Julia Ebner[1] es una joven austriaca de 28 años. Investigadora experta en extremismo, terrorismo e islamismo, residente en Londres.
A los 27, publicó su libro “The Rage””[2], esto es la rabia, que se convirtió en un bestseller en los países europeos en cuyos idiomas ha sido publicado[3]. Creo que porque quienes lo hemos leído, vemos en él, sintetizado y sistematizado, lo que nosotros mismos observamos a nuestro alrededor. Actualmente, Ebner es una de las más solicitadas expertas en terrorismo y extremismo.
La autora escribió las primeras líneas de su obra en una academia militar china, donde era la única mujer. En su trabajo de preparación del libro, Ebner se mezcló entre grupos de extrema derecha e islamistas. Realizando una investigación ad fontes, yendo a las fuentes. Participó en manifestaciones, en actos y entró undercover a sus chats cerrados[4].
Uno de sus artículos en The Guardian[5] le llevó a ser víctima de un inglés llamado Tommy Robinson que fue a “visitarla” a su oficina[6], filmó la visita, la subió a las páginas de su tendencia política de extrema derecha. A consecuencia de ello, la oficina donde trabajaba Ebner tuvo que mudarse, para evitar el peligro de ataques tras reiteradas amenazas.
Hoy en día, es notorio que entre los grupos de extrema derecha y los islamistas hay un parecido bastante grande. Sus miembros se comportan de manera similar, usan los mismos mecanismos de radicalización y de argumentación. E incluso, diría que, en aspectos culturales (situación de la mujer en la sociedad, familia, reproducción, negación del gender) no sólo son bastante parecidos, sino que son iguales. Las mismas barbaridades con respecto a estos temas son defendidas, con diferentes matices, por unos y por otros.
Julia Ebner nos hace ver que ambos extremismos, el de derecha y el islamista, se radicalizan recíprocamente[7]. El investigador británico Roger Eatwell[8] formuló en 2006, el término extremismo acumulativo y lo describió como “un fenómeno que se produce cuando una forma de extremismo político se moviliza contra otra forma de extremismo político”[9]. Ambas se alimentan y se aumentan o magnifican entre sí.
Mohammed Ilyas define el extremismo acumulativo como “un proceso a través del cual diferentes formas de” extremismo “interactúan y pueden potencialmente producir una espiral de violencia”[10]. Por su parte, el profesor de la Universidad de Kent, Matthew Goodwin[11] pone como ejemplo, las “organizaciones políticas de extrema derecha que se movilizan en respuesta a la amenaza percibida del extremismo islámico”[12]. Para mí, esto no es sólo una espiral de violencia, sino que una espiral de terrorismo.
Sí, ambos extremismos se condicionan recíprocamente. Más bien, se retroalimentan. No es nada el uno sin el otro. Sin el otro, el uno se queda sin enemigo, sin razón de ser, sin nadie a quien culpar de todos los males y sin nada que combatir. Para que exista un extremismo, tiene que existir el otro. Sus planteamientos y argumentos (pseudo argumentos) son iguales, sólo que relatados desde el otro lado. Donde unos dicen que los otros los quieren destruir, los otros dicen que es a ellos cuya destrucción pretenden. Los musulmanes desearían acabar con nuestra sociedad occidental; a su vez, los islamistas plantean que es a ellos a quienes desean exterminar.
Reaccionan de acuerdo a la máxima: lo que tú me haces a mí, yo te lo hago a ti[13]. Un atentado llama a otro atentado, del otro lado. A más mezquitas quemadas, más atentados en plazas, museos y discotecas. Es una grotesca inversión del imperativo “trata a los demás como quieres que te traten a tí”. Sí, tal vez, los extremistas de uno y otro lado se necesiten mutuamente para echar leña al fuego de su odio.
En ambos extremismos existe un claro paralelo entre la forma de ver el mundo y sus respectivas estrategias. Ambos se imaginan que habrá una guerra entre Occidente y el Islam, entre musulmanes y no musulmanes. Ambos tienen visiones apocalítpicas sobre el futuro: habrá una gran catástrofe, después de la cual, apretaremos en botón de reseat y surgirá una especie de mundo nuevo. Una “tierra nueva y un cielo nuevo”, dirían los milenaristas. Parece que la humanidad no aprende nunca: cuántas ilusiones sobre el paraísmo venidero han llevado a convertir una región entera en un infierno. Lo vemos actualmente en Siria o Irak y en el pasado, en la misma Europa durante el siglo 20.
Asimismo, ambos terrorismos se victimizan y niegan que sean extremistas. Se hacen pasar por víctima del otro grupo al que demonizan. Y por supuestos defensores de una supuesta cultura. Aunque la suya es más bien una incultura. Para que una relación de estas características sea ventajosa para ambos, la víctima tiene que presentar a un victimario y el victimario, a una víctima. Así, trabajan de la mano, en una ligazón de dependencia recíproca y enfermiza, de la cual, ambos obtienen ventaja.
Ambos extremismos tienen además, un enemigo en común: el establishment, tan odiado por jóvenes sin esperanza y con muchos problemas, reales o no. Los “perdedores” dentro de la sociedad siempre detestan y envidian a los que ellos consideran injustos triunfadores… A “los de arriba”. A quienes trabajan, se esfuerzan por llevar una vida de provecho, quienes no quieren más que vivir en paz en un sistema democrático liberal, estos son quienes primero reciben los ataques de los extremistas indignados de uno y de otro bando. A nosotros…
La rabia, la indignación, la ira son siempre malos consejeros y peores aliados. No conducen a ninguna parte, a lo más, a un callejón sin salida.
Lo que ellos llaman “el sistema”, la sociedad abierta[14], nuestro orden constitucional, nuestro estado de derecho. eso es lo que tanto detestan e intentan destruir. Justo lo que nosotros -los demócratas de todos los tiempos- queremos defender[15]. Nuestro orden fundamental de libertad y de democracia, el rayado de la cancha. A mi modo de ver, el elemento que ambos extremismos tienen en mayor medida en común es el odio, la rabia, la agresividad, la indignación. Vivimos, como se denomina uno de los capítulos del libro de Ebner, en “la edad de la rabia”.
Muchas veces, nosotros, permanecemos como espectadores de esta espiral de odio y de violencia. A ella se suman quienes deberían ser los sembradores de la paz y de la alegría, y no lo son. No podemos seguir siendo espectadores. Hay que ser valientes y tomar partido. Ya lo hace mucha gente. La que sale a la calle a protestar contra el odio y la violencia, contra el terrorismo y el extremismo. La que discute y hace frente a los populistas de todos los colores. La que enciende velas contra la xenofobia y ora por la paz y el entendimiento. La que habla de tolerancia y de amor, pero no de odio, ni de discriminación. La que se alegra de que los que ayer eran pobres, hoy salgan adelante y no siente envidia de quienes surgen y alcanzan un mayor bienestar social y económico.
Y la que escribe artículos, en que comenta libros sobre el tema…
[1] En Wikipedia: Julia Ebner
[2] “The Rage: The Vicious Circle of Islamist and Far-Right Extremism”, aparecido en Gran Bretaña el 2017.
[3] En inglés, alemán e italiano. “La Rabbia” y “Wut” son del 2018.
[4] Para escribir estas dos columnas, yo también entré a chats cerrados, esto es, sólo para miembros: El antisemitismo en el nuevo ateísmo en Alemania y mi relato distópico Ateísmo y antisemitismo
[6] Lo cuenta en las páginas finales (283 y siguientes) de su libro y en el artículo, también en The Guardian: Tommy Robinson’s cheerleaders are hypocrites, but his strategy is working Ver asimismo Extremists Storm Quilliam Office
[7] “Wut: was Islamisten und Rechtsextreme mit uns machen”, pág. 19
[8] Roger Eatwell, profesor emérito de la Universidad de Bath.
[13] Matthew Feldman, citado por Ebner, en la pág. 19 de su libro.