Chile contra el neoliberalismo

Ayer, tuvo lugar una manifestación en que miles de personas salieron a las calles a protestar contra el gobierno “de derecha”, a exigir el fin del “modelo neoliberal”, la “justicia social”, la igualdad en la educación y en la atención médica. Me pregunto si el “neoliberalismo” o el llamado “modelo chileno” es el responsable de la falta de igualdad o de calidad en la educación chilena o del sistema de salud. 

Me pregunto si el fin del gobierno de centro derecha -que algunos consideran de izquierda- significaría el advenimiento de la justicia social, cualesquiera que sea el significado que les dan quienes salieron ayer a protestar. Creo que quienes protestan tienen diferentes agendas, diversas finalidades; pero un enemigo en común: eso que ellos llaman el “neoliberalismo”.

Después de que, entre 1989 y 1991, se desplomó el bloque socialista en el mundo, el politólogo estadounidense de origen japonés, Francis Fukuyama escribió en 1992, su best seller en que anuncia el “fin de la historia”[1], en el sentido que la Guerra Fría habría sido ganada final y definitivamente por la democracia liberal y por la economía de mercado. Ello habría marcado el fin de las ideologías. El problema es que este triunfo parece no ser tan definitivo… Aún quedan muchos que añoran volver al pasado y, paradójicamente, no todos son ancianos.

A comienzos de los 90, la democracia liberal y la economía de mercado parecían haber triunfado sobre el colectivismo estatista y socialista en todas sus formas y su triunfo parecía ser una victoria perdurable. Así es, en ese entonces, el mundo pudo comprobar que, la competencia entre los dos sistemas político-económicos había sido ganada lejos por el sistema occidental, libre y democrático de gobierno, en otras palabras, por el sistema liberal. En todo el mundo, se emulaba la democracia liberal y el sistema de economía de mercado. 

No obstante, la presunta insolvencia del sistema colectivista duró poco[2]. Algunos añoraban el pasado y no admitían que el socialismo había perdido la carrera. Comenzaron a hablar de un “socialismo con rostro humano”, intentando dejar de lado, dejar en el olvido o pasar en silencio los horrores del gulag, del Holodomor, las cárceles de Bautzen, el paredón de Fidel Castro y de Tschernobyl. Con el paso del tiempo, surgió en Sudamérica el “socialismo del siglo 21”.

“Los perdedores” de la Guerra Fría, quienes detestaban el sistema democrático liberal y la economía de mercado, comenzaron a hablar despectivamente de “neoliberalismo”[3]. Y acusaron al por ellos llamado “sistema neoliberal” de todas las lacras habidas y por haber, como si el liberalismo fuese la causa de ellas. Pienso que estas “lacras son más bien consecuencia de la imperfección humana que del capitalismo, del sistema de libre mercado o de la democracia liberal”[4]. Muy por el contario, el sistema democrático de gobierno y la economía de mercado son altamente perfectibles. Se puede decir que su capacidad de mejorar y de superar las crisis es esencial a su existencia.

En la democracia, los cambios se realizan en forma pacífica y dentro de las instituciones que para eso están. No en la calle, ni por la fuerza, sino en las urnas[5]. Parece que algunos grupos “anti-neoliberales” chilenos lo han olvidado o nunca lo aprendieron, pese a los más de 20 años de gobiernos de izquierda en La Moneda. No hay que olvidar que, como dice el Presidente Biden “podemos ser oponentes; pero no somos enemigos”[6]. La muerte de la democracia convierte a los oponentes políticos inevitablemente en enemigos y cuando esto ocurre, todo está perdido. 

En este caso, sólo es posible emigrar, si es que se puede. El brain drain sólo tiene lugar hacia los países más liberales, más democráticos y con una economía más libre. Nadie arriesga su vida por emigrar a países totalitarios, todos quieren huir de ellos… Las balsas van hacia Miami y no hacia La Habana. Los emigrantes huyen hacia Alemania (con su exitosa economía social de mercado), pero no a Bielorrusia. Hasta ahora, los vuelos han sido hacia Chile y no hacia Venezuela.

Muchos de quienes azuzan en la lucha contra el neoliberalismo, son los primeros que emigrarán hacia puestos muy bien dotados en universidades norteamericanas, donde podrán disfrutar de los altos sueldos que son posibles gracias a la economía de mercado que ha llevado al bienestar e incluso a la opulencia a pueblos enteros. El simple trabajador chileno no tendrá las mismas posibilidades de emigrar cuando se quede sin trabajo debido a la quiebra, o a la simple destrucción o quema de su empresa. 

Los pueblos que anhelan justicia social e igualdad se mueren de hambre no precisamente debido al “neoliberalismo”, sino por haber quedado excluídos de él[8]. Y, cuando muere la democracia, ya no queda cabida para la libertad, sino sólo para la uniformidad que es algo así como la expresión cotidiana del totalitarismo.


[1] Su nombre completo es “El fin de la Historia y el último hombre”.

[2] Cfr. Venezuela, neoliberalismo y socialismo

[3] Nikolaus Piper, Wir Untertanen, Rowohlt, Hamburgo 2019, pág. 11. Hago ver que el autor de este libro que cito es comentarista del diario alemán, de izquierda Süddeutsche Zeitung.

[4] Cómo mueren los gatos en Cuba

[5] Cfr. El juego democrático de la alternancia en el poder

[6] Cfr. “We may be opponents, but we are not enemies”

[7] La polarización es el semillero del extremismo

[8] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

Venezuela, neoliberalismo y socialismo

Cuando, en 1989, se desplomó el bloque socialista, Francis Fukuyama habló del “fin de la historia”. La democracia liberal y la economía de mercado habrían triunfado definitivamente por sobre el colectivismo estatista y socialista en todas sus formas. En ese entonces, el mundo comprobó que la competencia entre los dos sistemas político-económicos había sido ganada por el sistema occidental, libre y democrático de gobierno. 

Sin embargo, la insolvencia del sistema colectivista duró poco. Algunos añoraban el pasado y no admitían que el socialismo había perdido la carrera. Detestaban el sistema democrático liberal y la economía de mercado, que comenzaron a llamar despectivamente “neoliberalismo”[1] y a acusarlo de todas las lacras habidas y por haber, como si el liberalismo o el denominado neoliberalismo, fuese la causa de ellas. Pienso que estas “lacras” son más bien consecuencia de la imperfección humana que del capitalismo, del sistema de libre mercado o de la democracia liberal”[2].

Sudamérica es una de las regiones del mundo donde más se ha criticado el denominado “modelo neoliberal”. El primer país sudamericano que decidió alejarse raudamente de la democracia liberal y de la economía de mercado, es Venezuela, el país más rico de la región. Por su parte, Chile, el país más “neoliberal” de la región se transformó en un aguijón clavado en la piel del colectivismo socialista regional.

Hoy en día, Venezuela se ha convertido en el mejor ejemplo del fracaso de la ideología anti-neoliberal, pomposamente llamada socialismo del siglo 21 o socialismo bolivariano. Aunque tal vez, más que de fracaso, deberíamos hablar de la devastadora destrucción socialista de una nación. De un país rico que se ha convertido en uno de los países más pobres del mundo y con menos libertad política. Y además, internacionalmente aislado. 

Hasta hace poco tiempo, Venezuela era considerado no como un fracaso, sino como ejemplo de éxito en la vía hacia el socialismo[3], se presentaba como un ejemplo a seguir en todo el mundo. Hoy en día, basta darse una vuelta por las redes sociales chilenas para darse cuenta de que mucha gente aún lo ve como un ejemplo. 

Durante el siglo XX, el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo sufría una gran desigualdad social. En 1999, el entonces coronel (R) Hugo Chávez prometió superarla; pero no reformando las instituciones democráticas-capitalistas, sino a través de la implementación de lo que él denominó socialismo del siglo 21. En otras palabras, el suyo sería un socialismo apropiado para el futuro de Venezuela, de Latinoamérica y de todo el planeta. El socialismo venezolano sería un modelo de exportación. 

De acuerdo a la ideología de este socialismo del futuro, la riqueza tendría que ser distribuida solidariamente entre el pueblo. El experimento de la redistribución chavista -que fue continuado después de la muerte de Chávez, por su sucesor Nicolás Maduro[4]– convirtió a la otrora acaudalada Venezuela en un failed state, en una dictadura totalitaria, con la inflación más alta del mundo. Su agricultura se desmoronó[5] y el desabastecimiento[6] tiene a la población sumida en la mayor de la pobreza[7].

El socialismo del siglo 21 no tardó mucho en destruir a Venezuela. Me pregunto ¿cuántos países tendrán que desplomarse y caer en las garras de una versión más de la utopía socialista, utopía que ha terminado tantas veces en una horrible distopía?[8] ¿Cuántos bienintencionados tendrán que sucumbir tras el sueño socialista de una sociedad igualitaria y justa? Una sociedad que, en definitiva y a los pocos años, se convierte inevitablemente en la más injusta, en las más pobre, en la menos igualitaria y en la menos libre de todas las sociedades? 

Parece que los pueblos se mueren de hambre no precisamente debido al “neoliberalismo”, sino por haber quedado excluídos de él[9]. En realidad, en el socialismo parece que hay libertad tan sólo para morirse de hambre.


[1] Nikolaus Piper, Wir Untertanen, Rowohlt, Hamburgo 2019, pág. 11. Hago ver que el autor de este libro que cito es comentarista del diario alemán de izquierda, de la Süddeutsche Zeitung.

[2] Cómo mueren los gatos en Cuba

[3] Sobre Venezuela, invito a leer mis columnas Ocho mentiras sobre Venezuela Lukaschenko y Venezuela

[4] A quién se le apareció Chávez en forma de “pajarito” después de su muerte… 

[5] A la agricultura en Chile durante el experimento socialista chileno, me referí ya en Martes 11 de septiembre de 1973

[6] Un detalle curioso, pero muy triste es la explicación del Presidente Maduro quien, ante la pregunta ¿por qué no hay papel para el baño en Venezuela? respondió “El Gobierno de Venezuela tiene una absoluta claridad de por qué hay una escasez nacional de papel higiénico: porque la gente come más”.

[7] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

[8] Entre paréntesis, espero que Chilezuela siga siendo una distopía y nunca se convierta en una realidad.

[9] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

Cómo mueren los gatos en Cuba

En días pasados, mi entrenadora de deporte favorita se disculpó por haber llegado tarde a nuestra clase de work out a primera hora de la mañana. Explicó que, esa madrugada, su gato no había regresado a la casa. Ella es cubana y en su “vida anterior” fue abogado. Nos aseguró que no se preocupaba demasiado, porque no estaba en Cuba. En Cuba -continuó- si el gato desaparecía, sí sería razón para preocuparse porque probablemente “ya se lo habrían comido”. Y lo terrible es que no lo dijo en broma…

Cuando yo era niña, escuché muchas veces que, en el capitalismo la gente se moriría de hambre. “La única libertad que existe en el capitalismo es la de morirse de hambre”[1], aseguraban. Hoy, si alguien me dijera que le respodería que, donde el pueblo realmente se moría o se muere de hambre era/es en los países del socialismo real[2]. El Holodomor[3], las hambrunas actuales en Norcorea y el hambre que mi entrenadora nos cuenta que existe en Cuba, son la mejor y más terrible prueba de ello. 

Hoy día, creo más que, en el socialismo real, la gente no sólo no era libre, sino que además se moría de hambre. Y basta de culpar al embargo de los Estados Unidos de la situación de Cuba. ¡Son puras excusas! La causa real del hambre en la isla es la debacle económica y social permanente, consecuencia de un sistema político que no funciona. Y de la increíble arrogancia de su clase dirigente[4]. Con un sistema abierto y libre, Cuba podría ser un lugar tan próspero como son las Islas Canarias, con las cuales tienen tanto en común. 

En realidad, no me gusta usar el término capitalista para referirme a las economías libres, abiertas o de mercado. El sistema llamado despectivamente “capitalista” creó la actual economía social de mercado, con sus sistemas de protección a los más pobres y desprotegidos de la sociedad. Los sistemas sociales de los países más desarrollados no son una imposición socialista, sino que nacieron de los mismos principios que inspiran el detestado “capitalismo”.

Es lo que los críticos del otro lado del espectro político, desde la extrema derecha[5], critican injustamente como sociedad de bienestar. El principio de solidaridad es, en las sociedades capitalistas de hoy, el par natural del principio de subsidiariedad. Sin subsidiariedad, no puede haber solidaridad. Es lo que decía el título de un libro muy antiguo “Crear para compartir y compartir para crear”[6].

El sistema denominado “capitalista” ha sido parcialmente responsable de tantas cosas malas: pobreza, desigualdad social, colonialismo, guerras… O más bien, ha permitido todas esas lacras. Lacras que existían aún antes del surgimiento del capitalismo en la historia, por allá por el lejano siglo XVIII, y que también existián en países no-capitalistas e incluso anti-capitalistas. Lacras que son más bien consecuencia de la imperfección humana que del capitalismo, del sistema de libre mercado o de la democracia liberal.

No obstante, como la economía de mercado es un sistema no dogmático -como era el antiguo marxismo- sino perfectible, es capaz de superarlas, de hacer una autocrítica permanente y de re-inventarse, en las distintas latitudes y en distintas épocas. En suma, es un sistema exitoso e innovador. Sí, los mercados libres y abiertos del capitalismo mundial llevan a que la oferta y la demanda se encuentren. Sin libertad económica no hay libertad política. 

Los cientos de personas que huyen de países con sistemas no-capitalistas hacia los países del rico norte no son precisamente gente que huye del capitalismo hacia países socialistas. Muy por el contrario. Es curioso que el éxodo se produzca hacia los Estados Unidos, hacia Europa e incluso hacia un país chico, pero exitoso como es Chile. Exitoso hasta ahora: “el primero de la clase”, como se comentaba en otros países. Hasta ahora, porque el futuro de Chile es incierto.

Quienes huyen hacia el Norte del Río Grande o hacia Europa, no son víctimas del capitalismo, sino que huyen precisamente hacia el capitalismo, porque anhelan tener una vida mejor. Quienes escapan de Cuba en botes inflables no escapan del capitalismo que mata, sino que dejan atrás el socialismo y huyen hacia el sistema de libre mercado, que ofrece bienestar material y libertad política, social y económica.

Parece que la gente se muere de hambre no debido al capitalismo, sino por estar excluída de él[7]


[1] Ver mi corto artículo de 2007, La libertad para morirse de hambre

[2] Sobre la teoría marxista, tengo varias columnas que invito a leer: Lenin y el estado opresor, represivo y explotadorLa abolición del estado, según Marx y Lenin y EngelsDe la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariadoFeliz cumpleaños Friedrich Engels 

[3] Holodomor

[4] Mis últimas columnas sobre Cuba Florencia Lagos Neumann y el supuesto medicamento cubano contra el coronavirus y Cuba, Chile, la vacuna y la globalización 

[5] Aunque extrema izquierda y extrema derecha no distan tanto: El extremismo en la teoría de la herradura o de la U y La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[6] El título del libro de Fernando Monckeberg, de 1980 es, en realidad, “Crear para compartir, compartir para seguir creando”. A veces, la memoria cambia los nombres.

[7] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten