El atentado en Rusia

Tras el atentado en Rusia, surge una pregunta tras otra. En un cuarto de hora, cuatro terroristas lograron asesinar a 133 ó 137 personas (mass shooting) y colocaron en el edificio bombas incendiarias, de manera que se quemó por completo. Huyeron en un Renault Clio (!) a 300-400 kms de distancia, llevando consigo todas sus armas[1]. No cambiaron de vehículo… Además tuvieron tiempo de publicar videos y de anunciar al mundo que habían sido ellos.

La policía moscovita -que tiene un cuartel muy cerca del complejo Crocus City Hall- tardó una hora en llegar al lugar. No sé cuánto se demoraron los bomberos, pero el fuego fue apagado recién a las 7 de la mañana del día siguiente. El inmueble se quemó por completo. Había sido construido entre 1999 y 2000. Le pertenece a un oligarca aserbayano llamado Aras Agalarov, que aparece en varias fotos con Medvedev, Putin y Trump, al que visitó alguna vez en Estados Unidos, entre otros lugares en Las Vegas.

Incluso, Agalarov había planeado construir un Trump Tower en Moscú. En 2016, después de ganar la elección presidencial, Trump envió a Emin Agalarovuna, hijo del oligarca, una  nota[2] (y quién sabe qué más) en que decía “yo no me olvido de mis amigos”. Cómo ustedes pueden apreciar, a Trump no le importa tener contacto con musulmanes cuando se trata de oligarcas que lo ayudan a ganar elecciones y dinero[3].

Según Forbes, Aras Agalarov es el 51° hombre más rico de Rusia. Lo que contrasta con su vida anterior a la Glasnost y a la Perestroika. Nació en Baku en 1955 y fue un convencido comunista o al menos se hizo pasar por tal, porque en esa época convenía serlo, para poder lograr poder e influencia y así tener una vida holgada a costa de los demás que, con razón podemos llamar oprimidos por el sistema, personas que tenían que trabajar para mantener a los opresores, que eran los miembros del partido. En la ex-URSS hay una innegable continuidad entre haber sido miembro del Partido comunista y ser oligarca.

Reconozco que fui de las que, en un primer momento, pensé en la posibilidad de una acción bajo una bandera falsa, como otras tantas que han ocurrido en Rusia. Por ejemplo aquellas que llevaron a justificar la guerra de exterminio y aniquilación de Chechenia: aquella que condujo a que Grosny se viera como ahora se ven Mariupol, Bajmut o Avdivka después de los ataques rusos o Varsovia después de los ataques nazis. Experiencia hay en hacer explotar un edificio y causar la muerte de cientos de personas para culpar a otros y así atacarlos. En países donde la vida humana poco vale, no es raro actuar así.

El problema es que, en un régimen donde no hay claridad, ni transparencia, surgen las conjeturas basadas en indicios o en suposiciones. Y esto ocurre en Rusia, donde al día siguiente del atentado (que fue en la noche, alrededor de las 8 PM), Putin lo primero que aseguró fue que habían sido los ucranianos.

Para mala suerte de Putin, el llamado Estado islámico de la provincia de Khorasan anunció que ellos habían sido. Tendemos a identificar al Islamic State con el movimiento terrorífico en Siria e Irak. Pero este grupo de la provincia Khorasan es distinto, y está más bien centrado en Afganistán, Samarkand, Uzbekistán y las costas del Mar Caspio. Es un grupo que firma IS pero está centrado en Asia Central.

Asimismo, entre el 7 y el 9 de marzo, servicios de seguridad de EEUU, Gran Bretaña e incluso de Alemania (país tradicionalmente amigo de Rusia, ya desde la época del Tratado de Rapallo) habían advertido al gobierno ruso de posibles atentados islámicos a lo que Putin -en su habitual paranoia- respondió que era un intento de desestabilizar su gobierno o incluso de “extorsionarlo”.

Los terroristas de Islamic State – Khorasan Province tienen sangre en el ojo frente a Rusia, país al que culpan de haber combatido a los musulmanes en Afganistán y de haber colaborado con los EEUU y Occidente para acabar con el Califato del IS (esto es de Siria e Irak). Además, odian a Irán, país que se ha convertido en el mejor aliado de Rusia, junto con Corea del Norte.

Para Putin, la situación es complicada, ya que hace algunas décadas (Putin lleva 25 años en el poder[4]), los oligarcas fueron obligados a jurar no inmiscuirse en política a cambio de seguridad para seguir ganando sus billones y trillones en Rusia y en el mundo (donde los acepten, que es cada vez en menos países)[5]. Atentados como este a inmuebles de hombres poderosos es algo que rompe el acuerdo tácito entre la oligarquía y el gobierno de Putin, cuyo poder se basa en tres pilares: 1) en los servicios secretos 2) en el ejército y 3) en la pasividad de la población, incluyendo la de los oligarcas.


[1] Ha habido rumores acerca de un número mayor de terroristas. Pero creo que más de cuatro no caben en un Clio.

[2] En enero de 2017.

[3] Ver mi columna Muslim Ban y hechos alternativos

[4] En 2022, escribí Putin lleva 23 años en el poder

[5] Miren no más lo que le pasó a Jodorkovski, por no aceptar este acuerdo tácito.

Protestamos gratis

Como tantas veces, desde febrero del 2022, la semana pasada, participé una vez más en la vigilia frente al consulado de la Federación Rusa. Aunque la voz vigilia habla originariamente de una noche vigilante o pasada en vigilia, nuestra vigilia empieza en la mañana y termina al mediodía. Los clientes del consulado general ruso vienen por la mañana a realizar trámites consulares.

Muchos de ellos nos dan señales de agradecimiento: nos gritan desde el otro lado de la calle spasiba (gracias, en ruso) o Slava Ukraini (gloria a Ucrania[1]) o nos suben el pulgar o unen sus manos como el ícono de las redes sociales dándonos las gracias. Algunas pocas veces, alguien nos grita en ruso algo desagradable con expresión de enojo y no falta quien indica con la mano que estamos locos.

En general, la gente joven nos es mucho más favorable que quienes ya no lo son[2]. Lo que es bien lógico, ya que la generación mayor vive prisionera de la televisión estatal rusa. Ya no queda televisión privada o que no pertenezca a algún oligarca amigote de Putin. La gente joven habla otros idiomas y, en consecuencia, no se desinforma a través de la tendenciosa Russia Today u otros medios similares.

Los musulmanes (se reconocen fácilmente porque las mujeres llevan pañuelo) son igualmente favorables a nuestra vigilia, lo que también es bien lógico, y no sólo por las atrocidades cometidas por los rusos durante las guerras en Chechenia, verdadero ensayo de los crímenes de guerra en Siria y ahora en Ucrania. Sino también por la opresión de las naciones musulmanas que quedaron dentro de la Federación, considerados más bien como pueblos auxiliares al servicio de los rusos.

Un día de la semana pasada, una señora de mediana edad (entre 35 y 45, diría yo) cruzó la calle y se acercó a nosotros, para agradecer nuestra vigilia. Nos contó que en el Consulado le habían dicho que nosotros éramos agentes pagados. No puede haber nada más absurdo: es la típica mentira a la que recurren los regímenes autocráticos para desprestigiar a sus opositores o, en general, a quienes no están de acuerdo con ellos.

Es cierto que, a lo largo de la historia ha habido -y sigue habiendo- activistas financiados por alguien; pero les aseguro que a nosotros no nos paga nadie por protestar frente al consulado ruso. Es puro convencimiento. En una ocasión, un hombre que salía del Consulado quiso darme un billete de €50. Obviamente lo rechacé con amabilidad y le sugerí donarlo a alguna organización no gubernamental que ayude a los refugiados de Ucrania.

La señora nos contó que su familia venía de Bajmut, que -como todos sabemos- es una ciudad ucraniana. Así que, en principio, me pregunté qué hace una persona de Bajmut en el Consulado ruso. Pero no hay que olvidar que Ucrania fue anexada por la Unión Soviética luego de la Primera Guerra Mundial (después de gozar de apenas un par de años de independencia)[3] y ahí estaba el origen de su pasaporte ruso.

Sus padres procedían de Bajmut; pero fueron destinados, la mamá a Wladiwostok y el papá a Tomsk. Yo le comenté: “en esas ciudades decidieron trabajar”. Ella me quedó mirando y me contradijo: “En la Unión Soviética, nadie podía decidir donde quería trabajar. El estado te enviaba a alguna parte y tú tenías que ir. No existía libertad de escoger la ciudad para trabajar o para vivir”. Más adelante, pudieron casarse y la mamá también se mudó a Tomsk, en la parte occidental de Siberia.

Su papá ya murió, su mamá sigue en Tomsk. Ella no la puede visitar, ya que la mamá vive en Séversk, la ciudad cerrada a orillas del río Tom[4]. Durante la época soviética, se la consideraba un centro de tecnología y ahora parece que Putin sigue imaginándose que alguien quiere copiar tecnología rusa. Después de Tetris (1984), no se me ocurre nada más que se pueda copiar. Su mamá no puede salir y ella no puede entrar a Séversk.

Durante la era soviética, los ingenieros y en general, los científicos que egresaban de las universidades de Ucrania eran muy apreciados (por no decir codiciados). Al parecer su formación era muy buena y resultaban útiles para el estado[5]. No me extraña que los papás ucranianos hayan terminado en Tomsk, uno de los centros de tecnología creados durante la postguerra soviética, trabajando para el estado que, por otra parte, era el único empleador..

Nos aseguró que ella no estaba de acuerdo ni con la guerra, ni con Putin, ni con el régimen de Rusia. Por ello, quería renunciar definitivamente a la nacionalidad rusa. Pese a que eso significaba que, probablemente, no podría ver más a su mamá, ya que, si para los rusos era difícil entrar a Tomsk, a una extranjera le sería imposible, no le darían permiso para entrar a la ciudad.

Le mostré mi bandera de la oposición rusa y me insinuó que perdía el tiempo. Es lamentable, pero no deja de tener razón. Pese a ello, sigo siendo idealista, aunque reconozco que la oposición lo tiene muy difícil. La rusa es una sociedad sin cuerpos intermedios y sin nada que se parezca a una sociedad civil. El régimen de Putin es cada vez más opresivo frente a cualquier tipo de oposición, lo que lo ha llevado a convertirse en un nuevo Stalin[6].

Al final, cuando nos despedimos, la mujer rusa de Bajmut y una manifestante ucraniana de Kherson se abrazaron fraternalmente. Una rusa (al menos en el papel) y una ucraniana se encuentran frente al Consulado general de Rusia en Bonn. Ambas están en contra de la guerra, en contra de Putin y su desgobierno o su régimen mafioso, como lo llama Kasparov[7].

La valiente mujer aún rusa prometió que, cuando termine todo el papeleo y deje de ser oficialmente rusa, vendrá a protestar con nosotros. Antes, creo que no es aconsejable hacerlo… Preferiría no verla más y que la guerra termine antes de seis meses y no tengamos que protestar gratis semana a semana… Que la guerra termine con la victoria de Ucrania. Que triunfe el derecho sobre la fuerza y no la fuerza sobre el derecho[8].


[1] “La expresión surgió a principios del siglo xx con diversas variaciones, y se popularizó durante la guerra de independencia de Ucrania (1917-1921)”, en Wikipedia

[2] Por  ejemplo,  la hija de la mujer rusa en “Que se vayan todos los políticos”

[3] En la película “Holodomor”, de 2017, con Max Irons queda muy claro este proceso de anexión basado en un engaño y también en la fuerza de las armas del Ejército Rojo comandado por Trotski. Fíjense en el personaje de Mykola, interpretado por Aneurin Barnard. También en Red Secrets, de la directora Agnieszka Holland.

[4] “Una ciudad cerrada, ciudad secreta o pueblo cerrado es una población donde están restringidas las visitas y pernoctaciones, de forma que se requiere de una autorización especial para ello. El motivo puede ser la existencia de una base militar o un centro secreto de investigación científica. En la Unión Soviética existían numerosas ciudades cerradas, y, tras su disolución en 1991, algunas mantuvieron su estatus”, en Wikipedia

[5] “Todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado” es la fórmula del fascismo.

[6] El abuelo de Putin fue uno de los cocineros de Stalin y sobrevivió al dictador, lo que no deja de ser sorprendente, ya que Stalin temía que lo envenenaran y muchos de sus cocineros fueron ejecutados tan sólo por alguna sospecha. A los temores de Putin, me referí en El levantamiento de los mercenarios

[7] Ver la nota 5 en mi columna Más sobre la corrupción en Ucrania

[8] El testimonio de otra mujer que salía del consulado en Mientras más armas, más corta la guerra 

El Papa y Ucrania

En los últimos meses, ha habido muchas críticas abiertas o veladas al Papa Francisco, ya que no ha tomado partido abiertamente a favor de Ucrania. En la entrevista que apareció recientemente publicada en la revista estadounidense America Magazine, Gerard O’Connell, corresponsal en el Vaticano, pregunta al Papa sobre este tema. Pueden leer el texto completo de la entrevista en: Exclusive: Pope Francis discusses Ukraine, U.S. bishops and more

La pregunta es la siguiente: Santo Padre, sobre Ucrania: Muchos en Estados Unidos se han sentido confundidos por su aparente falta de voluntad para criticar directamente a Rusia por su agresión contra Ucrania, prefiriendo en su lugar hablar de forma más general de la necesidad de poner fin a la guerra, de acabar con la actividad mercenaria en lugar de con los ataques rusos, y con el tráfico de armas. ¿Cómo explicaría su postura sobre esta guerra a los ucranianos o a los estadounidenses y otras personas que apoyan a Ucrania?[1] 

La respuesta del Papa es bien clara: Cuando hablo de Ucrania, hablo de un pueblo martirizado. Si tienes un pueblo martirizado, tienes a alguien que lo martiriza. Cuando hablo de Ucrania, hablo de la crueldad porque tengo mucha información sobre la crueldad de las tropas que llegan. Generalmente, los más crueles son quizás los que son de Rusia pero no son de la tradición rusa, como los chechenos, los buriatos y otros. Ciertamente, quien invade es el Estado ruso, esto está muy claro. A veces trato de no especificar para no ofender y más bien condeno en general, aunque se sabe bien a quién estoy condenando. No es necesario que ponga nombre y apellidos.

El segundo día de la guerra fui a la embajada rusa [ante la Santa Sede], un gesto inusual porque el Papa nunca va a una embajada. Y allí le dije al embajador que le dijera a [Vladimir] Putin que estaba dispuesto a viajar a condición de que me dejara una pequeña ventana para negociar. [Serguei] Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores, me contestó con una carta muy amable en la que entendí que por el momento no era necesario.

Hablé tres veces por teléfono con el presidente Selensky. Y trabajo en general con la recepción de listas de prisioneros, tanto civiles como militares, y las hago llegar al gobierno ruso, y la respuesta ha sido siempre muy positiva. También pensé en viajar, pero tomé la decisión: si viajo, voy a Moscú y a Kiev, a ambos, no a un solo lugar. Y nunca he dado la impresión de encubrir la agresión. Recibí aquí en esta sala, tres o cuatro veces, a una delegación del gobierno ucraniano. Y trabajamos juntos.

¿Por qué no nombro a Putin? Porque no es necesario; ya se sabe. Sin embargo, a veces la gente se aferra a un detalle. Todo el mundo conoce mi postura, con Putin o sin Putin, sin nombrarlo.

La acusación de racismo que se ha hecho a Francisco luego de la entrevista no puede ser descartada sin más. Es cierto que la prensa y los expertos nos informaron que las tropas que cometieron los crímenes de guerra en Butcha[2], eran chechenas. Conociendo la fama de Ramsan Kadyrov y de sus soldados, no me extraña nada. No sin razón, Kadyrov es llamado el “perro rabioso de Putin”, incluso en Rusia. Pero, de ninguna manera, esta calificación puede ser extendida a todos los chechenos.

Lo de los chechenos es curioso, porque ellos sufrieron tanto o más de lo que están sufriendo los ucranianos hoy día. En dos guerras muy terribles[3], los chechenos lucharon contra Rusia por la independencia de su país. Lo que al final, no lograron. Sus ciudades fueron arrasadas en bombardeos hasta entonces sólo comparables a los de la II Guerra Mundial. Después vimos este mismo típo de bombardeos en Siria, ejecutados igualmente, por fuerzas rusas. La destrucción de Grozni, la capital de Chechenia es comparable a la destrucción de Aleppo en Siria y de Mariupol, en Ucrania[4].

Sobre los buriatos, no tengo mayores antecedentes acerca de su comportamiento como soldados. Son una etnia mongólica de Siberia, la etnia más numerosa de esa región. Originalmente, de religión budista, me temo que, después de medio siglo de indoctrinación comunista, de religión les queda poco y nada. Hace poco, eso sí, hubo un rechazo multitudinario a la “movilización parcial” por parte de budistas en alguna de estas repúblicas.

Como señalé en una columna anterior, la mayoría de los hombres reclutados en la llamada movilización parcial[5] procede de lejanas repúblicas de la Federación Rusa. En general, de Asia Central y especialmente de Siberia. Pienso que eso no los hace ni más, ni menos capaces de cometer crímenes de guerra que a los habitantes de Moscú o de San Petersburgo, que no son reclutados.

La verdad es que a mí me gusta que el Papa Francisco haya mantenido esta posición más bien mesurada. Lo que no significa que no condene la agresión rusa. Sinceramente, no me gustaría ver a Francisco convertido en un segundo patriarca Cirilo (me refiero al patriarca de la iglesia ortodoxa de Moscú), que no se sabe si es sólo un agente de la KGB, un sibarita o simplemente un nacionalista ruso que confunde la religión con el fanatismo patriotero.

Sería ridículo que la guerra fuera convertida por Rusia en un enfrentamiento entre el mundo occidental y la ortodoxia, máxime cuando la mayoría de los ucranianos son igualmente ortodoxos. Prefiero que cada uno, cada una de nosotros tome su propia decisión de apoyar a Ucrania, a la democracia, al progreso, al pluralismo, a nuestro estilo de vida libre e individual. No me gustaría que la desinformación presentara la guerra como un duelo entre católicos y ortodoxos, como una nueva guerra de los treinta años o algo por el estilo.

Es muy bueno que O’Connell haya planteado al Papa este tema. No estamos en Rusia donde no es permitido hacer preguntas críticas. Por el contrario,  en nuestra sociedad pluralista, las preguntas críticas son bienvenidas y deseables. El Papa Francisco tiene razón: no es necesario nombrar explícitamente a Putin para saber de quien está hablando, a quien está condenando. Creo que las palabras de Francisco son bien claras: la condena es a Putin, a la brutalidad del ejército ruso. El Papa condena una invasión que convierte a Ucrania en una nación mártir. A buen entendedor o a buena entendedora, pocas palabras.


[1] Las traducciones son de la excelente página deepl-com. He hecho, eso sí, algunas correcciones.

[2] Masacre de Butcha en Wikipedia.

[3] La Primera guerra de Chechenia tuvo lugar entre 1994 y 1996, durante la época de Yeltsin. Fue motivada por el anhelo de independencia del pueblo checheno luego del desmoronamiento de la Unión Soviética.

La Segunda guerra de Chechenia duró diez años, entre 1999 y 2009. En septiembre del 2003, Achmet Kadyrov, el candidato de Putin, logró imponerse a los demás candidatos, a los que ofrecieron algún premio a cambio de renunciar a su candidatura. Siete meses después, en mayo del 2004, Kadyrov murió como consecuencia de una bomba.

[4] Aunque, como mencioné alguna vez, una compañera de colegio me insiste en que Aleppo y otras ciudades sirias fueron bombardeadas y destruidas por los norteamericanos. Sin duda, otro éxito de la desinformación rusa. Cfr. Rusia no es potencia

[5] Me referí a ella en mi columna sobre La bomba atómica de Putin

Corredores humanitarios

Los corredores humanitarios son actualmente un tema en las conversaciones en torno a la guerra en Ucrania. El gobierno del presidente Selenzkyj o Zelenskiyy -depende de la transliteración- hace ver que los corredores humanitarios no pueden conducir ni a Rusia ni a Bielorrusia, como propone el gobierno de Putin[1]. Lo que Putin y su camarilla pretenden es simplemente lograr imágenes de televisión, con los que puedan mostrarse como los “buenos de la película”, los dadivosos que ayudan a la población a huir de la guerra[2].

Yo diría que las mujeres, niños y ancianos huyen de la invasión rusa en Ucrania. No de una guerra entre Ucrania y Rusia, como pretenden mostrar extremistas de izquierda y de derecha, ambos patrocinados por Putin. No huyen de una “operación especial”, que es la denominación que los medios en Rusia están obligados a usar. No pueden llamar a la guerra, guerra, ni tampoco invasión ni menos asalto a Ucrania[3].

Los evacuados son -en su gran mayoría- ciudadanos y ciudadanas ucranianos y extranjeros residentes en Ucrania. En consecuencia, no hay razón alguna para ser trasladados ni a Rusia, ni a Bielorrusia. Este último estado es considerado el nuevo protectorado de Rusia, con un gobierno que se ha convertido en una marioneta de Moscú. Para pesar de Lukaschenko -el último dictador de Europa, aunque hoy deberíamos decir el penúltimo- a quien seguro que no le gusta demasiado ser considerado un presidente por la gracia de su eterno rival Putin.

Sin embargo, hay una razón aún más poderosa para mostrar un gran recelo, una gran desconfianza frente a los corredores humanitarios rusos. Y es la experiencia de Siria. Siria es hoy un país vasallo de Rusia, como antes lo fue de la Unión Soviética. No quiero ser cínica, pero estamos frente a un ejemplo de continuidad de un estado[4]. En Siria, Rusia permitió evacuar a los civiles de grandes ciudades que huyeron como refugiados a Europa. A Rusia, parece que no querían irse…

Una vez evacuados, Putin y sus aliados del gobierno de Assad (otro presidente por la gracia de Moscú, como su papá que también fue un presidente sirio; pero por la gracia de la URSS), bombardearon las ciudades evacuadas. La consigna fue: evacuamos las ciudades y después las bombardeamos. Otro ejemplo es el de Grozny o Grosny[5], en Chechenia. Pero ¿quién se acuerda hoy de las guerras en Chechenia?[6] 

En un ejemplo de perfidia sin par, los canales de propaganda de Rusia (no olvidemos que Putin era oficial de “información” de la KGB y la desinformación es algo que maneja muy bien) y sus altavoces culpaban a los Estados Unidos de los bombardeos de ciudades sirias. Yo tenía una ex-compañera de colegio que enlazaba una y otra vez los canales de propaganda rusa o sus cajas de resonancia, en Facebook, donde se mostraba la maldad de los norteamericanos y de sus bombardeos y la bondad inconmensurable de Rusia[7].

El mensaje era: Rusia evacúa civiles de las ciudades y luego vienen los norteamericanos y las bombardean. Si la OTAN tuviera aviones controlando el espacio aéreo de Ucrania (como piden los ucranianos, para que dejen de bombardear sus ciudades), seguro que la propaganda rusa divulgaría la misma mentira que en Siria y muchos inocentes (o tontos útiles) creerían a pie juntillas que Rusia evacuó las ciudades y la OTAN las bombardeó[8].


[1] Invito a leer mi columna Putin llega con 200 años de retraso

[2] Después de escribir este párrafo, leo una comprobación de lo que planteo en Giving Peace a Chance

[3] Una verdadera guerra caliente, ya no una guerra fría. Ver mi columna de 2016 La nueva guerra fría

[4] Invito a leer mi artículo REGLAS DE IDENTIDAD DE ESTADOS ACEPTADAS EN EL DERECHO INTERNACIONAL

[5] Ver mi columna La guerra calle a calle en Ucrania, especialmente la nota 8.

[6] Ni siquiera los activistas palestinos que tanto critican a Occidente, pero nunca a Putin… ¿Por qué será?

[7] En el caso de la gente religiosa, Rusia juega la carta de la Ortodoxia. Como si un grupo de viejos comunistas pudieran ser muy religiosos. No sé cómo algunos “cristianos bien pensados” que se hacen eco de estas mentiras, no se dan cuenta a quién le hacen el juego, a quién apoyan.

[8] Y que se sumaría a las otras Tres mentiras sobre Ucrania, la OTAN y Rusia

La guerra calle a calle en Ucrania

Putin se imaginaba que las tropas rusas serían recibidas con vítores y hurras, como libertadores. O, si él no se lo imaginaba, fue la pomada que vendió a sus soldados. Algo así como las imágenes de las tropas norteamericanas al entrar a Europa al término de la II Guerra Mundial. A lo mejor, los soldados rusos no lanzarían goma de mascar, ni cigarrillos a la población civil, sino tal vez… dulces mishka kosolapi o caramelos kis-kis. No se preocupen si no los conocen. Nadie los conoce fuera de Rusia.

Pero las tropas rusas se encontraron con algo muy distinto. Algo de lo que no pueden contar mucho, porque tuvieron que entregar sus teléfonos celulares. Y no hablo del YotaPhone, del supuesto IPhone ruso que -hace más de diez años- pretendía convertirse en un hit de ventas…[1] Se encontraron con ciudadanos y ciudadanas ucranianos que les imploraban no seguir adelante… Es muy emblemático el video de una señora ucraniana de unos cuarenta o cincuenta que se planta frente a un vehículo militar ruso y no lo deja pasar. Como el tanque avanza de a poquito, la señora se deja caer de rodillas para que no pase.

El antiguo “no pasarán”, la consigna soviética que se popularizó en la ultraizquierda latinoamericana y de ahí volvió al mundo soviético pero en castellano, adquiere así una nueva, inesperada y contradictoria dimensión. Los ucranianos luchan ahora por permanecer en el mundo libre, en el mundo de la Unión Europea, de la OTAN, de la economía de mercado y de la democracia liberal[2]. Lo que les vale el nombre de fascistas que Putin usó en su discurso previo a la invasión.

Lawrence Freedman, del King’s College, de Londres describe, en su excelente y fundado artículo Russia’s Plan C And Plan D: “Hay numerosas imágenes de tropas rusas que se enfrentan a multitudes de personas enojadas y desarmadas y que no saben qué hacer. Una cosa es matar civiles desde lejos con ataques de artillería y misiles, y otra muy distinta es tener que mirar a los ojos a personas comunes y corrientes, que podrían ser tus familiares, en una calle similar a tu ciudad natal, y comenzar a dispararles”[3].

El autor continúa: “En Kharkiv, una de las ciudades más pro-Rusia, los rusos esperaban desencadenar una contrarrevolución popular contra la revolución del Euromaidán de febrero de 2014”. La ciudad ha ofrecido una resistencia heroica frente a la invasión. Esto me consta, la familia de la mamá de un amigo es de Kharkiv y la abuela sigue en esa ciudad. Las multitudes saludando a los soldados y lanzándoles flores han sido una promesa irrealizada.

La lucha urbana, la guerra de guerrillas, el combate con los partisanos es a lo que más teme el ejército ruso y las tropas chechenas, que forman parte del ataque ordenado desde Moscú. La resistencia ucraniana, después de la II Guerra, quedó muy marcada en el alma soviética. Los partisanos ucranianos o rutenos ganaron una fama terrible en su lucha contra los comunistas de entonces[4].  

Putin les mintió, al describir “una Ucrania mítica, producto de una imaginación febril estimulada por cavilaciones históricas disparatadas. Su Ucrania aparece como un hermano descarriado a ser rescatado de los ‘drogadictos y nazis’ (son sus palabras) que la han hecho perder el rumbo”[5]. Según Putin, las fuerzas rusas serían pues libertadoras y deberían ser recibidas por la población como tal. Realmente no sé quién es aquí el drogadicto.

Freedman hace ver que tomar militarmente una ciudad no es controlarla: “en las zonas tomadas por el ejército ruso, su presencia no es lo mismo que el control”. Y esto es lo más peligroso para los rusos. “Lo más importante es que [los ucranianos] han movilizado y organizado una milicia popular para ayudar a defender sus ciudades”[6].

Pienso que Putin y sus generales lo que más temen es la resistencia popular, por ello, planearon un ataque rápido, una guerra relámpago, en que sus tropas conquistaran las ciudades más importantes y, sobre todo, que conquistaran la capital. Como ello no ha resultado tan rápido, enviaron mercenarios del Grupo Wagner a Kyiv, cuyo objetivo principal es matar al presidente ucraniano y a otros políticos, ya que las tropas regulares y los chechenos, se teme que no lo logren.

“Los generales rusos optaron por demostrar lo inteligente que son y pusieron su confianza en la velocidad y la sorpresa para tomar ciudades clave, utilizando solo una fracción de fuerza y ni siquiera molestarse en controlar el espacio aéreo”. Por eso, se habla del intento de blitzkrieg, que ha quedado claramente frustrado. “La arrogancia del plan se mostró en la jugada contra Kyiv que implicó volar en unidades regulares hasta las afueras de la capital para encontrarse con fuerzas especiales y de sabotaje ya preparadas. Todo terminó como un caos operativo”[7].

Las armas rusas parecen inapropiadas para lo que se les viene encima: “la artillería se puede utilizar, brutalmente, como instrumento de guerra urbana, para desmoralizar a los defensores, eliminar posiciones defensivas y crear caminos para una ofensiva. Pero sabemos, desde Stalingrado hasta Grozny[8], que los defensores pueden luchar entre los escombros. Incluso en esa etapa desesperada, los entornos urbanos siguen siendo un desafío para la fuerza invasora. Las unidades pueden perderse y aislarse, atrapadas en las calles de la ciudad”[9].

“Los ataques a las ciudades son el aspecto más alarmante de esta etapa de la guerra. Sus efectos estratégicos siguen siendo difíciles de medir, pero (…) mucho depende de la reacción de la población (…) de su moral y de la calidad de sus líderes (…) Zelensky ha encontrado las palabras para motivar a su gente y lograr apoyo internacional: la narrativa ucraniana habla de solidaridad, de heroísmo y de sacrificio”[10].

El presidente de Ucrania, reconoce que las próximas semanas serán muy difíciles. Su discurso me recuerda a aquel de sangre, sudor y lágrimas de Churchill y marca “un contraste muy marcado frente a la narrativa rusa de agravios enconados y de recalcar la propia inocencia. Los portavoces de Putin no han podido contar relatos convincentes de lo que hacen sus soldados y porqué, y se limitan a denunciar los crímenes ajenos para justificar los suyos”[11].

“Esta locura estratégica se ha visto reforzada por la ineptitud táctica con la que se ha llevado a cabo la campaña. Una victoria rápida y relativamente indolora, con Kyiv en manos rusas y el presidente Zelensky desaparecido, podría haber permitido a Putin imponer algún tipo de paz propia de un vencedor, con promesas de neutralidad y de desmilitarización, una nueva constitución o incluso con concesiones territoriales”[12]. El sueño de Putin era que Zelensky tomara un helicóptero y huyera. Pero el presidente ucraniano ha tomado otra decisión muy distinta[13].

El presidente Zelensky demuestra que realmente es un servidor del pueblo, como se llamaba su programa de televisión. En una época en que muchos se quejan de que ya no hay héroes, él y su pueblo se comportan realmente como héroes…[14] 


[1] Como soy rusófila, intenté comprar el YotaPhone, pero no lo encontré en ningún negocio. ¿Por qué sería? En realidad, el único producto ruso que es conocido en el mundo entero es la Kalashnikov. ¿Cuánta gente habrá muerto gracias a una Kalashnikov?

[2] Tres mentiras sobre Ucrania, la OTAN y Rusia

[3] ¿Cómo terminará Putin?

[4] “No hay que olvidar que, después de la II Guerra Mundial, la URSS tardó cerca de diez años en vencer a los partisanos y otros patriotas ucranianos que se resistían a quedar bajo el dominio de Moscú. Esta circunstancia quedó marcada en el alma soviética de Putin”, Putin llega con 200 años de retraso

[5] Russia’s Plan C La traducción es libre y es mía.

[6] Russia’s Plan C

[7] Russia’s Plan C

[8] Grozny es la capital de Chechenia, que también quería ser un país soberano e independiente. Putin ordenó bombardear la capital que quedó completamente destruida. Las fotos de las ruinas son impresionantes. Luego, instaló un gobierno marioneta, encabezado por Ramsan Kadyrov. La periodista rusa Anna Politkowskaja fue asesinada por informar sobre la guerra.

[9] Russia’s Plan C

[10] Russia’s Plan C

[11] Russia’s Plan C

[12] Russia’s Plan C

[13] El 2019 escribí una columna sobre Zelensky, en aquella época, era muy escéptica respecto al nuevo presidente. Mi escepticismo era errado: El servidor del pueblo, el nuevo presidente de Ucrania

[14] Le pregunto a un amigo mío en Kyiv cómo está… Y me responde, en castellano: “Patria o muerte”.