El maniqueísmo en los extremos políticos

En mi columna anterior me referí a La teoría de la conspiración surge y se desarrolla en los extremos políticos, basándome en el estudio de la Universidad de Mainz, publicado en la revista Nature Human Behaviour con el título Conspiracy mentality and political orientation across 26 countries

En los extremos del espectro político, encontramos una “propensión general a sospechar que hay conspiraciones, independiente de eventos, actores o contextos concretos”[1]. En efecto, “un factor seguro para creer en una teoría de la conspiración es creer en otra teoría de la conspiración”[2]. Sí, hay personas que muestran una predisposición increíble a explicarlo todo recurriendo a una conspiración. No sé si sea un problema de (falsa) educación o simplemente psiquiátrico. Me parece que los mitos conspiranoicos van agarrándose unos a otros, formando una especie de cadena conspiranoica muy difícil de romper. La gente se va metiendo en un laberinto conspiranoico del que no puede salir. Es curioso, pero, en nuestra sociedad, hay demasiada gente que no cree en Dios; pero que cree en cualquier cosa.

“La mentalidad de conspiración está estrechamente ligada a la creencia en una amplia gama de teorías de la conspiración”[3]. Más que creer en una teoría o en un mito concreto, ven el mundo y explican todo lo que los rodea -incluso las cosas más sencillas- bajo el lente de la conspiranoia. Me hace recordar a gente procedente de ciertos países que he conocido a lo largo de mi vida, que cree en supersticiones y lo explica todo a través de ellas, llegando a las conclusiones más inverosímiles y descabelladas. Lo mismo observo entre mis conocidos de países “más desarrollados” que han caído en las redes de la conspiranoia. A mi modo de ver, en países del primer mundo, las teorías de la conspiración han reemplazado a la superstición.

Por una parte, los extremistas políticos son conspiranoicos, por otra parte, tal vez lo sean precisamente porque son extremistas políticos[4]. Pienso que hay una causalidad y retrocausalidad, ya que las “mentalidades” se retroalimentan, en un proceso que es muy difícil de interrumpir o de cortar. Tal vez con educación y con salud mental, en una o dos generaciones…

Cabe preguntarse “¿Qué aspectos de las ideologías políticas extremas y la mentalidad de conspiración se superponen…?” El estudio de la Universidad de Mainz se refiere, en primer término a “su visión maniquea de un mundo en blanco y negro”[5]. Como señalé la semana pasada, la mayoría de las cosas no son ni blancas, ni negras, sino grises, como los burritos[6].

La conspiracy mentality de los partidos extremos no se queda ahí, sino que se traduce en acciones concretas: “la creencia de los ciudadanos en las teorías de la conspiración determina el comportamiento y las intenciones de voto y la acción política”[7]. De partida, se traduce en el sectarismo al que me referí la semana pasada: “los movimientos políticos extremos tanto de izquierda como de derecha comparten un conjunto de características comunes, que incluye una tendencia pronunciada a desconfiar y rechazar grupos e ideas que difieren de los suyos”[8].

El estudio continúa: “Las acusaciones de conspiración suelen culpar a unas pocas personas poderosas y malvadas por perseguir únicamente sus propios y siniestros objetivos por sobre el bienestar de todos los demás”[9]. Serían pues pequeñas camarillas conspirativas, pero con mucho poder, que buscan saciar sus mezquinos intereses pasando por encima del bien general. En otras palabras, son “los de arriba”[10].

Mainz explica que estos “grupos malvados” tienen un rol destacado en la retórica de los partidos de extrema derecha contra los musulmanes o los extranjeros, por ej. Y en los partidos de extrema izquierda contra los administradores de bancos y fondos de pensiones o contra la Unión Europea[11]. Recordemos las diatribas de Jeremy Corbyn contra la UE, que el barbudo laborista tildaba como “neoliberal”, lo que, en grupos de extrema izquierda equivale a absolutamente diabólico. Por otra parte, en Chile, diríamos que las AFP[12] son consideradas intrínsecamente malas. Es curioso como millones de chilenos creen en una teoría de la conspiración con respecto a las administradoras de fondos de pensiones.

“Al dividir el ámbito social en fuerzas claramente antagónicas: una del bien y otra del mal, se reduce la complejidad y es relativamente más fácil adoptar una posición firme (y moral)”[13]. La división del mundo y de las personas en buenos y malos es pues una nueva forma de maniqueísmo. El maniqueísmo es una vieja doctrina nacida en la Antigüedad, según la cual, el universo está regido por dos principios: uno bueno y otro malo. Fue fundada por el persa Mani en el siglo III y fue fuertemente influida por la gnosis, otra doctrina nacida en esa época (siglos II y III).

Gnosis significa, en griego, conocimiento, de manera que los gnósticos serían los conocedores, los únicos conocedores y todos los demás, seríamos ignorantes. Para el gnosticismo, habría un dios superior que sería espiritual y un dios menor, que habría creado el universo material. Generalmente se lo identificaba con el Dios cristiano, que sería un dios inferior al gnóstico y simplemente un dios malo. Sólo lo espiritual sería bueno y lo material, “la carne” sería el principio de la maldad[14].

El gnosticismo (y también el maniqueísmo, en su versión neomaniquea) influye actualmente en innumerables grupos esotéricos, cuyos adeptos pasan muchas veces, con gran facilidad, a integrar sectores o partidos de extrema izquierda o de extrema derecha. O, en el mejor de los casos, grupos que creen a pie juntillas en mitos de conspiración.

Hace algunos meses, escribía que “para los extremistas, existen ‘los buenos’ y ‘los malos’, en esto se parecen a los antiguos gnósticos, además, porque creen no sólo conocer, sino que también poseer la verdad, que ellos proclaman como única y sin alternativa. Los buenos son sólo ellos y los malos, son todos los demás. ¿Puede haber mayor arrogancia? Ellos nunca se equivocan, no hacen nada malo, no cometen ningún error, son realmente perfectos. Me recuerda aquel refrán del antiguo bloque socialista ‘el partido tiene siempre la razón’”[15].

Con frecuencia, los conspiranoicos te dicen o escriben “Infórmate”. Como si una fuera tonta o no tuviera idea. Para ellos, todos somos personas desinformadas, todos quienes no adherimos a su fe conspiranoica, seríamos una banda de desinformados y tendríamos que “informarnos”. Los expertos de Mainz explican que “muchos estudios han encontrado una relación lineal entre la orientación política autoinformada y el respaldo a la conspiración”[16]. Me pregunto cuánto de narcisismo, mentalidad de elegidos y de simple megalomanía hay en esta actitud de una supuesta “autoinformación”.

“Los extremos de izquierda y derecha comparten una visión del mundo que se centra en la demonización maniquea de los grupos ideológicos externos, que se representan no solo como incorrectos sino también como inmorales y peligrosos”[17]. De acuerdo a los maniqueos de antaño y de hoy día, el mundo se divide entre buenos y malos, o deberíamos decir entre los completamente buenos y los completamente malos. Evidentemente que los maniqueos siempre pensaron que ellos eran los buenos. Al igual que hoy, los conspiranoicos creen religiosamente que ellos se hallan del lado del bien y todos los demás, nos encontramos en el sector equivocado[18].

Parece que nos gritaran: “nosotros somos los elegidos que conocemos la verdad y hacia donde va la historia y por eso, lo que nosotros decimos es la verdad que debe ser impuesta a todos los demás, pobres ignorantes que la desconocen (…) Ridiculizan las opiniones o incluso las dudas de las personas que no son parte de su grupo. Los externos, como nos llama el estudio. Para ellos, no existe la duda… La duda está ausente de sus planteamientos. Parece que bebieron la sabiduría con la lecha materna. De humildad, no tienen nada…”[19].

Lo grave es que esto no se queda sólo en pensamientos frente a los cuales podríamos sonreír y seguir de largo. Cuando la mentalidad conspiranoica se apodera de las mentes de extremistas y ellos comienzan a actuar, la situación puede volverse extremadamente peligrosa para los demás. Y si los extremistas son muchos o si llegan al gobierno, podemos despedirnos de la democracia.

“Las teorías de la conspiración representan a los grupos externos como malvados y están asociadas a puntos de vista maniqueos de la historia, entendida como una lucha entre las fuerzas del bien y del mal que compiten por el control de la sociedad”[20]. Me hace pensar en Carl Schmitt y en su mentalidad amigo-enemigo. El 2017, escribía acerca de una “mentalidad arcaica que divide a las personas entre amigos y enemigos, una mentalidad que se extiende por todo el pensamiento schmittiano, y ha traído y sigue trayendo, grandes males a las relaciones internacionales, a la política interna de un país o de una región del mundo. Y, me atrevería a decir, que también a las relaciones interpersonales”[21].

Sinceramente, con Joe Biden, prefiero pensar que, en política, podemos ser oponentes[22]; pero no enemigos[23]. Y nunca maniqueos conspiranoicos.

PS: Invito a leer mi columna siguiente sobre el tema ¿Qué es el continuo político?


[1] pág. 1 del estudio. En adelante, donde cito sólo la página, me refiero al estudio de la Universidad de Mainz.

[2] pág. 1.

[3] pág. 1.

[4] “los extremos políticos y sus ideologías basadas en mitos de conspiración son poco atractivos para la mayoría de la población que, normalmente se halla en el centro político. Por lo general, la mayoría de la gente de un país medianamente desarrollado es lo suficientemente cuerda como para no caer en trampas conspiranoicas”, La teoría de la conspiración surge y se desarrolla en los extremos políticos 

[5] pág. 6.

[6] La frase es de Jutta Burggraf.

[7] pág. 1.

[8] pág. 2.

[9] pág. 6.

[10] Invito a leer mi columna Que se vayan todos los de arriba

[11] págs. 6 y 7.

[12] Las administradoras de fondos de pensiones, alabadas en el mundo desarrollado, como la alternativa al empobrecimiento de la tercera edad por establecer un sistema de capitalización que reemplaza al de redistribución, inviable en países con una demografía como la de los estados desarrollados, en que la población activa es cada vez menor y la pasiva, progresivamente mayor.

[13] pág. 7.

[14] El cristianismo es muy material, si se puede hablar así. Incluso existe el concepto de materialismo cristiano.

[15] La polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan

[16] pág. 1.

[17] pág. 2.

[18] Cfr. La teoría de la conspiración surge y se desarrolla en los extremos políticos

[19] La polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan

[20] pág. 2.

[21] El Nuevo Orden según Carl Schmitt

[22] “en una democracia, la oposición es imprescindible”, en La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[23] Mi columna: “We may be opponents, but we are not enemies”

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