Parece que la desigualdad no es la causa de la ira de Chile – La exploración de un filósofo

En mi columna de la semana pasada, planteé[1] que la protesta chilena había partido siendo social; pero había devenido en violenta[2]. Mi tesis era que “la desigualdad económica es en Chile un tema preocupante y que cada país con gran desigualdad es un país que camina al borde del abismo”. Sin embargo, el fin de semana, mi amigo Vicente Durán @vicdurcas me recomendó un artículo sobre el tema, con el llamativo título ¿Por qué estalla en ira una economía de mercado exitosa? Ideas sobre el caso de Chile

Su autor, Andrés Mejía Vergnaud @AndresMejiaV plantea una tesis completamente contraria a la mía. Señala que la tesis de la desigualdad “es una afirmación sin evidencia”. Y explica que, “como se supone que Chile es una sociedad desigual, entonces se asume que el descontento social debe estar ocasionado por esa desigualdad. No hay, sin embargo, una evidencia clara de que así sea, ni de que esa sea la motivación y el disparador de las protestas recientes”.

Entre paréntesis, gente que protestó y hasta marchó en la “marcha del millón” se mostraba la semana pasada en redes sociales, partidaria de que los filófofos gobernaran y lo nos políticos, ni menos abogados o ingenieros comerciales. Pues bien, el autor cuyo artículo comento, Andrés Mejía, es filósofo.

La tesis de la desigualdad como causante del estallido social fue uno de los planteamientos de mi artículo de 24 de octubre. Pero reconozco que la desigualdad es sólo una arista del problema y se convirtió en mi forma de explicarlo; pero puedo estar equivocada. Además, un fenómeno social no es nunca monocausal.

Carlos Peña escribía la semana pasada en El Mercurio: “Es verdad que en la sociedad chilena hay injusticia y hay desigualdad y no hay ninguna duda de que hay que corregirla, pero no es la desigualdad o la injusticia la que explican el fenómeno de estos días”[3]. Otro que no está de acuerdo con la tesis de la desigualdad como causa de la ira.

Mejía se pregunta: “¿Por qué se produce semejante estallido de ira social en Chile, un país que tiene una economía de mercado bastante exitosa, no solamente en indicadores fríos como crecimiento e inflación, sino en aquellos más humanos como reducción de la pobreza y movilidad social?”. Se refiere con esto a lo que yo llamaría las cifras socio-económicas. Creo que la economía está al servicio de las personas y no al revés.

Y pasa revista a las cifras, a los hechos y no a las “sensaciones subjetivas”, ni a lo que dice la gente. Parece que, a veces, repetimos tanto lo mismo que terminamos creyéndolo. Además, si todos lo repiten, nos metemos en la cámara del eco. Es mejor abrirse y escuchar otras voces. De la discusión suele salir la luz. Pero sólo de la discusión educada y tolerante, la de la cultura del debate y de los argumentos. No del hate speech.

El filósofo colombiano -que ve la situación con la objetividad de quien las mira desde afuera- sostiene que “el panorama de la desigualdad en Chile es más complejo de lo que suele afirmarse”. ¡Seguro! Prosigue: “la medida más usual de desigualdad, el índice Gini: para 2017 Chile tiene un índice Gini de 46.6 (de 0 a 100, donde a mayor número mayor desigualdad); una cifra no ideal pero tampoco catastrófica (Banco Mundial)”.

“Pero más que el número estático, Chile tiene una tendencia descendente en el índice Gini desde 1987 hasta hoy, como puede verse en el gráfico 1 (en 1987 era de 56.2)”. Explico brevemente que el coeficiente ideado por el italiano Conrado Gini mide la desigualdad de los ingresos dentro de un país[4]. Coloco un link al gráfico 1, que muestra el GINI chileno desde 1988 hasta 2016. En Chile, el índice de desigualdad, efectivamente ha bajado de forma persistente.

En otras palabras, en Chile y desde, por lo menos el año 1988, “la desigualdad viene bajando. Es un descenso con variaciones y altibajos, explicables, de acuerdo con este estudio, en ciclos propios de la transformación productiva del país”[5]. ¿Por qué les parece a tantos chilenos -incluyéndome a mí- que ocurre exactamente lo contrario? Probablemente, debido a la llamada paradoja de Tocqueville, según la cual, la reducción de la desigualdad eleva la sensibilidad acerca de su existencia. Mientras más igualdad, más nos molesta la existencia de un residuo de desigualdad. Y lo vemos más grande.

De acuerdo a la tesis de la desigualdad, cada día serían menos los ricos y más los pobres. La brecha entre ricos y pobres aumentaría permanentemente. Sobre este punto, Mejía nos explica: “También me llamó la atención encontrar que el porcentaje del ingreso recibido por el 1% más rico no va en aumento, sino que, tras haber llegado a una especie de meseta entre 1981 y 1990, ha tenido una tendencia descendente”. Ver el gráfico correspondiente.

Okay, tal vez el problema es la desigualdad de oportunidades. No vale la pena trabajar si igual no voy a surgir. Para qué esforzarme, si siempre me voy a quedar donde estoy y no puedo salir adelante. Mejía me contradice: “Chile muestra muy buenos indicadores en movilidad social. De hecho, es un líder en la OECD en este aspecto, y es por supuesto el líder en América Latina: Chile lidera la OECD en el porcentaje de personas que, viniendo de familias de bajos ingresos, están dentro del 25% de población de mayores ingresos”.

Sobre este otro punto, Mejía cita al geógrafo alemán Simon Kuestenmacher @simongerman600, quien sostiene: “If you are a poor kid trying to live the American dream (from rags to riches) may I suggest moving to Chile or Denmark?” Esto es: “Si eres un niño pobre que intenta vivir el sueño americano (desde los harapos hasta la riqueza), ¿puedo sugerirte irte a vivir a Chile o Dinamarca?” El gráfico de la OECD es este

Como contrapartida, la estadística de la OECD nos muestra que Chile es uno de los pocos países de la organización, donde es más probable que los hijos de familias de altos ingresos sean económicamente menos exitosos que sus propios padres. En este aspecto, Chile es sólo superado por Holanda, Irlanda y España. No sé qué opinen Uds., a mí no me parece negativo que esto sea así.

En otras palabras, en Chile, es más probable que puedas surgir -aunque vengas de una familia pobre- que en todos los otros países de la OECD. A la inversa, si tus papás tuvieron un buen pasar, es también probable que tú tengas menos éxito económico que ellos, si vives en Chile. Sólo si vives en Holanda, Irlanda o en España, esto es aún más factible.

Que Chile esté a la cabeza de la OECD en movilidad social, debería llenarnos de orgullo. Pero hay un punto que me preocupa: la pérdida del lugar privilegiado en la sociedad puede ser también la fuente de disturbios, de protestas, de resentimientos. Lo observamos claramente en los movimientos populistas europeos, donde este resentimiento es muy fuerte y es una de las causas más importantes del voto extremista. Gente que está en contra de los advenedizos, porque le pueden quitar el puesto privilegiado a los propios hijos. Incluso, en Europa hay una palabra para designar a quienes surgen: se les llama despectivamente parvenu, del francés parvenir[6]. En América, les llamados self made people y serlo es un motivo de orgullo.

Volviendo a Mejía: “Mi tercer problema con esta explicación es que en general no parece que la desigualdad, por sí sola, sea un factor determinante de estallido social: no creo que abunden los casos de explosiones de inconformidad o de disfuncionalidad política que sean atribuibles a la desigualdad por sí misma, como sí abundan aquellos atribuibles a la existencia de privilegios inamovibles, al desempleo alto y prolongado, y a las quiebras masivas de hogares. Los indicios anecdóticos, y también algunas evidencias experimentales, apuntan a que los humanos no rechazamos la desigualdad sino la injusticia en la distribución del ingreso y la riqueza: cuando la desigualdad se percibe como efecto de un proceso justo, no parece haber reacción en contra”.

A continuación, nuestro filósofo copia un gráfico de la pobreza en Chile, que muestra cómo tanto la pobreza como la extrema pobreza disminuyeron persistente y considerablemente desde el 2006 al 2017. Pueden ver el gráfico aquí

Llegados a este punto, hay que preguntar a Andrés Mejía cuál cree él que puede ser la causa de la ira de Chile. Él mismo dice que la suya es una exploración y no una respuesta. A mí me parece que su exploración es super interesante y muy fundada. Que da para reflexionar, para pensar y para un iniciar un diálogo constructivo. Sin hate speech, como el que he visto -incluso entre algunos de mis ex-compañeros de colegio- durante las últimas semanas.

Para no alargar más esta columna, dejaré la respuesta del filósofo para una próxima columna, probablemente a fines de esta semana o a comienzos de la próxima. Quienes no quieran esperar hasta entonces, pueden leer directamente el artículo al que me he referido:  ¿Por qué estalla en ira una economía de mercado exitosa? Ideas sobre el caso de Chile


[1] Aunque Ud. no lo crea, así se conjuga

[3] Carlos Peña: En la crisis, fortalecer al Estado, 24 de octubre de 2019.

[4] “… pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual”. Cfr. Coeficiente de Gini

[5] El estudio citado es The rise and fall of income inequality in Chile, de Francisco Parro y Loreto Reyes.

¡Es el Gender…! Y ahora, ¿quién podrá defendernos…?

Llama la atención que a los católicos alemanes ultraconservadores les interese tanto el tema del gender, que han convertido en centro absoluto de su atención. No entiendo esa fijación freudiana por el tema. Parece que tuvieran un problema con el tema sexo. ¿Será esta la hipersexualización de que ellos mismos hablan?

Más alarmante aún: en esta nueva cruzada contra el gender, este grupo -reducido, pero que hace mucho ruido- se une a sectores nacionalistas y/o populistas de derecha, en una peligrosa e insana1 simbiosis que puede perjudicar mucho a la Iglesia católica en Alemania. De hecho, la está perjudicando…

En momentos en que el Papa Francisco nos llama a ocuparnos de los refugiados, a abrir las puertas y nuestros corazones a nuestros hermanos y hermanas que huyen de la guerra en Siria y luego de la estupenda encíclica Laudato si, en que el Santo Padre no se refiere al gender. En su encíclica anterior, tampoco. En estos momentos, ¿no sería mejor abocarnos a otros temas más trascendentes?

Sin embargo, una parte pequeña pero importante de los católicos alemanes se concentra en pelear denodadamente contra un fantasma: contra la ideología del gender. Incluso su tema favorito antes del gender -denostar a los “mahometanos”- parece haber pasado a un segundo plano.

Aunque, en realidad, ambas obsesiones van de la mano, ya que, en su simbiosis con los populistas de derecha, la política familiar es política considerada política poblacional, que apunta al aumento de la población nacional (no de los extranjeros, menos de los refugiados). La homosexualidad sería el mayor de los obstáculos al aumento de la población alemana (bio-alemana, como le llaman).

No sostengo que la ideología del gender no exista o no haya existido nunca. No es del todo un fantasma. Es una corriente de pensamiento filosófica (que opera bajo el conocido lema: los filósofos han querido entender el mundo, yo quiero cambiarlo 2). La ideología del gender en una versión extrema prácticamente no existe. Sus representantes son pocos y no tienen gran influencia en la sociedad.

La llamada ideología del gender proviene de una rama del feminismo radical que tuvo su apogeo en la mitad del siglo 20 y ejerció influencia en organismos internacionales, durante los años cero del siglo 21. Pero un vistazo a la realidad nos hace ver que no es tan importante; ni el supuesto lobby gay, es tan poderoso como para centrar todos nuestros esfuerzos en el tema. Debería/ Podría ser tan sólo una materia para especialistas.

Lo que veo entre los católicos ultraconservadores me recuerda más bien al llamado síndrome de Galtieri 3, según el cual, se crea un enemigo externo, para reunir, para aglomerar a la propia gente en torno a sí mismo, para defenderse de supuestos ataques. Sí, el victimismo es omnipresente en estos grupos y, a la vez, es parte de la estrategia.

Entré en contacto, por primera vez, con el tema gender, cuando, a comienzos de siglo, colaboré con Jutta Burggraf investigando sobre el tema. De alguna manera, me puedo considerar una experta 😉 La teóloga de Hildesheim concluyó su investigación sobre el Gender con un estupendo artículo que -si mal no recuerdo- yo traduje y ella publicó (en varias versiones) en diferentes lugares: Was bedeutet „Gender“?

La ideología del gender parte de la base de que hay un condicionamiento sexual absoluto de las personas por parte de la sociedad. Y que este condicionamiento se quiere modificar mediante la educación. A la mujer se le habría impuesto, hasta ahora, un modelo de vida que la habría convertido en una verdadera esclava.

Cuando miro a mi alrededor, concluyo que esto, entre nosotros, es más bien cosa del pasado. Lamentablemente, sigue existiendo en algunas sociedades (y en la nuestra, por excepción). No tiene lugar mayormente en Europa occidental. Sin embargo, hay una saludable tendencia, en nuestra sociedad, a hacerla cada vez más justa, de manera que vemos cada injusticia ya que nuestra conciencia es más delicada. Mientras más luz haya, más vemos las motas de polvo, dice Escrivá. Es un poco la llamada paradoja de Tocqueville, según el cual, la reducción de la desigualdad eleva la sensibilidad acerca de su existencia.

Los detractores del gender, parece que caen en la misma trampa de creer que se puede cambiar el sexo mediante la educación, pero que esto ocurre a la inversa, pues temen que una supuesta educación impuesta “desde arriba”, por quién sabe qué fuerzas oscuras y malignas (!), deconstruya la sociedad, la familia y el sexo. La ideología anti-gender en la versión ultraconservadora, es como la misma ideología genderiana; pero invertida. En ambos casos, estamos frente a un determinismo, en mayor o menos medida, biologista.

Burggraf se refiere al proceso de identificación con su propio sexo y distingue entre sexo biológico, sexo psicológico y sexo social. El primero (xx, xy) determina todas las células del cuerpo y la estructura de los órganos reproductivos, tanto internos como externos. El aspecto psicológico dice relación con el reconocimiento (y ocurre tempranamente en la educación del niño, en edad pre-escolar), con el autorreconocimiento de sí misma, de sí mismo, como perteneciente a un determinado sexo. Generalmente, coincide con el sexo biológico. Puede ser enormemente infludo por la cultura y la educación que rodea al niño.

El sexo social, es el que se le atribuya a la persona al nacer. Es el resultado de un proceso histórico-cultural; se refiere a funciones, roles, estereotipos y tipos de comportamiento que, cada sociedad, atribuye a los varones y a las mujeres. Sólo a modo de exposición: una amiga mía eslovaca, al ver a una vecina mía de la edad de mi mamá, manejando auto, se extrañó mucho, ya que en Eslovaquia, las mujeres de esa edad no conducían (ocurrió hace unos 10 anos). No correspondía (sexo social) a una mujer subirse a un auto y manejarlo.

Sí, las sociedades son distintas y en los diferentes países, también hay distintas cosas que hacen las mujeres y otras que no. Por eso, me rebelo contra las imposiciones de los mismos conservadores alemanes a lo que una mujer puede o no hacer. Y si te dicen que eso o aquello, permitido o prohibido, es “de ley natural”, lo encuentro simplemente aberrante. Es mejor dar libertad a niñas y niños para que hagan lo que quieran, en vez de querer determinar los más mínimos detalles de sus preferencias lúdicas. Prefiero que ellas, que ellos decidan.

Retomando el tema, lo más común es que estos “tres sexos”, mencionados más arriba, vayan de la mano y es lo que ocurre en la mayoría de los casos; pero no siempre. Jutta explica que es cierto que hay “hermafroditas”, esto es, niños que nacen con características intersexuales; pero éstos son muy pocos. Yo tuve un cliente intersexual en Chile, cuando hice la práctica judicial en un consultorio de Puente Alto.

Aunque, la neurociencia se ocupa actualmente del tema, posiblemente, nunca se podrá decir a ciencia cierta que algo es típicamente masculino o típicamente femenino, nos explica Burggraf. La cultura juega un rol muy importante en la formación de la personalidad. Quienes venimos de sociedades más abiertas y libres y de padres y educadores que tal vez no se ocuparon tanto de imponernos códigos de comportamientos, creo que nos desarrollamos mejor y tenemos menos prejuicios acerca de lo que puede hacer un hombre o una mujer.

Viendo fotos de juventud de una amiga, a propósito de una, en que ella -a los 16 anos- salía con el pelo muy corto, me contó que, en esa época, ella quería ser hombre y por eso se había cortado el pelo como un chico. Me explicó que quería seguir el camino profesional de su papá y le habían explicado que eso no era posible para una mujer. Sinceramente, no sé si Alemania sea un país tan avanzado 😦

Burggraf comenta que el Papa Juan Pablo II rechazó explíticamente la posición biologista-determinista que postula una distribución de los roles entre los dos sexos de acuerdo a un modelo uniforme y estático y llamó a los hombres a apoyar a la mujer en su proceso de liberación. A veces me pregunto si algunos grupos de católicos aferrados al pasado y que dicen admirar a Juan Pablo II realmente conocen sus escritos o simplemente proyectan sus propias ideas -superadas ya por la historia- a los dos papas anteriores.

“La participación de la mujer en la vida pública y en el mercado laboral es, sin duda, el nuevo desafío para ambos sexos” 4. En este contexto, se puede aceptar la teoría del gender, para cambiar las funciones asignadas a la mujer en el contexto social. Para que pueda hacer más de algunas cosas y tenga que hacer menos de otras 😉 La mujer puede aceptar una cierta diferenciación, siempre y cuando no sea fruto caprichoso o arbitrario.

En suma, se puede interpretar la teoría del gender de una manera mala y también de una buena. La buena es aquella en que se promueve la no discriminación de la mujer (y por favor, no me digan que no existe, que la he vivido en carne propia) y fomenta su participación en la vida de la sociedad.

Este “sentido bueno” del gender es el objetivo de que hablan todos los documentos oficiales sobre el tema y es la línea a seguir, tanto por el gobierno alemán, como por la Unión Europea. Se trata de lograr la igualdad de derechos (Gleichberechtigung) entre hombres y mujeres. Su Gleichstellung, esto es, la igualación, equiparación entre los sexos. Sinceramente, cualquiera que sostenga otra cosa, está llevando a cabo una labor de desinformación.

Es cierto que tal vez haya personas que realmente quieran que, cuando los niños nazcan, no se anote el sexo en el certificado de nacimiento y que los niños puedan decidir si son hombres o mujer por un tiempo determinado y que, cuando sean adultos, también lo puedan decidir arbitrariamente: ser un año hombre; otro año, mujer y después, nuevamente, hombre 🙄 Pero esas personas deben ser una minoría ínfima.

Ladies and gentleman, esas personas -que deben existir en alguna parte- no son una especie de sociedad secreta que pretende dominar el mundo desde la Unión Europea (o cómo la llaman los conspiranoicos: EU-URSS) o desde uno o más gobiernos (el gobierno de Putin sería la excepción). No perdamos el tiempo peleando, como don Quijote, con molinos de viento que no existen.

Es más importante lo que mis amigas espanolas llaman la conciliación, esa hermosa palabra para designar la composición de cosas opuestas, pero que se pueden armonizar, ajustar, congeniar. Unir, reunir… Si hay una cosa que hemos aprendido en nuestros sistemas políticos occidentales, con nuestro soft power, es que la cooperación es preferible a la confrontación.

Por conciliación entienden ellas -me han explicado- la coexistencia de la vida laboral de la mujer con el trabajo de la casa. Sabiendo siempre que, tanto el trabajo doméstico, como la educación de los hijos es labor de los dos, de la mamá y del papá. El papá no ayuda en la casa, sino que trabaja, co-trabaja 5. Como dice Jutta Burggraf, la familia es responsabilidad de ambos y no sólo de la mujer.

Es muy fácil para el hombre desligarse de sus responsabilidades en la educación y en el cuidado de los hijos y de la casa y convertirse en un marido proveedor. Por otra parte, es más fácil para la mujer, regir ella sola sobre los niños y sobre la casa. Es menos grato, menos amable, menos agradable, es sumamente injusto y créanme: ese no es un buen matrimonio.

En suma, pienso que hay temas bastante más importantes de qué preocuparse que el combate contra el fantasma de la ideología del gender. Sí, hay cosas más trascendentes y con más futuro. Mejor, demos vuelta la página.

El título de este post es un homenaje al Chapulín colorado: “¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defenderme/ayudarme?” 😀
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1 Ver Andreas Püttmann, Liane Bednarz: “Unheilige Allianzen: Radikalisierungstendenzen am rechten Rand der Kirchen”, Monitor Religion und Politik de la Hauptabteilung Politik und Beratung de la Konrad-Adenauer-Stiftung.

2 Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kömmt drauf an, sie zu verändern, Karl Marx: 11 Tesis sobre Feuerbach https://de.wikiquote.org/wiki/Karl_Marx#Grabinschrift

3 Leopoldo Fortunato Galtieri Castelli fue el general y presidente argentino que condujo a su país a la Guerra de las Malvinas para unir (aglutinar) a su pueblo desunido en torno al gobierno, frente a un enemigo externo. https://de.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Galtieri

4 “Das Mitwirken der Frau in der Öffentlichkeit und am Arbeitsmarkt ist zweifellos ein Fortschritt, der neue Herausforderungen an beide Geschlechter stellt” http://juttaburggraf.blogspot.de/2007/03/was-bedeutet-gender.html

5 Recomiendo el excelente artículo del psicólogo Alberto Soler Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa