Lukaschenko y Venezuela

¿Qué tiene que ver lo que pasa en Bielorrusia con nosotros? Tiene bastante que ver con la Región latinoamericana. Las relaciones entre Latinoemérica y Bielorrusia han corrido tradicionalmente de la mano de Venezuela. El primer viaje de Alexander Lukaschenko o Lukaschenka[1] a Caracas tuvo lugar en aquel lejano 2007, donde los encabezados de los medios de propaganda anunciaban algo así como “petróleo por tractores” o “tractores por petróleo”, depende de la persperctiva. En aquel entonces, Lukaschenko llevaba trece años en el poder y Chávez, sólo nueve. Hoy, Lukaschenko sigue en el poder y a Chávez lo reemplazó su delfín Maduro.

El 2010, Lukaschenko invitó al Presidente venezolano a Bielorrusia. Seguí de cerca ese viaje, de la mano de Ria Novosti, la agencia estatal rusa antecesora de Russia Today que, en aquella época, era leída sólo por muy pocas personas, especialmente interesadas en el desarrollo de las ex-repúblicas soviéticas. En aquel entonces, muchos de nosotros, pensábamos, deseábamos, queríamos que esa región del mundo se desarrollara y lograra una verdadera estabilidad democrática, estado de derecho, etc.

En las fotos del viaje de 2010 a Bielorrusia, aparecían fotos de Chávez y Lukaschenko “acariciando” armas. Sí, parecía que les hacían cariño a las armas bielorrusas que el país eslavo vendía al caribeño. Incluso hay fotos de esa visita en que ambos aparecen dándose abrazos, una costumbre que, me imagino, no está dentro de las más propias de Lukaschenko; pero, todo sea por vender armas… Aparte de los acuerdos de compra de armamento, Venezuela vendió petróleo a Bielorrusia. 

La frase más emblemática de esa visita correspondió a Chávez, quien, en su pomposa retórica pasada de moda, expresó: “Tu triunfo, hermano Alexander, es nuestro triunfo”. El comandante Chávez se refería a las elecciones presidenciales en que Lukaschenko obviamente triunfó. ¿Cómo podía haber sido de otra forma? Tiranos y presidentes vitalicios tratan de legimitar su mandato siempre con elecciones en que eventuales competidores carecen de posibilidad alguna de ganar. Chávez agregó: “Este es un triunfo de la dignidad, de un pueblo heroico, del socialismo y de la libertad”. A los chilenos de hoy ¿les suena este tipo de frases? 

El 2012, Lukaschenko retribuyó la visita y vimos fotos de ambos presidentes en Caracas. Lukaschenko llevó a su hijo Nikolai, al que se ve tomado de la mano con Hugo Chávez. En segundo plano, se puede apreciar al tocayo del niño, a Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez. En aquella oportunidad, Lukaschenko presentó a su hijo con las siguientes palabras: “Este es mi hijo Kolja, a quien podré entregar el poder en 20 ó 25 años”. La presidencia parece ser no sólo vitalicia, sino hereditaria. Lukaschenko tiene otro hijo, producto de su primer matrimonio, Wiktor, a quien acaba de confiar la jefatura del Comité olímpico de Bielorrusia, entidad de gran significado político en ese país, donde el deporte es la continuación de la política por otros medios.

Cuando murió Chávez, el 2013, no fueron muchos los mandatarios que se apersonaron en Venezuela. Uno de los pocos que acudieron personalmente fue Lukaschenko. Los otros dos fueron el cubano Raúl Castro, y Mahmud Mahmud Ahmadineyad[2], entonces presidente de Irán quien besó el ataúd del difunto. Lukaschenko fue el primero en llegar a la Academia militar, donde se llevó a cabo el funeral del comandante Chávez. 

Célebre fue la alianza entre Venzuela y Bielorrusia contra Estados Unidos, cuyo presidente fue demonizado por Chávez, en la Asamblea General de las Naciones Unidas: “Ayer estuvo el diablo aquí y huele a azufre todavía”. En su primer viaje a Minsk, el 2006, Chávez anunció que había encontrado un amigo en Lukaschenko y que juntos formarían una “tropa para luchar” contra Estados Unidos. Agregó que, en la pelea contra el imperialismo, “debemos tener preparados nuestros sables”. Aunque yo no sé quién es aquí más imperialista… 

En su viaje de 2006, Chávez voló de Bielorrusia a Rusia y de ahí, a Irán, país interesado en desarrollar la energía atómica en Venezuela. Lo que no deja de ser curioso, porque Venezuela es un país que no sólo tiene petróleo, sino también mucho sol. Pero, ¿a quién le importa si se puede hacer negocios? En aquel viaje, Venezuela compró a Rusia aviones de combate SU30, helicópteros y Kalashnikov en abundancia. A diferencia de lo que ocurre hoy, Venezuela tenía todavía suficiente dinero como para salir de shopping. Hoy, se halla en la ruina y muchos nos preguntamos cómo uno de los países del mundo con más riquezas naturales puede haber fracasado de tal forma. Y no creo que nadie pueda seguir sosteniendo que todo es culpa de Estados Unidos. 

Chávez, Lukaschenko y Ahmadineyad fundaron lo que ellos mismos autodenominaron el “Eje del bien” o “eje de los buenos”, en contraposición a Estados Unidos que sería -según ellos- el eje del mal[3]. Hoy, la posición de Bielorrusia en el mundo ha sido opacada por la vecina Rusia. Con Putin al lado, a Lukaschenko le resultó imposible brillar[4]. Resulta más que problemático que los únicos países en felicitar al dictador sirio Assad por haber logrado nada menos que un 95% de los votos en las elecciones de esta semana fueron Rusia, China, Irán y… Venezuela, dominada por el sucesor  de Chávez[5].

El domingo pasado[6], el gobierno de Lukaschenko ordenó aterrizar en Minsk a un avión de Ryan Air que sobrevolaba Bielorrusia en un vuelo entre Atenas y Vilnius. Y como si esto fuera poco, le puso por “escolta” a un avión de caza bielorruso. El aterrizaje forzoso se logró usando el subterfugio de la existencia de una bomba a bordo. Bomba que, en realidad, no existía. 

Una vez que el avión aterrizó, lo de la bombra se rebeló como una gran mentira. Lo que intentaba Bielorrusia era detener al bloguer opositor Roman Protasevich que viajaba en el avión. Portasevich buscó asilo político en Polonia. y reside en Lituania, como tantos otros bielorrusos que han tenido que abandonar su país, refugiándose en los países vecinos pero libres, todos miembros de la Unión Europea. 

Tanto Protasevich como su polola -la ciudadana rusa Sofia Sapega- se hallan detenidos en una cárcel bielorrusa. Protasevich fue arrestado por primera vez a la edad de 17 años, por expresar ideas críticas con respceto al gobierno de Lukaschenko en V-Kontakt que es , por asi decirlo “el Facebook ruso”, fundado por los mismos hermanos que fundaron Telegram[7].

La concecuencia de la acción de la administración de Lukaschenko -que contó, al menos con la anuencia del régimen ruso- es que las líneas aéreas occidentales han suspendido no sólo los vuelos a Bielorrusia, sino que tampoco sobrevuelan su territorio. La Unión Europea considera que lo ocurrido equivale al secuestro de un avión por parte de un estado. Muchos de nosotros tememos que un aislamiento de Bielorrusia, lleve al país directamente a caer en los brazos de Putin. Y nos preguntamos si no es esto lo que Moscú planeó desde un principio. Después de todo, los rusos siguen estando entre los mejores ajedrecistas del mundo.

No sé si toda la gente está o es consciente de lo que le pasa en un país cuando se une al grupo del “eje de los buenos”. De los autodenominados buenos. En tal caso, en nombre de la dignidad, del socialismo y de una idea falsa de libertad, ese país se puede convertir, en forma lenta y paulatina, en un estado al estilo de Bielorrusia de Lukaschenko o de Venezuela actual. 


[1] Lukaschenko, en ruso y Lukaschenka, en bielorruso. Lukaschenko gobierna Bielorrusia desde 1994. Lleva 27 anos en el poder y planea dejar a alguno de sus dos hijos como presidente.  O a los dos. Claro que, si no se apura, el que se va a quedar con el poder en Bielorrusia, va a ser el mismo Putin.

[2] Ahmadineyad alcnazó a estar sólo ocho años en el poder, del 2005 al 2013.

[3] Cfr. Hugo Chávez – Sozialist des 21. Jahrhunderts

[4] Lukaschenko apoyó el putsch contra Yeltsin.

[5] Presidente Maduro felicita al presidente Al-Assad por su victoria en elecciones presidenciales

[6] 23 de mayo.

[7] Nikolai y Pawel Durow. Aprovecho de decir que la central de Telegram NUNCA ha estado en Berlín.

Chile, un día después… Utopía plus

Hoy, me encuentro en Instagram con el siguiente texto: “Con toda la fe en que hoy se comenzará a construir un Chile más justo, más solidario y humano. Un país que se preocupe de cuidar nuestra naturaleza, que promueva los hábitos saludables, que apoye el emprendimiento. Un país que se preocupe de nuestros adultos mayores y que ofrezca una educación de calidad para todas y todos, dando oportunidades a reales a todas las personas que quieran estudiar y trabajar con ganas y empeño para salir adelante. Y, por supuesto, un país que siga creciendo con fuerza, de manera sustentable y equilibrada”.

No sé si es sólo ingenuidad… Las palabras hacen referencia a la elección de miembros de la Convención Constituyente que tuvo lugar ayer. Lamentablemente, las ideas citadas no son una excepción y las cito, a modo de ejemplo, para ilustrar lo que muchas personas piensan, dicen y escriben. Gente de diversas tendencias políticas que parece que creen -es una cuestión de fe o, como dice el texto citado “con toda la fe”- que un texto constitucional arregla todas las cosas y hasta cambia la naturaleza humana. 

Lamento defraudarlos, un texto constitucional no es más que una ley. En la pirámide kelseniana[1] -lo que aprendimos la primera semana del primer semestre del primer año, en la universidad- la Constitución no es más que la ley que está más arriba, la ley que está sobre todas las demás leyes positivas. Pero no es nada más que eso: una ley. Es la ley fundamental; pero, al fin y al cabo, una ley. Y sabemos que “las leyes nada son sin las costumbres”[2]. O, como decía Böckenförde “el estado vive de acuerdo a requisitos previos que no puede garantizarse a sí mismo”.

Entre paréntesis, las leyes no siempre se cumplen. Si se cumplieran siempre, no habría tribunales de justicia, ni Carabineros, ni PDI, ni SII. Si la ley siempre se cumpliera, seriamos ángeles y no seres humanos. Y lo peor es que no tendríamos libertad. Los filósofos enseñan que nadie hace el mal como mal, sino que quienes hacen algo malo, lo hacen “bajo razón de bien”, esto es, pensando que hacen algo bueno. 

No entiendo cómo alguien puede suponer que un texto legal pueda promover “hábitos más saludables” en la población. ¿Acaso seremos más delgados, comeremos más fruta y ensalada y menos frituras gracias a la Constitución? ¿Haremos más deporte porque la Constitución lo ordena? No me gustaría vivir en una sociedad que me mandara hacer todo esto o algo similar. Sería una sociedad tipo Ayatola, en que la autoridad nos ordena hacer o no hacer tal cosa porque “es bueno para la sociedad”. Perdonen, pero yo prefiero decidir por mí cuenta lo qué considero mejor para mí.

En el colegio, tuve un profesor de ciencias sociales que sostenía que las personas no deberíamos tener más que dos mudas de ropa y no más: una en uso y otra lavándose. Era un profesor muy imbuído de la ideología marxista. Yo era una de sus mejores alumnas y por eso, él soportaba que yo lo contradijera, además, no le quedaba otra que aguantar que yo pensara por mi cuenta. No crecí en la Unión Soviética, ni en Cuba, ni en Norceorea[3], ni en Venezuela bajo el chavismo[4].

Mi profesor también quería que fuéramos felices, aunque sinceramente, él no parecía nunca muy feliz. Era sumamente sarcástico, el sarcasmo es un veneno para el alma. Él también quería que tuviéramos “una educación de calidad para todas y todos” y, en consecuencia, pasaba bien la materia. No creo que nadie no pueda desear que todos los niños y las niñas tengan una educación buena. Y también, que sean bien educados. La educación es conditio sine que non de la igualdad de oportunidades. 

“Hoy se comenzará a construir un país … que se preocupe de nuestros adultos mayores”, fantástico, le voy a decir a mi mamá que, a partir de hoy, todo “el país” se preocupará de ella. Todos los abuelos y las abuelas serán, a partir de hoy, felices. En la Constitución norteamericana que es de 1787, entró en rigor en 1789 y sigue aún vigente, se habla del pursuit of happiness, de la búsqueda de la felicidad, debe ser por ahí donde va el discurso del amigo de Instagram. 

De alguna forma, parece que mucha gente piensa que hay una nueva constitución y zaz! va a cambiar la naturaleza humana. Seremos todos los nuevos hombres y las nuevas mujeres con que soñaban los ingenuos de la década del 70 en Latinoamérica y de 1930 en Europa. Un cielo nuevo y una tierra nueva, algo de religioso hay en toda esta fe milenarista en una nueva constitución. Como siempre, “en la antesala del infierno está esperando la utopía”[5]

El autor desea que el “país que siga creciendo con fuerza, de manera sustentable y equilibrada”, tengo que decirles que Chile sólo seguirá creciendo (desde que comenzó la violencia, el país frenó su crecimiento, que se terminó de desplomar durante la pandemia) si la nueva constitución garantiza lo que en el derecho alemán se llama la “constitución económica”. 

Esto es, las normas constitucionales que protegen la propiedad privada y garantizan la libre iniciativa y la libertad de trabajo de ciudadanos y ciudadanas, de acuerdo a los principios de la economía social de mercado, de la época de Ludwig Erhard, que condujo al milagro alemán. En todo caso, diría que de milagro, hubo poco; pero sí mucho de libertad económica, de propiedad privada y de política de austeridad financiera. La autonomía del Banco Central debería también estar incluida en toda buena constitución.

Sí, todos y todas deberíamos gozar de igualdad de oportunidades, de “oportunidades reales” para “todas las personas que quieran estudiar y trabajar con ganas y empeño para salir adelante”. Y aquí estamos frente a otro problema: ojalá que los constituyentes logren formular un texto que verdaderamente garantice que quienes trabajan duro y bien, puedan salir adelante. Ojalá que no se imponga la línea de constitución “bolivariana” -propia de una “república popular”- en que la gente, no puede salir adelante, sino tan sólo quiere salir del país. 


[1] Teoría pura del Derecho, Hans Kelsen. El libro tiene infinidad de ediciones en todo el mundo y en todos los idiomas.

[2] La frase es de Diego Portales.

[3] Aunque mi familia tuvo bastante relación con Corea del Norte, ver mi columna A 105 años del nacimiento de Kim Il Sung

[4] Acerca de Venezuela, escribí una columna titulada Ocho mentiras sobre Venezuela 

[5] La frase no es mía, es una forma de explicación basada en una obra de Dostoiewski, que aún no he leído.

La ilógica del what about o ¿En qué no se parecen Alexei Navalny y George Floyd?

De vez en cuando, con menor o mayor fuerza, los países occidentales protestan formalmente frente al comportamiento de Rusia o de China con respecto a los derechos humanos o derechos fundamentales de la persona humana. Por ejemplo, últimamente frente al envenenamiento de Alexei Navalny en Rusia o a los ataques a la minoría de los uigures[1] por razones étnicas y culturales en la República Popular China.

En tales casos, el Kremlin se defiende con frases como las de la vocera del gobierno ruso Maria Sajarova “es hora de que los EE.UU. abandonen el tono del mentor y se miren en el espejo”. O, como dice el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia: “EEUU tiene acumulados problemas sistémicos de derechos humanos, como la discriminación racial, étnica y religiosa, la brutalidad policial, el prejuicio de la justicia norteamericana, con cárceles abarrotadas y el uso incontrolado de armas de fuego, para mencionar sólo algunos de ellos”. Y más adelante: “EEEUU sufre de hipocresía y tiene que mejorar su enfoque de los derechos humanos e investigar  a fondo el asesinato de George Floyd”. 

En este último punto, cuando se refiere a Floyd, Moscú tiene razón. La cuestión es si la pregunta es sincera o sólo pretende evadir el problema de la persecusión de sus propios nacionales, dentro y fuera de Rusia (en Londres o en Berlín, por ej.). Es cierto que la muerte de George Floyd es absolutamente lamentable y que el comportamiendo del policía Derek Chauvin es totalmente condenable. Es verdad que en Estados Unidos y en muchas otras naciones occidentales, existe un racismo altamente deplorable, que es crecientemente repudiado por la mayoría de su población. Muchos de nosotros, estamos 100% comprometidos en la lucha contra el racismo[2].

Asimismo, hay que reconocer que, un tribunal de Minneapolis (en Minnesota), acaba de declarar culpable al ex-policía Chauvin de la muerte de George Floyd. Esto es muy diferente de lo que ocurre en Rusia, donde nadie es investigado, ni será condenado por el envenemamiento y persecusión de Alexei Navalny, ni por el asesinato de Boris Nemzow el 2015 o el de Anna Politkowskaja el 2006, para solo mencionar los más prominentes ocurridos dentro de Rusia bajo el régimen de Putin[3].

En entrevista en The Guardian del fin de semana pasado, Kasparov hace ver que “Las cosas se han puesto tan mal en Rusia, que no estoy seguro de si preferiría vivir bajo Putin o bajo el comunismo soviético en los años setenta y principios de los ochenta” y, más adelante, explica que hoy el régimen “es más agresivo y más peligroso que el politburo soviético”[4]. Duras palabras del gran ajedrecista y ex-campeón del mundo.

Hace algún tiempo, el abogado penalista Heinrich Schmitz publicó un elogiable artículo sobre el tema, titulado “¿Le puedo hacer una pregunta?”[5]. Explica que, durante la Guerra fría, “siempre que se expresaba una crítica a la conducta soviética, en vez de referirse a la situación criticada, los soviéticos formulaban una contra-crítica referida a algún problema existente en los EEUU”[6]. Es lo que se llama la lógica del what about o simplemente whataboutismo[7]

La Unión Soviética recurría frecuentemente al whataboutismo, “una variante de la falacia lógica tu quoque[8] que intenta desacreditar la posición de un oponente acusándolo de hipocresía sin refutar o negar directamente su argumento”[9]. O, como señaló Garri Kasparov, este “término fue acuñado para describir una desviación retórica por parte de los apologistas y dictadores soviéticos, quienes contrarrestaban los cargos de su opresión, las masacres, los gulags y las deportaciones de pueblos en la Unión Soviética invocando la esclavitud en los Estados Unidos, el racismo, los linchamientos, etc.”[10].

El whataboutismo “reemplaza el pensamiento sobre un tema y evita referirse al tema de discusión original. En realidad, se aparta o desvía de tema que se quiere tratar”[11]. Es difícil sino virtualmente imposible debatir, discutir o dialogar si tu interlocutor/a te está permamentemente preguntando, “y qué me dices de esto otro”. Schmitz llama a esta retórica, retórica de jardín infantil[12]. Yo diría que es “sacarse el bulto de encima”, cambiar de tema y, en definitiva, descalificar al interlocutor. 

Es indudable que hay una gran diferencia entre el racismo norteamericano y uno o más envenenamientos o asesinatos de periodistas o de disidentes ordenado desde muy alto en el gobierno y desde muy profundo dentro del estado[13]. Es cierto que el racismo occidental igualmente asesina, pero sus agentes -el policía de Minneapolis- no es protegido por el estado: su acto no es “tapado” e ignorado, ni menos aún es justificado. Muy por el contrario, Chauvin es condenado por las mismas instituciones estadounidenses, por un tribunal ordinario, por un jurado integrado por la población de la ciudad. A esto, yo lo llamo simplemente estado de derecho, rule of law, institucionalidad, respeto a los derechos de las personas.

Sí, hay una diferencia inmesa entre el caso de Alexei Navalny y el caso de George Floyd. Esa diferencia es pública y notoria, y tiene una relación directa con la actitud del estado y de la sociedad civil frente a la injusticia, al asesinato, un acto criminal que no queda impune.

Mis palabras de 2014: “Nosotros en Occidente, en el mundo libre, tenemos la posibilidad de criticar lo que está mal. Nunca pretendemos que todo está bien y es color de rosa. No nos ponemos los anteojos rosados cuando miramos a nuestro alrededor; como hacen -por sistema y por decreto- los partidarios de un régimen autoritario. Nuestra fuerza procede de nuestra autocrítica que -obviamente- es la única forma de mejorar”[14]


[1] En Wikipedia, sobre los Campos de detención chinos

[2] El tag racismo en este blog.

[3] Para no mencionar el reciente asesinato en el Tiergarten de Berlín, ni el envenenamiento de Skripal en el Reino Unido.

[4] Garry Kasparov: ‘Why become a martyr? I can do much more outside Russia’

[5] Darf ich Ihnen dazu eine Frage stellen!

[6] La retórica infantil del what about

[7] No olvidemos que Putin, como oficial de la KGB experto desinformación, trabajaba precisamente en ello. 

[8] Tú también, en latín.

[9] Whataboutism en Wikipedia.

[10] Whataboutism en Wikipedia. Tengo que reconocer que cambié un poco la redacción, de manera que la cita no es 100% textual. Pese a ello, la dejo con comillas, ya que la frase es de Wikipedia.

[11] La retórica infantil del what about

[12] La retórica infantil del what about

[13] Para mí el término turco del deep state cobra cada día más fuerza en ciertos estados.

[14] La retórica infantil del what about