Tambores de guerra en Venezuela

Como era de esperarse, el referéndum del domingo pasado en Venezuela lo ganó la alternativa presentada por el régimen de Maduro, el aprendiz de Putin El triunfo gubernamental fue teóricamente de un arrollador 96% a favor, con una participación del 51%. Escribo teóricamente, porque no se sabe si los resultados son reales o no, pero es probable que no lo sean.

El objeto del referéndum fue declarar la región de Esequibo como parte integrante de Venezuela. Es evidente que una declaración unilateral no tiene ningún efecto, ni ningún sentido. Menos que nada para Guyana. No es ni siquiera una res inter alios acta, una cosa realizada entre partes que no afecta a terceros. No lo es, porque ni siquiera hay terceros. Yo no puedo declarar que el jardín de mis vecinos me pertenece, esto no tiene eficacia jurídica alguna y además, hacerlo sería una injusticia.

Las preguntas del referéndum son claramente tendenciosas[1]. Por ejemplo, la primera “¿Está usted de acuerdo en rechazar, por todos los medios, conforme a derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de París de 1899, que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequiba?” Según el texto, la frontera entre ambos países habría sido impuesta y con la finalidad de despojar a los venezolanos de parte de su territorio. Hago ver que 124 años después, se cuestiona el laudo arbitral en que se fijó la frontera.

Lo de conforme a derecho es bastante relativo, porque la dictadura de Maduro rechaza la competencia de la Corte Internacional de Justicia sobre el tema, e incluso el 2020, no asistió a la primera audiencia oral ante la CIJ. La tercera pregunta del gobierno venezolano no deja lugar a dudas sobre este punto: llama a “no reconocer la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia para resolver la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba”.

En el siglo 21, las controversias internacionales deberían ser solucionadas pacíficamente -esto es sin recurrir al uso de la fuerza- y mediante el dictamen de la Corte Internacional de Justicia u otro organismo como por ejemplo, un tribunal arbitral. Hoy en día, la guerra no es -o no debería ser- la continuación de la política por otros medios[2]. Hay algo que algunos países parece que desconocen: la solución pacífica de las controversias.

A su vez, la pregunta número cuatro asegura que la posición de Guyana es “ilegal y en violación del derecho internacional”. En realidad, esta no es una pregunta, sino que es una manipulación de la realidad, que incita a los electores venezolanos a votar que sí, a riesgo de ser considerados antipatriotas. No sé quién dijo que la izquierda -en este caso la extrema izquierda- no era nacionalista. Aquí estamos ante un gobierno socialista y nacionalista a la vez.

Leyendo la última pregunta, me queda muy claro que el gobierno chavista está dispuesto a todo: “¿Está usted de acuerdo con la creación del estado Guayana Esequiba y que se desarrolle un plan acelerado para la atención integral a la población actual y futura de ese territorio, que incluya entre otros el otorgamiento de la ciudadanía y cédula de identidad venezolana, conforme al Acuerdo de Ginebra y el Derecho Internacional, incorporando en consecuencia dicho estado en el mapa del territorio venezolano?”

Esto es muy grave. El plan del régimen de Maduro se parece mucho a la estratagema de Putin que consiste en invadir el territorio  de un país vecino, obligar a sus habitantes a aceptar la ciudadanía del estado invasor y, finalmente anexar un tercio de su territorio, convertido en provincia o en una supuesta Nueva Rusia. En el caso venezolano, se trata de una parte de Guyana. La llamada Guayana Esequiba.

El borrador de Maduro es el plan de acción que Rusia aplicó en Georgia el 2008 y que, a partir de 2014, pretende imponer a Ucrania. En mis oídos resuenan las palabras del Presidente Boric: “Estimados colegas hoy día es Ucrania, pero mañana podría ser cualquiera de nosotros (…). Lo importante es el respeto al derecho internacional.Y acá se ha violado claramente el derecho internacional, no por las dos partes, (sino) por una parte que es invasora que es Rusia y eso yo creo que es importante que lo digamos claramente para poder avanzar en acuerdos”[3].

La referencia de la última pregunta al derecho internacional no tiene sentido, ya que una guerra de agresión es siempre contraria al derecho internacional. Sobre una posible guerra, no hay que dejar de lado que Venezuela tiene un ejército de casi 140 mil militares (137 mil[4]) y Guyana, sólo cuenta con 3.400 soldados. La diferencia es astronómica.

Y también lo es en cuanto al armamento. “Venezuela es el país sudamericano que más dinero ha gastado en armamento en la última década”, según la información de SIPRI de 2018. De acuerdo al Instituto sueco, el régimen chavista adquirió el 89% de las armas en China y en Rusia, y esto, en plena crisis económica. Al gobierno socialista le importa poco la pobreza de los venezolanos. Más le importa invertir el poco dinero que le dejan sus negocios, en armas.

Una guerra es lo último que falta en la región. Después del populismo de izquierda y de derecha, de la inestabilidad, de nuevas constituciones, terrorismo, estallidos sociales y la pobreza a la que conducen… Ahora lo único que aún no sufre la región es una guerra. La amenaza de guerra es un peligro lamentablemente muy real. Los “tambores de guerra” de los que hablaba la vicepresidenta venezolana, cada día suenan más fuerte. Y llevan los colores de Venezuela y la firma de Maduro.


[1] 1. ¿Está usted de acuerdo en rechazar, por todos los medios, conforme a derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de París de 1899, que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequiba? 2. ¿Apoya usted el Acuerdo de Ginebra de 1966 como el único instrumento jurídico válido para alcanzar una solución práctica y satisfactoria para Venezuela y Guyana, en torno a la controversia sobre el territorio de la Guayana Esequiba? 3. ¿Está usted de acuerdo con la posición histórica de Venezuela de no reconocer la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia para resolver la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba? 4. ¿Está usted de acuerdo en oponerse, por todos los medios, conforme a derecho, a la pretensión de Guyana de disponer unilateralmente de un mar pendiente por delimitar, de manera ilegal y en violación del derecho internacional? 5. ¿Está usted de acuerdo con la creación del estado Guayana Esequiba y que se desarrolle un plan acelerado para la atención integral a la población actual y futura de ese territorio, que incluya entre otros el otorgamiento de la ciudadanía y cédula de identidad venezolana, conforme al Acuerdo de Ginebra y el Derecho Internacional, incorporando en consecuencia dicho estado en el mapa del territorio venezolano?.

[2] La conocida frase de Clausewitz: “La guerra no es más que la continuación de la política de estado por otros medios”. En el original alemán: “Der Krieg ist nichts als die fortgesetzte Staatspolitik mit anderen Mitteln.”

[3] Chile apoya a Ucrania

[4] De acuerdo a las cifras en Wikipedia La cifra de militares de Guyana es tan pequeña que ni siquiera aparece en el listado.

Chile apoya a Ucrania

El discurso del presidente Boric, durante la Cumbre en Bruselas, en lo relativo a la guerra contra Ucrania, es absolutamente acertado. Se lo agradezco y estoy totalmente de acuerdo con él. El presidente de Chile lo dice muy claramente: es una guerra contra Ucrania y es una guerra de agresión.

Al igual que él, pienso que la razón primaria para condenar la invasión de Rusia es precisamente que es una clara violación del derecho internacional. Tengo el convencimiento que las controversias -cualesquiera que sean- no se solucionan usando la fuerza. Hacerlo es volver a la época de las cavernas y es un retroceso civilizatorio inaceptable.

Transcribo los párrafos más significativas de su discurso: “entiendo que la declaración conjunta[1] está trabada hoy día porque algunos no quieren decir que es la guerra contra Ucrania. Estimados colegas hoy día es Ucrania, pero mañana podría ser cualquiera de nosotros. En esto no dudemos, por complacencia que se puedan tener en uno u otro momento con algún líder. Da lo mismo si cae bien o cae mal el presidente de un país. Lo importante es el respeto al derecho internacional. Y acá se ha violado claramente el derecho internacional, no por las dos partes, (sino) por una parte que es invasora que es Rusia y eso yo creo que es importante que lo digamos claramente para poder avanzar en acuerdos[2].

Esto debería ser muy claro para todo gobernante responsable: no es relevante si un mandatario es o no de tu color político o de tu familia política, como el mismo Gabriel Boric dirá dos días después, al enfrentar las críticas del presidente brasilero Lula quien, al igual que su antecesor Bolsonaro, es partidario irrestricto de Rusia de Putin[3].

Lo decisivo es que un estado respete el derecho internacional, que es la base de la convivencia entre las naciones. A continuación, Boric se pone filosófico: si no quieres que el día de mañana violen tus propios derechos, tienes que defender hoy el derecho de los demás. Es la regla de oro -y también la de plata- de la ética. Y sabemos que, si bien la ética no es lo mismo que el derecho, sin ética, no hay derecho.

El derecho internacional “es una garantía para todos y todas, lo vemos en diferentes lugares de nuestro planeta; pero hoy en este lugar ha estado en debate la situación en Ucrania. Yo creo que es importante que desde América Latina lo digamos con claridad: lo que sucede en Ucrania es una guerra de agresión imperial inaceptable, en donde se viola el derecho internacional”.

Putin y sus agentes son prisioneros de un pensamiento imperial absolutamente arcaico. Por eso hablamos del imperialismo ruso o neoimperialismo. Me referí a él en El nuevo imperialismo ruso y Carl Schmitt 

Los periodistas y analistas que se llenan la boca hablando del sur global y su supuesto apoyo a Rusia deberían escuchar o leer el discurso del presidente Boric. El sur no es uno solo, hay muchos sures, como también hay muchos nortes. Porque en ambos hemisferios hay muchos países y muchas opiniones. Pero supongo que la clara posición de Chile -que no es de ahora, sino desde un comienzo de la guerra[4]– no calza en análisis fáciles de la realidad global propios de gente más o menos simple.

Dos días más tarde, como para poner de manifiesto que su discurso de 18 de julio, no fue algo excepcional, ni estaba dominado por la ansiedad, como aseguró Lula (que sigue la senda de apoyo incondicional a Putin, iniciada por su antecesor Bolsonaro), Boric señala:

Yo tengo un respeto infinito y mucho cariño, además, por Lula, pero si me preguntan: ¿Quiere usted que termine la guerra? Sí, quiero que termine la guerra y creo que tenemos que ser muy claros en decir que ésta es una guerra de agresión inaceptable, independiente de las posiciones que uno pueda tener respecto a las presidencias temporales de uno u otro país. Lo importante es que seamos capaces de defender el derecho internacional a toda costa[5].

Es cierto: la guerra se puede terminar rápidamente si Rusia retira sus tropas del territorio de Ucrania. Así lo expliqué en Si Rusia deja de luchar no habrá más guerra. Si Ucrania deja de luchar no habrá más Ucrania

Hoy día, podemos tener matices en torno a esto; pero la posición de Chile es una posición de principios respecto a la importancia de la defensa del derecho internacional y en esto, yo creo y tengo la profunda convicción que tenemos que ser categóricos, tenemos que ser claros, no podemos dejar ningún espacio a la duda. Y eso yo creo que es algo que, a la larga, a los ojos de la historia envejece bien[6]. Lo de envejece bien, se dice que es un mensaje para Lula.

Ninguna potencia puede pasar por encima del derecho internacional violando su integridad territorial y además realizando la masacre que estamos viendo”. Tiene toda la razón, salvo en lo de potencia, ya que Rusia no es potencia y lo único que tiene para atemorizar al mundo es la bomba atómica[7].

Y para no dejar ninguna duda de lo planteado, el 21 de julio, en entrevista con la BBC (en HARDtalk), el presidente Boric recalca lo que ya había manifestado sobre Ucrania, en inglés y con meridiana claridad[8]. La entrevista tiene en significativo título: “Now it’s Ukraine, tomorrow it could be us”[9]. Es lo que dijo en la Cumbre: “ahora es Ucrania, mañana podemos ser nosotros” los sujetos de una agresión, sino defendemos hoy el derecho internacional y condenamos las violaciones, sean de quien sean, vengan de donde vengan.

Boric explica ante las cámaras de la BBC: “Chilean position is:  (…) It doesn’t matter what do you think about Ukraine, what do you think about Wolodomyr Zelensky.  it doesn’t matter what your opinions are about Mr. Putin or Russia. The war is not both part faults. It’s Russia invaded a free country and wants to take part of its territory an that violates international law. And we should defend at least this should be a common ground for everyone. We should defend international law. Because now it’s Ukraine, tomorrow it could be us. It could be anyone. So you might have any opinion on the reasons for the conflict but we should agree that international law should be respected at all times. And that goes for Russia nowadays and also goes, of course in other cases. I don’t want to make a draw. But in that case my position is strong. It’s an illegal invasion. Russia should withdraw. Of course we want a ceasefire but we have to respect ukraine’s territorial integrity[10].

Sí, la guerra no es culpa de las dos partes. Aquí estamos frente a un país agresor y ante un país agredido. El estado agresor es Rusia que claramente violó el derecho internacional, al iniciar la guerra y lo sigue violando, al continuarla. La violencia no es nunca el método para solucionar las disputas internacionales. Es más: aquí no estamos frente a una disputa internacional, aquí se trata lisa y llanamente de un país que desconoce la existencia de otro país e intenta anexar su territorio.

El Kyiv post, de Ucrania, titula el 19 de julio: Chile Stands with Ukraine During EU-Latin American Summit Es cierto y estoy feliz de ello: Chile apoya a Ucrania.


[1] Se refiere a la declaración conjunta de la Cumbre CELAC-UE 2023. Realmente, la intervención de Boric apoyando a Ucrania y con ello a la Unión Europea, salvó la Cumbre Celac-Unión Europea.

[2] Transcripción mía del video Presidente Gabriel Boric interviene en cumbre CELAC-UE 2023, el 18 de julio. En el canal de youtube del Gobierno de Chile. Los puntos y las comas son míos.

[3] Uno de extrema izquierda y el otro de extrema derecha, unidos en el putinismo. Ver mi columna Los cantos de sirena del autoritarismo

[4] Esto me lo preguntó una cuenta polaca en Twitter. Porque existe la tesis de que Chile se vendió por algún contrato de litio. La verdad es que no es así.

[5] El audio está en Twitter y también aquí, con resumen parcial: “No me siento ofendido”, dice Boric luego de que Lula aludiera a su “ansiedad” e inexperiencia

[6] La transcripción es mía. El audio en Twitter y también, con resumen, en: “No me siento ofendido”, dice Boric luego de que Lula aludiera a su “ansiedad” e inexperiencia

[7] Boric responde a Lula: “Ninguna potencia puede pasar por encima del derecho internacional”

[8] Recuerdo como algunos -de la misma familia política de Boric- criticaron al presidente Piñera por hablar en inglés luego del rescate de los 33. Pero es distinto cuando estás en el poder y quieres quedar bien con los periodistas extranjeros

[9] “Now it’s Ukraine, tomorrow it could be us” – Gabriel Boric

[10] La transcripción es textual, de los subtítulos de la BBC.

Dieterich, el ideólogo de la utopía socialismo del siglo XXI

Durante el último siglo y medio, Alemania ha generado variados autores utópicos. Muchas de sus utopías, al intentar ser implementadas, o más bien impuestas, se han convertido en las más horribles distopías. “Sí, toda distopía comienza como una utopía”[1]. Parece que al intentar quebrar o doblegar la naturaleza humana se obliga al hombre y a la mujer a convertirse en algo que no son y que no pueden ser, en algo que es contrario a su naturaleza humana.

La utopía alemana de Marx y Engels[2] condujo a la distopía de los gulags, de Tschernobyl y del Muro de Berlín… Esta utopía, forjada entre la cuenca del río Mosela y Londres por un abogado y un empresario alemanes, condujo al Muro que separaba no sólo Berlín, sino que las dos alemanias y, toda Europa, que pasó de ser una unidad histórica a dos bloques separados por una frontera impasable. El lema del “No pasarán” se convirtió en algo irrisorio, puesto que los únicos que querían pasar, eran los habitantes del lado socialista huyendo hacia el mundo libre.

Otro alemán que forjó una utopía que también se ha intentado implementar o más bien imponer, y que también se ha convertido en distopía, es Heinz Dieterich Steffan. Así como hicieron Marx y Engels, Dieterich elaboró su proyecto utópico lejos de Alemania, concretamente en México, donde se desempeña como profesor de sociología, en una universidad de reciente fundación[3] que dice tener “como propósito estar profundamente ligada al entorno social y humano, conservándose a la vanguardia, en constante investigación y reinvención de la educación superior”.

Dieterich intenta repensar acríticamente el socialismo después de la caída de la Unión Soviética. Se trata pues de formular un nuevo socialismo que, como ya no es el socialismo real del siglo 20, ha sido denominado pomposamente socialismo del siglo 21. El propósito es reformular un nuevo socialismo renovado y apto para la nueva centuria. Me recuerda un poco a aquellos intentos de refundar un “socialismo con rostro humano”, ya que nadie puede negar que el socialismo del siglo 20 fue un socialismo extremadamente inhumano[4].

Antes de seguir adelante, tengo que adelantar que el profesor Dieterich es desconocido en Alemania. Ha publicado un solo libro en alemán y eso en el ya lejano 2006. Su libro se llama (¿cómo podía ser de otra forma?): “El socialismo del siglo 21. Economía, sociedad y democracia después del capitalismo global”[5]. Dieterich parte de la base de que lo que él llama “capitalismo”, se acabará pronto. Curiosamente, el capitalismo no se ha acabado…[6] Pero supongo que lo que no calza, hay que hacerlo calzar a la fuerza.

Heinz Dieterich y su socialismo del siglo 21 saltaron a la fama cuando, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, lo(s) mencionó en el Foro Social Mundial de 2005 en Porto Alegre, como parte sustancial o más bien como finalidad de lo que el comandante Chávez denominó la “revolución bolivariana”. En aquel entonces Chávez propuso, en el marco del socialismo del siglo 21, la expropiación de las empresas improductivas (el mismo gobierno chavista debería determinar qué empresas son improductivas) que pasarían en un 51% al estado y en un 49% a los trabajadores, que deberían organizarse en cooperativas[7].

Siguiendo a Dieterich, el presidente Chávez aseguró que, para alcanzar el socialismo del siglo 21, había que pasar antes por una etapa intermedia llamada “democracia revolucionaria”[8]. Y aseguró que “la revolución democrática se basa en la solidaridad, la hermandad, el amor, la libertad y en la igualdad”. Es impresionante cómo los utopistas del mundo entero aseguran que pasarán cosas que, en realidad, no tienen de dónde suceder. A mi modo de ver, son meras entelequias sin pies ni cabeza.

La revolución democrática sería pues el periodo de transición previo al socialismo. Como si el sistema actual, de democracia liberal representativa no fuera democrático. Como si no viviéramos en democracia hasta que no triunfe la llamada revolución democrática o bolivariana. Dado que este es un proceso revolucionario, toda violencia queda justificada[9]. Si total, la violencia revolucionaria conducirá automáticamente a la democracia y ésta al socialismo. Al paraíso en la tierra, a la utopía máxima.

Demás está decir que este es un proceso sin retorno, es irreversible… De ahí que los régimenes de estas características -así como sus predecesores del socialismo real- no respeten la alternancia en el poder[10] que es consustancial a la democracia. A la democracia liberal representativa, no a las democracias populares que, en realidad, no son democracias.

La irreversibilidad del proceso en pos del socialismo de la cuarta fase, como también lo llama Dieterich, explica que el gobierno de Maduro -el sucesor de Chávez, después de su muerte- se niegue a dejar el poder, pese a que ha perdido todo respaldo en la sociedad[11]. Pero ¿a quién le importa, si el gobierno tiene al ejército de su parte?[12] Habría que cambiar la frase de Allende “Llegado el momento, armas tendrá el pueblo” por otra: Llegado el momento, el pueblo no sólo no tendrá armas, sino que éstas se dirigirán en su contra.

Desde los años cero, Dieterich fue asesor informal de Chávez. Incluso hay un video donde él dice que es su amigo. El sociólogo sostuvo incluso que el venezolano era el presidente más legítimo de todo el mundo (sic). Pero llegó un momento en que, por convencimiento o por oportunismo, el ideólogo alemán comenzó a alejarse del comandante-presidente. Hasta que el año 2011, confesó que las posibilidades de lograr un “socialismo científico del siglo 21” se habían malogrado definitivamente en Venezuela.

Sin embargo, recién el 2018, Dieterich reconoció que el régimen venezolano no era viable y que caería en cualquier momento; pero en vez de aceptar que su utopía acerca del socialismo del siglo 21, era la verdadera causante de la debacle, el profesor de sociología culpó a los Estados Unidos del desastre. Claro, siempre se puede echar la culpa a otros de los propios errores.

A partir de entonces, Dieterich comenzó a acercarse a China, lo que, sin duda, resulta mucho más rentable que continuar apoyando a Venezuela, un país en quiebra al que, ni siquiera la República popular China quiere financiar. El profesor mexicano ha comenzado a publicar en chino y a inventar… perdón, a formular términos chinos para apoyar su teoría de la cuarta fase del socialismo, que sería la utopía “descubierta” por él y dada a conocer a través de sus publicaciones.

“De esta manera, en América Latina alguna forma de socialismo del siglo XXI ha sido expresamente defendida en Venezuela por los gobiernos de Hugo Chávez​ y de Nicolás Maduro​ y en Ecuador por los gobiernos de Rafael Correa​ y Lenín Moreno”[13]. El próximo candidato para figurar en la lista es el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric, que se agrega al coro de seguidores de esta utopía[14].


[1] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[2] Otra utopía de origen alemán es la utopía nacional socialista.

[3] Universidad Autónoma Metropolitana, una universidad estatal, fundada a mediados de los 70.

[4] El siglo 20 es considerado como uno de los más cruentos y crueles de la historia, no en menor medida, debido a la distopía de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Ver El oscuro siglo XX

[5] Der Sozialismus des 21. Jahrhunderts. Wirtschaft, Gesellschaft und Demokratie nach dem globalen Kapitalismus.

[6] Ver mi columna Chile contra el neoliberalismo

[7] “El socialismo del siglo 21 no tardó mucho en destruir a Venezuela. Me pregunto ¿cuántos países tendrán que desplomarse y caer en las garras de una versión más de la utopía socialista, utopía que ha terminado tantas veces en una horrible distopía? ¿Cuántos bienintencionados tendrán que sucumbir tras el sueño socialista de una sociedad igualitaria y justa? Una sociedad que, en definitiva y a los pocos años, se convierte inevitablemente en la más injusta, en las más pobre, en la menos igualitaria y en la menos libre de todas las sociedades?” en Venezuela, neoliberalismo y socialismo

[8] Me recuerda lo que aprendí en mis estudios sobre Lenin “Ese poder estatal represivo y que asegura la explotación de una clase por otra, debe ser sustituído por otro estado, que iniciará otra represión, que, esta vez, será ejercida por el proletariado contra la burguesía. Esto es lo que llamamos Dictadura del proletariado, explica Lenin. Y, tiene que quedar muy claro, continúa, que la abolición del poder de la burguesía y su sustitución por el poder represivo del proletariado, bajo ninguna circunstancia puede significar la muerte del estado. Para mí es muy claro: una supuesta represión reemplaza a la otra, que es muy real”, en De la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariado 

[9] Nuevamente pienso en lo que aprendí leyendo a Lenin: “hay que enseñar a las masas a creer en la violencia de la revolución violenta e insiste que tal  enseñanza pertenece a la esencia del pensamiento de Marx y Engels. Y aclara que esto no es fanatismo. Dice que enseñar otra cosa, por ej. en la no-violencia, es ‘traicionar’ su doctrina”, en De la violenta revolución que conduce a la dictadura del proletariado

[10] Sobre este punto, invito a leer El juego democrático de la alternancia en el poder

[11] Sobre el tema Guaidó, escribí algo aquí: Ocho mentiras sobre Venezuela

[12] Desconozco si lo que cuentan del “cartel del sol” es una conspiranoia o es la realidad.

[13] Socialismo del siglo XXI, en Wikipedia.

[14] No hay que olvidar que Boric no es comunista, en el sentido originario de la palabra.

¿Y después de Boric, qué?

Hay tres razones por las cuales me decidí a votar por Kast quien, como señalé en mi columna de la semana pasada Voy a votar por Kast, nunca me había gustado mucho… Incluso, el 2018 critiqué duramente a este candidato en mi columna Franzani, Kast y los nazis que ha sido una de las más leídas[1] de este humilde blog.

Las dos primeras razones por las que lo apoyo fueron las que comenté la semana pasada: la defensa de “la democracia liberal representativa y de la economía social de mercado”[2], que me temo que con Boric serían pasadas a llevar, desechadas y sustituidas -con la ayuda de la Convención Constitucional- por otro sistema de gobierno.

Me temo que el rediseño de Chile propuesto por la ultraizquierda (que se ha apoderado descaradamente de la centro izquierda chilena) dirigirá al país más bien hacia una democracia popular[3], bolivariana o iliberal y una economía estilo Latinoamérica de la década de 1970 o Europa de 1930, con aranceles a la importación, controles de precio y expropiaciones. De partida, en un escenario así, las Pymes no tendrían cabida.

La tercera razón es que con Kast, estoy segura que, en cuatro años, podríamos elegir a un presidente distinto de Kast, a alguien de otra tendencia política. Y eso es algo de lo que con Boric no tengo seguridad, puesto que considerando su cercanía ideológica a regímenes totalitarios[4], existe el riesgo no menor de que se eternice(n) en el poder. Gente que siempre cree tener la razón y se arroga la representación del pueblo tiende a permanecer en el poder por los medios que sea.

Ejemplos de eternización en el poder hay abundantes en el vecindario. La Bolivia de Evo, la Nicaragua de Ortega, para no mencionar la Venezuela de Maduro, de Chávez[5] y de los Narcos e incluso, mutatis mutandi, la Argentina de los Kirchner. Países en que se pasó a llevar la democracia que finalmente fue sustituida por regímenes pseudo democráticos, en que la clique gobernante no entrega el poder, sino que se eterniza en él.

Muy por el contrario, “la alternancia en el poder consiste en la posibilidad de elegir a una persona distinta a la que está en el gobierno y es uno de los elementos esenciales del sistema democrático de gobierno. En efecto, el cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia”[6].

Y es aquí donde Boric y sus partidarios no me dan confianza. Estoy segura de que Kast respetará la alternancia en el poder y que va a entregarlo a quien sea elegido/elegida al acabar su período presidencial. Pero no tengo la certeza de que Boric y su gente no se eternizarán en el poder. Malos ejemplos están a la vista en el vecindario. De partida, una nueva Constitución chilena abre la puerta para ello.

Para mí, la alternancia en el poder es esencial a la democracia[7]. En esto, creo que Popper tiene toda la razón… Y me da lo mismo que me digan que soy liberal. Prefiero el liberalismo – sin el cual no habría democracia- al iliberalismo[8], tan de moda hoy en algunos países, donde el populismo se ha enquistado en el poder y de alternancia, ya no queda nada.

“Actualmente, el mundo se debate entre dos polos o dos extremos: el populista autoritario iliberal y el democrático liberal”[9]. No me gustaría que Chile quedara atrapado por quién sabe cuántas décadas en la tela de araña del mundo autoritario, donde no existe la alternancia en el poder. Me temo que Boric no da garantías de que esto no ocurra. Kast sí las da, de ahí que me haya decidido a votar por él.


[1] La segunda más leída, para ser más precisa.

[2] Voy a votar por Kast

[3] Al estilo de las llamadas democracias populares de la guerra fría, lo que es un retroceso y no un avance.

[4] Ver Boric no es comunista

[5] Los dictadores nicaragüenses (La granja de troles de Nicaragua y Ortega, el nuevo Somoza) no se diferencian en esto de Donald Trump (Trump y la alternancia en el poder). Ni de Evo Morales, ni de Lukaschenka (Lukaschenko y Venezuela), ni de los Kim de Norcorea (A 105 años del nacimiento de Kim Il Sung).

[6] El juego democrático de la alternancia en el poder

[7] Cfr. El juego democrático de la alternancia en el poder

[8] A la llamada “democracia iliberal”, me referí en mi artículo Carl Schmitt und seine Neue Ordnung

[9] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

Voy a votar por Kast

En 2019, cité a un usuario de Twitter a quien sigo[1]. Marcelo Fernández criticaba la violencia y advertía que “en Brasil, después de las protestas del 2014, una mayoría terminó votando a Bolsonaro. Nada como el miedo a que el país se hunda en el caos para hacer subir como la espuma la popularidad de candidatos de extrema derecha”. Y más adelante: “El movimiento estudiantil del 2014 terminó liquidado por el vandalismo y la violencia desatada. Lo mismo ocurrirá con las demandas sociales, que quedarán sumergidas por los saqueos y la destrucción urbana. Además, es la pavimentación a Kast”[2]. Proféticas palabras que hoy se cumplen.

Poco antes de la primera vuelta, uno de mis primos constataba: “los que van punteando son de extrema izquierda y extrema derecha”. A mi modo de ver, a eso es a lo que ha conducido la polarización originada en y por la violencia de extrema izquierda que empezó en octubre de 2019.

Estoy convencida que, “en un sistema democrático liberal, como el que existe en Chile, el rival político no es nunca mi enemigo, sino sólo una persona que piensa distinto que yo en muchos temas -en otros, pensamos lo mismo- y con el que concurro en las urnas y en la tribuna política para debatir cuál es la mejor solución. La tribuna política por excelencia es el parlamento, el Congreso y no la calle. Las ‘armas’ de la política son la palabra, las estadísticas, las cifras y no los adoquines, ni las molotovs, ni tampoco las barricadas, los sprays o la quema de estaciones del Metro”[3].

“La lucha callejera no es, de ninguna manera, el lugar donde se elige quien representa al pueblo. Es más, quienes salen a las calles a destruir, a quemar, a golpear a otras personas, nunca pueden ser representantes del pueblo”[4]. Son simples delincuentes que se descalifican a sí mismos.

Una amiga me dice que esta es “la elección más importante de la historia de Chile”. No sé si es la más importante; pero entiendo lo que quiere decir mi amiga: se trata de una elección en que se decide en qué dirección irá el país. Si continuará en la senda de la democracia liberal y de la economía de mercado o seguirá otros derroteros diferentes.

En realidad, es un claro signo de subdesarrollo que en una elección se juegue al todo o nada. Que se decida el destino del país en una o en dos votaciones. Escuché a Miguel Kast (el hermano mayor de uno de los actuales candidatos) explicar que, en un país como Estados Unidos, ganan los demócratas o ganan los republicanos, pero cambia muy poco. Todo continúa más o menos como siempre, con un acento más o menos hacia un lado o hacia el otro, hacia un programa o hacia el otro.

Pero no se reinventa -diría yo- el país en cada elección. No se juega la vida cada vez que se elige un presidente. A esto es a lo que mi amiga llama “elección histórica” y es lamentable que Chile viva algo así actualmente. Parece que los miembros de la OECD se apuraron demasiado en incorporar a Chile al club de los países desarrollados.

Reitero lo que señalé el 2019: la polarización conduce necesariamente al extremismo. Y la violencia lleva necesariamente a la polarización, ya que “la muerte de la democracia convierte a los oponentes políticos inevitablemente en enemigos. Entonces, ya no queda cabida para la libertad, sino sólo para la uniformidad que es algo así como la expresión cotidiana del totalitarismo”[5].

Creo que hay dos cosas que hay que defender en Chile: la democracia liberal representativa y la economía social de mercado. Son las claves del éxito, del progreso, del avance social, del bienestar, de la igualdad, de la justicia…

Si me pregunto con cuál de los dos candidatos, tanto la democracia liberal representativa como la economía social de mercado pueden perdurar en Chile, mi respuesta es muy clara: con Boric y su gente definitivamente no. Aunque, como he dicho tantas veces, Boric no es comunista[6], pero sus adeptos pretenden rediseñar Chile en una dirección que no es buena[7]. De lo que sí estoy segura es que, si gana Boric, no será el país el que saldrá adelante, sino que serán los chilenos los que quieran salir del país[8].  

No me gustaría que una minoría pasada de moda intentara rediseñar Chile en dirección al pasado. Cero interés en retornar a un escenario de la época de la Guerra Fría. No me gustaría rediseñar al país, menos aún dentro de un proceso revolucionario socialista, estatista, fascista (la consigna de los fascistas era “todo dentro del estado, nada fuera del estado”), bolivariano, populista del siglo 21. En la historia, demasiadas utopías han conducido necesariamente a una horrible distopía totalitaria[9] [10].

Prefiero que nos quedemos con la democracia liberal representativa en lo político y con la economía social de mercado en lo económico. Así que, aunque Kast nunca ha sido “santo de mi devoción” (no me gusta la gente que lo acompaña), creo que Kast es lejos el mal menor y yo voy a votar por él.

Me hubiera gustado votar por Sichel en la segunda vuelta, pero no va a ser posible. No se dió no más. La polarización ha conducido irremediablemente a esto: a que tengamos que votar por alternativas extremas. Como dice mi amiga: “hoy, sin estallido social hubiera votado por Sichel sin dudar”. Mi amiga también va a votar por Kast.


[1] @RuizFernandezDJ

[2] Cité ambos tweets de Marcelo en mi columna de 2019 La polarización es el semillero del extremismo que invito a releer.

[3] La polarización es el semillero del extremismo

[4] Teillier: “puede que se pierda en el Parlamento, pero no en las calles” (entre paréntesis, Facebook borró los links a esta columna que yo había publicado en esa red social).

[5] Chile contra el neoliberalismo

[6] Me carga que descalifiquen a la gente como comunista o como fascista o nazi, que es lo que hace la extrema izquierda con Kast y la extrema derecha con Boric.

[7] Ver mi columna Boric no es comunista

[8] Sobre la utopía en Chile, invito a leer Chile, un día después, utopía plus. Asimismo pienso que “muchos de quienes azuzan en la lucha contra el neoliberalismo, son los primeros que emigren hacia puestos muy bien dotados en universidades norteamericanas, donde podrán disfrutar de los altos sueldos que son posibles gracias a la economía de mercado que ha llevado al bienestar e incluso a la opulencia a pueblos enteros. El simple trabajador chileno no tendrá las mismas posibilidades de emigrar cuando se quede sin trabajo debido a la quiebra, o a la simple destrucción o quema de su empresa”, Chile contra el neoliberalismo

[9] Cfr. La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[10] El mejor ejemplo reciente y cercano a nosotros es el venezolano, Venezuela, neoliberalismo y socialismo