El atentado en Rusia

Tras el atentado en Rusia, surge una pregunta tras otra. En un cuarto de hora, cuatro terroristas lograron asesinar a 133 ó 137 personas (mass shooting) y colocaron en el edificio bombas incendiarias, de manera que se quemó por completo. Huyeron en un Renault Clio (!) a 300-400 kms de distancia, llevando consigo todas sus armas[1]. No cambiaron de vehículo… Además tuvieron tiempo de publicar videos y de anunciar al mundo que habían sido ellos.

La policía moscovita -que tiene un cuartel muy cerca del complejo Crocus City Hall- tardó una hora en llegar al lugar. No sé cuánto se demoraron los bomberos, pero el fuego fue apagado recién a las 7 de la mañana del día siguiente. El inmueble se quemó por completo. Había sido construido entre 1999 y 2000. Le pertenece a un oligarca aserbayano llamado Aras Agalarov, que aparece en varias fotos con Medvedev, Putin y Trump, al que visitó alguna vez en Estados Unidos, entre otros lugares en Las Vegas.

Incluso, Agalarov había planeado construir un Trump Tower en Moscú. En 2016, después de ganar la elección presidencial, Trump envió a Emin Agalarovuna, hijo del oligarca, una  nota[2] (y quién sabe qué más) en que decía “yo no me olvido de mis amigos”. Cómo ustedes pueden apreciar, a Trump no le importa tener contacto con musulmanes cuando se trata de oligarcas que lo ayudan a ganar elecciones y dinero[3].

Según Forbes, Aras Agalarov es el 51° hombre más rico de Rusia. Lo que contrasta con su vida anterior a la Glasnost y a la Perestroika. Nació en Baku en 1955 y fue un convencido comunista o al menos se hizo pasar por tal, porque en esa época convenía serlo, para poder lograr poder e influencia y así tener una vida holgada a costa de los demás que, con razón podemos llamar oprimidos por el sistema, personas que tenían que trabajar para mantener a los opresores, que eran los miembros del partido. En la ex-URSS hay una innegable continuidad entre haber sido miembro del Partido comunista y ser oligarca.

Reconozco que fui de las que, en un primer momento, pensé en la posibilidad de una acción bajo una bandera falsa, como otras tantas que han ocurrido en Rusia. Por ejemplo aquellas que llevaron a justificar la guerra de exterminio y aniquilación de Chechenia: aquella que condujo a que Grosny se viera como ahora se ven Mariupol, Bajmut o Avdivka después de los ataques rusos o Varsovia después de los ataques nazis. Experiencia hay en hacer explotar un edificio y causar la muerte de cientos de personas para culpar a otros y así atacarlos. En países donde la vida humana poco vale, no es raro actuar así.

El problema es que, en un régimen donde no hay claridad, ni transparencia, surgen las conjeturas basadas en indicios o en suposiciones. Y esto ocurre en Rusia, donde al día siguiente del atentado (que fue en la noche, alrededor de las 8 PM), Putin lo primero que aseguró fue que habían sido los ucranianos.

Para mala suerte de Putin, el llamado Estado islámico de la provincia de Khorasan anunció que ellos habían sido. Tendemos a identificar al Islamic State con el movimiento terrorífico en Siria e Irak. Pero este grupo de la provincia Khorasan es distinto, y está más bien centrado en Afganistán, Samarkand, Uzbekistán y las costas del Mar Caspio. Es un grupo que firma IS pero está centrado en Asia Central.

Asimismo, entre el 7 y el 9 de marzo, servicios de seguridad de EEUU, Gran Bretaña e incluso de Alemania (país tradicionalmente amigo de Rusia, ya desde la época del Tratado de Rapallo) habían advertido al gobierno ruso de posibles atentados islámicos a lo que Putin -en su habitual paranoia- respondió que era un intento de desestabilizar su gobierno o incluso de “extorsionarlo”.

Los terroristas de Islamic State – Khorasan Province tienen sangre en el ojo frente a Rusia, país al que culpan de haber combatido a los musulmanes en Afganistán y de haber colaborado con los EEUU y Occidente para acabar con el Califato del IS (esto es de Siria e Irak). Además, odian a Irán, país que se ha convertido en el mejor aliado de Rusia, junto con Corea del Norte.

Para Putin, la situación es complicada, ya que hace algunas décadas (Putin lleva 25 años en el poder[4]), los oligarcas fueron obligados a jurar no inmiscuirse en política a cambio de seguridad para seguir ganando sus billones y trillones en Rusia y en el mundo (donde los acepten, que es cada vez en menos países)[5]. Atentados como este a inmuebles de hombres poderosos es algo que rompe el acuerdo tácito entre la oligarquía y el gobierno de Putin, cuyo poder se basa en tres pilares: 1) en los servicios secretos 2) en el ejército y 3) en la pasividad de la población, incluyendo la de los oligarcas.


[1] Ha habido rumores acerca de un número mayor de terroristas. Pero creo que más de cuatro no caben en un Clio.

[2] En enero de 2017.

[3] Ver mi columna Muslim Ban y hechos alternativos

[4] En 2022, escribí Putin lleva 23 años en el poder

[5] Miren no más lo que le pasó a Jodorkovski, por no aceptar este acuerdo tácito.

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