Algo sobre la libertad

Una amiga me explica que -en estos últimos años- se ha vuelto completamente liberal. Yo la miro y le digo con gran sinceridad que ella no es liberal, sino que se ha convertido en una extremista de derecha[1]. Supongo que una amistad verdadera puede soportar tan duras palabras.

Sí, muchas personas y la mayoría de los grupos de extrema derecha -al menos en Europa- se dan a sí mismos denominaciones que implican que ellos quieren ser libres[2]. En realidad, todos queremos ser libres. Pero lo que quieren ellos es hacer lo que se les pase por la menta, lo que se les ocurra, y a eso llaman libertad.

El supuesto amor por la libertad de los sectores extremistas de antaño (de izquierda) y de los de ahora (de derecha) es más bien una reacción caprichosa de una persona que pretende hacernos creer que la libertad consiste en que a ella -y sólo a ella- la dejen hacer lo que quiera. Por demencial o suicida que sea lo que quiera hacer.

La libertad del liberalismo es más bien una libertad que no es la libertad de una sola persona o de su grupo de hacer lo que ella quiera, o lo que ellos quieran. Es más bien, la libertad de todos y de cada uno de los individuos de una sociedad de hacer lo que quieran, pero siempre que respete la libertad de los demás, dentro del rayado de la cancha, por así decirlo.

Y escribo individuos, porque la libertad humana es esencialmente individual. No en vano, Boecio[3] define a la persona como “substancia individual de naturaleza racional”. La persona es el titular de la libertad. No el grupo ni una ideología.

La consabida frase “mi libertad termina donde comienza la libertad de los demás”[4], es un principio que los extremistas radicales desconocen y rechazan. A ellos no les importa la libertad de los demás. La pueden pisotear como les dé la gana. Ellos sólo conocen su propia libertad o la caricatura de ella que han esbozado.

En esto se parecen mucho los extremistas de derecha a los libertarios. Aunque, a decir verdad, los libertarios son una subespecie de los primeros.

La sentencia que se atribuye a Voltaire, según la cual “no estoy de acuerdo contigo, pero daría mi vida por defender tu derecho a pensar diferente” es algo que los extremistas desconocen y rechazan. En esto se parecen o más bien se igualan todos los extremistas, tanto los de derecha, como los de izquierda.

Parecen estar más de acuerdo con la otra frase: “el error no tiene derechos”. Esto, teniendo siempre en consideración que el error lo cometen los otros y ellos siempre están en la razón o en la verdad, para hablar con Fidel Castro[5].

En suma, quienes creen -creemos- que el respeto a la libertad es un valor, un principio o como quieras llamarlo que debe guiar nuestra sociedad, defienden -defendemos- no sólo la libertad propia -la mía- sino también la de los demás. Es lo que se vive y practica en el lado libre del mundo. Es propio de la democracia, del estado de derecho y de la sociedad abierta y pluralista.

Quienes se llenan la boca con el término libertad, pero sólo para hacer lo que ellos quieren, son los que ahora inundan nuestro mundo con falsos slogans en favor de la libertad que, en realidad, terminan destruyendo.

Estos últimos forman parte del grupo de los enemigos de la sociedad abierta, a los que Popper dedica su famosa sentencia en que llama a hacer frente a los enemigos de la democracia: “en nombre de la tolerancia, tenemos que reservarnos el derecho a no tolerar la intolerancia”. En otras palabras, en nombre de la libertad, no podemos tolerar a quienes rechazan la libertad de los demás[6].

No podemos tolerar la intolerancia que vocifera sobre una falsa libertad. Para hablar con Popper, no a la intolerancia frente a los intolerantes[7]. Aunque -como mi amiga- se hagan pasar por liberales, ciertamente, no lo son[8].

Ojalá que la mayoría de la gente siga del lado de la libertad y no caiga en las redes del extremismo, para el cual la libertad no es más que una bandera de lucha que lanza por la borda después de alcanzar el poder, con el que conculca la libertad de los demás. Ejemplos de ello hay muchos, desde Putin a Maduro, pasando por Órban, los Kirchner o Bolsonaro.


[1] Me refiero un poco a este tema en Los cantos de sirena del autoritarismo

[2] “Es curioso que grupos de extrema derecha en todo el mundo, se den a sí mismos nombres que incluyen la palabra ‘libertad’, libertarios y hasta se hagan pasar por ‘liberales’. Incluso, en Alemania, existe un partido político que se autodenomina ‘Die Freiheit’, esto es, ‘la libertad’. Me parece una contradicción en los términos, ya que, al menos, a primera vista, nada hay más contrario a la libertad y al liberalismo que la extrema derecha”. Ver Extrema derecha y liberalismo

[3] De acuerdo a Wikipedia: Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio “es reconocido como mártir de la fe católica por la martirología romana. León XIII aprobó su culto para la diócesis de Pavía, donde se confirmó el estatus de santo el 25 de diciembre de 1883. Se festeja el 23 de octubre.​ El papa Benedicto XVI explicó la relevancia de Boecio para los cristianos de hoy en día al vincular sus enseñanzas con un entendimiento de la Providencia”.

[4] Es una frase muy popular entre quienes los abogados. En su obra sobre la paz, Kant escribe: “La libertad jurídica (y en esa medida, externa) no puede definirse, como suele hacerse por convención, como el estar autorizados a hacer lo que uno quiera, siempre y cuando no se haga daño a nadie. Pues, ¿a qué nos referimos con estar autorizados? La posibilidad de una acción, siempre y cuando no hagamos daño a nadie en el actuar. La definición de libertad sería entonces la siguiente: la capacidad de actuar de forma que no le hagamos daño a nadie. Uno no le hace daño a nadie (podemos hacer lo que sea que queramos), sólo en la medida que no le hagamos daño a nadie: esto es, una mera tautología”. Copié la traducción de un blog KANT SOBRE LA LIBERTAD (EN SENTIDO JURÍDICO)

[5] Castro, en su famoso discurso en el estadio Santa Laura en Santiago, en 1971, gritaba: “¡Con la verdad, con la verdad, con la verdad! ¡Con la razón, con la razón, con la razón! ¡Con la moral, con la moral, con la moral! ¡Váyanse al Diablo!”, citado en BiobioChile Recuerdo haber visto el video muchas veces y haberlo encontrado realmente ridículo.

[6] Cfr. La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[7] “en nombre de la tolerancia, tenemos que reservarnos el derecho a no tolerar la intolerancia”, “Im Namen der Toleranz sollten wir uns das Recht vorbehalten, die Intoleranz nicht zu tolerieren”. Ver La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[8] Pienso, por ejemplo, en el verdadero secuestro de la Hayek-Gesellschaft por la AfD, en Alemania.

El estallido del populismo en Europa y Latinoamérica

Con retraso, empecé a leer “El estallido del populismo”, que recopila una serie de artículos y tiene como coordinador a Álvaro Vargas Llosa[1]. En el prólogo, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace una serie de observaciones que coinciden con otras muchas que he hecho yo misma, en este blog o personalmente ante amigos en tantas conversaciones de sobremesa a lo largo de estos últimos años.

Digo con retraso, porque el libro es del 2017 y el prólogo de Vargas, de marzo de ese año. Es increíble todo lo que ha ocurrido desde entonces hasta ahora. Parece que el tiempo y los acontecimientos históricos empezaron a acelerarse y hoy todo transcurre con más prisa que antaño. O tal vez, nos parece que esto sea así, ya que -gracias a Internet- estamos al tanto de más cosas que ocurren en lugares del mundo de los que quizás antes ni siquiera habíamos oído hablar. Y todo tiene lugar en o con una simultaneidad cognoscitiva que sorprendería -o tal vez, aterraría- a nuestros antepasados.

El escenario del libro que comento es uno en que Trump ya era presidente de los Estados Unidos[2]. Rusia no había iniciado la tercera etapa de la guerra contra Ucrania. Macri era presidente de Argentina y ese país todavía no había retornado al extremismo peronista. El populista López Obrador tampoco había iniciado aún el proceso de “regresión izquierdista radical” en México[3].

En el prólogo, Vargas observa que lo que él llama la amenaza populista “ataca por igual a países desarrollados y atrasados”. Con esto, se refiere a los países occidentales y a los que no lo son. No me gusta hablar de países atrasados; prefiero llamarlos “en vía de desarrollo”, aunque esto es muchas veces  una gran exageración. El autor hace ver que esta epidemia viral de populismo adopta “máscaras diversas, de ultraizquierdismo en el tercer mundo y de derechismo extremista en el primero”[4]. Es cierto, “hoy en día, la extrema derecha y la extrema izquierda apenas se diferencian”[5].

El populismo está representado en Europa por la extrema derecha. En Latinoamérica, el populismo es generalmente de extrema izquierda o, como se lo denomina con más frecuencia, de ultraizquierda. Salvo en Brasil, país que -con Bolsonaro- tuvo recién un gobierno de extrema derecha, para regresar ahora a uno de extrema izquierda, en una eterna ley del péndulo, como llamaríamos este fenómeno en Chile, en que se pasa de un extremo al otro del espectro político.

Un espectro es un abanico de opciones políticas ordenadas conceptualmente, generalmente de izquierda a derecha. El espectro político es el ordenamiento visual de grupos u organizaciones políticas de acuerdo con ciertos ejes conceptuales[6]. Que el espectro político sea continuo significa que el paso de derecha a izquierda y viceversa no es abrupto, no da saltos. El tránsito de un extremo a otro puede pasar desapercibido para una persona que se halla dentro del espectro político en cuestión[7].

Ebner nos explica que, como formuló Faye, el extremismo no es lineal, sino que los dos extremos pueden ser representados como las puntas de una herradura, en las que se hallan la extrema derecha en un extremo y la extrema izquierda en el otro. Así, ambas puntas se encuentran entre ellas más cerca la una de la otra que del centro político. En el fondo, es lo que la sabiduría popular ha expresado a través de la consabida máxima, de acuerdo a la cual, los extremos se tocan[8].

Volviendo al tema inicial, ya en mi columna La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea, señalaba que la extrema izquierda latinoamericana y la extrema derecha europea, pese a su distancia geográfica y a su muy diverso background cultural, son bastante parecidas. Algo que sigo sosteniendo y que veo cada día con mayor claridad. Especialmente desde que empezó la invasión a Ucrania, ya que tanto la extrema izquierda latinoamericana -como también la extrema derecha del subcontinente- y la derecha extrema europea apoyan por igual al régimen de Putin y se convierten en altavoces de sus exigencias imperialistas[9].

Los extremistas de izquierda y de derecha son totalitarios: pretenden controlar toda la vida de la sociedad y de cada uno de sus miembros. Tienen una opinión precisa y ya formada sobre cada ámbito de la realidad, de la vida, de la muerte, de la economía, del derecho, de la educación, de la historia, del arte y hasta del deporte o de la forma de vestir. Ridiculizan las opiniones o incluso las dudas de las personas que no son parte de su grupo. La duda -el origen de la filosofía moderna- está ausente de sus planteamientos[10].

Tanto la extrema derecha europea, como la extrema izquierda latinoamericana ultraizquierda son un nuevo intento de instalar una autocracia en el poder. Una autocracia disfrazada de democracia, de la cual sólo guarda las formalidades externas, y esto, sólo inicialmente. En uno y otro caso, la distopía totalitaria -cesaropapismo, putinismo, socialismo del siglo 21 u otras invenciones- nacen de una utopía y terminan en una cruel distopía, ya que toda distopía comienza como una utopía[11]. En otras palabras, ofrecen el paraíso y terminan en el infierno. El siglo 20 nos ofrece bastantes ejemplos de ello.

En suma, “en Europa, el mayor peligro viene de la extrema derecha. En Latinoamérica, de la extrema izquierda. Los postulados de ambos grupos son increíblemente parecidos[12]. Los dos son peligrosamente populistas. Hay que tener muy presente que lo contrario de la extrema derecha no es la extrema izquierda y lo contrario de la extrema izquierda no es la extrema derecha. Lo contrario de ambos extremos es la democracia[13]. La democracia liberal representativa, para ser más exacta.

En las palabras de Vargas: “El comunismo ya no es el enemigo principal de la democracia liberal -de la libertad- sino el populismo”[14].


[1] Siempre me había preguntado por qué Álvaro lleva los mismos apellidos de su papá. La respuesta es que las mamá de ambos se apellidaban Llosa. ¡Gracias Wikipedia!

[2] Invito a leer: Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[3] Vargas señala -a mi modo de ver, acertadamente- que “las bravatas nacionalistas del presidente Trump han tenido (…) la virtud de poner a la cabeza de las encuestas presidenciales al candidato populista Manuel López Obrador, que, si llegara al poder, representaría una regresión izquierdista radical al proceso de democratización que México experimenta desde hace dos décadas”, “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, pág. 14.

[4] “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, páginas 9 y 10.

[5] Extrema derecha y liberalismo Expliqué el caso de la extrema derecha en Alemania en: Defendamos nuestra civilización o al menos sus cuatro fines, según Popper y en Los conservadores de hoy, enemigos de la sociedad abierta

[6] Cfr. ¿Qué es el continuo político?

[7]  “Me imagino que es como ver crecer a un niño: si lo ves todos los días, no te das cuenta de que está creciendo; pero si lo ves al nacer y en la ancianidad, es difícil que lo vuelvas a reconocer”, ¿Qué es el continuo político?

[8] El extremismo en la teoría de la herradura o de la U

[9] Ver La guerra de Vietnam, la invasión de Ucrania y la extrema izquierda

[10] La polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan

[11] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[12] La guerra de Vietnam, la invasión de Ucrania y la extrema izquierda

[13] Lo contrario de la extrema derecha no es la extrema izquierda. Es la democracia

[14] “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, página 9.

No a la desglobalización. Diversificación y redundancia

Ante la falta de  productos y frente a la interrupción de las cadenas de abastecimiento originadas, primero por la pandemia y ahora por la guerra en Ucrania, muchos plantean la necesidad de una desglobalización. Ello, debido a que la globalización habría sido causante de los problemas de abastecimiento que sufre el llamado primer mundo.

Desglobalización es el nuevo grito de batalla tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda. Los unos emulan el “america first” de Trump. Los otros, tal vez al antiguo socialismo nacionalista, tan propio, por ejemplo del socialismo latinoamericano y del antiguo estatismo europeo de los años 20 y 30, antecesor por ejemplo del fascismo italiano.

Recordemos que el socialista Mussolini no dejó de ser socialista, sino que agregó el nacionalismo a su ideología original. Hitler, por su parte, era llamado líder de los trabajadores (Arbeiterführer[1]), en la Alemania de Weimar, que él contribuyó a destruir. Su partido llevaba en su mismo nombre el título de “partido de los trabajadores”[2].

El fascismo y el nacional socialismo fueron ideologías enemigas de los conservadores y de las elites. De lo que se denomina despectivamente como “los de arriba”. O del establishment, para hablar con los alt right de todo el mundo.

A mi modo de ver, la respuesta a los problemas actuales de desabastecimiento no es desglobalizar y retroceder en el tiempo en esa extraña retrofilia que embarga a los extremos políticos actualmente. La respuesta es más bien la diversificación.

Y, en lo personal: buscar alternativas o sucedáneos.

Siempre puede haber pandemias, guerras o barcos que se quedan parados en medio del Canal de Suez y que impiden el paso de los otros barcos. Cisnes negros y también cisnes grieses ha habido muchos en la historia y seguirá habiéndolos.

Asimismo, pienso que no es ni neoliberalismo, ni liberalismo, ni globalización querer pagar siempre el más bajo precio. Eso también puede ser una irresponsabilidad y un comportamiento negligente. Hay personas que se quejan del desabastecimiento actual, pero que serían incapaces de pagar un euro más por algún producto, son las mismas que se quejan del supuesto neoliberalismo y a las que les gustaría producir todo diez kilómetros a la redonda, olvidando que, en ese caso, su precio sería por lo menos diez veces más alto[3].

La ruptura de las cadenas de abastecimiento se debe más que nada a la falta de diversificación en que el mundo occidental ha caído en los últimos años. Hemos buscado la alternativa más barata. El bajo precio, real o no, se ha convertido en nuestro único criterio. No hemos tenido en cuenta que tal vez el menor precio no debería ser el único punto de vista para tomar una decisión. Hemos dejado totalmente de lado factores como la calidad, la seguridad y la flexibilidad.

Junto con la diversificación, deberíamos considerar la redundancia. Esto es, tener al menos una alternativa o más para la fabricación, para el ensamble, la extracción o para la producción de los productos que necesitamos.

 Al hacer una inversión, se recomienda no poner todos los huevos en la misma canasta, pero parece que este principio es completamente desechado a la hora de adquirir bienes de consumo, de producción o tierras raras[4]. La necesidad tanto de la diversidad, como de la redundancia al comprar insumos e incluso materias primas.

Siempre hay que tener un Plan B, e incluso un Plan C o D. En el ámbito del comercio internacional, esto es algo que hemos dejado de lado. Primero la pandemia y luego la guerra, nos recuerdan que deberíamos tenerlo en cuenta. Hay que diversificar, buscar alternativas y tener siempre dos o más opciones. Normalmente, tenemos los datos computacionales, por lo menos, en dos partes, creamos una redundancia. Lo mismo hay que hacer con las alternativas económicas.

La solución no es volver al encierro, al proteccionismo, a la soñada autarquía, que no es más que eso un mero ensueño. Es sólo populismo lamentablemente tan de moda. La solución no es cerrar las fronteras y alzar los aranceles.

La solución tiene dos pilares: la diversificación y la redundancia.


[1] Un ejemplo de esto en: Hitlers erste Wahlkampfreise in Österreich: Der “Arbeiterführer” sorgt für Wirbel

[2] Partido de los trabajadores alemanes nacional socialistas.

[3] Entre paréntesis, no hay que olvidar que muchos se mueren de hambre no precisamente debido al neoliberalismo, sino por haber quedado excluídos de él. Cfr. Chile contra el neoliberalismo

[4] Tierras raras o elementos raros “es el nombre común de 17 elementos químicos: escandio, itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio)”, en Wikipedia

Postales de Islandia

Esta semana, una amiga me mandó fotos -antes me enviaba tarjetas postales- desde Islandia. Bellas fotos, hermosas postales, hoy en forma digital, desde una isla al extremo norte del mundo. Paraíso para turistas, sobre todo para turistas de nivel alto, sea por su poder adquisitivo o por sus intereses deportivos, culturales o artísticos. El turismo en Islandia es motor de su economía y tiene buenas ofertas para todos los bolsillos y para todos los gustos[1].

Siberia o la península de Kola son regiones de la Federación Rusa que podrían ser tan atractivas para los turistas como lo es hoy Islandia. Visitar glaciares, bañarse en aguas termales incluso en medio de la nieve y del hielo. Hacer largas caminatas por las laderas de los volcanes, o largas cabalgatas de días enteros, como en Islandia… O ir a fotografiar auroras boreales una vez al año, como hace otro de mis amigos. Siberia además, tiene una variada fauna y flora.

Sus habitantes podrían iniciar pequeños y grandes emprendimientos, desde bed and breakfast, hasta visitas guiadas, desde caminatas por bosques y montañas, hasta excursiones fotográficas, bajadas de río en canoas, cursos de cocina, escuelas de idioma, etc., etc. Todo esto contribuiría a revivir la economía luego de décadas de planificación y depresión, surgirían hosterías, restaurantes, cafés, supermercados, salas de exposiciones, servicios médicos y un gran etcétera. La economía rusa tiene las dimensiones de la economía italiana; pero más del doble de habitantes, Italia cabe 57 veces en Rusia y la esperanza de vida es cerca de diez años mayor en Italia.

Volviendo al tema turismo, en Siberia, podrían reivindicarse las costumbres de los pueblos originarios (mongoles, urálicos, samoyedos, ugrios, yukagiros, manchú-tunguse, chucoto-camchadales, esquimal-aleutianos, Ketes y Nivjis) que fueron víctima de la colectivización forzada durante la época soviética, en que todos tenían que ser iguales y no cabía la individualidad, la discrepancia, ni menos la disidencia. Recordemos que, quien no estaba de acuerdo con el régimen, era llamado disidente.

Nada de eso es posible en Rusia. Menos que nada en la península de Kola, en el Oblast Murmansk, donde Rusia tiene estacionado su arsenal atómico e incluso en la Bahía de Andreewa, existe desde la década de los 80 basura atómica que debería haber estado allí teóricamente sólo cinco años. Recordemos que la economía planificada del socialismo real vivía de quinquenio en quinquenio. Noruega ayudó a Rusia con 13 millones de euros para reparar las bodegas de la basura nuclear; pero Noruega no puede pagar eternamente a su vecino.

Para la Federación rusa, es un problema que Finlandia quiera ser miembro de la OTAN, ya que la larga frontera con Rusia permite a Finlandia observar los movimientos de fuerzas militares rusas con armas atómicas en la Península de Kola. Por su parte, Noruega vigila la salida de submarinos con misiles atómicos desde Kola hacia el Mar del Norte. Y como si esto fuera poco, el ingreso de Suecia a la Alianza atlántica permitirá controlar toda salida y entrada desde San Petersburgo o incluso desde el exclave ruso Kaliningrado (su verdadero nombre es Königsberg y fue la patria de Emanuel Kant). Todo esto es algo que Putin no quería que sucediera; pero antes de iniciar una guerra, hay que pensar en sus consecuencias.

Entre paréntesis, el ingreso de Suecia y de Finlandia a la OTAN, convierte al Mar Báltico en un verdadero mare nostrum para la alianza militar; pero ya esto es otro tema que dejaremos para otra oportunidad[2].

En días pasados, conversábamos con amigos amantes de las vacaciones en las Islas Canarias y llegábamos a la conclusión que Cuba[3] podría ser un país tan exitoso como lo son las Canarias, si tuviera un régimen político democrático y una economía libre, como la que existe en la Unión Europea y que es el motor del bienestar económico de sus habitantes. Evidentemente que, en algunos países de la UE, el sistema democrático y la economía de mercado son perfectibles; pero esto es lo propio de la democracia: nadie sostiene que sea perfecta; pero se puede ir mejorando, ya que admite la crítica. En regímenes autoritarios, la crítica es inadmisible y además es punible. Esto es, quien exprese una crítica a los gobernantes es castigado.

Poco después, otra amiga, de visita en Florida, también me envió fotos de las ciudades que visitaba. Las imágenes me recordaron la arquitectura canaria, en su armoniosa mezcla de modernidad y tradición, colores y amor por los detalles. Las imágenes de mi amiga mostraban modernos y hermosos edificios típicamente estadounidenses junto a otros más tradicionales. Comentábamos con ella que, en un régimen de libertad y democracia, Cuba podría ser una isla tan bella, amable y exitosa como las Canarias o como la misma Florida. El background cultural es más o menos el mismo. El éxito no es cuestión de genes, sino de organización política y económica. Y requiere una dosis de voluntad y de inteligencia y empeño.

Los países exitosos, con habitantes más felices, no son aquellos en que un estado ineficiente y omnipresente todo lo controla, todo lo organiza y todo lo decide y manipula, como ocurre en la Rusia de Putin o en Cuba, sino donde yo, como persona individual de naturaleza racional puedo decidir libremente lo que hago[4], lo que pienso y cómo organizo mi vida. Eso sí y, para hablar con Kant, siempre que mi libertad no conculque la libertad de los demás ya que “la libertad del individuo termina donde empieza la libertad del otro”[5]. Este es uno de los principios más esenciales del orden liberal y debería estar presente en todo ordenamiento constitucional moderno[6].


[1] Wikipedia nos dice que Islandia ”cuenta con una economía de mercado, con impuestos relativamente bajos, comparados con otros miembros de la OCDE,​ manteniendo un Estado de bienestar que provee asistencia sanitaria universal y educación superior gratuita a sus ciudadanos.​ Se convirtió en uno de los países más acaudalados, y en la actualidad es clasificado por la Organización de las Naciones Unidas como el cuarto país más desarrollado del mundo, además de ocupar el primer lugar en el índice de paz global”.

[2] Ver mis columnas Finlandia a la OTAN y Suecia y Finlandia a la OTAN

[3] En este blog de opinión, hay muchas columnas sobre Cuba, las encuentran haciendo clic en el teg correspondiente. Les recomiendo especialmente Cómo mueren los gatos en Cuba

[4] En la definición de Boecio, “la persona humana es sustancia individual de naturaleza racional”.

[5] Die Freiheit des Einzelnen endet dort, wo die Freiheit des Anderen beginnt.

[6] Brillaba por su ausencia en el proyecto constitucional chileno que, afortunadamente, acaba de ser rechazado. En efecto: con una participación electoral récord de 85,81%, ganó el rechazo con 61,86% contra el apruebo que llegó sólo al 38,14%.

¿Y después de Boric, qué?

Hay tres razones por las cuales me decidí a votar por Kast quien, como señalé en mi columna de la semana pasada Voy a votar por Kast, nunca me había gustado mucho… Incluso, el 2018 critiqué duramente a este candidato en mi columna Franzani, Kast y los nazis que ha sido una de las más leídas[1] de este humilde blog.

Las dos primeras razones por las que lo apoyo fueron las que comenté la semana pasada: la defensa de “la democracia liberal representativa y de la economía social de mercado”[2], que me temo que con Boric serían pasadas a llevar, desechadas y sustituidas -con la ayuda de la Convención Constitucional- por otro sistema de gobierno.

Me temo que el rediseño de Chile propuesto por la ultraizquierda (que se ha apoderado descaradamente de la centro izquierda chilena) dirigirá al país más bien hacia una democracia popular[3], bolivariana o iliberal y una economía estilo Latinoamérica de la década de 1970 o Europa de 1930, con aranceles a la importación, controles de precio y expropiaciones. De partida, en un escenario así, las Pymes no tendrían cabida.

La tercera razón es que con Kast, estoy segura que, en cuatro años, podríamos elegir a un presidente distinto de Kast, a alguien de otra tendencia política. Y eso es algo de lo que con Boric no tengo seguridad, puesto que considerando su cercanía ideológica a regímenes totalitarios[4], existe el riesgo no menor de que se eternice(n) en el poder. Gente que siempre cree tener la razón y se arroga la representación del pueblo tiende a permanecer en el poder por los medios que sea.

Ejemplos de eternización en el poder hay abundantes en el vecindario. La Bolivia de Evo, la Nicaragua de Ortega, para no mencionar la Venezuela de Maduro, de Chávez[5] y de los Narcos e incluso, mutatis mutandi, la Argentina de los Kirchner. Países en que se pasó a llevar la democracia que finalmente fue sustituida por regímenes pseudo democráticos, en que la clique gobernante no entrega el poder, sino que se eterniza en él.

Muy por el contrario, “la alternancia en el poder consiste en la posibilidad de elegir a una persona distinta a la que está en el gobierno y es uno de los elementos esenciales del sistema democrático de gobierno. En efecto, el cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia”[6].

Y es aquí donde Boric y sus partidarios no me dan confianza. Estoy segura de que Kast respetará la alternancia en el poder y que va a entregarlo a quien sea elegido/elegida al acabar su período presidencial. Pero no tengo la certeza de que Boric y su gente no se eternizarán en el poder. Malos ejemplos están a la vista en el vecindario. De partida, una nueva Constitución chilena abre la puerta para ello.

Para mí, la alternancia en el poder es esencial a la democracia[7]. En esto, creo que Popper tiene toda la razón… Y me da lo mismo que me digan que soy liberal. Prefiero el liberalismo – sin el cual no habría democracia- al iliberalismo[8], tan de moda hoy en algunos países, donde el populismo se ha enquistado en el poder y de alternancia, ya no queda nada.

“Actualmente, el mundo se debate entre dos polos o dos extremos: el populista autoritario iliberal y el democrático liberal”[9]. No me gustaría que Chile quedara atrapado por quién sabe cuántas décadas en la tela de araña del mundo autoritario, donde no existe la alternancia en el poder. Me temo que Boric no da garantías de que esto no ocurra. Kast sí las da, de ahí que me haya decidido a votar por él.


[1] La segunda más leída, para ser más precisa.

[2] Voy a votar por Kast

[3] Al estilo de las llamadas democracias populares de la guerra fría, lo que es un retroceso y no un avance.

[4] Ver Boric no es comunista

[5] Los dictadores nicaragüenses (La granja de troles de Nicaragua y Ortega, el nuevo Somoza) no se diferencian en esto de Donald Trump (Trump y la alternancia en el poder). Ni de Evo Morales, ni de Lukaschenka (Lukaschenko y Venezuela), ni de los Kim de Norcorea (A 105 años del nacimiento de Kim Il Sung).

[6] El juego democrático de la alternancia en el poder

[7] Cfr. El juego democrático de la alternancia en el poder

[8] A la llamada “democracia iliberal”, me referí en mi artículo Carl Schmitt und seine Neue Ordnung

[9] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

Chile contra el neoliberalismo

Ayer, tuvo lugar una manifestación en que miles de personas salieron a las calles a protestar contra el gobierno “de derecha”, a exigir el fin del “modelo neoliberal”, la “justicia social”, la igualdad en la educación y en la atención médica. Me pregunto si el “neoliberalismo” o el llamado “modelo chileno” es el responsable de la falta de igualdad o de calidad en la educación chilena o del sistema de salud. 

Me pregunto si el fin del gobierno de centro derecha -que algunos consideran de izquierda- significaría el advenimiento de la justicia social, cualesquiera que sea el significado que les dan quienes salieron ayer a protestar. Creo que quienes protestan tienen diferentes agendas, diversas finalidades; pero un enemigo en común: eso que ellos llaman el “neoliberalismo”.

Después de que, entre 1989 y 1991, se desplomó el bloque socialista en el mundo, el politólogo estadounidense de origen japonés, Francis Fukuyama escribió en 1992, su best seller en que anuncia el “fin de la historia”[1], en el sentido que la Guerra Fría habría sido ganada final y definitivamente por la democracia liberal y por la economía de mercado. Ello habría marcado el fin de las ideologías. El problema es que este triunfo parece no ser tan definitivo… Aún quedan muchos que añoran volver al pasado y, paradójicamente, no todos son ancianos.

A comienzos de los 90, la democracia liberal y la economía de mercado parecían haber triunfado sobre el colectivismo estatista y socialista en todas sus formas y su triunfo parecía ser una victoria perdurable. Así es, en ese entonces, el mundo pudo comprobar que, la competencia entre los dos sistemas político-económicos había sido ganada lejos por el sistema occidental, libre y democrático de gobierno, en otras palabras, por el sistema liberal. En todo el mundo, se emulaba la democracia liberal y el sistema de economía de mercado. 

No obstante, la presunta insolvencia del sistema colectivista duró poco[2]. Algunos añoraban el pasado y no admitían que el socialismo había perdido la carrera. Comenzaron a hablar de un “socialismo con rostro humano”, intentando dejar de lado, dejar en el olvido o pasar en silencio los horrores del gulag, del Holodomor, las cárceles de Bautzen, el paredón de Fidel Castro y de Tschernobyl. Con el paso del tiempo, surgió en Sudamérica el “socialismo del siglo 21”.

“Los perdedores” de la Guerra Fría, quienes detestaban el sistema democrático liberal y la economía de mercado, comenzaron a hablar despectivamente de “neoliberalismo”[3]. Y acusaron al por ellos llamado “sistema neoliberal” de todas las lacras habidas y por haber, como si el liberalismo fuese la causa de ellas. Pienso que estas “lacras son más bien consecuencia de la imperfección humana que del capitalismo, del sistema de libre mercado o de la democracia liberal”[4]. Muy por el contario, el sistema democrático de gobierno y la economía de mercado son altamente perfectibles. Se puede decir que su capacidad de mejorar y de superar las crisis es esencial a su existencia.

En la democracia, los cambios se realizan en forma pacífica y dentro de las instituciones que para eso están. No en la calle, ni por la fuerza, sino en las urnas[5]. Parece que algunos grupos “anti-neoliberales” chilenos lo han olvidado o nunca lo aprendieron, pese a los más de 20 años de gobiernos de izquierda en La Moneda. No hay que olvidar que, como dice el Presidente Biden “podemos ser oponentes; pero no somos enemigos”[6]. La muerte de la democracia convierte a los oponentes políticos inevitablemente en enemigos y cuando esto ocurre, todo está perdido. 

En este caso, sólo es posible emigrar, si es que se puede. El brain drain sólo tiene lugar hacia los países más liberales, más democráticos y con una economía más libre. Nadie arriesga su vida por emigrar a países totalitarios, todos quieren huir de ellos… Las balsas van hacia Miami y no hacia La Habana. Los emigrantes huyen hacia Alemania (con su exitosa economía social de mercado), pero no a Bielorrusia. Hasta ahora, los vuelos han sido hacia Chile y no hacia Venezuela.

Muchos de quienes azuzan en la lucha contra el neoliberalismo, son los primeros que emigrarán hacia puestos muy bien dotados en universidades norteamericanas, donde podrán disfrutar de los altos sueldos que son posibles gracias a la economía de mercado que ha llevado al bienestar e incluso a la opulencia a pueblos enteros. El simple trabajador chileno no tendrá las mismas posibilidades de emigrar cuando se quede sin trabajo debido a la quiebra, o a la simple destrucción o quema de su empresa. 

Los pueblos que anhelan justicia social e igualdad se mueren de hambre no precisamente debido al “neoliberalismo”, sino por haber quedado excluídos de él[8]. Y, cuando muere la democracia, ya no queda cabida para la libertad, sino sólo para la uniformidad que es algo así como la expresión cotidiana del totalitarismo.


[1] Su nombre completo es “El fin de la Historia y el último hombre”.

[2] Cfr. Venezuela, neoliberalismo y socialismo

[3] Nikolaus Piper, Wir Untertanen, Rowohlt, Hamburgo 2019, pág. 11. Hago ver que el autor de este libro que cito es comentarista del diario alemán, de izquierda Süddeutsche Zeitung.

[4] Cómo mueren los gatos en Cuba

[5] Cfr. El juego democrático de la alternancia en el poder

[6] Cfr. “We may be opponents, but we are not enemies”

[7] La polarización es el semillero del extremismo

[8] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

Venezuela, neoliberalismo y socialismo

Cuando, en 1989, se desplomó el bloque socialista, Francis Fukuyama habló del “fin de la historia”. La democracia liberal y la economía de mercado habrían triunfado definitivamente por sobre el colectivismo estatista y socialista en todas sus formas. En ese entonces, el mundo comprobó que la competencia entre los dos sistemas político-económicos había sido ganada por el sistema occidental, libre y democrático de gobierno. 

Sin embargo, la insolvencia del sistema colectivista duró poco. Algunos añoraban el pasado y no admitían que el socialismo había perdido la carrera. Detestaban el sistema democrático liberal y la economía de mercado, que comenzaron a llamar despectivamente “neoliberalismo”[1] y a acusarlo de todas las lacras habidas y por haber, como si el liberalismo o el denominado neoliberalismo, fuese la causa de ellas. Pienso que estas “lacras” son más bien consecuencia de la imperfección humana que del capitalismo, del sistema de libre mercado o de la democracia liberal”[2].

Sudamérica es una de las regiones del mundo donde más se ha criticado el denominado “modelo neoliberal”. El primer país sudamericano que decidió alejarse raudamente de la democracia liberal y de la economía de mercado, es Venezuela, el país más rico de la región. Por su parte, Chile, el país más “neoliberal” de la región se transformó en un aguijón clavado en la piel del colectivismo socialista regional.

Hoy en día, Venezuela se ha convertido en el mejor ejemplo del fracaso de la ideología anti-neoliberal, pomposamente llamada socialismo del siglo 21 o socialismo bolivariano. Aunque tal vez, más que de fracaso, deberíamos hablar de la devastadora destrucción socialista de una nación. De un país rico que se ha convertido en uno de los países más pobres del mundo y con menos libertad política. Y además, internacionalmente aislado. 

Hasta hace poco tiempo, Venezuela era considerado no como un fracaso, sino como ejemplo de éxito en la vía hacia el socialismo[3], se presentaba como un ejemplo a seguir en todo el mundo. Hoy en día, basta darse una vuelta por las redes sociales chilenas para darse cuenta de que mucha gente aún lo ve como un ejemplo. 

Durante el siglo XX, el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo sufría una gran desigualdad social. En 1999, el entonces coronel (R) Hugo Chávez prometió superarla; pero no reformando las instituciones democráticas-capitalistas, sino a través de la implementación de lo que él denominó socialismo del siglo 21. En otras palabras, el suyo sería un socialismo apropiado para el futuro de Venezuela, de Latinoamérica y de todo el planeta. El socialismo venezolano sería un modelo de exportación. 

De acuerdo a la ideología de este socialismo del futuro, la riqueza tendría que ser distribuida solidariamente entre el pueblo. El experimento de la redistribución chavista -que fue continuado después de la muerte de Chávez, por su sucesor Nicolás Maduro[4]– convirtió a la otrora acaudalada Venezuela en un failed state, en una dictadura totalitaria, con la inflación más alta del mundo. Su agricultura se desmoronó[5] y el desabastecimiento[6] tiene a la población sumida en la mayor de la pobreza[7].

El socialismo del siglo 21 no tardó mucho en destruir a Venezuela. Me pregunto ¿cuántos países tendrán que desplomarse y caer en las garras de una versión más de la utopía socialista, utopía que ha terminado tantas veces en una horrible distopía?[8] ¿Cuántos bienintencionados tendrán que sucumbir tras el sueño socialista de una sociedad igualitaria y justa? Una sociedad que, en definitiva y a los pocos años, se convierte inevitablemente en la más injusta, en las más pobre, en la menos igualitaria y en la menos libre de todas las sociedades? 

Parece que los pueblos se mueren de hambre no precisamente debido al “neoliberalismo”, sino por haber quedado excluídos de él[9]. En realidad, en el socialismo parece que hay libertad tan sólo para morirse de hambre.


[1] Nikolaus Piper, Wir Untertanen, Rowohlt, Hamburgo 2019, pág. 11. Hago ver que el autor de este libro que cito es comentarista del diario alemán de izquierda, de la Süddeutsche Zeitung.

[2] Cómo mueren los gatos en Cuba

[3] Sobre Venezuela, invito a leer mis columnas Ocho mentiras sobre Venezuela Lukaschenko y Venezuela

[4] A quién se le apareció Chávez en forma de “pajarito” después de su muerte… 

[5] A la agricultura en Chile durante el experimento socialista chileno, me referí ya en Martes 11 de septiembre de 1973

[6] Un detalle curioso, pero muy triste es la explicación del Presidente Maduro quien, ante la pregunta ¿por qué no hay papel para el baño en Venezuela? respondió “El Gobierno de Venezuela tiene una absoluta claridad de por qué hay una escasez nacional de papel higiénico: porque la gente come más”.

[7] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

[8] Entre paréntesis, espero que Chilezuela siga siendo una distopía y nunca se convierta en una realidad.

[9] Cfr. Über einen lernfähigen Kapitalismus – und wie er dabei helfen könnte, das Klima zu retten

Chile se vacuna para salir de la crisis

De ser el país modelo de Latinoamérica y el primero de la clase, Chile pasó a ser un quasi failed state[1] y luego nuevamente el modelo, pero esta vez para Europa y el mundo, debido a la más que exitosa vacunación de su población. Así al menos, es como se ve al país desde Europa.

Si tú buscas “Chile” en las noticias y en el tiempo (por ejemplo en Google News) desde una dirección de Europa, te das cuenta que, a partir del inicio del gobierno de Sebastían Piñera[2], la información más recurrente dice relación con una posición de lidarazgo en América Latina (un liderazgo que Chile nunca había tenido y que no buscó; pero se acrementaban las voces exigiendo asumirlo frente a la crisis de Venezuela[3]) en que el gobierno chileno tomaba partido a favor del pueblo venezolano y contra el gobierno de ese país, pomposamente autodenominado “bolivariano” y socialista[4].

Había algunas escasas noticias en que no se hablaba de la actitud frente al gobierno de Venezuela, por ejemplo cuando por primera vez la prensa europea elogió al Presidente Piñera, debido a la prohibición de las bolsas plásticas. Pero el grueso de la información de prensa se refería a la crítica chilena al fracaso del socialismo del siglo 21[5].

A partir de octubre de 2019 todo cambia y las noticias de Chile se centran únicamente en los llamados chilean riots o “estallido social”. Que empezó como un movimiento ciudadano para desembocar en una situación de violencia que condujo a que muchas cancillerías europeas, calificaran al país como “de alto riesgo” y desaconsejaran a sus ciudananos viajar a Chile. Con lo que esto significa para la economía de un país, con una larga tradición de apertura comercial y social, insertado cien por ciento en el mundo globalizado.

A partir de entonces, Chile es considerado como un país en llamas, al borde del abismo y para muchos europeos, se convierte en algo así como el “paraíso perdido” para el primer mundo (para sus esquiadores y esquiadoras, para sus hombres y mujeres de negocios, para sus escolares y estudiantes y para sus jubilados).

Desde marzo de 2020, se acaban las noticias sobre la protesta y Chile pasa a ser conocido como un país con récord de infecciones del fatídico coronavirus y con una enorme cantidad de enfermos de Covid. Aunque no faltan los elogios al sistema de salud de Chile que, poco antes, los mismos periodistas europeos informaban que la oposición al gobierno (tanto de izquierda como de derecha) consideraban un fracaso; pero que, en situación de crisis, se mostraba capaz de hacerle frente en forma eficaz.

Actualmente, no pasa un día en que los medios de comunicación europeos serios y tradicionales, dejen de alabar la campaña de vacunación en Chile que parece levantarse tipo Ave Fénix desde las cenizas de un país en llamas, lo que no es ni una hipérbole, ni es algo se dice en sentido figurado.  

Tal vez, el artículo de prensa más significativo al respecto sea el del corresponsal para Latinoamérica del influyente Frankfurter Allgemeine Zeitung, Tjerk Brühwiller, aparecido la semana pasada y que comenté en mi columna anterior[6]. El artículo lleva un título muy provocativo “Lo que podemos aprender de Chile” y créanme, que un alemán sostenga que Alemania puede aprender algo de otro país, no es algo que veamos todos los días.

Brühwiller hace ver que “considerado durante mucho tiempo como un modelo liberal de éxito, Chile estaba al borde del colapso”, se refiere al período de anarquía entre octubre de 2019 y marzo de 2020. Pero “poco menos de un año después, el país se está vacunando para salir de la crisis”[7].  

“El país sudamericano se encuentra actualmente en el quinto lugar del ranking mundial de vacunación. Desde principios de febrero, Chile ha vacunado a alrededor de tres de sus 19 millones de habitantes, esto es, alrededor del 16% de la población. Se dice que el 80% de la población se habrá vacunado en la primera mitad del año y todos los residentes al final del año”[8]. Es el éxito después de la crisis política, asegura el periodista en el prestigioso e influyente diario de Frankfurt. Entre paréntesis, muy leído en el ámbito económico, en el mundo de las finanzas y del derecho.

“El éxito de Chile en la obtención de dosis de vacunación se atribuye sobre todo a la economía abierta y globalizada del país con numerosos acuerdos de libre comercio. El modelo mismo que había sido tan atacado en los últimos meses ha demostrado ser una ventaja”[9]. La apertura y la inserción internacional parecen ser, una vez más, la clave del éxito. Esta es una bofetada a todos los críticos del llamado “modelo neoliberal chileno” y a la economía libre en general.

Puede que los países no tengan amigos, como dice la manoseada sentencia de algunos pseudoanalistas; pero parece que la agenda de direcciones de políticos, científicos y empresarios sí es sumamente importante en nuestro mundo globalizado en que el networking es esencial[10]. Y esto, tanto a nivel de instituciones, como personal. Indudablemente, la diplomacia juega aquí un papel fundamental.

“Pero, ¿de qué sirve la vacuna si no se distribuye de manera eficiente? A diferencia de muchos otros países, la campaña de vacunación chilena no se enfoca en hospitales o centros de vacunación. En las últimas semanas, muchos lugares públicos se han transformado en estaciones de vacunación, desde universidades y escuelas, hasta estadios de fútbol y centros comerciales; actualmente, los chilenos pueden vacunarse en casi todas partes”[11]. El corresponsal del FAZ resume: “usted no tiene que buscar la vacuna, la vacuna llegará a usted”.


[1] Hace no mucho tiempo me preguntaba si ¿Es Chile un failed state?

[2] En aquel comienzo de su gobierno nos “divertíamos” debatiendo acerca de si Todas las rubias votaron por Piñera y sobre los mal llamados fachos pobres

[3] Ocho mentiras sobre Venezuela

[4] La ceguera de la izquierda europea. El caso de Venezuela y de Cuba

[5] El socialismo del siglo 21 y su derrumbe en Venezuela

[6] Deutschland, Chile, die Impfung und die Globalisierung

[7] Was wir von Chile lernen können

[8] Ídem.

[9] Ídem.

[10] “When the pandemic started, we already had many key foreign officials in our Whatsapp apps”, There’s a good reason why Chile is winning COVID vaccine race —and Mexico and Venezuela are not

[11] Es más o menos lo mismo que el periodista argentino Andrés Oppenheimer había escrito un par de días antes y al que me referí en mi columna Cuba, Chile, la vacuna y la globalización

Hayek: los liberales y el ateísmo

Hoy, me gustaría republicar aquí un artículo mío del 2008: Hayek: los liberales y el ateísmo Lo copio aquí sin modificaciones.

Queridos amigos, recordarán que en el post Hayek: los liberales y el ateísmoFederico Bär comentaba “me interesa saber cómo mi tocayo Hayek explica su ateísmo. ¿Dónde puedo ampliar los párrafos que mencionas?”.

En aquella oportunidad, le respondí que no sabía más del tema. Pero me informé 😉 y les cuento que, en el último capítulo de “La Fatal arrogancia” (publicado en 1988, en 1977, había regresado a Europa y enseñaba en Freiburg), el mismo Friedrich v. Hayek responde -con la apertura que le es habitual y que es propia de las personas inteligentes y tolerantes- a esta interrogante.

Un corto aviso a los amigos liberales (yo no lo soy) o que se consideran tales y que pasan por este blog en abundancia: es una vergüenza que nadie haya podido contestar a la pregunta de Federico. Revela un gran desconocimiento del pensamiento hayekiano.

El capítulo IX del libro de don Fritz, se llama precisamente “La religión y los guardianes de la tradición” y en él, el autor “hace algunas observaciones informales (…) acerca de la relación entre el tema de este libro y la función de las creencias religiosas”.

Advierte en seguida: “Estas observaciones pueden desagradar a algunos intelectuales, pues sugieren que éstos, en su largo conflicto con la religión, se han equivocado muchas veces y no han sabido valorar los contenidos de la religión”.

Me atrevo a sostener que la voz “intelectual” está tomada aquí en el sentido alemán con que muchos en este país y en Austria, designan (designamos) a quienes en castellano llamaríamos más bien pseudo-intelectuales, esto es, quienes se creen intelectuales, sin serlo.

En síntesis, su visión de las religiones (partiendo de lo que podríamos llamar religiones naturales) es positiva, pues han contribuido a establecer un “extenso orden de cooperación” entre los hombres. Esto es, la religión ha contribuido al progreso humano.

Concretamente sobre su ateísmo, don Federico explica (las negritas son mías): “Incluso aquellos, entre los que me encuentro, que no están dispuestos a admitir la concepción antropomórfica de una divinidad personal deben reconocer que la prematura pérdida de lo que calificamos de creencias no constatables habría privado a la humanidad de un poderoso apoyo en el largo proceso de desarrollo del orden extenso que actualmente disfrutamos y que, incluso ahora, la pérdida de estas creencias, verdaderas o falsas, crearía graves dificultades”.

Este es pues, el centro del ateísmo hayekiano: la dificultad -compartida por tantos otros en estas latitudes y en ese entonces, no hay que olvidad que Fritz nació en Viena en 1899- de admitir que Dios es persona y que tiene rasgos que nos recuerdan a nosotros mismos.

Es el problema de muchos alemanes -y austriacos, claro- el no poder aceptar que Dios sea, no un ente lejano que ha creado -en el mejor de los casos- la tierra; pero después se ha despreocupado de ella. Sino que la “sigue creando” y continúa preocupándose de nosotros día a día, incluso de nuestras nimiedades como un padre amoroso.

Continúa, con una observación, más bien pragmática: “la visión religiosa, según la cual la moral está determinada por procesos que nos resultan incomprensibles es mucho más acertada (…) que la ilusión racionalista según la cual el hombre, sirviéndose de su inteligencia, inventó la moral que le permitió alcanzar unos resultados que jamás habría podido prever”.

Aunque, para mí, la religión, al menos la religión cristiana NO es un sistema moral; pero bueno, esto es algo que, en estos pagos está muy expandido, dejémoslo así.

Se abre a sus lectores, y confiesa que (las negritas son mías): “Durante mucho tiempo he dudado si debería incluir aquí esta nota personal, pero al fin me decidí a hacerlo considerando que el apoyo de un agnóstico declarado puede ayudar a otras personas religiosas más convencidas a seguir avanzando en la búsqueda de conclusiones con las que pueda estar de acuerdo“.

Interesante perspectiva, en la que sin duda se ha seguido avanzando desde 1988, ya que -al menos en el primer mundo desarrollado- asistimos actualmente a un renacimiento religioso, pero no acrítico, sino que muy crítico y que se replantea cada creencia. Por otra parte, no me cabe duda que la teología ha seguido avanzando en la búsqueda de “nuevas conclusiones”. Entre paréntesis, hoy, en Alemania, es impensable que un ateo militante tenga aceptación social. También en esto, Hayek se adelantó a su época.

La propiedad intelectual en Hayek

Un tema en el que estoy en total desacuerdo con Friedrich von Hayek es el de la propiedad intelectual o immaterial property, como él la llama[1]. En su obra cúspide “La fatal arrogancia”, el autor alemán sostiene que la propiedad inmaterial es una invención de los intelectuales (intellectuals[2]) quienes, por otra parte, denostan la propiedad en su concepto tradicional sobre los bienes corporales. (En su obra, menciona la existencia de “los derechos de autor y las patentes”[3]; pero no hace distinición alguna, refiriéndose a ambos por igual como propiedad inmaterial). 

Muy por el contrario, pienso que la propiedad intelectual es, por excelencia, el producto del trabajo de hombres y mujeres. Negarla equivale a proceder a su colectivización. Inventores, creadores, diseñadores y artistas tienen derecho a la propiedad sobre el producto de su trabajo, de su esfuerzo y de su inversión. Tiene que valer la pena trabajar, también si el trabajo tiene por objeto crear nuevos procedimientos, nuevas tecnologías, mejorar los procesos de producción o escribiendo una sinfonía. 

No es menos el trabajo de un Beethoven que el de todos quienes participaron en la fabricación de su piano. Tampoco es menos la labor de Carl Zeiss que la de su hijo Roderich que no inventó nada, pero comercializó los microscopios producidos en la empresa de la familia. No es menos el matrimonio Şahin Türeci creadores de la vacuna contra el covid que los gobernantes que la compran para vacunar a la población de sus países.  

Que, durante años, en algunas latitudes prácticamente no se haya respetado la propiedad intelectual ha sido la causa de que muchas personas inteligentes y que han contribuido al desarrollo de la sociedad, mueran en la pobreza. O ante tal perspectiva simplemente, emigren, es el tristemente conocido proceso del brain drain. 

El respeto a la propiedad intelectual es un aliciente indispensable para que gente joven se decida a adentrarse en el mundo de las ciencias, de la tecnología, de la literatura o de la música o del cine. Conditio sine qua non de la innovación es la garantía de sobre la propiedad intelectual. De otra forma, los innovadores y emprendedores emigrarán a regiones del mundo, donde se garantice su propiedad, el fruto de su trabajo.

Hayek acusa a “los intelectuales” que se niegan a integrarse al “orden mercantil” (exchange processes) con sus “creaciones intelectuales”[4]. Esta crítica me parece infundada. La protección de la propiedad intelectual hace que ella sea susceptible de ser comercializada. La convierte en una res intra commercium. Y, para todo liberal, el comercio es fuente de progreso y de bienestar social. La propiedad intelectual -como expresión del derecho de propiedad- es uno de los más preciados elementos de la economía de mercado. 

Hayek sostiene que “los intelectuales” rechazan la propiedad material (material property) y han obligado al estado a establecer la prohibición de copiar inventos y creaciones artísticas, originando así una escasez artificial. Prosigue: el derecho a la propiedad intelectual es la causa de monopolios artificiales, originados a la sombra de la legislación estatal. Esta es exactamente la posición sostenida en la mitad del siglo 19 por el liberalismo alemán de la época, supongo que es de ahí de donde la rescató Hayek. 

El respeto al derecho de propiedad intelectual es una de las más importantes fuente de innovación. En la misma Alemania, la ley de patentes de 1877 no fue producto de una revuelta de la intelectualidad socialista, sino una exigencia de los industriales e inventores alemanes -los start up de la época- que se quejaban de la “piratería”[5], consecuencia de la falta de protección legal de la propiedad inmaterial[6]

No está demás decir que, luego de la promulgación de la ley, tuvo lugar un boom de innovación y de progreso tecnológico. En efecto, entre la década de 1870 y hasta antes de la I Guerra, tuvo lugar la era dorada de la industria alemana, de la llamada “alta industrialización”[7], en que el país pasó de ser un país agrario a uno altamente industrializado, en que la sociedad se tornó urbana, cultivada y políticamente activa y mejoró significativamente las condiciones materiales de vida[8]

Si alguien se pregunta, porqué las empresas alemanas dedican altas sumas de dinero a sus departamentos de investigación, la respuesta es: sus departamentos de investigación surgieron ya en aquella época y tienen una larga tradición producto de la protección de la propiedad intelectual. 

Actualmente se critica la propiedad intelectual debido a los abusos que observan, tales como la circunstancia de que grandes empresas compren patentes para impedir que compitan con sus productos. El estado y las organizaciones internacionales tendrían que velar para impedir esa práctica. Hay que garantizar el fair play, castigar el plagio y el espionaje industrial como graves delitos. No creo que nadie me pueda calificar de “estatista” porqué exijo esto. 

El mismo Hayek se refiere al lucro (profitabilty, en el original[9]) como orientador (signal) del esfuerzo productivo[10]. Me pregunto qué interés puede tener alguien en trabajar duramente, tal vez durante años, para no obtener ninguna recompensa material. En el fondo, lo que propone Hayek es la colectivización de la propiedad intelectual. La expropiación del trabajo de los innovadores es una propuesta muy poco liberal y sumamente socialista. El fruto de mi trabajo me pertenece y no puede, no debe ser colectivizado. 

¿Quién puede financiar la investigación y el estudio de años sino espera poder algún día recibir una contraprestación por la venta de una innovación? Pensemos en nuestra situación actual: en medio de la pandemia del coronavirus, me imagino que, si yo trabajo en la creación de una vacuna o de un medicamento, es evidente que quiero poder ganarme la vida con mi trabajo. 

Asimismo, si yo invierto en un proyecto innovador, confío -no puedo tener seguridad de que así será- en que mi inversión se amortizará algún día[11]. Esto es una mínima exigencia de justicia. 

Se equivoca Hayek cuando afirma que un invento es algo “más bien obvio”[12]. “Foreseen”, dice el original inglés, esto es, previsible, anticipable. Ni los inventos, ni el futuro son previsibles, anticipables o inevitables. El progreso también puede detenerse. Es raro que un liberal caiga en esta trampa, que, por lo demás, contradice sus propias tesis acerca del racionalismo. Los inventos, las creaciones, los descubrimientos y las nuevas tecnologías no surgen por ley natural, sino que son el resultado de la acción humana, que -como somos libres- es imprevisible e impredecible. No son algo “foreseen”, sino que son el producto del esfuerzo, del trabajo y la inversión. Además, hay muchos más cisnes negros de lo que podemos imaginar. 

No se puede esperar que todos los inventores, descubridores, músicos o creadores en general, sigan el buen ejemplo del físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen, descubridor de los rayos X y que renunció a “patentes y licencias en beneficio de la generalidad”. Röntgen había heredado una gran fortuna de su padre, tenía un buen sueldo y era un hombre que no necesitaba mucho: sólo sus experimentos, sus clases en la universidad y la caza. 

Donar su propio invento, creación o descubrimiento es elogiable; pero no puede ser más que una decisión personal. Totalmente respetable y encomiable, pero es una decisión a la que no se puede obligar a nadie. No se puede obligar a nadie a renunciar a sus derechos, tampoco a no renunciar a ellos. La existencia de las licencias creative commons son un buen ejemplo. Pero hago notar que, si una creación está licenciada de esa forma, tampoco puedes hacer con ella lo que quieras. De partida, no la puedes alterar, cambiar cosas o partes. Al contrario, la existencia de una licencia -aunque sea una donada “a la generalidad”- es una garantía del correcto funcionamiento de una innovación. Garantiza el respeto a la integridad de la propiedad intelectual.

¿Queremos progresar? ¿Tener una mejor calidad de vida? ¿Evitar la “fuga de cerebros” y de emprendedores? Entonces, respetemos el derecho a la propiedad intelectual y exijamos a los gobiernos y a las instituciones internacionales, su respeto. 

Pese a todo el respeto que me merece Hayek -y tal vez por esto mismo- creo que en esta materia, cometió un error muy grande y terminó defendiendo la colectivización de la propiedad, que puede considerarse como uno de los grandes “errores del socialismo”, precisamente el subtítulo del libro que comentamos. 

En suma, hay que garantizar la propiedad intelectual porque es expresión del derecho de propiedad. Es el fruto del trabajo de hombres y mujeres que tienen derecho a que su esfuerzo sea recompensado. Porque la inversión en investigación tiene que ser amortizada. Porque así se garantiza que se comercien sólo productos de la mejor calidad y no malas copias. Y se posibilita el comercio de las creaciones e invenciones. La historia nos revela que una invención sigue a la otra y aquí radica el inmenso aporte que la protección a la propiedad intelectual o inmaterial ha hecho al progreso.


[1] F. A. Hayek, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, 1990, páginas 75 y 76. El original inglés: The fatal conceit. The errors of socialism, 1988, páginas 36 y 37. 

[2] Para él, los intelectuales, eran socialistas adherentes al racionalismo extremo, como explica más adelante, en el capítulo La rebelión del instinto y la razón. O en el original inglés: The revolt of instinct and reason.

[3] Pág. 121

[4] Pág. 139. Págs. 81 y 82 (inglés). La traducción al castellano tergiversa gravemente las ideas de Hayek.

[5] Piraterie denominaban a este “robo” de sus invenciones.

[6] Aunque dicho sea de paso, Alemania era “la China de entonces”, ya que tampoco sus fabricantes respetaban derechos de propiedad intelectual extranjeros. De acuerdo a Schmoeckel/Maetschke, en su Rechtsgeschichte der Wirtschaft, pág. 131, de la piratería practicada en Alemania, se quejaban especialmente empresarios de Bélgica y de Gran Bretaña.

[7] Hochindustrialisierung.

[8] En el capítulo “La fatal arrogancia”, Hayek, citando a Popper, quien dice que “está en la actualidad surgiendo una nueva rama del análisis económico específicamente orientada al perfeccionamiento del tradicional derecho de propiedad”, llama a realizar una investigación histórica para estudiar “la mecánica según la cual el sistema llegó a tomar realidad” (pág. 121). Eso es lo que he hecho con la referencia a la historia económica de Alemania. Y el resultado contradice a Hayek. 

[9] Hubiera sido preferible no haber traducido profitability como lucro, que es una palabra controvertida y con una connotación negativa en el lenguaje popular. Si el traductor no deseaba usar el neologismo profitabilidad, podría haber traducido profitability simplemente como rentabilidad. 

[10] Cfr. página 90 (castellano) o página 46 (inglés).

[11] Las nuevas vacunas ARNm no son el fruto sólo de unos meses de trabajo. Biontech fue fundada el 2008 por tres investigadores que buscaban una terapia contra el cáncer, basada en el ARN mensajero. Aplicaron esta técnica al virus corona.

[12] Pág. 76 (castellano), pág. 37 (inglés).