Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar


Sin duda, el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, el actual presidente Donald Trump, no es un representante típico del Partido Republicano. Es más bien, exactamente lo contrario.

El actual presidente ha logrado convertir al great old party en un club pro-Trump. El partido ha devenido en un movimiento -una secta, la llama Norman Ornstein[1]– cuyo mayor interés -sino el único- es la reeleción del extravagante millonario. O, para expresarlo gráficamente, Trump secuestró al Partido Republicano. Lo tomó bajo su égida y no lo liberará voluntariamente.

Los valores que antes eran tan importantes para los republicanos y que hacían que millones de personas a lo largo y ancho del planeta los admiráramos, hoy son sólo un recuerdo.

El multilateralismo, el internacionalismo, el libre comercio, el combate al proteccionismo no son más que pasado. El unilateralismo, el proteccionismo y ese enfermizo slogan “America first” han reemplazado a los antiguos ideales republicanos por sus antípodas.

Las consecuencias de las acciones de Trump en el plano internacional son deletéreas: de partida, la pugna permanente contra la Organización Mundial de Comercio (hasta lograr inmovilizarla), contra la Organización Mundial de la Salud, contra las Naciones Unidas, e incluso contra la OTAN (!) muestran un insondable abismo entre Trump y los más caros principios de la política tradicional republicana.

Para qué hablar de su ridículo “acercamiento” a Kim Jong Un, que no condujo a nada, salvo a que Kim ganara tiempo para proseguir con su absurda carrera en pos de  la bomba. Su “guerra privada” con China, que tiene a la economía mundial en vilo, incluso desde antes de la crisis de corona. Para qué hablar del fracaso que ha conllevado negar la existencia de la pandemia y que ha significado que los EEUU estén al nivel de Rusia o de Brasil frente al virus.

Tampoco creo que desprestigiar a los propios servicios de inteligencia norteamericanos sea una actitud propia de un Presidente republicano. Menos aún si se da más crédito a las informaciones procedentes de los servicios secretos rusos. No olvidemos que Putin fue agente de la KGB, especializado en desinformación, esto es, en manipulación mediática.

Los republicanos se gloriaban de ser especialmente patriotas. Lo que menos patriota me parece es confiar en la propaganda de medios rusos, para desprestigiar a sus rivales demócratas. Pedirle a los medios rusos obtener información contra su rival Clinton. O hacer presión sobre el presidente de Ucrania para desacreditar a Joe Biden[2].

El artificial conflicto con la Unión Europea es de lo más anti-republicano que alguien pueda imaginar. La tradicional alianza transatlántica es uno de los fundamentos más importantes de la arquitectura internacional republicana, creada en largas jornadas y extenuantes jornadas después de la II Guerra. Durante la Guerra Fría, la alianza entre Estados Unidos y Europa occidental fue uno de los muros de contención frente al comunismo.

En el plano interno, el sueño americano es lo que realmente está destruido por el régimen de Trump. Así es: la igualdad de oportunidades de la mano que va de la mano de la meritocracia han sido sustituidos por la superstición de la “supremacía blanca”, propia del movimiento alt right norteamericano y a millones de anos luz de distancia de los valores conservadores y republicanos.

La base del partido, sus votantes tradicionales han sido reemplazados fundamentalmente por tres grupos de “nuevos partidarios”: 1) por nacionalistas blancos (o que se autoconsideran “blancos”), 2) por fundamentalistas religiosos y por 3) personas que creen en teorías de la conspiración.

En esta transformación, jugó un papel importante el llamado tea party de 2010 que, en realidad, nada tenía en común con los ideales del histórico tea party de 1773[3]. El gran error de John McCain -que terminó como uno de los principales críticos de Trump- fue haber designado a Sarah Palin como su candidata a la vicepresidencia.

Los tradicionales líderes, consejeros y asesores republicanos han sido reemplazados por la familia de Trump, por sus hijos e hijas, por su yerno… Y por otras personas obsecuentes e incapaces de contradecir al Presidente. Ya sabemos lo que le pasa a quienes se atreven a contradecirlo. La lista de las personas caídas en desgracia es larga.

En contra de la costumbre de la democracia estadounidense, la Casa Blanca se ha convertido en una especie de palacio real, donde los parientes del rey ejercen su ilimitado poder e influencia. El nepotismo ha pasado a ocupar el lugar de la meritocracia. No sé por qué pienso en la Rumania de Ceausescu.

Tradicionalmente son los ex-presidentes del partido y sus más importantes líderes quienes hablan en la Convención para designar a su candidato presidencial. Pero este año, como ninguno de ellos apoya a Trump, terminaron hablando sus hijos, hijas y yerno y Melania. Sus anteriores mujeres no hablaron, eso sí que habría sido de demasiado mal gusto[4].

Trump no necesita un partido independiente con líderes seguros de sí mismos y con un ideario claro. Trump necesita dos cosas: una camarilla cerrada que le diga a todo que sí -ya la tiene, se reúne en la Casa Blanca- y un movimiento que lo apoye en todo, con “jefes” que no lo contradigan y le lleven el amén. En esto se está convirtiendo el ex-great old party.

El candidato presidencial republicano es lo más anti-republicano que una se pueda imaginar.

Por su forma de actuar, de pensar, de intentar de resolver problemas, Donald Trump se parece mucho más a un caudillo latinoamericano del tipo absolutista, que a Ronald Reagan y nada tiene que ver con Bush padre. Más se parece a Chávez, Maduro, a Kirchner o a Bolsonaro. Más cerca de Perón que de George Washington. Y a años luz de distancia del gran republicano Abrahm Lincoln (de parrtida por el tema del racismo).


[1] Norman Ornstein

[2] Sobre el presidente de Ucrania, escribí un artículo que invito a leer El servidor del pueblo, el nuevo presidente de Ucrania 

[3] Motín del té, en Wikipedia.

[4] Sí, Trump tuvo hijos con tres modelos diferentes y no ve ningún problema con tratar despectivamente a la mujer. Algunos dudan que esto sea muy compatible con el ideal de la familia que formaba parte del ADN republicano, hasta que llegó Trump.