Protestamos gratis

Como tantas veces, desde febrero del 2022, la semana pasada, participé una vez más en la vigilia frente al consulado de la Federación Rusa. Aunque la voz vigilia habla originariamente de una noche vigilante o pasada en vigilia, nuestra vigilia empieza en la mañana y termina al mediodía. Los clientes del consulado general ruso vienen por la mañana a realizar trámites consulares.

Muchos de ellos nos dan señales de agradecimiento: nos gritan desde el otro lado de la calle spasiba (gracias, en ruso) o Slava Ukraini (gloria a Ucrania[1]) o nos suben el pulgar o unen sus manos como el ícono de las redes sociales dándonos las gracias. Algunas pocas veces, alguien nos grita en ruso algo desagradable con expresión de enojo y no falta quien indica con la mano que estamos locos.

En general, la gente joven nos es mucho más favorable que quienes ya no lo son[2]. Lo que es bien lógico, ya que la generación mayor vive prisionera de la televisión estatal rusa. Ya no queda televisión privada o que no pertenezca a algún oligarca amigote de Putin. La gente joven habla otros idiomas y, en consecuencia, no se desinforma a través de la tendenciosa Russia Today u otros medios similares.

Los musulmanes (se reconocen fácilmente porque las mujeres llevan pañuelo) son igualmente favorables a nuestra vigilia, lo que también es bien lógico, y no sólo por las atrocidades cometidas por los rusos durante las guerras en Chechenia, verdadero ensayo de los crímenes de guerra en Siria y ahora en Ucrania. Sino también por la opresión de las naciones musulmanas que quedaron dentro de la Federación, considerados más bien como pueblos auxiliares al servicio de los rusos.

Un día de la semana pasada, una señora de mediana edad (entre 35 y 45, diría yo) cruzó la calle y se acercó a nosotros, para agradecer nuestra vigilia. Nos contó que en el Consulado le habían dicho que nosotros éramos agentes pagados. No puede haber nada más absurdo: es la típica mentira a la que recurren los regímenes autocráticos para desprestigiar a sus opositores o, en general, a quienes no están de acuerdo con ellos.

Es cierto que, a lo largo de la historia ha habido -y sigue habiendo- activistas financiados por alguien; pero les aseguro que a nosotros no nos paga nadie por protestar frente al consulado ruso. Es puro convencimiento. En una ocasión, un hombre que salía del Consulado quiso darme un billete de €50. Obviamente lo rechacé con amabilidad y le sugerí donarlo a alguna organización no gubernamental que ayude a los refugiados de Ucrania.

La señora nos contó que su familia venía de Bajmut, que -como todos sabemos- es una ciudad ucraniana. Así que, en principio, me pregunté qué hace una persona de Bajmut en el Consulado ruso. Pero no hay que olvidar que Ucrania fue anexada por la Unión Soviética luego de la Primera Guerra Mundial (después de gozar de apenas un par de años de independencia)[3] y ahí estaba el origen de su pasaporte ruso.

Sus padres procedían de Bajmut; pero fueron destinados, la mamá a Wladiwostok y el papá a Tomsk. Yo le comenté: “en esas ciudades decidieron trabajar”. Ella me quedó mirando y me contradijo: “En la Unión Soviética, nadie podía decidir donde quería trabajar. El estado te enviaba a alguna parte y tú tenías que ir. No existía libertad de escoger la ciudad para trabajar o para vivir”. Más adelante, pudieron casarse y la mamá también se mudó a Tomsk, en la parte occidental de Siberia.

Su papá ya murió, su mamá sigue en Tomsk. Ella no la puede visitar, ya que la mamá vive en Séversk, la ciudad cerrada a orillas del río Tom[4]. Durante la época soviética, se la consideraba un centro de tecnología y ahora parece que Putin sigue imaginándose que alguien quiere copiar tecnología rusa. Después de Tetris (1984), no se me ocurre nada más que se pueda copiar. Su mamá no puede salir y ella no puede entrar a Séversk.

Durante la era soviética, los ingenieros y en general, los científicos que egresaban de las universidades de Ucrania eran muy apreciados (por no decir codiciados). Al parecer su formación era muy buena y resultaban útiles para el estado[5]. No me extraña que los papás ucranianos hayan terminado en Tomsk, uno de los centros de tecnología creados durante la postguerra soviética, trabajando para el estado que, por otra parte, era el único empleador..

Nos aseguró que ella no estaba de acuerdo ni con la guerra, ni con Putin, ni con el régimen de Rusia. Por ello, quería renunciar definitivamente a la nacionalidad rusa. Pese a que eso significaba que, probablemente, no podría ver más a su mamá, ya que, si para los rusos era difícil entrar a Tomsk, a una extranjera le sería imposible, no le darían permiso para entrar a la ciudad.

Le mostré mi bandera de la oposición rusa y me insinuó que perdía el tiempo. Es lamentable, pero no deja de tener razón. Pese a ello, sigo siendo idealista, aunque reconozco que la oposición lo tiene muy difícil. La rusa es una sociedad sin cuerpos intermedios y sin nada que se parezca a una sociedad civil. El régimen de Putin es cada vez más opresivo frente a cualquier tipo de oposición, lo que lo ha llevado a convertirse en un nuevo Stalin[6].

Al final, cuando nos despedimos, la mujer rusa de Bajmut y una manifestante ucraniana de Kherson se abrazaron fraternalmente. Una rusa (al menos en el papel) y una ucraniana se encuentran frente al Consulado general de Rusia en Bonn. Ambas están en contra de la guerra, en contra de Putin y su desgobierno o su régimen mafioso, como lo llama Kasparov[7].

La valiente mujer aún rusa prometió que, cuando termine todo el papeleo y deje de ser oficialmente rusa, vendrá a protestar con nosotros. Antes, creo que no es aconsejable hacerlo… Preferiría no verla más y que la guerra termine antes de seis meses y no tengamos que protestar gratis semana a semana… Que la guerra termine con la victoria de Ucrania. Que triunfe el derecho sobre la fuerza y no la fuerza sobre el derecho[8].


[1] “La expresión surgió a principios del siglo xx con diversas variaciones, y se popularizó durante la guerra de independencia de Ucrania (1917-1921)”, en Wikipedia

[2] Por  ejemplo,  la hija de la mujer rusa en “Que se vayan todos los políticos”

[3] En la película “Holodomor”, de 2017, con Max Irons queda muy claro este proceso de anexión basado en un engaño y también en la fuerza de las armas del Ejército Rojo comandado por Trotski. Fíjense en el personaje de Mykola, interpretado por Aneurin Barnard. También en Red Secrets, de la directora Agnieszka Holland.

[4] “Una ciudad cerrada, ciudad secreta o pueblo cerrado es una población donde están restringidas las visitas y pernoctaciones, de forma que se requiere de una autorización especial para ello. El motivo puede ser la existencia de una base militar o un centro secreto de investigación científica. En la Unión Soviética existían numerosas ciudades cerradas, y, tras su disolución en 1991, algunas mantuvieron su estatus”, en Wikipedia

[5] “Todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado” es la fórmula del fascismo.

[6] El abuelo de Putin fue uno de los cocineros de Stalin y sobrevivió al dictador, lo que no deja de ser sorprendente, ya que Stalin temía que lo envenenaran y muchos de sus cocineros fueron ejecutados tan sólo por alguna sospecha. A los temores de Putin, me referí en El levantamiento de los mercenarios

[7] Ver la nota 5 en mi columna Más sobre la corrupción en Ucrania

[8] El testimonio de otra mujer que salía del consulado en Mientras más armas, más corta la guerra 

Postales de Islandia

Esta semana, una amiga me mandó fotos -antes me enviaba tarjetas postales- desde Islandia. Bellas fotos, hermosas postales, hoy en forma digital, desde una isla al extremo norte del mundo. Paraíso para turistas, sobre todo para turistas de nivel alto, sea por su poder adquisitivo o por sus intereses deportivos, culturales o artísticos. El turismo en Islandia es motor de su economía y tiene buenas ofertas para todos los bolsillos y para todos los gustos[1].

Siberia o la península de Kola son regiones de la Federación Rusa que podrían ser tan atractivas para los turistas como lo es hoy Islandia. Visitar glaciares, bañarse en aguas termales incluso en medio de la nieve y del hielo. Hacer largas caminatas por las laderas de los volcanes, o largas cabalgatas de días enteros, como en Islandia… O ir a fotografiar auroras boreales una vez al año, como hace otro de mis amigos. Siberia además, tiene una variada fauna y flora.

Sus habitantes podrían iniciar pequeños y grandes emprendimientos, desde bed and breakfast, hasta visitas guiadas, desde caminatas por bosques y montañas, hasta excursiones fotográficas, bajadas de río en canoas, cursos de cocina, escuelas de idioma, etc., etc. Todo esto contribuiría a revivir la economía luego de décadas de planificación y depresión, surgirían hosterías, restaurantes, cafés, supermercados, salas de exposiciones, servicios médicos y un gran etcétera. La economía rusa tiene las dimensiones de la economía italiana; pero más del doble de habitantes, Italia cabe 57 veces en Rusia y la esperanza de vida es cerca de diez años mayor en Italia.

Volviendo al tema turismo, en Siberia, podrían reivindicarse las costumbres de los pueblos originarios (mongoles, urálicos, samoyedos, ugrios, yukagiros, manchú-tunguse, chucoto-camchadales, esquimal-aleutianos, Ketes y Nivjis) que fueron víctima de la colectivización forzada durante la época soviética, en que todos tenían que ser iguales y no cabía la individualidad, la discrepancia, ni menos la disidencia. Recordemos que, quien no estaba de acuerdo con el régimen, era llamado disidente.

Nada de eso es posible en Rusia. Menos que nada en la península de Kola, en el Oblast Murmansk, donde Rusia tiene estacionado su arsenal atómico e incluso en la Bahía de Andreewa, existe desde la década de los 80 basura atómica que debería haber estado allí teóricamente sólo cinco años. Recordemos que la economía planificada del socialismo real vivía de quinquenio en quinquenio. Noruega ayudó a Rusia con 13 millones de euros para reparar las bodegas de la basura nuclear; pero Noruega no puede pagar eternamente a su vecino.

Para la Federación rusa, es un problema que Finlandia quiera ser miembro de la OTAN, ya que la larga frontera con Rusia permite a Finlandia observar los movimientos de fuerzas militares rusas con armas atómicas en la Península de Kola. Por su parte, Noruega vigila la salida de submarinos con misiles atómicos desde Kola hacia el Mar del Norte. Y como si esto fuera poco, el ingreso de Suecia a la Alianza atlántica permitirá controlar toda salida y entrada desde San Petersburgo o incluso desde el exclave ruso Kaliningrado (su verdadero nombre es Königsberg y fue la patria de Emanuel Kant). Todo esto es algo que Putin no quería que sucediera; pero antes de iniciar una guerra, hay que pensar en sus consecuencias.

Entre paréntesis, el ingreso de Suecia y de Finlandia a la OTAN, convierte al Mar Báltico en un verdadero mare nostrum para la alianza militar; pero ya esto es otro tema que dejaremos para otra oportunidad[2].

En días pasados, conversábamos con amigos amantes de las vacaciones en las Islas Canarias y llegábamos a la conclusión que Cuba[3] podría ser un país tan exitoso como lo son las Canarias, si tuviera un régimen político democrático y una economía libre, como la que existe en la Unión Europea y que es el motor del bienestar económico de sus habitantes. Evidentemente que, en algunos países de la UE, el sistema democrático y la economía de mercado son perfectibles; pero esto es lo propio de la democracia: nadie sostiene que sea perfecta; pero se puede ir mejorando, ya que admite la crítica. En regímenes autoritarios, la crítica es inadmisible y además es punible. Esto es, quien exprese una crítica a los gobernantes es castigado.

Poco después, otra amiga, de visita en Florida, también me envió fotos de las ciudades que visitaba. Las imágenes me recordaron la arquitectura canaria, en su armoniosa mezcla de modernidad y tradición, colores y amor por los detalles. Las imágenes de mi amiga mostraban modernos y hermosos edificios típicamente estadounidenses junto a otros más tradicionales. Comentábamos con ella que, en un régimen de libertad y democracia, Cuba podría ser una isla tan bella, amable y exitosa como las Canarias o como la misma Florida. El background cultural es más o menos el mismo. El éxito no es cuestión de genes, sino de organización política y económica. Y requiere una dosis de voluntad y de inteligencia y empeño.

Los países exitosos, con habitantes más felices, no son aquellos en que un estado ineficiente y omnipresente todo lo controla, todo lo organiza y todo lo decide y manipula, como ocurre en la Rusia de Putin o en Cuba, sino donde yo, como persona individual de naturaleza racional puedo decidir libremente lo que hago[4], lo que pienso y cómo organizo mi vida. Eso sí y, para hablar con Kant, siempre que mi libertad no conculque la libertad de los demás ya que “la libertad del individuo termina donde empieza la libertad del otro”[5]. Este es uno de los principios más esenciales del orden liberal y debería estar presente en todo ordenamiento constitucional moderno[6].


[1] Wikipedia nos dice que Islandia ”cuenta con una economía de mercado, con impuestos relativamente bajos, comparados con otros miembros de la OCDE,​ manteniendo un Estado de bienestar que provee asistencia sanitaria universal y educación superior gratuita a sus ciudadanos.​ Se convirtió en uno de los países más acaudalados, y en la actualidad es clasificado por la Organización de las Naciones Unidas como el cuarto país más desarrollado del mundo, además de ocupar el primer lugar en el índice de paz global”.

[2] Ver mis columnas Finlandia a la OTAN y Suecia y Finlandia a la OTAN

[3] En este blog de opinión, hay muchas columnas sobre Cuba, las encuentran haciendo clic en el teg correspondiente. Les recomiendo especialmente Cómo mueren los gatos en Cuba

[4] En la definición de Boecio, “la persona humana es sustancia individual de naturaleza racional”.

[5] Die Freiheit des Einzelnen endet dort, wo die Freiheit des Anderen beginnt.

[6] Brillaba por su ausencia en el proyecto constitucional chileno que, afortunadamente, acaba de ser rechazado. En efecto: con una participación electoral récord de 85,81%, ganó el rechazo con 61,86% contra el apruebo que llegó sólo al 38,14%.