Rusia, Venezuela y un poco de geopolítica

Venezuela es uno de los pocos aliados de Rusia. Uno de los pocos que le quedan. Y que vota a favor de Rusia en las Naciones Unidas. O al menos, se abstiene de votar o se ausenta de la votación. La relación entre ambos países viene -al menos- de la época de Chávez[1].

Las dos cabezas de puente rusas más importantes en Latinoamérica han sido tradicionalmente Cuba y Venezuela. Lo de la manoseada y criticada Doctrina Monroe (América para los americanos[2]) aquí no ha dado resultados, ya que Rusia, un país que no es americano, intenta sumar a su imperio o, al menos, incorporar a su esfera de influencia, a países americanos.

Argentina y Brasil también juegan un papel muy importante en el ajedrez ruso. Argentina es uno de los centros de desinformación rusa más importantes para el mundo hispanoparlante: en efecto, desde Buenos Aires se emite gran parte de la propaganda para quienes leemos castellano. Y la predilección de Putin es tan grande que contempla a Argentina como un país donde se refugiaría si cae su gobierno. La pregunta es si el nuevo gobierno argentino lo recibiría con los brazos tan abiertos como el gobierno anterior[3].

Nicaragua alberga la granja de trolley y social media bots rusos más importantes de Latinoamérica. Y también hospeda a un grupo significativo de mercenarios, pertenecientes al del Grupo Wagner que hoy, con seguridad, no están desempleados. Los mercenarios de Wagner se pasaron a otras empresas de mercenarios o quedaron bajo las órdenes directas del gobierno de Putin o se incorporaron a la resistencia wagneriana al mando de Lotus (Anton Olegowitsch Elizarow, el carnicero de Soledar).

Según los últimos análisis, Cuba y Venezuela se han vuelto demasiado caros para ser mantenidos o al menos apoyados por Rusia. Moscú considera que invertir menos dinero en trolles y robots nicaragüenses sale más a cuenta que financiar proyectos en Cuba y Venezuela. Al menos, por el momento.

Ya desde el inicio del régimen chavista, Venezuela comenzó a comprar armamento ruso. A crédito o pagado con los ingresos del petróleo. Y lo hizo en enormes cantidades. El 75% de las armas venezolanas son de procedencia rusa. Otro tanto, viene de China[4]. Venezuela se transformó en uno de los países latinoamericanos con mayor gasto en armamento. Y esto, en medio de una gran crisis económica y social. El pacifismo es lo contrario del pomposamente llamado socialismo bolivariano, que más parece del siglo 14 que del siglo 21[5].

Maduro y Putin tienen varios enemigos en común -o muchos- pero su más grande enemigo común es Estados Unidos. Maduro le llama “el imperio”, pero no le importa caer en las garras de otro imperio, aún más feroz y sanguinario, como es el imperio de Putin o de Vladimir el Vengador, como se le ha comenzado a llamar.

Hay un malentendido en la izquierda latinoamericana que consiste en creer que Putin es algo así como un comunista del siglo 21. Putin es un ex-agente de la KGB. Es muy discutible si fue tan partidario del marxismo-leninismo o no. Me inclino a pensar que no. Aquella no fue más que una ideología o más bien una teoría de la conspiración que les sirvió, pero nada más.

Los funcionarios de la KGB y de otros servicios secretos soviéticos y de países satélites o dominados estaban ya en esa época, más preocupados de su bienestar material, de su bolsillo y de acumular el mayor poder que les fuera posible y no de impulsar un supuesto auge del proletariado que sólo podría minar el control sobre la población a ellos sometida. La clase trabajadora no estaba en el poder, sino que se hallaba completamente sometida a una dictadura, dentro de la cual, los servicios secretos eran todopoderosos.

Volviendo a la actualidad, la Rusia de Putin financia en el mundo tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda. En el caso de Brasil, da lo mismo que esté Bolsonaro o que esté Lula en el poder, ambos apoyan o apoyó a Putin. En Europa, vemos a Rusia financiar a Le Pen, al mismo tiempo que ayuda los pocos grupos de extrema izquierda que van quedando.

Actualmente, tanto los sectores de extrema derecha o extremadamente conservadores (esos que viajan a Rusia a congresos sobre la familia) o bien los de extrema izquierda o filo- marxistas o anarquistas de los dos extremos, todos ellos son apoyados y apoyan a Rusia en su guerra contra Ucrania. Es una nueva demostración de la llamada teoría de la U o de la herradura[6]

A mi modo de ver, lo que le interesa a Putin es sembrar la discordia en el continente americano. Como Latinoamérica es un subcontinente que Rusia no controla, sino que considera como bajo control de los Estados Unidos (sic), Putin fomenta los conflictos y enciende las controversias entre sus miembros. En su época, la URSS manejaba sus dominios con mano de hierro y tanques, al tiempo que sembraba el descontento y la subversión en los países democráticos[7].

Por otra parte, los Estados Unidos y Europa buscan nuevas fuentes de energía tradicional: de gas y de petróleo. Al mismo tiempo, trabajan en una renovación energética que les permita el suministro de energía procedente de fuentes renovables. Pero la energía renovable no es algo que le convenga a Rusia, que vive de la venta de gas y de petróleo. ¿Será por eso que hay tantos enemigos de las nuevas fuentes de energía entre los extremistas de derecha?

No hay que olvidar que la región de Esequibo tiene tanto gas como petróleo. Aparte de los pozos de petróleo en el mar de Esequibo, que serían explotados por una empresa estadounidense. Al régimen de Maduro se le hace agua la boca de sólo pensar en el gas y el petróleo guyanés. Y Rusia sueña con que Venezuela se apodere de estas fuentes de energía y las cierre para Occidente. Sólo así se entiende que hayan empezado a sonar tambores de guerra desde Venezuela


[1] La alianza con Rusia nació junto a la otra que el difunto presidente venezolando forjó con el dictador Lukaschenko. Ver mi columna Lukaschenko y Venezuela

[2] Mutatis mutandi, ver mi columna ¿En qué no se parecen Ucrania y Cuba?

[3] Selenski estuvo en la asunción como presidente de Milei, pero también estuvo Orban, un aliado absolutamente incondicional de Putin.

[4] Según el SIPRI, el 89% de las armas adquiridas por Venezuela son de origen chino y ruso. Maduro, el aprendiz de Putin

[5] Ver mi columna Tambores de guerra en Venezuela

[6] Ver mi columna El extremismo en la teoría de la herradura o de la U

[7] Me referí a esto en mi columna Maduro, el aprendiz de Putin

Armas para Ucrania

En mi columna Mientras más armas, más corta la guerra, relaté una conversación sumamente interesante con una historiadora y antropóloga rusa que también salía del consulado de la Federación rusa de la ciudad donde vivo. En “Que se vayan todos los políticos”, me referí a otra conversación, algo menos interesante con otra señora rusa que salía del consulado general, luego de haber hecho algún trámite.

Hoy, me gustaría contarles de otra persona que se acercó a conversar con nosotros. Esta vez, no era una señora rusa, sino una señora alemana. Ya de sus años, pero muy bien llevados, muy “deportista”, esa mañana había salido a caminar unas cuantas cuadras, como todas las mañanas, nos contó. Nos contó que apoyaba a Ucrania y que había participado en la primera manifestación frente al Consulado, el mismo 24 de febrero del 2022.

Se acercó a nosotros, porque -nos explicó- quería hacernos una pregunta, algo que le preocupaba desde hacía semanas. Nos contó que ella era feligresa de la Iglesia evangélica y que su iglesia está dividida en torno a la cuestión de las armas para Ucrania. La mitad de los evangélicos alemanes piensa que sí hay que entregar armas y la otra mitad no, nos dijo. Ella, como “pacifista”, no estaba de acuerdo con la entrega de armas. Pero quería saber nuestra opinión.

Yo le dije que yo estoy de acuerdo en entregar armas a Ucrania. Más aún, creo que es una necesidad ayudar a los ucranianos y a las ucranianas a defenderse. La guerra de Rusia contra Ucrania es claramente una guerra de agresión y el derecho internacional no sólo no nos prohíbe entregar armas a un país atacado, sino que nos obliga a ello. Más aún si existen dos resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenan la invasión rusa. Y la condena fue votada a favor por la inmensa mayoría de los países del mundo representados en la Asamblea. Podemos contar con los dedos de una sola mano los países que votaron a favor de Rusia.

Mi amigo -también extranjero, más concretamente irlandés- que participaba conmigo en la manifestación agregó que él estaba de acuerdo con la entrega de armas y que lo veía como una necesidad, como una exigencia de solidaridad internacional. Él no dijo que era irlandés, sino que era británico y a la señora se le caía la baba al escuchar a un “inglés”.

Entonces ella aprovechó de decir que su papá había partido a la guerra en 1941 y no me quedó claro si volvió o no, tampoco quise preguntárselo, ni preguntarle si su papá era o no partidario del nacionalsocialismo, como la mayoría de los alemanes protestantes de entonces.

Le dije que recordara la reunión de 1938 en München. En ella, la política del appeasement no había detenido a Hitler, muy por el contrario. Chamberlain (el primer ministro más poderoso de Europa y el único que podía hacerle frente a Hitler) se decidió a aceptar la invasión de los territorios checos de lo que entonces los nazis llamaban Los Sudetes. Esta es una denominación ahistórica, que comenzó a usarse después de 1918 y denomina las regiones de Moravia y Bohemia, en que la mayoría de los habitantes hablaba alemán (alemán de Austria, era gente que poco y nada tenía que ver con Alemania, su cultura era muy distinta).

Neville Chamberlain podría haberle dicho a Hitler que no. No a la invasión y posterior anexión de la región de Los Sudetes. Pero, Gran Bretaña aceptó la exigencia del canciller Hitler y Chamberlain regresó “triunfante” a Londres y al bajar del avión mostró el papel con su firma y la de Hitler -y también de Mussolini y de Édouard Daladier- en el Tratado de München de septiembre de 1938.

El premier británico estaba convencido que había evitado la guerra y logrado la paz, a cambio de un -para él- territorio checoslovaco insignificante ubicado justo en la frontera con Baviera. Hoy en día, alguna gente dice que hay que negociar con Putin y aceptar que ocupe Crimea y el Este de Ucrania a cambio de la paz. A Hitler y a Putin, este tipo de concesiones sólo le abren más el hambre. Después de los Sudetes, Hitler se hizo de toda Europa continental que quedó bajo poder de los alemanes. Lo mismo pasaría con Putin si aceptamos cederle territorio de Ucrania. Seguirán Moldavia, Georgia y mejor no pensar en qué más están reclamando… Kadyrov exige incluso el Este de Alemania[1].

Chamberlain, Mussolini y Daladier no le preguntaron a los checos si ellos estaban dispuestos a cederles parte de su territorio a Alemania nazi. Hoy, hay gente que cree que la decisión sobre el territorio de la República de Ucrania no es algo que concierne a Ucrania, sino que la decisión debe ser tomada por otros países. Por países más grandes, más necesitados de gas o de petróleo, más cómodos o más cobardes… O países que, simplemente, no quieren más estrés.

La señora argumentó que ella nunca usaría armas. Que preferiría que la mataran. Aseguró que ella no haría nada y eso es lo que debería hacer Ucrania: “dejar pasar de largo a los agresores sin hacer nada”. Le respondí que la agresión rusa no “pasa de largo”, sino que se queda. Putin invadió Ucrania y quiere quedarse, anexar Ucrania a su territorio. La guerra de agresión rusa no es una cosa que pasa y después Ucrania pueda seguir su camino. Puesto que si Rusia deja de luchar no habrá más guerra. Si Ucrania deja de luchar no habrá más Ucrania

Lo que se me pasó preguntarle fue si ella tampoco haría nada si tiene familia a la que defender. Porque ella puede tomar la decisión de no hacer nada; pero qué pasa con la gente a su lado, hijos, por ej. Tal vez la vea de nuevo y la pregunte. Nuestra decisión acerca de cómo reaccionar ante un ataque no nos afecta sólo a nosotros, sino al grupo de gente a nuestro lado.

Le pregunté si conocía los crímenes de guerra cometidos por las tropas rusas en Butscha e Irpin, por ej. Ya debido a tales crímenes no se puede hablar de que las tropas rusas “pasen de largo”. Como si después de invadir Ucrania, se retiraran pacíficamente y todo siguiera igual. Le pregunté si ella no ayudaría a una mujer que está siendo violada… Nuestra interlocutora parecía decir aquello que describí en mi columna Cuando me violaron: “Lo mejor es que no te resistas, cálmate, entrégate, deja que termine de violarte. Total, es sólo una violación, después vas a poder seguir con tu vida y te vas a olvidar de este episodio. O perdonarás a tu violador que tal vez se convierta en tu amante”.

La invité a volver y hablar con un pastor protestante que viene muy seguido a nuestra manifestación. Él, es fundador de un grupo pacifista; pero ahora es, sin duda, partidario de entregar armas a Ucrania. Nos despedimos muy amablemente y ella siguió su caminata. Me pregunto cuántas abuelitas en Mariupol, en Lisichansk o en cualquier otra ciudad en Ucrania, pueden salir tan descuidadas a caminar por la mañana sin riesgo de su vida…


[1] Curiosamente, en el territorio de la otrora República democrática alemana o Alemania comunista, Putin tiene muchos fans.

Mientras más armas, más corta la guerra

Esta semana, estuve conversando con una historiadora y antropóloga rusa. Me encontré con ella durante una pequeña manifestación (una vigilia matutina) frente al Consulado General de la Federación Rusa de la ciudad donde vivo.

He participado varias veces en la vigilia y he observado que quienes entran y salen del consulado, en su mayoría, no reaccionan ante nuestra presencia. Rusos y ciudadanos de otras nacionalidades que acuden al consulado no dicen nada. Esto no es de extrañar considerando las muchas cámaras que, desde el consulado, apuntan hacia la calle. Filmar la calle es ilegal; pero, supongo que debido a la ficción histórica de la extraterritorialidad de los consulados, las autoridades locales no pueden hacer nada. Rusia controla a sus ciudadanos y también a quienes no lo somos. Como decía Stalin, “la confianza es buena; el control es mejor”.

Entre quienes nos hacen algún gesto o nos dicen algo, priman las personas favorables a nuestra posición contraria a la guerra. No falta el joven que nos grita Slava Ukraini o la joven musulmana (sé que es musulmana por su hiyab) que nos hace un gesto de “muchas gracias”, juntando con las manos (como el emoticon) o personas que ponen el dedo hacia arriba. Hace algún tiempo, una señora ya mayor atravesó la calle (estamos en la vereda del frente) y abrazó llorando a una de las participantes en la manifestación.

Esta semana, una mujer alta y rubia atravesó la calle y nos dió las gracias. Yo tenía una bandera de Ucrania de 150 por 90 cm, o sea más o menos grande. Nos dijo que ella viene de San Petersburgo y que había sido detenida por la policía rusa en una manifestación que tuvo lugar en Petersburgo inmediatamente después del inicio de la invasión. Las autoridades rusas liberaron a las personas mayores de 50; pero los jóvenes siguieron detenidos. Ella huyó de Rusia por tierra (tren, bus y taxi) en lo que calificó la aventura más peligrosa de su vida.  

Nos contó que es antropóloga e historiadora y actualmente vive en Colonia. Nos dijo que a Putin sólo se lo puede parar con armas. Mientras más armas, más corta la guerra, aseguró. Es también lo que yo creo. En los últimos días, ha surgido el hashtag #armukrainenow Garri Kasparov dice que, mientras más tardemos en hacer frente a Putin y en entregar armas a Ucrania, más larga será la guerra[1].

Mis compañeros de manifestación -que antes eran pacifistas- no estaban de acuerdo en entregar “tanques de combate” a Ucrania. Pero yo pienso que no entregar a los ucranianos las armas que ellos necesitan para recuperar el territorio invadido por Rusia, es como decirle a una mujer a la que están violando, “si te doy un arma, tu violador se volverá aún más violento. Lo mejor es que no te resistas, cálmate, entrégate, deja que termine de violarte”[2].

La historiadora nos contó que su tía en Petersburgo cree a pie juntillas todo lo que dice la televisión rusa. Explicó que Putin fue agente de la KGB y que se comporta como tal[3]. No hay que olvidar que Putin era especialista de la KGB precisamente en información, esto es, en desinformación. Durante la época soviética, la URSS era la campeona mundial de la desinformación y muchas fake news propagadas en aquel entonces, continúan circulando por el mundo y aún hay gente que las cree.

La intelectual rusa dice que muchos alemanes de Rusia (llegaron abundantemente durante la época de Helmut Kohl y, en agradecimiento, fueron fieles votantes de la democracia cristiana, el partido de Kohl, hasta que comenzaron a votar a favor de la AfD, un partido radical de derecha) están a favor de Putin, porque, durante años, visto la televisión rusa. Pienso que, afortunadamente la Unión Europea prohibió Russia Today, el canal de propaganda estatal rusa que transmitía fake news 24 horas al día.

Explica que Putin es un hombre brutal y sin escrúpulos, que sólo puede ser detenido por la fuerza y demostrando firmeza, que es lo que falta a demasiados líderes de los países democráticos. Putin interpreta todo intento de conciliación o de llegar a un acuerdo como una muestra de debilidad. Él sólo entiende el lenguaje del poder. Pienso que si Putin no ha sido detenido con nada, tampoco se detendrá frente a los llamados a la paz y a la concordia.

Entre tanto, la represión dentro de Rusia llega a niveles intolerables. Esto también hay que pensar cuando llamamos a sentarnos a discutir con Putin. Claudicar frente a su régimen cleptocrático es condenar a millones de rusos a vivir sin libertad y en la más absoluta represión. Ahora el régimen ruso pretende anexar territorios ucranianos para que más gente viva en tales condiciones.

La historiadora habló de la organización de la dacha de Osero que Putin y sus “amigos” fundaron en Petersburgo, siendo él era uno de los jefes de la administración de la ciudad, durante la década de los 90, cuando la Unión Soviética se terminó de disolver y había que administrar su masa en quiebra. Como señalé en mi columna Putin lleva 23 años en el poder, “la cooperativa de Osero es una especie de sociedad semi-secreta de personas que se favorecen entre ellas.”[4] Una especie de semillero de oligarcas.

A continuación, ella nos explicó que el estado ruso actual no es un estado, sino que es una mafia. Una organización mafiosa, propia del crimen organizado. Es, por otra parte, lo que señala repetidamente Kasparov en su libro “Winter is coming” (de 2015 pero que no ha perdido nada de actualidad, sino que más bien la ha ganado). El ajedrecista sostiene que Putin es un verdadero capo, un capo di tutti capi[5]. Como un verdadero Padrino, Putin da protección a los otros mafiosos (a los oligarcas, a los miembros del servicio secreto); pero les puede restringir o quitar la libertad, en cualquier momento. O incluso la vida, pensaba yo en los oligarcas que han sido encontrados muertos en los últimos meses.

La historiadora hizo ver que todos los compañeros de Putin en la “cooperativa de Osero” se han convertido en oligarcas multimillonarios. Con Kasparov, yo diría ellos son los nuevos mafiosos que acompañan a Putin, que es el boss of all bosses. Él los protege, cual padrino de la mafia[6]. Todo esto, mientras la enorme mayoría del pueblo ruso vive no sólo en la opresión, sin también en la pobreza[7].


[1] Quedo debiendo la cita.

[2] Cuando me violaron  

[3] También lo dice Kasparov.

[4] El artículo de Wikipedia en alemán es el más completo sobre la cooperativa Datschen-Kooperative Osero Más completo que en otros idiomas.

[5] Kasparov, Winter is coming, 2015, página 165.

[6] Hasta antes de que las sanciones comenzaran a hacer efecto, Putin, llegaba a acuerdos con los mandatarios de otros países para que sus oligarcas pudieran invertir en inmuebles fuera de Rusia o comprar acciones de empresas extranjeras, sus mujeres salir de compras a los países europeos y a Estados Unidos y sus hijos, estudiar en colegios de élite europeos. También en esto, se comportaba como un buen padrino de sus compañeros de la oligarquía mafiosa.

[7] “La economía rusa tiene las dimensiones de la economía italiana; pero más del doble de habitantes, Italia cabe 57 veces en Rusia y la esperanza de vida es cerca de diez años mayor en Italia”, Postales de Islandia