en la etnia, en la tribu en sentido amplio, en la ascendencia, en “la sangre” o en “los genes”, hacia una sociedad abierta. La sociedad abierta es, sin duda, una sociedad más más avanzada[15], más moderna. Popper la llama sociedad abierta, denominación muy clara y apropiada que es, en sí un proyecto y conlleva un programa.

Popper explica que el shock producido por la transición de la sociedad tribal a la sociedad abierta es uno de los factores que contribuyen al auge de movimientos reaccionarios que trabajan para lograr el regreso a la unidad o a la uniformidad de la sociedad cerrada, esto es, a las ataduras existentes con anterioridad entre los miembros de una sociedad, ataduras basadas en la pertenencia a una etnia[16]. Es lo que vemos hoy, entre los grupos tipo AfD, cuando basan sus slogans en un rechazo a los refugiados en particular y a los extranjeros en general.

Cuando impugnan todo lo externo, incluso la cultura que no sea la supuestamente propia. Hay que aclarar eso sí que, dado que el término “raza” ha caído hoy en desprestigio, es reemplazado hoy por el de “cultura”[17]. (Este rechazo no se dirige solamente en contra de una cultura árabe, musulmana o norafricana. Conozco gente que no escucha ni siquiera música norteamericana, ni usa jeans, ni ve películas de Hollywood. Conozco a un padre que cortó completamente el contacto con su hija porque ella se casó con un chino).

Para mí, esto que ocurre hoy día en Alemania y otros países del primer mundo (pienso en el tea party y en Trump; pienso también en Polonia y en Hungría e incluso en Rusia, aunque no sea parte del primer mundo), en que grupos reaccionarios se aferran con uñas y garras al pasado o a lo que ellos glorifican como pasado, ya que es más bien un “pasado inventado”. A esa arcadia o edad de oro que probablemente no haya existido jamás. En el fondo, se autoproclaman como “la voz del pasado”, sin pensar que lo más seguro es que el pasado no nos hablaría como ellos hacen, sino con una voz y con palabras muy pero muy diferentes[18] [19].

Así pues una imaginada edad de oro pretérita reemplaza la esperanza en un mejoramiento de la sociedad. Se abandona el mito del progreso indefenido que -hay que reconocerlo- era un poco ingenuo. Y nos llenanos de pesimismo cultural de la mano de quienes aman el pasado y son super pesimistas frente al futuro. Desconfianza en el futuro, rechazo a nuestro tiempo y una melancolía que los lleva a añorar aquellos gloriosos tiempos que no volverán. Esto es lo que los caracteriza, lo que subyace en su pensamiento y actuaciones, aunque no siempre lo reconozcan abiertamente.

Popper explica que las fuerzas reaccionarias, en su intento de volver al pasado, tratan de provocar una caída (Sturz) de la civilización… de nuestra civilización que se encuentra recién en sus comienzos y que se desarrollará en pos de sus cuatro fines u objetivos esenciales, a saber: a saber: humanidad, racionalidad, igualdad y libertad[20].

Sí, Karl Popper es un filósofo de la postguerra y uno de los pensadores que más ha contribuído a la democratización de las sociedades occidentales y tal vez no-occidentales (los límites de Occidente son difusos, dependiento del punto de vista del observador[21]) durante la segunda mitad del siglo 20. Sus cuatro elementos guía o fines de nuestra sociedad son hoy -a diferencia de lo que ocurría antes de la II Guerra- ampliamente aceptados, al menos de palabra.

En las relativamente jóvenes democracias liberales de la postguerra, observó Popper el surgimiento de grupos que se negaban a seguir este camino de humanidad, racionalidad, igualdad y libertad, en otras palabras: de civilización. Grupos totalitarios, que pertenecen a una tradición que es tan antigua o tan nueva como nuestra misma civilización, escribe el influyente filósofo liberal.

No, los totalitarismos no se acaban de la noche a la mañana, requieren esfuerzo y sobre todo, mucha, mucha paciencia. Hay que estar atentos, ya que muchas veces, están entrelazados con grupos pseudoliberales[22], con quienes se mezclan, se esconden, se mimetizan, se disfrazan, según lo que más les convenga.

Hay un grupo en Facebook que se llama “Sé amable con la AfD”[23]. Sé amable aunque cueste, porque es la única alternativa. (Aunque hay que elegir bien el momento, supongo que no se puede hablar con alguien que ejecuta in fraganti un acto de violencia). No podemos caer en el mismo juego de los enemigos de nuestra sociedad. No podemos comenzar a odiar a quienes no piensan como nosotros -es lo que hacen ellos- ni podemos caer en su juego de animadversión schmittiana frente al rival político.

El rival político no es un enemigo. Es sólo un rival político; puede ser mi amigo en otras cosas, en otros planos de la vida: puede ser que le guste el mismo equipo de basquetbol o que le guste el pescado frito o las películas de Star Wars. En el juego democrático de las ideas, el contendiente es un rival político y nada más, no un enemigo al que hay que aniquilar[24].

La arcaica mentalidad del amigo y enemigo -que se extiende por todo el pensamiento de Carl Schmitt, uno de los autores preferidos de la nueva derecha europea[25]– “ha sido deletérea y ha traído y sigue trayendo, grandes males a las relaciones internacionales, a la política interna de un país o de una región del mundo. Y, me atrevería a decir, que también a las relaciones interpersonales”[26]. No, no hay un “enemigo total”, sólo hay personas que ven las cosas distinto a nosotros[27]. El límite de la aceptación de sus ideas es la dignidad humana que, bajo ninguna circunstancia, puede ser pasada a llevar.

En suma, siempre habrá grupos reaccionarios dentro de la sociedad. Su misma existencia nos indica que vamos por buen camino. En algunos países, estos sectores son más grandes que en otros. Lo importante es que no se conviertan en mayoría, no podemos permitir que “los enemigos de la sociedad abierta se apoderen del estado, acaben con la sociedad civil y conculquen los derechos fundamentales de sus ciudadanos”[28]. Su presencia es un aguijón que permanentemente nos advierte que no podemos ceder en los fundamentos de nuestra civilización. Popper nos señala nuestros fines: humanidad, racionalidad, igualdad y libertad.


[1] Alternative für Deutschland.

[2] Cortos pensamientos de 2015 sobre el tema: Arrogancia de los iluminados conspiranoicos

[3] Ver mi antiguo artículo (de 2007) Wolfgang Wippermann: el eje del mal

[4] Se llaman “nuevos Länder” a las regiones que formaban parte de la República democrática alemana o “Alemania comunista”, como le llamaba mi tía abuela.

[5] Cfr ¿Una pelea de familia? Ver nota 10

[7] Según el estudio, el 52% de los partidarios de la democracia cristiana / unión social cristiana están a favor de la modernización. Así como un 56% de los social demócratas y un 59% de los liberales. Un 62% de los partidarios del Partido de Izquierda (aunque esto me cuesta creerlo) y un 72% de los Verdes.

[8] Aunque parece increíble, es un tema que aún se discute en Alemania…

[9] La primera persona que me habló de quienes desean vivir en el pasado, concretamente en la década de 1950, fue Jutta Burggraf. Y lo hizo como una crítica, especialmente, a sectores cristianos conservadores en Alemania.

[10] En alemán, se llama a la AfD un “Facebookpartei”, un “partido de Facebook”. Se hace ver el paralelo con los Verdes de antaño que, se considera que surgió gracias a que sus iniciadores se comunicaban por fax, la tecnología de punta de entonces.

[11] Sobre sus inicios, recomiendo leer el excelente los capítulos correspondientes del libro del periodista del FAZ, Justus Bender “Was will die AfD?”, Pantheon, 2017, München.

[12] Como en muchos otros aspectos, la extrema derecha y la extrema izquierda se hallan unidas en el miedo a la globalización y a su consiguiente rechazo.

[13] Karl Popper, Die Offene Gesellschaft und ihre Feinde, Tomo I, Editorial Francke, Berna, München.

[14] Págs. 22 y siguientes.

[15] El estado nacional no es una continuación de la familia nuclear de mayores dimensiones, como se escucha de vez en cuando… La sociedad civil, la ciudad, el estado, la república, la nación es muchísimo más que una gran familia. Sus lazos son de una entidad totalmente diferente a los lazos que unen a una familia, a una tribu o a una etnia. La autoridad de quienes dirigen la sociedad no es la autoridad de un pater familias, esa me parece una arcaica visión de la organización social.

[16] Sin duda, esto es algo que Popper vivió en carne propia, como judío de Viena, de debió huir del nacional socialismo, de una ideología deletérea que predicaba el retorno a la unidad étnica inicial y la depuración de elementos que ellos consideraban foráneos. A mi modo de ver, el nacional socialismo fue una ideología de la sociedad estamental en grado extremo.

[19] Cfr Clemens Schneider explica, en Der Liberale ist ein Hoffender (El liberal es una persona que tiene esperanza, podríamos traducir libremente el título del artículo de Schneider) que, en la película Psicosis, de Hitchcock, lleva consigo el cadáver momificado de su mamá a la que, incluso da su voz para poder conservar así el pasado. La mamá de Bates no tiene una chispa de vida, tampoco es un ser con existencia propia. El pasado, del cual hablan y escriben los temerosos conservadores no es otra cosa que una momia sin vida y sin existencia, a la que el conservador da su voz. Ver Los conservadores de hoy, enemigos de la sociedad abierta

[20] Págs 22 y siguientes de la obra citada.

[21] Así, en Europa, Latinoamérica no es parte de Occidente. Lo que sería un gran agravio para muchos latinoamericanos.

Se dice que Chile es el país más “occidentalizado” de Latinoamérica (sin ser parte de Occidente), al menos es lo que piensa el historiador alemán Heinrich August Winkler, uno de los mayores estudiosos del concepto de Occidente de la actualidad.

[24] Cfr. La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper “El adversario político tiene que ser eso, un rival y nunca un enemigo”, nota número 8 de mi columna citada en esta nota.

[25] Recomiendo la obra magistral de Samuel Salzborn, “Angriff der Antidemokraten”, Beltz Juventa, Berna Suiza, 2017, especialmente el tercer capítulo dedicado a Carl Schmitt.

[27] Incluso no hay que olvidar que “en una democracia, la oposición es imprescindible”, ver  La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper