La bomba atómica de Putin

Putin anunció esta semana que un ataque al territorio ruso sería un acto punible mediante una bomba atómica. A su vez, llevó a cabo la anexión de un 15% del territorio de Ucrania, mediante referendos falsos. La clara conclusión es que, cualquier ataque a los territorios recién incorporados a Rusia significaría que Putin ordenaría lanzar una bomba atómica. ¿Dónde? No lo especificó.

Según la doctrina nuclear rusa, cualquier ataque a su territorio o un intento de derrocar al gobierno, es razón suficiente para usar armas atómicas. Si las nuevas regiones -la llamada “nueva Rusia”- son parte de Rusia, toda ofensiva contra ese territorio anexado, sería un ataque a territorio ruso y por tanto, permitiría el lanzamiento de un ataque con armas atómicas.

Pues bien, hace tres días, Ucrania conquistó otra ciudad más: Lyman. Lyman tiene una importancia estratégica específica y, lo que es más significativo: Lyman está ubicada al norte de Donetsk. Del Oblast de Donetzk. Un Oblast es una región, una demarcación administrativa equivalente a un territorio más o menos grande, algo así como una provincia. Donetsk es uno de los territorios donde se celebró un referendo fake y, a continuación, se anexó a Rusia.

Sin embargo, pese a que una de las regiones anexadas por Rusia -en un acto totalmente contrario al derecho internacional- no hemos visto ninguna bomba atómica, ni en Donetsk, ni sobre el Mar Negro, ni en Königsberg (los soviéticos le cambiaron el hombre a Kaliningrado, en honor de un político soviético. Es curioso que en los países comunistas, el culto personal estaba tan extendido y era mirado poco menos que como algo normal).

Putin -y después su pequeña marioneta Medvédev- advirtieron que el lanzamiento de una bomba no era un bluff. Un bluff es un comportamiento del juego de cartas en que se intenta confundir o engañar a los contendores y así, inducirlos a una conducta de acuerdo a mis intenciones, que me favorezca. También se puede decir que un bluff es una bravata, esto es, un intento de amedrentar a mi adversario.

Las armas atómicas no son armas de guerra, sino que son armas políticas. No se usan, porque su uso equivaldría a morir en segundo lugar. Esto es, yo lanzo una bomba atómica y mi rival, lanza otra. Ambos morimos. En el caso de Putin, la situación es aún más complicada, porque, donde quiera que la lance, las consecuencias le llegan inevitablemente a él, esto es, a Rusia y a los rusos. Ya sea porque Donetsk (que él considera parte de Rusia) queda inhabitable o porque sus soldados terminan irradiados o porque los vientos llevan la radiación hacia el Este, a Rusia y a Bielorrusia como ocurrió en Chernóbil[1].

Rusia no se atrevería a lanzar la bomba en otra parte, o más bien, simplemente no podría, ya que el control que ejercen los países aliados de la OTAN, me parece -estoy casi segura- que le impediría sacar cabezas nucleares u otro tipo de armas de la Península de Kola, donde están concentradas. Más aún, ahora que Finlandia formará parte de la OTAN, puede observar directamente la península[2]. En Kaliningrado, hay misiles capaces de ser cargados con armamento atómico; pero nadie sabe si las cabezas nucleares están ahí o no.

Por lo demás, la amenaza nuclear ya la lanzó Putin en su discurso de fines de marzo pasado, cuando inició la invasión a Ucrania. Y lo ha reiterado él y sus secuaces en repetidas ocasiones. Mucha gente en Europa, especialmente, las generaciones mayores, le temen más que los jóvenes a la bomba atómica. Después de todo, ellos crecieron con la amenaza de un armagedón nuclear, por eso en Europa, hay refugios atómicos públicos e incluso privados y por eso, no es tan raro que algún criminal construya un búnker debajo de su casa[3].

A comienzos de agosto de este año, hubo una serie de explosiones en la Península de Crimea, que Rusia había anexado el 2014. Sobre la anexión, creo que todos se acuerdan de los hombrecitos verdes que aparecieron en la península y que no eran otra cosa que soldados rusos. En agosto pasado, nadie puso en duda que las explosiones en Crimea habían sido obra de Ucrania. En septiembre, Kiev informó en forma un poco extraoficial que habían sido ellos los autores del ataque que había destruido, sobre todo la base aérea de Saki y diez aviones rusos[4].

Sin embargo, tampoco entonces, Putin apretó el botón atómico. Ni tampoco este fin de semana, en que nuevamente, se registraron grandes humaredas y explosiones en Crimea, concretamente, en el aeropuerto militar de Belbek. Rusia dice que un avión se salió de la pista y produjo un accidente. Bueno, en agosto pasado, también decían que, por un error humano, había habido una explosión en un depósito de combustible, de armamento o algo así. La cosa es no reconocer que fue un ataque de Ucrania y ellos no pudieron evitarlo.

Los ataques de Ucrania a Crimea son especialmente negativos para Rusia, debido a que la “operación especial” es vivida de cerca por los veraneantes rusos en Crimea, como una guerra y no como una exitosa operación para especialistas. Luego de las explosiones de agosto, vimos a cientos de autos de turistas rusos, regresar al continente en una larga columna automotriz de vehículos occidentales. Los turistas no manejaban Ladas, sino que conducían caros vehículos 4 wheel drive occidentales o japoneses (la hija de Dugin murió en un Toyota Landcruiser y no en un Lada. ¿Sería falta de patriotismo?).

Volviendo al tema inicial. Nadie puede descartar que Putin ordene lanzar una bomba atómica, pequeña, grande, quién sabe. La otra pregunta es si será obedecido. Como están las cosas en Rusia después de la movilización parcial, también puede ser que no haya soldados suficientes para cumplir sus órdenes o que no estén preparados (entre cero y dos semanas de instrucción militar no pueden ser suficiente) o simplemente que no quieran cumplirlas.

La respuesta occidental no necesariamente será otra bomba. Pese a que el arsenal atómico occidental es mayor que el ruso y más potente, occidente no está condicionado por un automatismo nuclear, puede reaccionar de otra forma. Es probable que su respuesta sería convencional y no atómica; pero masiva. Y con esto se acabaría la guerra y se acabaría también Putin, al menos su gobierno. Rusia quedaría aislada en el mundo, ya que ni China, ni India apoyan las amenazas nucleares rusas. Por el contrario.

De una u otra forma, creo que es errónea la forma de pensar, de acuerdo a la cual, tenemos que hacer lo que Putin nos dicta, porque si no, nos lanza una bomba atómica. Los países del Este y del Norte de Europa son los que menos le temen a la amenaza nuclear rusa y son quienes más conocen a Putin y a los rusos. Creo que podemos aprender de ellos.


[1] Recomiendo leer las obras de la Nóbel de Literatura Svetlana Aleksiévich

[2] Ver mis columnas Finlandia a la OTAN y Suecia y Finlandia a la OTAN y también Postales de Islandia 

[3] No sé por qué pienso en que nadie se dió cuenta de que Josef Fritzl tuvo encerrada a su hija durante tantos años, debajo de su casa.

[4] Desde Suiza, Watson informa al respecto, tan bien como siempre: Explosionen auf der Krim: Satellitenbilder zeigen das Ausmass der Zerstörung

La guerra del hambre o el hambre como arma

La propaganda rusa hace aparecer a los países democráticos, como los culpables de la hambruna que se avecina. Sobre todo a la Unión Europea y los Estados Unidos.

Putin fue oficial de propaganda de la KGB y sabe muy bien lo que hace y cómo lo hace. En todo el mundo, resuenan las trompetas de Russia Today y de sus seguidores, tanto de extrema izquierda, como de extrema derecha y ultra conservadores, unidos en el odio a la democracia liberal y en el amor al autoritarismo. Putin sabe mucho de guerra híbrida, en que la desinformación, las noticias falsas y las teorías de la conspiración[1] juegan un rol muy importante.

La propaganda del Kremlin y de sus adeptos y admiradores intenta hacer creer que la falta de trigo, especialmente en los países del Norte de África es una consecuencia de las sanciones impuestas por la Unión Europea, los Estados Unidos -para ellos, enviados del demonio[2]– y otros países democráticos, a Rusia, a sus oligarcas y a sus políticos cleptocráticos.

Nada más falso. La hambruna que se avecina en el Norte de África es consecuencia del bloqueo de los puertos de Ucrania en el Mar Negro por parte de Rusia.

Desde Mariupol, desde Odesa y de otros puertos ucranianos salían los barcos que abastecían de trigo a África. Rusia quiere apoderarse de la amplia franja de territorio, entre Donetsk y Lugansk, pasando por la península de Crimea -que ya anexó a Rusia el 2014- hasta Transnistria, en Moldavia.

Transnistria es una parte de Moldavia que la Federación Rusa mantiene en su poder desde la caída de la Unión Soviética. Desde donde opera para desestabilizar el resto de Moldavia.

Hasta antes de la invasión de Ucrania, era éste el quinto exportador de trigo del mundo. Por algo, históricamente se ha denominado a Ucrania como el granero de Europa o incluso del mundo. Los nacional socialistas rompieron su pacto con la UdRSS precisamente porque querían adueñarse de “la tierra negra” de Ucrania, liquidar a su población -o, en el mejor de los casos. esclavizarla- y poblar su territorio con supuestos germanos.

Stalin confiscó la producción de trigo de Ucrania y provocó el Holodomor[3], una de las hambrunas más terribles de la historia de la humanidad. Con el producto de la venta del trigo ucraniano, la Unión Soviética obtuvo las anheladas divisas que usó en la industrialización y en su carrera armamentista. Y además, pudo doblegar a los campesinos ucranianos, considerados como contrarrevolucionarios por la camarilla stalinista.

Efectivamente, los ucranianos habían obtenido su independencia y soberanía después de la I guerra Mundial y no querían entregarla a una banda de asesinos en torno a Stalin. (Trotsky había sometido a Ucrania en 1922 por la fuerza de las armas del Ejército Rojo).

Desde que comenzó la invasión a Ucrania, en febrero de este año, muchos expertos advirtieron del gran riesgo de no poder contar este año con el trigo ucraniano. Lo que podría traducirse en aumento de precio de los alimentos e incluso de hambre en el mundo, especialmente en el Norte de África. Asimismo, los campesinos ucranianos hicieron ver que sus silos estaban llenos y que tenían que vender la cosecha, porque cuando llegara el momento de la nueva cosecha, necesitaban los silos ya vacíos. De otra manera, la cosecha se malograría definitivamente, tanto la del año pasado, como la de este año.

Sin la posibilidad de exportar los millones de toneladas de trigo por barco, ésta se pudrirá sin remedio o en los silos o en los campos. Además, la guerra priva a los campesinos de la fuerza de trabajo más importante de Ucrania. Por otra parte, el peligro de la artillería rusa es una gran amenaza. Los campesinos ucranianos culpan a Moscú de bombardear los silos, galpones y maquinaria agrícola. Aparte del robo de trigo que es transportado a puertos rusos, para ser vendido “a los países amigos de Rusia” (palabras del mismo Putin).

En efecto, hay incontables denuncias, acerca de tropas rusas, que ya habrían empezado a vaciar silos y galpones ucranianos en el territorio conquistado, que transportan, por ejemplo a Crimea -bajo su poder desde la invasión de 2014-. Hace algunos días, Egipto se negó a comprar “trigo ruso” robado a los ucranianos, aclaró el mismo gobierno en El Cairo. El precio del trigo ha subido de tal manera en todo el mundo, que Rusia se puede llenar los bolsillos vendiendo tanto su propio trigo, como el trigo robado de Ucrania. A ver cuánto tiempo puede resistir Egipto sin ceder ante Putin y la venta del trigo robado…

Los países democráticos han tratado de encontrar soluciones; pero todas son inviables o son, sólo un grano de trigo en el intento de solución. Llevar el trigo por tren es muy largo, toma demasiado tiempo y nos enfrentamos al problema adicional de que los trenes de Ucrania corren por rieles que tienen una medida muy diferente a la de los trenes del resto de Europa. Ucrania conserva la línea de la época soviética. Lo que significa que el trigo tendría que ser trasvasado de un tren a otro. Además, la línea de ferrocarril de Ucrania ha sido casi destruida por los bombardeos rusos, incluso de trenes de pasajeros.

A través del Danubio se puede transportar algunas toneladas, pero la cantidad es mínima frente a las necesidades de la población africana. El transporte es muy lento y no va a llegar a tiempo para cubrir las necesidades ni de Egipto (el 80% de su trigo era importado de Ucrania), ni del Líbano, ni de Eritrea, Somalía u otros países.

La propuesta de Francia, Gran Bretaña, Turquía y otros, en el sentido de abrir un corredor para el transporte, no ha sido aceptada por Rusia, que insiste en que sólo la admitirá si Ucrania saca sus minas frente a la costa del Mar Negro. El problema es que sin minas frente a los puertos ucranianos, Rusia invadirá la costa y se apoderará de los puertos de Ucrania aún con más facilidad que hasta ahora, ya que su superioridad naval y militar es manifiesta. Yo diría que es Rusia la que debería asegurar el paso de los barcos mercantes. Pero sabemos que no lo hará, ya que para Putin, el hambre es un arma.

La intención de Putin es muy clara: aumentar el número de refugiados que huyen desde África o desde el Medio Oriente hacia Europa, en busca de mejores condiciones de vida. Esta fue su estrategia en Siria, donde la destrucción de ciudades como Alepo, por parte de la aviación rusa[4], provocó la crisis de los refugiados de 2015 y las crisis humanitarias posteriores relacionadas con refugiados sirios en Turquía y en Europa[5]. Sin duda, su objetivo es desestabilizar Europa.

Como a Stalin, parece que a Putin no le importa que pasen hambre o incluso que mueran miles o tal vez millones de personas. Para Putin y sus secuaces, todo vale cuando se trata de lograr su objetivo de dominación: la anexión de territorios a la Federación rusa. Territorios que consideran como rusos y cuya soberanía e independencia niegan. Para lograr este fin, les da lo mismo pisar los cadáveres que quedan a su paso. Al igual que el Holodomor le dió lo mismo a Stalin y a su camarilla hace noventa años.

No sin razón, la ciencia política ha comenzado a hablar de neo-imperialismo, para referirse a la política de Rusia bajo Putin.


[1] Hoy, se los prefiere llamar mitos de la conspiración, para no dejar mal al concepto de “teoría”.

[2] En el foro económico de San Petersburgo, Putin acaba de decir que los EEUU se creen enviados de Dios.

[3] Ucrania : Holodomor O, en inglés: Remember the Holodomor, Don’t Let History Repeat Itself! Parece que la historia sí se repite… Y que algunos no han aprendido nada.

[4] En una columna anterior me referí a mi compañera de colegio que publicaba diariamente noticias en que medios culpaban a los EEUU de cualquier ataque que, en realidad, había sido protagonizado por aviones rusos. Ver Corredores humanitarios

[5] Esto lo explicó muy claramente la entonces Canciller Merkel en su oportunidad.