Armas para Ucrania

En mi columna Mientras más armas, más corta la guerra, relaté una conversación sumamente interesante con una historiadora y antropóloga rusa que también salía del consulado de la Federación rusa de la ciudad donde vivo. En “Que se vayan todos los políticos”, me referí a otra conversación, algo menos interesante con otra señora rusa que salía del consulado general, luego de haber hecho algún trámite.

Hoy, me gustaría contarles de otra persona que se acercó a conversar con nosotros. Esta vez, no era una señora rusa, sino una señora alemana. Ya de sus años, pero muy bien llevados, muy “deportista”, esa mañana había salido a caminar unas cuantas cuadras, como todas las mañanas, nos contó. Nos contó que apoyaba a Ucrania y que había participado en la primera manifestación frente al Consulado, el mismo 24 de febrero del 2022.

Se acercó a nosotros, porque -nos explicó- quería hacernos una pregunta, algo que le preocupaba desde hacía semanas. Nos contó que ella era feligresa de la Iglesia evangélica y que su iglesia está dividida en torno a la cuestión de las armas para Ucrania. La mitad de los evangélicos alemanes piensa que sí hay que entregar armas y la otra mitad no, nos dijo. Ella, como “pacifista”, no estaba de acuerdo con la entrega de armas. Pero quería saber nuestra opinión.

Yo le dije que yo estoy de acuerdo en entregar armas a Ucrania. Más aún, creo que es una necesidad ayudar a los ucranianos y a las ucranianas a defenderse. La guerra de Rusia contra Ucrania es claramente una guerra de agresión y el derecho internacional no sólo no nos prohíbe entregar armas a un país atacado, sino que nos obliga a ello. Más aún si existen dos resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenan la invasión rusa. Y la condena fue votada a favor por la inmensa mayoría de los países del mundo representados en la Asamblea. Podemos contar con los dedos de una sola mano los países que votaron a favor de Rusia.

Mi amigo -también extranjero, más concretamente irlandés- que participaba conmigo en la manifestación agregó que él estaba de acuerdo con la entrega de armas y que lo veía como una necesidad, como una exigencia de solidaridad internacional. Él no dijo que era irlandés, sino que era británico y a la señora se le caía la baba al escuchar a un “inglés”.

Entonces ella aprovechó de decir que su papá había partido a la guerra en 1941 y no me quedó claro si volvió o no, tampoco quise preguntárselo, ni preguntarle si su papá era o no partidario del nacionalsocialismo, como la mayoría de los alemanes protestantes de entonces.

Le dije que recordara la reunión de 1938 en München. En ella, la política del appeasement no había detenido a Hitler, muy por el contrario. Chamberlain (el primer ministro más poderoso de Europa y el único que podía hacerle frente a Hitler) se decidió a aceptar la invasión de los territorios checos de lo que entonces los nazis llamaban Los Sudetes. Esta es una denominación ahistórica, que comenzó a usarse después de 1918 y denomina las regiones de Moravia y Bohemia, en que la mayoría de los habitantes hablaba alemán (alemán de Austria, era gente que poco y nada tenía que ver con Alemania, su cultura era muy distinta).

Neville Chamberlain podría haberle dicho a Hitler que no. No a la invasión y posterior anexión de la región de Los Sudetes. Pero, Gran Bretaña aceptó la exigencia del canciller Hitler y Chamberlain regresó “triunfante” a Londres y al bajar del avión mostró el papel con su firma y la de Hitler -y también de Mussolini y de Édouard Daladier- en el Tratado de München de septiembre de 1938.

El premier británico estaba convencido que había evitado la guerra y logrado la paz, a cambio de un -para él- territorio checoslovaco insignificante ubicado justo en la frontera con Baviera. Hoy en día, alguna gente dice que hay que negociar con Putin y aceptar que ocupe Crimea y el Este de Ucrania a cambio de la paz. A Hitler y a Putin, este tipo de concesiones sólo le abren más el hambre. Después de los Sudetes, Hitler se hizo de toda Europa continental que quedó bajo poder de los alemanes. Lo mismo pasaría con Putin si aceptamos cederle territorio de Ucrania. Seguirán Moldavia, Georgia y mejor no pensar en qué más están reclamando… Kadyrov exige incluso el Este de Alemania[1].

Chamberlain, Mussolini y Daladier no le preguntaron a los checos si ellos estaban dispuestos a cederles parte de su territorio a Alemania nazi. Hoy, hay gente que cree que la decisión sobre el territorio de la República de Ucrania no es algo que concierne a Ucrania, sino que la decisión debe ser tomada por otros países. Por países más grandes, más necesitados de gas o de petróleo, más cómodos o más cobardes… O países que, simplemente, no quieren más estrés.

La señora argumentó que ella nunca usaría armas. Que preferiría que la mataran. Aseguró que ella no haría nada y eso es lo que debería hacer Ucrania: “dejar pasar de largo a los agresores sin hacer nada”. Le respondí que la agresión rusa no “pasa de largo”, sino que se queda. Putin invadió Ucrania y quiere quedarse, anexar Ucrania a su territorio. La guerra de agresión rusa no es una cosa que pasa y después Ucrania pueda seguir su camino. Puesto que si Rusia deja de luchar no habrá más guerra. Si Ucrania deja de luchar no habrá más Ucrania

Lo que se me pasó preguntarle fue si ella tampoco haría nada si tiene familia a la que defender. Porque ella puede tomar la decisión de no hacer nada; pero qué pasa con la gente a su lado, hijos, por ej. Tal vez la vea de nuevo y la pregunte. Nuestra decisión acerca de cómo reaccionar ante un ataque no nos afecta sólo a nosotros, sino al grupo de gente a nuestro lado.

Le pregunté si conocía los crímenes de guerra cometidos por las tropas rusas en Butscha e Irpin, por ej. Ya debido a tales crímenes no se puede hablar de que las tropas rusas “pasen de largo”. Como si después de invadir Ucrania, se retiraran pacíficamente y todo siguiera igual. Le pregunté si ella no ayudaría a una mujer que está siendo violada… Nuestra interlocutora parecía decir aquello que describí en mi columna Cuando me violaron: “Lo mejor es que no te resistas, cálmate, entrégate, deja que termine de violarte. Total, es sólo una violación, después vas a poder seguir con tu vida y te vas a olvidar de este episodio. O perdonarás a tu violador que tal vez se convierta en tu amante”.

La invité a volver y hablar con un pastor protestante que viene muy seguido a nuestra manifestación. Él, es fundador de un grupo pacifista; pero ahora es, sin duda, partidario de entregar armas a Ucrania. Nos despedimos muy amablemente y ella siguió su caminata. Me pregunto cuántas abuelitas en Mariupol, en Lisichansk o en cualquier otra ciudad en Ucrania, pueden salir tan descuidadas a caminar por la mañana sin riesgo de su vida…


[1] Curiosamente, en el territorio de la otrora República democrática alemana o Alemania comunista, Putin tiene muchos fans.

El Papa y Ucrania

En los últimos meses, ha habido muchas críticas abiertas o veladas al Papa Francisco, ya que no ha tomado partido abiertamente a favor de Ucrania. En la entrevista que apareció recientemente publicada en la revista estadounidense America Magazine, Gerard O’Connell, corresponsal en el Vaticano, pregunta al Papa sobre este tema. Pueden leer el texto completo de la entrevista en: Exclusive: Pope Francis discusses Ukraine, U.S. bishops and more

La pregunta es la siguiente: Santo Padre, sobre Ucrania: Muchos en Estados Unidos se han sentido confundidos por su aparente falta de voluntad para criticar directamente a Rusia por su agresión contra Ucrania, prefiriendo en su lugar hablar de forma más general de la necesidad de poner fin a la guerra, de acabar con la actividad mercenaria en lugar de con los ataques rusos, y con el tráfico de armas. ¿Cómo explicaría su postura sobre esta guerra a los ucranianos o a los estadounidenses y otras personas que apoyan a Ucrania?[1] 

La respuesta del Papa es bien clara: Cuando hablo de Ucrania, hablo de un pueblo martirizado. Si tienes un pueblo martirizado, tienes a alguien que lo martiriza. Cuando hablo de Ucrania, hablo de la crueldad porque tengo mucha información sobre la crueldad de las tropas que llegan. Generalmente, los más crueles son quizás los que son de Rusia pero no son de la tradición rusa, como los chechenos, los buriatos y otros. Ciertamente, quien invade es el Estado ruso, esto está muy claro. A veces trato de no especificar para no ofender y más bien condeno en general, aunque se sabe bien a quién estoy condenando. No es necesario que ponga nombre y apellidos.

El segundo día de la guerra fui a la embajada rusa [ante la Santa Sede], un gesto inusual porque el Papa nunca va a una embajada. Y allí le dije al embajador que le dijera a [Vladimir] Putin que estaba dispuesto a viajar a condición de que me dejara una pequeña ventana para negociar. [Serguei] Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores, me contestó con una carta muy amable en la que entendí que por el momento no era necesario.

Hablé tres veces por teléfono con el presidente Selensky. Y trabajo en general con la recepción de listas de prisioneros, tanto civiles como militares, y las hago llegar al gobierno ruso, y la respuesta ha sido siempre muy positiva. También pensé en viajar, pero tomé la decisión: si viajo, voy a Moscú y a Kiev, a ambos, no a un solo lugar. Y nunca he dado la impresión de encubrir la agresión. Recibí aquí en esta sala, tres o cuatro veces, a una delegación del gobierno ucraniano. Y trabajamos juntos.

¿Por qué no nombro a Putin? Porque no es necesario; ya se sabe. Sin embargo, a veces la gente se aferra a un detalle. Todo el mundo conoce mi postura, con Putin o sin Putin, sin nombrarlo.

La acusación de racismo que se ha hecho a Francisco luego de la entrevista no puede ser descartada sin más. Es cierto que la prensa y los expertos nos informaron que las tropas que cometieron los crímenes de guerra en Butcha[2], eran chechenas. Conociendo la fama de Ramsan Kadyrov y de sus soldados, no me extraña nada. No sin razón, Kadyrov es llamado el “perro rabioso de Putin”, incluso en Rusia. Pero, de ninguna manera, esta calificación puede ser extendida a todos los chechenos.

Lo de los chechenos es curioso, porque ellos sufrieron tanto o más de lo que están sufriendo los ucranianos hoy día. En dos guerras muy terribles[3], los chechenos lucharon contra Rusia por la independencia de su país. Lo que al final, no lograron. Sus ciudades fueron arrasadas en bombardeos hasta entonces sólo comparables a los de la II Guerra Mundial. Después vimos este mismo típo de bombardeos en Siria, ejecutados igualmente, por fuerzas rusas. La destrucción de Grozni, la capital de Chechenia es comparable a la destrucción de Aleppo en Siria y de Mariupol, en Ucrania[4].

Sobre los buriatos, no tengo mayores antecedentes acerca de su comportamiento como soldados. Son una etnia mongólica de Siberia, la etnia más numerosa de esa región. Originalmente, de religión budista, me temo que, después de medio siglo de indoctrinación comunista, de religión les queda poco y nada. Hace poco, eso sí, hubo un rechazo multitudinario a la “movilización parcial” por parte de budistas en alguna de estas repúblicas.

Como señalé en una columna anterior, la mayoría de los hombres reclutados en la llamada movilización parcial[5] procede de lejanas repúblicas de la Federación Rusa. En general, de Asia Central y especialmente de Siberia. Pienso que eso no los hace ni más, ni menos capaces de cometer crímenes de guerra que a los habitantes de Moscú o de San Petersburgo, que no son reclutados.

La verdad es que a mí me gusta que el Papa Francisco haya mantenido esta posición más bien mesurada. Lo que no significa que no condene la agresión rusa. Sinceramente, no me gustaría ver a Francisco convertido en un segundo patriarca Cirilo (me refiero al patriarca de la iglesia ortodoxa de Moscú), que no se sabe si es sólo un agente de la KGB, un sibarita o simplemente un nacionalista ruso que confunde la religión con el fanatismo patriotero.

Sería ridículo que la guerra fuera convertida por Rusia en un enfrentamiento entre el mundo occidental y la ortodoxia, máxime cuando la mayoría de los ucranianos son igualmente ortodoxos. Prefiero que cada uno, cada una de nosotros tome su propia decisión de apoyar a Ucrania, a la democracia, al progreso, al pluralismo, a nuestro estilo de vida libre e individual. No me gustaría que la desinformación presentara la guerra como un duelo entre católicos y ortodoxos, como una nueva guerra de los treinta años o algo por el estilo.

Es muy bueno que O’Connell haya planteado al Papa este tema. No estamos en Rusia donde no es permitido hacer preguntas críticas. Por el contrario,  en nuestra sociedad pluralista, las preguntas críticas son bienvenidas y deseables. El Papa Francisco tiene razón: no es necesario nombrar explícitamente a Putin para saber de quien está hablando, a quien está condenando. Creo que las palabras de Francisco son bien claras: la condena es a Putin, a la brutalidad del ejército ruso. El Papa condena una invasión que convierte a Ucrania en una nación mártir. A buen entendedor o a buena entendedora, pocas palabras.


[1] Las traducciones son de la excelente página deepl-com. He hecho, eso sí, algunas correcciones.

[2] Masacre de Butcha en Wikipedia.

[3] La Primera guerra de Chechenia tuvo lugar entre 1994 y 1996, durante la época de Yeltsin. Fue motivada por el anhelo de independencia del pueblo checheno luego del desmoronamiento de la Unión Soviética.

La Segunda guerra de Chechenia duró diez años, entre 1999 y 2009. En septiembre del 2003, Achmet Kadyrov, el candidato de Putin, logró imponerse a los demás candidatos, a los que ofrecieron algún premio a cambio de renunciar a su candidatura. Siete meses después, en mayo del 2004, Kadyrov murió como consecuencia de una bomba.

[4] Aunque, como mencioné alguna vez, una compañera de colegio me insiste en que Aleppo y otras ciudades sirias fueron bombardeadas y destruidas por los norteamericanos. Sin duda, otro éxito de la desinformación rusa. Cfr. Rusia no es potencia

[5] Me referí a ella en mi columna sobre La bomba atómica de Putin

Rusia no es potencia

Después de mi última columna El nuevo imperialismo ruso y Carl Schmitt un amigo comenta que él piensa que Rusia sí es una potencia. Me gustaría explicar brevemente mi porqué pienso que la Federación rusa está actualmente a años luz de ser una potencia.

Aislamiento

Antes que nada y como me decía una conocida rusa hace algunos años, gracias a Putin y a su cleptocracia, Rusia está aislada en el mundo y del mundo. Ni los zares, ni los comunistas tuvieron nunca tan pocos aliados como Rusia, después de la represión del 2012, y luego de la anexión de Crimea el 2014.

Es connatural a una potencia tener muchos aliados: estados sobre los cuales ejerce, por lo menos, alguna clase de hegemonía, de dominación, de control o de algún otro tipo. Los pocos aliados que tiene Rusia en el mundo se llaman Bielorrusia (obligada a aliarse[1]), un poco China (pero cada día más alejada), Venezuela, Nicaragua, Cuba (estos últimos, sin importancia en el concierto internacional). Últimamente la lista ha sido engrosada por otros dos países: Irán y Corea del Norte. Ambos aún más aislados que Rusia. Luego de una supuesta neutralidad inicial, la India se ha alejado completamente de Rusia.

Hay países que formaban parte de la UdRSS y que están “al lado” de Rusia (se hallan “conectados” por su territorio, como expliqué en mi columna anterior[2]). Muchos de sus líderes o son aún jerarcas de la época soviética o son sus hijos que continúan la línea dinástica de sus padres. Sin ir más lejos, Ramzán Kadyrov -hijo de Ajmet Kadyrov- es uno de ellos. Estos países pueden considerarse cual más cual menos, también “amigos” de Rusia (aunque Kissinger que ya tiene más de 90 años y sufre de creciente senilidad, seguro que me advertiría que los países no tienen amigos, sólo tienen intereses). Entre los “amigos” de Rusia, se pueden contar ex-repúblicas soviéticas como Daguestán, Kasajstán, Kirguistán, Turkmenistán o incluso Armenia.

En resumen, entre los aliados de Rusia hay tres categorías: 1) los que quieren ser sus aliados, como Cuba o Nicaragua. 2) Los que están “conectados” geográficamente con la Federación rusa, formaban parte de la Unión Soviética y no les queda otra alternativa, como todos estos países de Asia Central cuyos nombres terminan en “tan” y Bielorrusia. 3) Y los nuevos amigos, que son sólo dos: Corea del Norte e Irán. Ambos proveen a Rusia de armas y de munición, ya que la industria de armamentos rusa no los puede reponer rápidamente.

Economía y pobreza

En Postales de Islandia, les contaba a mis queridos lectores y lectoras que la economía rusa, al menos antes de febrero de este año, tiene o más bien tenía las mismas dimensiones que la economía italiana. Hay que considerar que Rusia tiene más del doble de habitantes que Italia, que Italia cabe 57 veces en Rusia y que la esperanza de vida en Rusia es diez años menor que en Italia.

¿Para qué quiere Putin más territorio y más súbditos? De ciudadanos no se puede hablar. Para sumirlos en la pobreza en que se halla la mayoría de la población en la Federación Rusa, sobre todo en las repúblicas de Asia Central. En Daguestán, en Siberia, Kirguistán, Turkmenistán o incluso en Armenia. Pobres armenios, se acogieron a mala sombra y ahora no pueden salir. A diferencia de Kasajstán que cada día se aleja más de Rusia.

La Federación rusa es un país exportador de recursos naturales, especialmente de gas y de petróleo. Aparte de trigo, maíz y algún mineral. En esto no se diferencia de los países en desarrollo. Carece de tecnología propia: hasta antes de que comenzara la invasión y fuera sancionada, importaba la tecnología extranjera que pagaba con los ingresos del gas y del petróleo. En un ambiente carente de libertad, es difícil desarrollar la creatividad. El último de los grandes inventos rusos fue la Kalashnikov, en 1946.

Los Lada casi no circulan fuera de Rusia. Los pocos rusos que pueden pagarlos prefieren BMW, Lexus o Range Rover. La hija de Dugin murió en un Toyota Landcruiser y no en un Lada[3]. La industria automotriz rusa anunció que volverá a fabricar el Moskwitsch, un vehículo que, hasta donde yo sé, la UdRSS dejó de producir a mediados de los años 70. Y ya entonces era antiguo. El último de los modelos Moskwitsch fue una copia del Opel Kadett.

Los rusos prefieren IPhone y no Yotaphone. Hace algunos años, como buena rusófila, traté de comprar un Yotaphone; pero me fue imposible, nadie lo vende.

Fuerza militar y armamento

Volviendo al tema de los ex-amigos, la razón por la cual, la India se aleja de Rusia a una velocidad que me hace pensar en la expansión acelerada del universo -aparte de las consideraciones morales y jurídicas causadas por la violación del derecho internacional y por los crímenes de guerra- es que India está altamente decepcionada del armamento ruso que compró en abundancia, sobre todo, debido a su bajo precio.

La industria de armamento ha sido durante décadas la niña de los ojos del estado ruso. Se trata de una industria estatal. Le pertenece al estado, es controlada por el estado y las decisiones son tomadas por el gobierno. A diferencia de la industria occidental que está en manos privadas.

Las armas rusas han mostrado una gran inferioridad en la guerra de Ucrania (como no vivo en Rusia, la puedo llamar guerra y no “operación especial”[4]). Los militares ucranianos pudieron vencer a las tropas rusas que intentaron invadir Kiev a punta de jabalinas portátiles antitanques, con las que derribaron aviones y helicópteros rusos, provocando su huida del aeropuerto de Kiev-Hostomel. Entre paréntesis, Hostomel es vecina a la localidad de Butscha, donde tropas rusas permanecieron durante algunas semanas, tiempo que aprovecharon para cometer abundantes crímenes de guerra.

El armamento occidental ha demostrado ser inmensamente superior a las armas rusas. Las armas inteligentes (smart) son terriblemente más efectivas que las armas “tontas” que sigue produciendo Rusia. Esta es una de las causas de que India se aleje tan raudamente de Rusia. La dependencia del armamento ruso es una circunstancia no deseable para el gobierno de Modi.

Rusia tampoco es una potencia militar, porque ha demostrado que sus fuerzas armadas no sólo están desmoralizadas, sino que además, son ineficientes. Tanto es así que el Grupo Wagner ha creado líneas del tipo “no pasarán”, para impedir que los soldados rusos emprendan la retirada. O que huyan despavoridos, como ocurrió en Járkiv en septiembre pasado. En otras palabras, si no quieren o no pueden pelear con los militares ucranianos, son acorralados por los mercenarios y ex-presidiarios del grupo Wagner[5].

Se supone que el ejército ruso había superado sus innumerables fallas de la época soviética y que, al mando del general Valery Gerasimov (que cayó en desgracia al comienzo de la guerra) se había modernizado y alcanzado el nivel de una potencia militar. Al menos, eso nos hicieron creer; pero parece que todo era mera propaganda. Eran películas que mostraban soldados y armas en ejercicios militares donde parece que nunca había un enemigo.

Rusia continúa con la antigua táctica soviética que le sirvió también en Siria: disparar desde lejos con artillería “tonta”, esto es, imprecisa y que destruye ciudades enteras, como Aleppo en Siria o Mariupol en Ucrania[6]. Y después de que todo está destruido, avanza con tropas de tierra. (Sin suboficiales, sólo con oficiales y tropa; pero este es un tema específicamente militar al que tal vez me refiera en otra oportunidad[7]).

En suma, Rusia no es una potencia. Es un país pobre, exportador de materias primas que carece de productos elaborados, donde la tecnología brilla por su ausencia, como una consecuencia lógica de la falta de libertad para crear e innovar. Me pregunto, ¿quién querrá subirse a un auto con la tecnología de los años 70 y que además es copia de un vehículo alemán muy antiguo?

En el ámbito de la política internacional, el aislamiento indeseado tampoco es propio de una potencia. Sin duda, las permanentes violaciones del derecho internacional y del derecho humanitario no son características de una potencia, al menos no de una potencia civilizada. La actitud imperialista ahuyenta a posibles “amigos”. Sus únicos amigos son otros países igualmente asilados.

En el aspecto militar, Rusia tampoco es potencia, ni por su industria de armamento, ni por sus fuerzas militares. Ambas más parecen el sapo hinchado de que hablé alguna vez en una columna dedicada a un tema muy diferente[8].

Creo que el único ámbito en el que Rusia es una potencia es en el de la desinformación. Desinformación sobre otros y también sobre la misma Rusia. La leyenda que ha creado en torno a sí se parece más a las fachadas que mandó construir Gregorio Potemkin para impresionar a la emperatriz Catalina la Grande[9]. No sin razón, el escritor ruso Dimitri Gluchowski[10] habla de la mitomanía rusa. Los pueblos de Potemkin eran pura fachada, detrás de las cuales no había nada[11].


[1] A Lukaschenka, conocido durante décadas como “el último dictador de Europa”, le gustaría liberarse del yugo de Putin; pero no puede, porque si lo hace, pierde el poder. Así de grande es su dependencia.

[2] El nuevo imperialismo ruso y Carl Schmitt

[3] La bomba atómica de Putin

[4] Hablar de guerra en Rusia es penado por la ley.

[5] El Grupo Wagner es una organización paramilitar, fundada por Jewgeni Prigoschin, conocido como el cantinero o cocinero de Putin, y por Dmitri Utkin, cuyo nombre de batalla era Wagner, ya que es neonazi y admirador de los antiguos nazis a los que él identifica con el músico alemán Richard Wagner.

[6] Aleppo no fue destruida por militares norteamericanos, como me insistía una compañera de colegio.

[7] Como consecuencia de la falta de suboficiales, los militares rusos no aplican la táctica llamada mission command, sino que sólo obedecen órdenes detalladas, muy de acuerdo con la ideología leninista, en la que crecieron sus generales, incluyendo los nueve generales que murieron en los primeros meses de la guerra.

[8] Yoga y narcisismo

[9] Me referí a Catalina en mi columna Putin llega con 200 años de retraso

[10] Autor de la popular novela Metro 2033.

[11] Sobre el tema, ver el artículo de Wikipedia Pueblo Potemkin

El nuevo imperialismo ruso y Carl Schmitt

Esta semana, Moscú propuso a los Estados Unidos, “conversar” y llegar a un acuerdo sobre Ucrania. Me pregunto si los agentes de la KGB actualmente en el poder no pensaron que esa es una cuestión que debe ser resuelta por Ucrania. Hay que considerar que, desde un comienzo, Putin se rehusó a hablar con el presidente ucraniano. Después de los crímenes de guerra de Butscha, Zelensky no hizo más intentos de “conversar” con el aprendiz de zar.

Putin -que se pasó la pandemia encerrado leyendo libros de historia de nivel escolar- cree que los que toman las decisiones son los imperios y no los países. No es Ucrania quien debe decidir, sino el gran imperio ruso y la otra superpotencia: los Estados Unidos.

Lo que Putin y su camarilla no han captado es que el mundo ya no es bipolar como en la época de la Guerra Fría. (Aunque personalidades bipolares abundan en la política). Parece que tampoco se han dado cuenta que Rusia no es una potencia, ni menos una superpotencia. Obama tenía toda la razón al referirse a Rusia como una potencia regional, lo que en ese entonces, provocó la ira de Putin.

Putin y sus secuaces son prisioneros de un pensamiento imperial absolutamente arcaico. Alexander Dugin -conocido durante décadas como “el ideólogo del Kremlin”- es un gran admirador de Carl Schmitt (el jurista estrella del Tercer Reich[1]) y también de  Karl Haushofer[2], otro precursor del nacionalsocialismo. En este mundo paralelo en que vive la dirigencia rusa, “el derecho de los estados nacionales habría sido reemplazado por un derecho de las potencias, encargadas de decidir acerca del destino de un sinnúmero de países, de protectorados y de ex-países”[3].

En consecuencia, no hay que conversar con Ucrania, ya que sólo las “potencias” deciden acerca de las fronteras de los pequeños estados que forman parte de su supuesto imperio, zona de influencia o “gran espacio” para hablar con Carl Schmitt.

Es más, para Putin, Lavrov, Dugin, Medvedev y muchos otros, Ucrania ni siquiera existe, es sólo una parte de Rusia. Para la ideología o mentalidad imperialista, sólo existen los imperios: el espacio entre ellos puede ser repartido a su antojo. Recordemos no más el Pacto entre Hitler y Stalin[4] en que ambos tiranos se repartieron Europa. No hay nada intermedio que pueda tener vida propia, menos que nada, los estados nacionales.

En la historia, muchos estados nacionales nacieron al desmembrarse los antiguos imperios. Sin embargo, supongo que a ningún presidente de Austria se le ocurriría exigir que Eslovaquia, Eslovenia o parte de Rumania o de Polonia fueran anexados por Viena. Ni a Suecia, anexar Estonia, Finlandia o el Norte de Alemania. Pero claro, hay gente que vive aún en el siglo 17[5].

A propósito de imperios del pasado, para Schmitt, el “gran espacio” o Großraum que configura el territorio de un imperio (Schmitt no habla de imperios, sino de reinos; pero, en definitiva, viene a ser lo mismo) debe estar “conectado”, esto es, unido territorialmente. Así como Ucrania y Bielorrusia están “conectadas” con Rusia, la tierra madre o la “madrecita Rusia”, como le llaman.

La Rusia de Putin no es un imperio del tipo Gran Bretaña, ni siquiera del tipo soviético, con territorios y colonias mercantiles o ideológicas en todo el mundo. En la ideología actual rusa, los territorios deben estar conectados territorialmente con la metrópoli, esto es, con Rusia.

Lo anterior, sin perjuicio de que se puedan ir conectando cada vez más territorios, a medida que avanza la expansión imperial. La Rusia de Putin es claramente expansionista. Hace un par de días, un político ruso dirigente de una de las provincias anexionadas por Rusia, aseguró que pronto existirá la “república de Francia, integrante de la Federación rusa” y que también serán recibidos los territorios de Alemania que quisieran unirse a la Federación. La Federación es el nombre del nuevo imperio.

En la teoría de Carl Schmitt, de Dugin y de Putin & Co., “los estados no tienen en absoluto derecho a la libre determinación”. Podemos olvidarnos de la Carta de las Naciones Unidas. Como hace ver Bernd Rüthers, uno de los grandes conocedores del pensamiento de Schmitt, “la filosofía de los grandes espacios en el derecho internacional es exactamente lo contrario a la autodeterminación de los pueblos”[6].

Generalmente, los imperios no entienden cuáles son sus límites. En otras palabras, no se dan cuenta de que tienen límites. Antiguamente, los imperios pretendían conquistar todo el mundo conocido. Así como Alejandro Magno o el Imperio Romano. Hasta cierto punto, es lo que pasa actualmente con el Imperio ruso, que es un poco como el imperio de los zares y otro poco como el imperio soviético. O tal vez, una insana mezcla de ambos.

La respuesta de los Estados Unidos a la proposición rusa fue lógicamente: “tenemos que hablar con Zelensky. No podemos tomar decisiones por Ucrania”. Ucrania es un país libre e independiente y queremos que lo siga siendo. Es un estado-nación que se formó al final de la I Guerra, luego de la caída de los imperios zarista y austro-húngaro[7] y de la desmembración del segundo. Sólo la deletérea fuerza del ejército rojo y de la represión inmisericorde de Trotski y luego de Stalin, incluyendo la horrible hambruna conocida como Holodomor[8], lograron frenar su vuelo independentista. Así, Ucrania fue virtualmente congelada durante años como una “república soviética”, hasta que, luego de la caída y desmembración de la UdRSS, finalmente se liberó del yugo imperial.

Quienes estamos a favor de la libertad, del derecho internacional y de la autodeterminación de los pueblos, apoyamos a Ucrania.


[1] CARL SCHMITT, DER KRONJURIST DES III. REICHES. Waldemar Gurian, “Deutsche Briefe” Nr. 4, Luzern, 26. Oktober 1934 Waldemar Gurian fue el primer autor que le dió esta denominación. Invito a leer ¿Fue Carl Schmitt un nazi?

[2] “Haushofer es uno de los cuatro autores principales en que se basaron los nazis para elaborar su teoría del Lebensraum o espacio vital. Los otros son Friedrich Ratzel, Alfred Rosenberg y el propio Carl Schmitt”, El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[3] El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[4] Hitler, Stalin y el inicio de la II Guerra

[5] Putin llega con 200 años de retraso

[6] El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[7] “Efectivamente, los ucranianos habían obtenido su independencia y soberanía después de la I Guerra Mundial y no querían entregarla a una banda de asesinos en torno a Stalin. Trotsky había sometido a Ucrania en 1922 por la fuerza de las armas del Ejército Rojo”, La guerra del hambre o el hambre como arma

[8] De mi amigo Taras que actualmente lucha en la guerra, defendiendo a su país, invito a leer Ucrania: Holodomor El original en inglés: Remember the Holodomor, Don’t Let History Repeat Itself!

Gauck, el ex presidente alemán sobre las armas para Ucrania

Hay quien piensa que no deberíamos enviar armas a Ucrania. Habría que obligar a los ucranianos a sentarse a la mesa de negociaciones. Incluso firman cartas exigiéndolo y con ello, exhortan implícitamente al gobierno a que admita que perdió la guerra y, en consecuencia no siga sacrificando vidas humanas. Como si no fuera Rusia la que bombardea ciudades y comete crímenes de guerra, como los bien documentados de Butcha y Mariupol, entre otros muchos.

Es más o menos la misma gente que, en los primeros días de la invasión a Ucrania aseguraba que Ucrania no resistiría ni tres días, que Selenski huiría en helicóptero y Moscú instalaría un gobierno marioneta (como en Afganistán y otros países durante la era soviética). Y tomaría Kiev en un dos por tres (lo intentaron, pero no lograron tomar el aeropuerto). Siempre pueden recurrir a la amenaza de la bomba atómica que nos lanzará Putin si no hacemos lo que él quiere. O simplemente nos  cortará el gas…

En honor a la verdad, el gobierno de Ucrania estuvo dispuesto a negociar desde la primera hora, incluso Selenski ofreció cosas tan concretas -y dolorosas para Ucrania- como renunciar a ingresar algún día a la OTAN y congelar el tema de Crimea y hasta la delimitación de la frontera con Rusia en Donetsk y Lugansk. Las conversaciones fueron interrumpidas después de descubrir los crímenes de Butcha.

Selenski insistió en que él quería conversar directamente con Putin, a lo que el presidente ruso se negó en forma reiterada. Me imagino que negociar con el presidente de Ucrania sería desdecir toda la propaganda que divulga Russia Today y medios estatales similares en manos del Kremlin, en el sentido que Selenski sería un nazi[1].

El fin de semana, el ex-presidente alemán Joachim Gauck advirtió con meridiana claridad que “el rechazo a la entrega de armas favorece al agresor[2]. Así es: no entregar armas a Ucrania favorece a Rusia y no conduce a la paz. Por lo demás, Rusia tiene en estos momentos cero interés en sentarse a conversar, como lo demostró claramente la semana pasada el poderoso ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov, en la Cumbre del G20 en Indonesia. Lavrov habló ante los sus colegas los ministros de los otros países y se fue inmediatamente después. Abandonó la reunión, abordó su avión y se volvió a Moscú[3]. Fue incapaz de escuchar a los demás ministros. Dijo algo así como “si los otros países no quieren que Rusia gane la guerra, no tengo por qué escucharlos”.

Negar armas a Ucrania es como decirle a una mujer atacada por un violador: “si te doy un arma, todo será mucho peor, ya que tu violador se volverá más violento, se puede volver loco e incluso matarte o dejarte en silla de ruedas. Lo mejor es que no te resistas, cálmate, entrégate, deja que termine de violarte. Total, es sólo una violación, después vas a poder seguir con tu vida (…) perdonarás a tu violador que tal vez se convierta en tu amante”[4].

Pienso que no sólo podemos entregar armas a Ucrania, sino que tenemos que hacerlo. Algunos expertos sostienen que el derecho internacional obliga a ayudar  a un país agredido también mediante la entrega de armas. Hay muy pocos casos en la historia en los que es tan absolutamente claro quién es el país agresor y quién el agredido. Tampoco podemos olvidar que si Rusia deja de luchar no habrá más guerra. Si Ucrania deja de luchar no habrá más Ucrania

Cito nuevamente al ex-presidente alemán: aquí “hay un agresor y una víctima. (…) Pretender que debemos guardar la equidistancia las dos partes es una distorsión de lo que sabemos que es la realidad y es una percepción muy mala” de la misma[5]. Joachim Gauck nos llama a tomar parte a favor del país víctima de la invasión rusa. No podemos, una vez más, quedarnos de brazos cruzados frente a una guerra de agresión, lo impiden el derecho internacional y la moral más elemental. No es tiempo de volver a una política de appeasement que ya sabemos a donde condujo en el pasado.

El ex-presidente Gauck se pregunta “¿Cómo puedo poner toda mi confianza en negociaciones y al mismo tiempo debilitar a una de las partes en la negociación, concretamente al país invadido, al más débil, no ayudándolo más?[6] Tiene razón: hay que entregar armas a Ucrania, para que pueda sentarse a la mesa de negociaciones  desde la mejor posición posible, que le permita mirar a Rusia a la misma altura. No hay que ser estratega para saber que, mientras mejor sea tu posición militar, mejor serán los resultados cuando te sientes a negociar.

Una “paz dictada” sería una aberración y llevaría a una nueva guerra en los próximos años. Además, no es un secreto para nadie que Rusia no se detendrá en Ucrania. Es la misma Ucrania, a través de su gobierno libre y democráticamente elegido, quien tiene que decidir hasta dónde lucha y a qué puede renunciar y a qué no.

Hay que apoyar a una víctima. Tengo que valorar lo que me es querido. Y si lo valoro, también debo defenderlo”, continúa Gauck[7]. Así es, la guerra que libra Ucrania es una lucha en nombre de todos nosotros quienes creemos que el mejor sistema de gobierno es la democracia liberal que significa la alternancia en el poder[8], el respeto a los derechos fundamentales, al estado de derecho y a la economía de mercado. En este sentido, Putin tiene razón, es una proxy war, pero no entre Rusia y la OTAN[9], sino entre la sociedad abierta[10] y el autoritarismo[11].

Y aunque no fuera así, Ucrania tiene todo el derecho a seguir, libre y soberanamente, el camino que quiera. Incluso uno que no nos guste. Putin no le puede imponer continuar bajo la hegemonía rusa, como en la época soviética. La era soviética terminó hace más de treinta años, afortunadamente ya es pasado. El neoimperialismo ruso que observamos actualmente es su aberrante continuación histórica.  

Si Ucrania  quiere formar parte de la Unión Europea[12] y no de la Unión de Eurasia[13] o de otra organización de fantasía organizada desde Moscú, es libre para hacerlo[14]. Hay que entregarle armas para que defienda su libertad, su independencia y soberanía y, en definitiva, también la nuestra.


[1] Lo que es bastante curioso porque es judío. Pero en su inconmensurable perfidia, Sergei Lavrov aseguró a la prensa italiana que los peores nazis habían sido judíos. E incluso que Hitler habría sido judío. A esto me referí en mi columna Comentario al discurso de Putin del Día de la Victoria

[2] “Verzicht auf Waffenlieferungen ist eine Begünstigung des Aggressors”.

[3] Tal como hizo Putin en noviembre de 2014, que abandonó el G20 que se efectuaba en Australia.

[4] Cuando me violaron Si lo quieren leer en alemán: Als ich vergewaltigt wurde

[5] “Es gibt ein Schwarz und ein Weiß. Es gibt hier einen Aggressor und es gibt ein Opfer. (…) So zu tun, als würden wir äquidistant zwischen diesen beiden Parteien stehen – das ist eine ganz schlimme Verzerrung unserer Wahrnehmung”. La traducción es mía y no es literal.

[6] “Wie kann ich auf Verhandlungen setzen und gleichzeitig einen Verhandlungspartner, nämlich den überfallenen und schwächeren, dadurch schwächen, dass ich ihm nicht weiter aufhelfe?”

[7] “Einem Opfer muss man doch beistehen. Das, was mir lieb und teuer ist, muss ich doch schätzen. Und wenn ich es schätze, muss ich es doch auch verteidigen”.

[8] “La alternancia en el poder consiste en la posibilidad de elegir a una persona distinta a la que está en el gobierno y es uno de los elementos esenciales del sistema democrático de gobierno. En efecto, el cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia”, El juego democrático de la alternancia en el poder Recordemos que Putin ya está 23 años en el poder y seguramente, como Stalin, morirá en él.

[9] “La OTAN es una alianza defensiva que no se dirige en contra de nadie, menos que nada en contra de Rusia, pese a la persistente propaganda en redes sociales y medios de extrema izquierda y de extrema derecha unidos en la mentira”, Tres mentiras sobre Ucrania, la OTAN y Rusia

[10] Defendamos la sociedad abierta de sus enemigos

[11] En mi columna StandUpForUkraine, señalé:“en la guerra de Ucrania, defendemos más que el territorio de un estado nacional. En la guerra en Ucrania, unos pocos valientes defienden nuestra manera de vivir, nuestro way of life pluralista, tolerante, democrático y liberal. Defendemos el sistema de economía de mercado y la organización política con división de poderes, el estado de derecho, el check and balances” 

[12] “Precisamente fue su acercamiento a la Unión Europea lo que motivó los problemas con Moscú, ya en la época del Euromaidán”, Corrupción en Ucrania

[13] Formada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia, que es el país hegemónico.

[14] Invito a leer mi recensión de un libro de Gauck: «El poder tiene un sabor desagradable». Joachim Gauck, activista por los derechos humanos, en la revista mexicana Istmo.