Que se vayan todos los de arriba

Luego de mis columnas de las dos últimas semanas la ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea y La polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan, me gustaría escribir una tercera refiriéndome a otras características comunes que existen entre la extrema derecha europea y la extrama izquierda latinoamericana.

Ambos extremos persiguen un objetivo común: el declive en la aprobación democrática. De la democracia, al menos como la conocemos en Occidente, como democracia liberal representativa. Democracias autoritarias, del tipo democracia popular cubana o norcoereana, o democracia guiada, controlada o disfrazada a la Putin o a la Lukashenko[1], o “democracia bolivariana”, creo que no merecen el nombre de democracia. 

Estas son simplemente actuales formas autoritarias de gobierno. Su autoritarismo se esconde tras el disfraz de la democracia, disfraz o simulación de la cual hoy nadie puede prescindir.

Los extremismos aseguran que ha habido un desmoronamiento de la democracia debido a la actitud de la clase política, de una especie de oligarquía, a la que se desprecia y se desea reemplazar por un gobierno de expertos o, en su caso, de tecnócratas o de ideólogos, que entenderían más de las necesidades del pueblo que los “detestables políticos”, a los que se desea reemplazar. 

Es un poco aquel grito argentino del “que se vayan todos”, que fue tan común hace algunos años. La verdad es que, en Argentina, algunos se fueron y otros se quedaron y se hicieron del poder que ya no pretenden abandonar.

Mutatis mutandi es la estrategia que presenciamos en Europa, tanto la de los “indignados”, como de la extrema derecha: el pueblo contra el Parlamento, contra el gobiernoo, contra “los de arriba”. Me recuerda mucho las diatribas del “nacionalismo chileno” contra “la fronda aristocrática”. 

Se alaba un supuesto “autogobierno”, que supone el rechazo al estado, rechazo tras el cual sobreviene la anarquía. Es el pensamiento, entre otros, de los llamados “libertarios”, pensamiento que se encuentra presente tanto en la extrema derecha, como en la extrema izquierda. 

Es la ilusión de la revolución permanente. Lo curioso es que algunos autodenominados líderes revolucionarios se ponen a la cabeza de la revolución, sin estar seguros de hacia donde va. Pero eso da lo mismo: lo importante es el caos permanente. No sin razón, una de las páginas de la extrema izquierda más importantes de internet, se llama precisamente “caos en la red”.

La representatividad democrática pretende ser reemplazada por el asambleísmo o por espúreas formas plebiscitarias. Muchas veces, por un plebiscito permanente que ellos manejan e influyen. En él, el pueblo puede confirmar, puede decir que sí a lo que plantean sus líderes o caudillos máximos. No hay discusión, ni debate, sólo un grupo pequeño indica el “camino correcto” al cual, la masa simpre dice que sí.

Los extremistas dicen ser los representantes del pueblo, obviamente se consideran representantes únicos. Dicen combatir a “los de arriba”, pero ellos mismos son los de arriba. El ejemplo del autoritario Trump poco y nada se diferencia en este punto de los Castro o de los Kirchner. 

Que se vayan todos los de arriba, grito de batalla del extremismo, tanto de derecha como de izquierda. En esto, la extrema izquierda y la extrema derecha son igualitas…. 


[1] Ver, sobre Bielorrusia, mi columna Lukaschenko y Venezuela y mi opinión de hace tiempo Hazte oir alaba a Lukaschenko