Las teorías de la conspiración surgen y se desarrollan en los extremos políticos

Esta semana, me gustaría compartir con uds. los resultados de un estudio[1] de la Universidad de Mainz acerca de un tema muy actual: las llamadas teoría de la conspiración. Su principal conclusión es que las conspiranoias florecen en los extremos del espectro político, esto es, entre los partidarios de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Lo que no es una gran novedad para nadie que observe la realidad política mundial. Y en un mundo globalizado, la realidad mundial tiene gran influencia en la realidad política nacional.

Teorías de la conspiración han existido siempre en la historia; pero tal vez, hoy las miramos a través de un lente de aumento, debido a su influencia frente al tema de la pandemia del coronavirus, en torno al cual, han surgido las ideas más descabelladas, como también en relación con el tema vacuna contra el covid. Puedo decir, sin temor a exagerar, que hoy sufrimos no sólo una pandemia de SARS-CoV-2, sino también de conspiranoia.

El estudio en comento señala que “las teorías de la conspiración pueden ser definidas como la creencia de que un grupo de actores se confabulan en secreto para alcanzar un objetivo malévolo”. Tales teorías “son comunes en todas las épocas, culturas y poblaciones”[2].

Aunque el estudio emplea el término tradicional “teoría de la conspiración” (conspiracy theory) hoy en día, se prefiere emplear los conceptos más apropiados de mito o ideología de conspiración. Ello, debido a que una teoría es un concepto científico, es un sistema de afirmaciones con base científica que explica la realidad y las leyes que la rigen y hace pronósticos sobre lo que ocurrirá en el futuro. Por el contrario, un mito conspirativo no explica la realidad sino que apela a una creencia que yo calificaría como supersticiosa. Pocas cosas hay más alejadas de la realidad que una ideología conspirativa.

La conclusión más importante y más comentada de Conspiracy mentality and political orientation across 26 countries es que “las personas en ambos extremos políticos respaldan las teorías de la conspiración con más fuerza que las personas en el centro político”[3]. En otras palabras, la gente que más cree en mitos conspiranoicos se halla tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. ¿Le puede extrañar esto a alguien?

El estudio se refiere a una “función en forma de U en todo el espectro político”[4]. Esto quiere decir que, si la barra vertical de un gráfico representa la conspiranoia y la horizontal, la corriente política, de izquierda a derecha, la línea formada de acuerdo a la función matemática tiene forma de una letra U[5].

En este sentido, “los movimientos políticos extremos tanto de izquierda como de derecha comparten un conjunto de características comunes, que incluye una tendencia pronunciada a desconfiar y rechazar grupos e ideas que difieren de los suyos”[6]. Es lo que tradicionalmente llamamos sectarismo.

Luego viene una explicación magistral que deja muy claro cuál es el comportamiento que sigue a una ideología conspiranoica: “Los extremos de izquierda y derecha comparten una visión del mundo que se centra en la demonización maniquea de los grupos ideológicos externos, los que se representan no solo como incorrectos sino también como inmorales y peligrosos”[7]. El maniqueísmo es una vieja doctrina de la Antigüedad, según la cual, el universo está regido por dos principios: uno bueno y otro malo. Fue fundada por el persa Mani en el siglo III. Fuertemente influida por la gnosis.

De acuerdo a los maniqueos de antaño y de hoy día, el mundo se divide entre buenos y malos, o deberíamos decir entre los completamente buenos y los completamente malos. Evidentemente que los maniqueos siempre pensaron que ellos eran los buenos. Al igual que hoy, los conspiranoicos creen religiosamente que ellos se hallan del lado del bien y todos los demás, nos encontramos en el sector equivocado.

“Las teorías de la conspiración representan a los grupos externos como malvados y están asociadas a puntos de vista maniqueos de la historia, entendida como una lucha entre las fuerzas del bien y del mal que compiten por el control de la sociedad”[8]. Pienso en Carl Schmitt y en sus ideas sobre el enemigo. El 2017, escribía acerca de una “mentalidad arcaica que divide a las personas entre amigos y enemigos, una mentalidad que se extiende por todo el pensamiento schmittiano, y ha traído y sigue trayendo, grandes males a las relaciones internacionales, a la política interna de un país o de una región del mundo. Y, me atrevería a decir, que también a las relaciones interpersonales”[9]. Con Jutta Burggraf pienso que las cosas no son ni blancas, ni negras, sino más bien grises, como los burros.

En cuanto a la relación conspiración-autoritarismo, el estudio concluye lo siguiente: “Se presenta una especie de simetría del autoritarismo, ya que se observan puntos de vista autoritarios en los que no se tolera la disidencia tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Ambas posiciones extremas muestran una afinidad con la creencia en las soluciones simples, que también están asociadas con creencias conspirativas. Esta explicación de la cosmovisión sugiere que la relación curvilínea en la que la mentalidad de conspiración se asocia con la ideología política extrema (de izquierda o de derecha) es más o menos universal en todos los contextos nacionales. De hecho, a lo largo del tiempo y de las culturas, las teorías de la conspiración son comunes en el discurso de los grupos marginales extremistas independientes de la ideología (extrema izquierda, extrema derecha, fundamentalismo religioso y anti-tecnología)”[10].

El autoritarismo está presente tanto en la extrema izquierda como en la extrema derecha. A esto se denomina simetría del autoritarismo. El autoritarismo y las soluciones simples a cuestiones difíciles se presuponen mutuamente y están íntimamente relacionadas con las ideologías de la conspiración. Es interesante que el estudio mencione cuatro tipos de conspiranoias: las de los extremos políticos a las que me refiero en esta columna, la del fundamentalismo religioso[11] y la de las personas que rechazan la tecnología moderna.

Mientras menos social y menos igualitaria, mientras más autoritaria y más populista, la extrema derecha será más conspiranoica. La extrema izquierda, mientras más social, ecológica y liberal, será menos conspiranoica. Sin embargo, mientras más autoritaria y populista sea la extrema izquierda, más conspiranoica[12]. A mi modo de ver, la ultra izquierda latinoamericana y gran parte de la sudeuropea cae dentro de estas últimas coordenadas.

Asimismo, el populismo y las creencias conspirativas van de la mano, ya que “las teorías de la conspiración están intrínsecamente relacionadas con la retórica de los líderes políticos populistas que, a su vez, explotan en su favor las teorías de la conspiración por motivos estratégicos”[13]. En otras palabras, los caudillos populistas utilizan los mitos de conspiración para ganar votos. Incentivan y promueven este tipo de pensamiento en favor de sus propios intereses políticos. No sé por qué pienso en Orbán, Trump, Putin, Maduro, Lukaschenka[14], Bolsonaro o en Kim Jong Un.

Un factor que lleva a creer en una teoría de la conspiración es “creer en otra teoría de la conspiración”[15]. Esto es lo que  el estudio denomina “mentalidad de conspiración” (conspiracy mentality o conspiracy mindset[16]). Hay personas que muestran una predisposición a explicarlo todo recurriendo a una conspiración. Me parece que los mitos conspiranoicos van agarrándose unos a otros, formando una especie de cadena de la conspiración lamentablemente muy difícil de romper. La gente se va metiendo en un laberinto conspiranoico del que no puede salir. Es curioso, pero, en nuestra sociedad, hay demasiada gente que no cree en Dios; pero que cree en cualquier cosa.

“Aunque, en general, la mentalidad de conspiración es una disposición relativamente estable, los eventos políticos y la retórica de las élites políticas pueden impulsar el respaldo de tales visiones del mundo y afectar el curso o la dirección de las creencias conspirativas”[17]. A propósito de élites, cuando la conspiración se dirige en contra de la élite, contra “los de arriba”, la “retórica anti-élite permanece incólume incluso cuando los propios adherentes al mito anti élite personifican ellos mismos esa misma élite[18]. Trump es el mejor ejemplo reciente de ello. Al igual que los gobiernos marxistas del antiguo socialismo real.

De acuerdo al estudio, se “observa un mayor apoyo a la mentalidad de conspiración entre los votantes de los partidos de oposición (esto es, entre aquellos privados de control político)”[19], cuando “el partido político propio queda excluido del gobierno”[20]. De manera que existe otra razón, independiente del contenido de la cosmovisión conspiranoica, para adherir a una ideología conspirativa y es la reacción a la falta de control político”[21], consecuencia de ser partidario de un partido opositor.

“La privación del control político puede ser el resultado de haber perdido una o más elecciones, de modo que los valores políticos propios no estén representados por los partidos en el gobierno”[22]. Por otra parte, “si las personas se sienten excluidas del poder, están más motivadas a respaldar creencias que deslegitiman a las autoridades en ejercicio como también los resultados del proceso político. (…) los adherentes a los partidos extremos pueden respaldar las teorías de la conspiración, por no estar representadas en las decisiones gubernamentales”[23].

Pero también hay otra explicación posible: los extremos políticos y sus ideologías basadas en mitos de conspiración son poco atractivos para la mayoría de la población que, normalmente se halla en el centro político. Por lo general, la mayoría de la gente de un país medianamente desarrollado es lo suficientemente cuerda como para no caer en trampas conspiranoicas[24]. Sin embargo, el comportamiento contrario, también es posible: “la creencia de los ciudadanos en las teorías de la conspiración determina el comportamiento y las intenciones de voto y la acción política”[25]. Y bien puede llevarlos a votar por partidos extremos.

Así pues “aquellos individuos atraídos por las teorías de la conspiración también tendrán una tendencia a votar por partidos que pierden las elecciones”[26]. No queda claro cuál es la causa y cuál es el efecto o si ambas circunstancias se retroalimentan, que es lo que me parece más probable. En este mismo sentido, el estudio hace ver que existe una mentalidad de conspiración aún mayor en los extremos políticos, independiente de si está en la oposición o del nivel de educación[27].

Por último, el estudio de la Universidad de Mainz reconoce que, “aunque no ha sido el enfoque de la presente investigación, nuestros datos también apoyan la existencia de una mentalidad de conspiración mayor entre las personas con menor nivel de educación. La baja educación formal se asocia con la creencia en soluciones simples, así como con un sentimiento de carecer de control[28], lo que impulsa la tendencia a creer en teorías de conspiración”[29].

Seguiremos comentando el estudio aquí: El maniqueísmo en los extremos políticos y ¿Qué es el continuo político? y tal vez, aquí.


[1] Strictu sensu, son dos estudios y un análisis; pero voy a hablar de un estudio.

[2] Conspiracy mentality and political orientation across 26 countries, pág. 1.

[3] Conspiracy…, págs. 1 y 2. En adelante, citaré sólo la página.

[4] U-shaped function y a U-shaped relation es mencionado varias veces, en las páginas 2, 4, 5, 6, y 9.

[5] En una columna anterior, El extremismo en la teoría de la herradura o de la U, me referí al tema, relacionando la extrema derecha con el extremismo islámico.

[6] Pág. 2.

[7] pág. 2.

[8] pág. 2.

[9] El Nuevo Orden según Carl Schmitt

[10] pág. 2.

[11] Invito a leer mi distopía La ley que prohíbe la religión

[12] Cfr. pág. 6.

[13] pág. 1.

[14] Invito a leer mi columna Lukaschenko y Venezuela

[15] pág. 1.

[16] pág. 1.

[17] pág. 8.

[18] Cfr. pág. 9.

[19] pág. 1.

[20] pág. 3.

[21] pág. 2.

[22] pág. 2.

[23] pág. 2.

[24] “La privación de control político hace pensar que la relación entre la orientación política extrema y la mentalidad de conspiración podría surgir porque las personas con opiniones políticas más extremas se encuentran representadas con menos frecuencia en el gobierno”, pág. 4.

[25] pág. 1.

[26] Conspiracy mentality around the globe tends to be particularly pronounced on the political fringes

[27] Cfr. pág. 5.

[28] Esa gente que te dice que es sólo “carne de cañón”, en política.

[29] pág. 8.

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