La inconsecuencia argentina

Esta mañana, leí un artículo de un think tank o de alguna organización gubernamental argentina, o tal vez de ambos, en que los autores sostenían que Gran Bretaña haría un doble juego: por una parte en Ucrania, por otra parte en las Falklands o Malvinas. El artículo hablaba de las Malvinas. Yo prefiero usar los dos nombres, creo que hacerlo es más acorde con la realidad.

De acuerdo a la libre determinación de los pueblos, el autor criticaba a Gran Bretaña por haber rechazado el referéndum que se realizó en Ucrania, para decidir si cierto territorio se quedaba en Ucrania o podía ser anexionado por Rusia. No sé si se referiría al de Crimea o a los más recientes de los Oblast ocupados por los rusos y que se realizaron en medio de una situación de guerra intensa. El autor no lo especifica, tal vez ni siquiera sabe que hubo dos.

No entiendo la lógica o la ilógica de la argumentación. En las Islas Falklands o Malvinas se realizó en 1986 (la guerra fue en 1982) un referéndum en el que la alternativa de continuar perteneciendo a Gran Bretaña ganó no por un 100%[1], pero sí por una cifra cercana al 100%. Supongo que, por no parecer post soviéticos, alguien habrá votado en blanco o tal vez algún pingüino se coló en una urna y nadie se dió cuenta[2]. Aparte del referéndum de 1986, se efectuó otro el año 2013, en que “el 99,8% votó a favor de seguir siendo territorio británico, con sólo tres votos en contra”[3].

Parece que lo que quiere decir el autor del artículo en comento es que, si Gran Bretaña había sometido a un referéndum la cuestión de las Malvinas, de igual manera debería dar la razón a Rusia y aplaudir la celebración de sendos referendos en territorios ocupados. No se da cuenta el autor que los referendos rusos fueron sólo una farsa: falsos referendos sin más que una alternativa, en una situación de guerra, sin registros electorales y con una pistola en la nuca.

No se puede comparar los referendos realizados en las Islas Malvinas o Falklands con los falsos referendos que supuestamente realizó Rusia en las regiones ocupadas militarmente en Ucrania. Por lo demás, el referendo realizado en Crimea fue inmediatamente condenado (2014) por la Asamblea General de las Naciones Unidas, por una amplia mayoría[4]. Lamentablemente Argentina fue uno de los pocos países que se abstuvo en la votación[5].

Pienso que los dos referendos realizados en las Malvinas reflejan, recogen, respetan… no sé cómo llamarlo… el principio de la libre determinación de los pueblos, ya que se efectuó una votación en que, por decirlo de alguna manera, ganó Gran Bretaña. No se me ocurre cómo pueda haber más determinación de los pueblos que mediante un referéndum efectuado de manera libre e informada, sin una pistola en la sien o en la nuca (a la antigua usanza soviética), como ha ocurrido en los territorios de Ucrania ocupados por los rusos.

Pero claro, Argentina pretende contar con el apoyo de Rusia -y aparentemente también de China- al menos de palabra, en lo relativo a su exigencia territorial sobre las Islas. Y, en consecuencia, tiene que rendirle tributo a sus patrocinadores. El gobierno de ultraizquierda de Argentina (pese a que el peronismo es, en sí un movimiento fascista; pero la ultraizquierda y la ultraderecha poco y nada se diferencian[6]) tendría que comprender cuanto antes que con esta actitud rastrera no van a lograr nada, al menos nada bueno.

No sé si el gobierno argentino no se da cuenta que se está convirtiendo en una simple pelota en el juego de dos potencias -una regional y otra menos regional-. A las “potencias” no les interesa en lo más mínimo ni la soberanía argentina, ni su soberanía sobre las Malvinas. Lo único en lo que tienen fija su mirada es en bases navales, militares o de otra índole en territorio argentino y si a este territorio se les puede sumar islas al fin del mundo, tanto mejor. Esto, aparte de la pesca y la explotación de gas y de petróleo en forma exclusiva en torno a las islas, en forma de concesiones, por ejemplo.

No es inconsecuencia por parte de Gran Bretaña rechazar los falsos referendos efectuados por los rusos en Ucrania y haber aceptado el organizado por ellos mismos (cómo podía ser de otra forma, si ejercen soberanía y administran las islas desde hace casi dos siglos) en las Falklands o Malvinas. La inconsecuencia sería rechazar el de las Malvinas y aceptar los fraudulentos plebiscitos rusos en las provincias ucranianas, cuyo único objetivo era dar la apariencia de legitimidad a una guerra de agresión, a la invasión a un país y a la anexión de su territorio. Esto sí que sería una abierta contradicción al principio de autodeterminación de los pueblos.

La inconsecuencia es del gobierno argentino que se abstuvo de condenar el plebiscito fraudulento de Crimea y Sebastopol y que cifra sus esperanzas en las diatribas bélicas de Putin y de Medvedev y recientemente cree contar con el apoyo chino[7]. Son simplemente diatribas y nada más. A la hora de los quiubos, los aprendices de imperialistas (hoy se habla de neo-imperialismo) no van a mover un dedo por Argentina. Cuando antes lo entienda el gobierno de Buenos Aires, tanto mejor para ellos mismos.


[1] La alternativa British sovereignty obtuvo 96,45%, esto es 869 votos. La alternativa Independence obtuvo 1,66% con 15 votos. Argentine sovereignty 0,33% con 3 votos. United Nations Trust Territory 0,33%        con 3 votos. Otros 1,22% con 11 votos. Invalid/blank 11 votos. Votaron 911 personas, de 1.033 registrados. Los resultados están en Wikipedia

[2] “An unofficial status referendum was held in the Falkland Islands on 2 April 1986. The result was 96% in favour of continued British sovereignty, with 88% of registered voters taking part”, en Wikipedia 

[3] Wikipedia nos explica que “Los días 10 y 11 de marzo de 2013 se celebró en las Islas Malvinas un referéndum sobre su estatus político. Se preguntó a los isleños de las Malvinas si apoyaban o no la continuación de su estatus como Territorio de Ultramar del Reino Unido ante el llamamiento de Argentina a negociar la soberanía de las islas. Con una participación del 92%, el 99,8% votó a favor de seguir siendo territorio británico, con sólo tres votos en contra”.

[4] “Recalca que el referendo celebrado en la República Autónoma de Crimea y la ciudad de Sebastopol el 16 de marzo de 2014, al no tener validez, no puede servir de base para modificar el estatuto de la República Autónoma de Crimea o de la ciudad de Sebastopol”, Resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

[5] Los resultados de la votación están aquí

[6] El extremismo en la teoría de la herradura o de la U

[7] Invito a leer mi columna La guerra de las Malvinas y Putin

La guerra de las Malvinas y Putin

A casi 41 años de la Guerra de las Malvinas o Falklands, esta semana, nos ha sorprendido negativamente una noticia que nos lleva mentalmente a esas lejanas islas ubicadas al fin del mundo. A la usanza de Trump, el ministro de relaciones exteriores argentino anunció por Twitter que pondría fin al Pacto entre su país y Gran Bretaña, conocido como Pacto Foradori-Duncan, que regula las relaciones entre los dos países relacionadas con la pesca, la navegación y la extracción de gas y petróleo en torno a las Islas Malvinas.

El sonriente canciller Cafiero anuncia en la misma red social que “El gobierno argentino ha propuesto retomar las negociaciones por la cuestión de la soberanía y para ello impulsa una reunión en la sede de @ONU_es en Nueva York” (ambos tweets son de 2 de marzo del año en curso). Con esto, el gobierno argentino de ultra izquierda intenta tratar el tema Malvinas no bilateralmente entre los dos países, sino convertirlo en un problema multilateral. Con ello, intenta recibir ayuda de supuestos aliados.

El aliado con el que sueña el gobierno justicialista de Argentina[1] es nada menos que Rusia de Putin[2]. El jefe del Kremlin azuza a Argentina a reclamar las Islas Falklands[3], actualmente en posesión británica, como suyas, tal como Rusia reclama el territorio de Ucrania como ruso. Con esto, estamos una vez más ante un caso de intento de revisión de límites internacionales. En el caso de Rusia, por la fuerza de las armas.  

Me gustaría contarles a los amables lectores y lectoras de este blog lo que ocurrió en ese mes de abril de 1982, en que se inició la llamada guerra de las Malvinas.

El antecedente inmediato fue un negocio realizado por Constantin Davidoff, un comerciante de chatarra de nacionalidad argentina, quien había comprado una estación ballenera abandonada en la Bahía Leith, en las Georgias del Sur, no en las Malvinas. El inmueble había pertenecido a balleneros escoceses que ya no lo utilizaban, estaba abandonado y Davidoff quería convertirlo en depósito de chatarra. Para el transporte del metal, Davidoff arrendó a bajo precio una embarcación de la Armada argentina, llamada Bahía Buen Suceso. El arriendo no sólo incluía el barco, sino también su tripulación, formada por miembros de la Marina de guerra.

Estando en la Bahía de Leith, en las Georgias del Sur, los marinos argentinos y los trabajadores de Davidoff -un total de cincuenta- no tuvieron una idea mejor que izar la bandera argentina. Como dije recién, se encontraban en las Georgias del Sur, territorio indiscutidamente británico. Pero esto pareció no importarles o tal vez no sabían cuál era la diferencia entre unas islas y las otras o pensaban que todas las islas eran argentinas o que estaban en las Malvinas y no en las Georgias. Quién sabe.

Los cuatro científicos que se hallaban en una estación de estudio, telegrafiaron (el 19 de marzo) a Londres informando sobre esta circunstancia. Londres reclamó a Argentina por la vía diplomática. Asimismo, los trabajadores (y los marinos) se negaron a solicitar el permiso correspondiente a las autoridades británicas de Grytviken[4] (que se lo habrían dado sin problema) para trabajar en la Bahía de Leith. Gran Bretaña envió al patrullero Endurance (un pequeño patrullero y el único buque de la Marina británica que se encontraba en el Atlántico sur[5]), que, el 26 de marzo, confirmó que Leith se encontraba ocupado o tomado por argentinos (40 de ellos eran infantes de marina[6] quienes además se negaban a pedir un permiso de trabajo.

A continuación, comenzó la actuación de la diplomacia británica, que exigió el retiro de la bandera argentina de Puerto Leith, mediante una nota de protesta de fecha 23 de marzo. Esta nota fue considerada una “provocación” por el gobierno militar argentino. A continuación, el gobierno de Buenos Aires decidió invadir las Malvinas (no las Georgias, donde se encuentra Leith) el día 2 de abril de 1982. Hago ver que, ntre las Malvinas y las Georgias del Sur, hay 1.550 kms de distancia.

La invasión argentina y la guerra que le siguió dejó un saldo de 907 muertos: 258 británicos (8 civiles chinos y 3 civiles británicos en Puerto Stanley) y 649 argentinos. 1.845 heridos, de ellos 777 británicos y 1.068 argentinos. Hace algunos años, conocí a una señora argentina que estaba de visita en München, buscando -según me contó- artefactos ortopédicos para su hijo que había perdido algunos miembros durante esa guerra. Sí, ese es el saldo de una invasión y posterior guerra: casi mil muertos y casi dos mil heridos. Y una mamá intentando ayudar a su hijo en un país extranjero. De más está decir que el viaje y los artefactos los pagaba ella.

Al parecer, el gobierno de Buenos Aires pensaba que Estados Unidos apoyaría a Argentina y no a Gran Bretaña. Es la forma de pensar de Carl Schmitt: “mi enemigo es también el enemigo de mi amigo”. Es un modelo de análisis falso, que conduce a errores garrafales como éste. Asimismo, considerar que sería posible revivir una especie de doctrina Monroe interpretada según el mismo Schmitt[7], de acuerdo a la que América debería ser para los americanos, y donde los europeos -en este caso, británicos- deberían no entrometerse, fue una apreciación totalmente equivocada de la realidad.

Por mucho que, en 1965, las Naciones Unidas hayan considerado a las Malvinas como un “territorio en disputa” y hayan llamado a las dos partes a lograr a un acuerdo político que nunca suscribieron[8], es totalmente claro que Argentina intentaba cambiar un límite internacional por la fuerza de las armas y, en consecuencia, no podía contar con el apoyo de ningún país occidental. El mismo 3 de abril de 1982, el Consejo de Seguridad emitió una resolución en que se exigía a Argentina el retiro inmediato de sus tropas y a ambos países, resolver el problema por la vía diplomática[9], esto es civilizada.

Argentina tuvo el apoyo -al menos de palabra- de Moscú y de Cuba[10], pese a que el gobierno de Buenos Aires, se hallaba en las antípodas ideológicas de los gobiernos de la URSS y del de Fidel Castro. Pero claro, más grande era el odio de estos dos países a Estados Unidos, a la OTAN y a los países de Europa occidental. Venezuela también apoyó de palabra a Argentina e incluso consideró la posibilidad de enviar tropas militares para apoyar a los argentinos. Si los militares argentinos sufrían con el frío del Atlántico Sur, es mejor no pensar en qué habría pasado con tropas venezolanas en aquellas latitudes.

Perú apoyó a Argentina con aviones militares, pilotos de los mismos, instructores y otros suministros. Lo grave es que el secretario general de las Naciones Unidas en aquel entonces, era un peruano, Pérez de Cuellar, con lo que esta institución perdió su imparcialidad y con ella, su credibilidad. Por una parte, Perú llamaba a la paz y por otro lado, enviaba armamento para proseguir la guerra. En un funesto doble juego, el gobierno de Lima, intentó sacar provecho de la situación y echó más leña al fuego de la guerra y de la muerte.

Demás está decir que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, la “OTAN latinoamericana”, por así decirlo) no podía ser aplicado, ya que no estábamos ante un “un ataque armado … contra un estado americano”, que era lo únoco que podía ser “considerado como un ataque contra todos los estados americanos”[11]. En este caso, tenemos que reconocer que lamentablemente, el estado agresor había sido uno de los nuestros.

En suma, Argentina no sólo no logró su objetivo de conquistar las Malvinas, sino que cerró sus posibilidades de lograrlo en las próximas décadas. Una vez más, vimos que el intento de alterar las fronteras por medio de la fuerza es un gravísimo error, que no conduce al resultado esperado.

Lamentablemente, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, presenciamos otro intento de alterar los límites internacionales por la fuerza. Es la primera vez que se intenta algo así en Europa después de la II Guerra mundial y espero que sea la última. Prefiero el imperio del derecho internacional y la solución pacífica de las controversias y no que el mundo retorne a una oscura época en que predominaba el imperio del más fuerte que se impone y domina a los demás por la fuerza de las armas.


[1] El justicialismo es un movimiento creado por Juan Perón en la década de los 40. En su origen, claramente fascista. Hoy reúne en torno a sí a nacionalistas de extrema izquierda y a una multitud de oportunistas que saben que no tendrían futuro si no militan en el movimiento peronista.

[2] Curiosamente, en los últimos días, trascendió que en Moscú, se elaboró un plan para evacuar a Putin a Argentina o a Venezuela, en caso de ser necesario.

[3] Se agarró con Boris Johnson porque este dijo algo así como que la invasión a Ucrania había sido motivada por la tóxica masculinidad de Putin. Éste contestó aludiendo a la Guerra de las Malvinas. Aunque la comparación es muy mala, ya que, quienes invadieron las islas no fueron los británicos, sino los argentinos.

[4] Grytviken, en las Georgias del Sur es la estación ballenera a la que arribó Shackleton con algunos pocos hombres y desde donde organizó el rescate del resto de su tripulación.

[5] Lleva el mismo nombre que tenía el barco de Shackleton, pero es de 1967. Lo pueden ver en Wikipedia: HMS Endurance (1967)

[6] Fuentes argentinas aseguran que sólo eran 14. Me pregunto qué hacían infantes de marina “trabajando” para una empresa privada. Puede ser que se refieran a los llamados Non-Self-Governing Territories o territorios sin gobierno propio.

[7] El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[8] Resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas

[9] Resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

[10] Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia…

[11] Art. 3.