El atentado en Rusia

Tras el atentado en Rusia, surge una pregunta tras otra. En un cuarto de hora, cuatro terroristas lograron asesinar a 133 ó 137 personas (mass shooting) y colocaron en el edificio bombas incendiarias, de manera que se quemó por completo. Huyeron en un Renault Clio (!) a 300-400 kms de distancia, llevando consigo todas sus armas[1]. No cambiaron de vehículo… Además tuvieron tiempo de publicar videos y de anunciar al mundo que habían sido ellos.

La policía moscovita -que tiene un cuartel muy cerca del complejo Crocus City Hall- tardó una hora en llegar al lugar. No sé cuánto se demoraron los bomberos, pero el fuego fue apagado recién a las 7 de la mañana del día siguiente. El inmueble se quemó por completo. Había sido construido entre 1999 y 2000. Le pertenece a un oligarca aserbayano llamado Aras Agalarov, que aparece en varias fotos con Medvedev, Putin y Trump, al que visitó alguna vez en Estados Unidos, entre otros lugares en Las Vegas.

Incluso, Agalarov había planeado construir un Trump Tower en Moscú. En 2016, después de ganar la elección presidencial, Trump envió a Emin Agalarovuna, hijo del oligarca, una  nota[2] (y quién sabe qué más) en que decía “yo no me olvido de mis amigos”. Cómo ustedes pueden apreciar, a Trump no le importa tener contacto con musulmanes cuando se trata de oligarcas que lo ayudan a ganar elecciones y dinero[3].

Según Forbes, Aras Agalarov es el 51° hombre más rico de Rusia. Lo que contrasta con su vida anterior a la Glasnost y a la Perestroika. Nació en Baku en 1955 y fue un convencido comunista o al menos se hizo pasar por tal, porque en esa época convenía serlo, para poder lograr poder e influencia y así tener una vida holgada a costa de los demás que, con razón podemos llamar oprimidos por el sistema, personas que tenían que trabajar para mantener a los opresores, que eran los miembros del partido. En la ex-URSS hay una innegable continuidad entre haber sido miembro del Partido comunista y ser oligarca.

Reconozco que fui de las que, en un primer momento, pensé en la posibilidad de una acción bajo una bandera falsa, como otras tantas que han ocurrido en Rusia. Por ejemplo aquellas que llevaron a justificar la guerra de exterminio y aniquilación de Chechenia: aquella que condujo a que Grosny se viera como ahora se ven Mariupol, Bajmut o Avdivka después de los ataques rusos o Varsovia después de los ataques nazis. Experiencia hay en hacer explotar un edificio y causar la muerte de cientos de personas para culpar a otros y así atacarlos. En países donde la vida humana poco vale, no es raro actuar así.

El problema es que, en un régimen donde no hay claridad, ni transparencia, surgen las conjeturas basadas en indicios o en suposiciones. Y esto ocurre en Rusia, donde al día siguiente del atentado (que fue en la noche, alrededor de las 8 PM), Putin lo primero que aseguró fue que habían sido los ucranianos.

Para mala suerte de Putin, el llamado Estado islámico de la provincia de Khorasan anunció que ellos habían sido. Tendemos a identificar al Islamic State con el movimiento terrorífico en Siria e Irak. Pero este grupo de la provincia Khorasan es distinto, y está más bien centrado en Afganistán, Samarkand, Uzbekistán y las costas del Mar Caspio. Es un grupo que firma IS pero está centrado en Asia Central.

Asimismo, entre el 7 y el 9 de marzo, servicios de seguridad de EEUU, Gran Bretaña e incluso de Alemania (país tradicionalmente amigo de Rusia, ya desde la época del Tratado de Rapallo) habían advertido al gobierno ruso de posibles atentados islámicos a lo que Putin -en su habitual paranoia- respondió que era un intento de desestabilizar su gobierno o incluso de “extorsionarlo”.

Los terroristas de Islamic State – Khorasan Province tienen sangre en el ojo frente a Rusia, país al que culpan de haber combatido a los musulmanes en Afganistán y de haber colaborado con los EEUU y Occidente para acabar con el Califato del IS (esto es de Siria e Irak). Además, odian a Irán, país que se ha convertido en el mejor aliado de Rusia, junto con Corea del Norte.

Para Putin, la situación es complicada, ya que hace algunas décadas (Putin lleva 25 años en el poder[4]), los oligarcas fueron obligados a jurar no inmiscuirse en política a cambio de seguridad para seguir ganando sus billones y trillones en Rusia y en el mundo (donde los acepten, que es cada vez en menos países)[5]. Atentados como este a inmuebles de hombres poderosos es algo que rompe el acuerdo tácito entre la oligarquía y el gobierno de Putin, cuyo poder se basa en tres pilares: 1) en los servicios secretos 2) en el ejército y 3) en la pasividad de la población, incluyendo la de los oligarcas.


[1] Ha habido rumores acerca de un número mayor de terroristas. Pero creo que más de cuatro no caben en un Clio.

[2] En enero de 2017.

[3] Ver mi columna Muslim Ban y hechos alternativos

[4] En 2022, escribí Putin lleva 23 años en el poder

[5] Miren no más lo que le pasó a Jodorkovski, por no aceptar este acuerdo tácito.

Los cantos de sirena del autoritarismo

Una de las preguntas que con más frecuencia me he hecho durante los últimos años es, cómo del grupo de anticomunistas de la época de la Guerra Fría, han salido exponentes del autoritarismo. Cómo de entre quienes defendían la libertad y la democracia surgieron personas y grupos partidarios del actual autoritarismo que hoy se expande por el mundo como una plaga difícil de detener.

La explicación que hasta ahora me había dado a mí misma es muy simple: los defensores del mundo occidental frente al comunismo soviético se componían de lo que entonces se denominaba pensamiento liberal-conservador. Después de la caída de la UdSRR y con ella, el fin de la Guerra Fría[1], ambos sectores -el liberal y el conservador- se separaron. Ya no los unía más la necesidad de hacer frente a un enemigo común, que había desaparecido[2].

Lo describí con más detalle en mi columna Los conservadores de hoy, enemigos de la sociedad abierta

Los antiguos comunistas y socialistas marxistas (los pocos que quedaban) o bien, se convirtieron en centristas razonables o -más mal que bien- se adosaron a la extrema izquierda, extremadamente debilitada por el fracaso del gran hermano de Moscú.

A la larga, extremistas de izquierda y de derecha, normalmente tan conspiranoicos los unos como los otros, se pelean los votos de la tercera edad[3] y de algunos jóvenes frustrados. Ambos apuntan a los mismos sectores de la población: indignados, gente de permanente mal humor y que se siente pasada a llevar y no considerada para nada dentro de la sociedad[4]. Además, acaparan el voto de protesta y el voto en tiempos de crisis. Vociferan al unísono que se vayan todos menos nosotros y claman en favor del pueblo y en contra de las élites[5].

Estos últimos días, leyendo el libro de Anne Applebaum -una de mis autoras favoritas- leo una buena explicación a mi pregunta inicial. En uno de los últimos capítulos, referido al tema en los Estados Unidos, escribe: “la creencia en la grandeza de la democracia estadounidense y la ambición de compartir esa democracia con el resto del mundo (…) resultó un momento más breve de lo que esperábamos”[6].

Continúa: “Antes de 1989, los anticomunistas (…) se habían sentido unidos por su determinación de oponerse a la Unión Soviética. Sin embargo, no se trataba de un grupo monolítico. Algunos de ellos habían adoptado una postura radical en la Guerra Fría porque, en cuanto diplomáticos o pensadores de la realpolitik, temían la tradicional agresividad rusa que acechaba bajo la propaganda soviética, les inquietaba la posibilidad de una guerra nuclear y les preocupaba la influencia estadounidense en todo el mundo”. Este es pues, el primer grupo en que se dividieron después del fin de la Guerra Fría.

Applebaum agrega: “Otros -yo misma me incluyo en esta categoría- creíamos que estábamos luchando contra el totalitarismo y la dictadura, y a favor de la libertad política y los derechos humanos”. Este es el segundo grupo.

Pero hay un tercer grupo: “también había otros que luchaban contra la Unión Soviética porque la ideología soviética era explícitamente atea y creían que Estados Unidos estaba del lado de Dios”. Este sector sería para mí el del clericalismo, esa horrible mezcla de religión y política tan contraria a lo que nos enseña expresamente el Concilio Vaticano II, pero claro, para estos creyentes, no vale el Vaticano II, ya que se trata de fieles de sectas protestantes norteamericanas.

“Cuando se desintegró la Unión Soviética, también se rompieron los vínculos que habían mantenido unidos a estos diferentes tipos de anticomunistas”. La autora continúa: “El cambio radical tardó un tiempo en manifestarse. En un primer momento no se evidenciaron[7] su envergadura y alcance. Los acontecimientos del 11-S probablemente mantuvieron unido al grupo mucho más tiempo del que habría sido el caso en circunstancias distintas”.

Sobre el Partido Republicano, Applebaum explica: “Mi propia ruptura se produjo en 2008 gracias al auge de Sarah Palin[8] —que era una especie de proto-Trump— y  al uso de la tortura en Irak por parte de la Adminstración Bush. Incluso escribí un artículo titulado ‘Por qué no puedo votar a John McCain’ en el que explicaba mi visión de cómo había cambiado el partido”. Pienso que el movimiento tea party secuestró a los republicanos[9]. Fue un grave error de McCain llevar a Palin como candidata a vicepresidenta.

“Pero sólo cuando Donald Trump[10] se convirtió en el candidato del partido supe hasta qué punto se había distanciado mi cosmovisión de la de algunos amigos estadounidenses. El pequeño grupo de ‘jóvenes conservadores’ se había partido limpiamente por la mitad”. Applebaum se refiere a su grupo de amigos. Mutatis mutandi, puedo decir lo mismo del grupo de amigos de mi época universitaria, algunos han sido seducidos por el canto de las sirenas del autoritarismo. Incluso un par de ellos han caído en las redes de Putin que, de entre todas las sirenas autoritarias, es la sirena que canta más fuerte.


[1] “Con el desmoronamiento del Bloque oriental y el desmembramiento de la URSS, la gran amenaza frente a la cual todos se unían, había dejado de existir, en 1991. Y con ella, la ideología marxista-leninista”, en mi columna Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[2] Salvo en algunos países como Chile, donde curiosamente, continuó existiendo un poderoso partido comunista.

[3] En nuestras sociedades envejecidas la tercera edad  decide las elecciones.

[4] Recuerdo la conversación con una condesa que se había afiliado a un partido de extrema derecha que me confió que, en la democracia cristiana, donde militó por muchas décadas, nadie la escuchaba y que en el partido AfD, por fin, había podido desarrollar sus aptitudes y postular sus ideas.

[5] Como Trump, que habla contra las élites como si él viniera de una familia pobre o llevara una vida de necesidad y desapego de las cosas materiales. Ver también mi columna Que se vayan todos los políticos

[6] Todas las citas de Applebaum corresponden a las páginas 156 y 157 de “El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo”, 1a edición 2021.

[7] A mi modo de ver, debería decir “evidenció”; pero el traductor lo traduce en plural. Lo dejo así, porque respeto su texto.

[8] En una columna anterior escribí que el gran error de John McCain -que terminó como uno de los principales críticos de Trump- fue haber designado a Sarah Palin como su candidata a la vicepresidencia, en Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[9] El Partido republicano fue, hace no mucho tiempo, virtualmente raptado por el movimiento autodenominado tea party. Y luego por lo que se ha empezado a llamar trumpismo y que el ex-presidente llama simplemente “our movement”, en Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[10] Trump nunca  fue ni liberal, ni conservador, sino simplemente un empresario de espectáculos que cayó varias veces en quiebra, en mi columna Trump y la derecha chilena y latinoamericana

¿Dónde está Prigoshin?

Esta es la pregunta que nos hacemos todos, a una semana del Levantamiento de los mercenarios 

Lukaschenka[1] dice que le ofreció huir -no sé si se pueda hablar de dar asilo- a Bielorrusia. Otros aseguran que vieron a Prigoshin en San Petersburgo, donde el Grupo Wagner tiene su edificio central[2] y el oligarca tiene su principal fábrica de trolls en internet. Su avión habría hecho una escala en Moscú -quién sabe para qué- y luego, habría volado a la ciudad a orillas del Neva.

Otros dicen que su avión se habría dirigido a Minsk. Parece que la capital bielorrusa se ha convertido en un verdadero refugio temporal de criminales: hacia Minsk voló Jan Marsalek, el estafador de Wirecard que ahora vive en un sector acomodado de Moscú, donde sólo oligarcas y otros criminales pueden pagar un inmueble.

Putin aseguró a los mercenarios del Grupo Wagner que no serían perseguidos penalmente. Iba a escribir que no serían perseguidos por la “justicia rusa”, pero indudablemente, la palabra “justicia” y el régimen de Putin son términos que se contradicen entre sí. Después de asegurar que los mercenarios eran traidores, Putin los perdonó y les aseguró que tenían tres alternativas: irse a Belorrusia, enrolarse en el ejército de la Federación[3] o volver a sus casas, con sus familias.

Con este perdonazo, Putin demostró debilidad. Sobre todo, porque después de acusar de traidores a los mercenarios de Wagner y de asegurar -el día sábado- que la traición se paga con la vida, esto es que los espera el pelotón de fusilamiento… Después de esta gran amenaza, el día domingo, los perdona y deja huir a Prigoshin[4].

Putin no sólo mostró debilidad, sino que además, quedó claro que el jerarca ruso sí reacciona ante una amenaza y que es capaz de claudicar. Un argumento más en favor de quienes pensamos que es fundamental apoyar a Ucrania, para colocarla en una buena posición en orden a negociar -en un futuro próximo- la devolución de su territorio, de los niños raptados, reparaciones de guerra, seguridad de sus fronteras y un gran etcétera[5].

No me atrevería a asegurar que el perdonazo de los mercenarios -al menos de los que se queden en Rusia- sea duradero. Me imagino que, por esta razón, muchos de ellos huyeron a Bielorrusia donde Lukaschenka les habría entregado o arrendado una o más bases para que reinicien sus actividades. Cualesquiera sea que éstas vayan a ser en el futuro.

Prigoshin aseguró que 25 mil mercenarios estaban bajo sus órdenes en la guerra contra Ucrania. Pero parece que ese fue sólo un bluff, ya no que habría tenido nada más que ocho mil. O puede ser que hayan muerto tantos en la guerra, que no le queden más que ocho mil en Rusia. Por ejemplo en Bajmut, donde los ex-presidiarios reclutados por el Grupo Wagner no fueron más que simple carne de cañón.

Donde sí parece que hay veinte mil mercenarios de Wagner es en África. En ese continente, la estrategia rusa es clara: apoyar al gobierno dictatorial o instalar un dictador en el poder, siempre y cuando les deje explotar las minas de oro, de uranio, de diamantes, los yacimientos de petróleo o de gas. Con ello, se desestabiliza África y se crean flujos de inmigrantes que, a su vez, desestabilizan a Europa. ¿A quién le importa la vida humana si puede ganar ingentes sumas de dinero a la usanza de los peores imperialistas y capitalistas de la historia?

El Grupo Wagner no es un Blackwater cualquiera. No es una empresa de seguridad privada, sino que es una creación del estado ruso que necesitaba gente que hiciera el trabajo sucio, o debería decir: el trabajo más sucio. Hasta el fin de semana pasado, Putin todavía negaba toda relación con algún grupo paramilitar. Es más, hasta la semana pasada, Putin negaba la existencia del Grupo Wagner. Después de todo, según la ley de la Federación, el monopolio del poder recae en las fuerzas armadas y no permite la existencia de ejércitos paralelos.

El martes pasado, Putin reconoció que el régimen ruso había pagado al Holding Concord (construcción de por lo menos 64 empresas entre las cuales formalmente se haya el Grupo Wagner) mil millones de dólares por la actuación de los mercenarios en la guerra contra Ucrania, otros mil millones en material de guerra y mil millones más por el catering de los soldados del ejército ruso. Putin agregó que espera que Prigoshin no haya robado mucho, lo que es un gran sarcasmo considerando la altísima corrupción que impera en Rusia[6].

La semana pasada, Velina Tchakarova (desde Viena) publicó en Twitter un interesante esquema que muestra lo que ella denomina “a galaxia de Prigoshin. Esto es, el entramado de sus empresas. Los invito a ver el documento gráfico[7].

Es interesante observar que hay dos países americanos que aparecen en el mapa de Tchakarova. Uno de ellos es nada menos que Estados Unidos, donde la Galaxia prigoshiana mantiene páginas de información. O más bien de desinformación. Y Venezuela, donde se hallan los Wagner, en su calidad de compañía militar semi-estatal, como asesores políticos y como explotadores de empresas extractoras de recursos naturales[8].

Lo más infame de las páginas norteamericanas es que se hacen pasar por activistas en pro de la lucha por la “igualdad racial”[9]. Demás está decir que los trolls financiados por Prigoshin están interesados en el triunfo de Trump. Desde siempre, Trump ha sido el candidato de Rusia[10]. ¿Por qué será?

Prigoschin hacía un doble trabajo para el régimen ruso: recibía fondos del exterior para financiar la guerra contra Ucrania y recibía dinero del estado ruso por pelear y morir en la guerra. Algunos analistas aseguran que Prigoshin se rebeló porque al régimen de Putin se le habrían acabado los fondos.

La causa inmediata (o la excusa) del quasi putsch wagneriano fue la obligación de firmar un contrato y de ponerse a las órdenes del ejército ruso, esto es a las órdenes de Gerasimov y de Shoigu (este último, también dueño de un grupo paramilitar), ambos muy odiados por Prigoshin.

Me pregunto ¿qué pasará ahora con las empresas de Prigoshin? ¿Se las lleva a Bielorrusia? ¿Habrá sido este el interés de Lukashenka en que el oligarca se refugiara en su país? O ¿serán expropiadas por Putin que se quedará con ellas o las repartirá entre otros oligarcas? El viceministro de relaciones exteriores acaba de viajar a Siria para tranquilizar a Assad a quien aseguró que los mercenarios ahora dependen directamente del Kremlin.

Quién sabe… Lo único que sé es que mi próxima columna debería titularse ¿Dónde está Surovikin? Sergei Surovikin es el general favorito de Prigoshin, que estuvo algunos meses al mando de la guerra contra Ucrania y, hasta la semana pasada, era lugarteniente de Gerasimov. Hoy, detenido por haber apoyado o al menos, haber tenido conocimiento del levantamiento de los mercenarios y no haber hecho nada para impedirlo. Entre paréntesis, el general Surovikin es el responsable del bombardeo y destrucción de la ciudad de Alepo, en Siria…[11]


[1] Otrora rival de Putin, hoy su marioneta.

[2] Se puede apreciar la fastuosidad del edificio en las muchas imágenes del mismo en Google

[3] Cuando hablamos de Rusia, nos referimos a la Federación Rusa que se compone de Rusia más las repúblicas colonizadas en Asia Central que no lograron independizarse luego de la caída de la Unión Soviética en 1991.

[4] La cantidad de mercenarios rusos es limitada. Se trata de algunos miles de hombres formados por el servicio secreto militar o GRU. Por esta razón, me puedo imaginar que a Putin no le conviene dejarlos ir.

[5] Por el rapto de niños ucranianos, Putin y otros de sus personeros están acusados en la Corte penal internacional en La Haya.

[6] De acuerdo a Transparencia Internacional, hay en Europa, sólo dos países más corruptos que Ucrania, y estos son Rusia y Azerbaiyán, en Corrupción en Ucrania La corrupción es una enfermedad post soviética.

[7] @vtchakarova El tweet aquí

[8] Las relaciones entre Bielorrusia y Venezuela datan de la época en que Chávez visitó Bielorrusia y se fotografió con armas aparentemente de producción bielorrusa. Ver Lukaschenko y Venezuela

[9] Las razas no existen. Los invito a mi columna Nos guste o no, en realidad todos somos africanos

[10] Pienso que Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar y que “el Partido republicano fue ‘secuestrado’, primero por el tea party (una especie de secta política, racista, sexista y homofóbica) y más tarde, por lo que el mismo Trump llama simplemente “our movement”. El organizador de concursos de belleza ha logrado convertir al great old party en un club pro-Trump o en una secta, en Trump: A un año del asalto al Capitolio y la derecha chilena

[11] Como mencioné alguna vez, una compañera de colegio me insiste en que Alepo y otras ciudades sirias fueron bombardeadas y destruidas por los norteamericanos. Sin duda, otro éxito de la desinformación rusa, en El Papa y Ucrania Ver también Rusia no es potencia

El estallido del populismo en Europa y Latinoamérica

Con retraso, empecé a leer “El estallido del populismo”, que recopila una serie de artículos y tiene como coordinador a Álvaro Vargas Llosa[1]. En el prólogo, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace una serie de observaciones que coinciden con otras muchas que he hecho yo misma, en este blog o personalmente ante amigos en tantas conversaciones de sobremesa a lo largo de estos últimos años.

Digo con retraso, porque el libro es del 2017 y el prólogo de Vargas, de marzo de ese año. Es increíble todo lo que ha ocurrido desde entonces hasta ahora. Parece que el tiempo y los acontecimientos históricos empezaron a acelerarse y hoy todo transcurre con más prisa que antaño. O tal vez, nos parece que esto sea así, ya que -gracias a Internet- estamos al tanto de más cosas que ocurren en lugares del mundo de los que quizás antes ni siquiera habíamos oído hablar. Y todo tiene lugar en o con una simultaneidad cognoscitiva que sorprendería -o tal vez, aterraría- a nuestros antepasados.

El escenario del libro que comento es uno en que Trump ya era presidente de los Estados Unidos[2]. Rusia no había iniciado la tercera etapa de la guerra contra Ucrania. Macri era presidente de Argentina y ese país todavía no había retornado al extremismo peronista. El populista López Obrador tampoco había iniciado aún el proceso de “regresión izquierdista radical” en México[3].

En el prólogo, Vargas observa que lo que él llama la amenaza populista “ataca por igual a países desarrollados y atrasados”. Con esto, se refiere a los países occidentales y a los que no lo son. No me gusta hablar de países atrasados; prefiero llamarlos “en vía de desarrollo”, aunque esto es muchas veces  una gran exageración. El autor hace ver que esta epidemia viral de populismo adopta “máscaras diversas, de ultraizquierdismo en el tercer mundo y de derechismo extremista en el primero”[4]. Es cierto, “hoy en día, la extrema derecha y la extrema izquierda apenas se diferencian”[5].

El populismo está representado en Europa por la extrema derecha. En Latinoamérica, el populismo es generalmente de extrema izquierda o, como se lo denomina con más frecuencia, de ultraizquierda. Salvo en Brasil, país que -con Bolsonaro- tuvo recién un gobierno de extrema derecha, para regresar ahora a uno de extrema izquierda, en una eterna ley del péndulo, como llamaríamos este fenómeno en Chile, en que se pasa de un extremo al otro del espectro político.

Un espectro es un abanico de opciones políticas ordenadas conceptualmente, generalmente de izquierda a derecha. El espectro político es el ordenamiento visual de grupos u organizaciones políticas de acuerdo con ciertos ejes conceptuales[6]. Que el espectro político sea continuo significa que el paso de derecha a izquierda y viceversa no es abrupto, no da saltos. El tránsito de un extremo a otro puede pasar desapercibido para una persona que se halla dentro del espectro político en cuestión[7].

Ebner nos explica que, como formuló Faye, el extremismo no es lineal, sino que los dos extremos pueden ser representados como las puntas de una herradura, en las que se hallan la extrema derecha en un extremo y la extrema izquierda en el otro. Así, ambas puntas se encuentran entre ellas más cerca la una de la otra que del centro político. En el fondo, es lo que la sabiduría popular ha expresado a través de la consabida máxima, de acuerdo a la cual, los extremos se tocan[8].

Volviendo al tema inicial, ya en mi columna La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea, señalaba que la extrema izquierda latinoamericana y la extrema derecha europea, pese a su distancia geográfica y a su muy diverso background cultural, son bastante parecidas. Algo que sigo sosteniendo y que veo cada día con mayor claridad. Especialmente desde que empezó la invasión a Ucrania, ya que tanto la extrema izquierda latinoamericana -como también la extrema derecha del subcontinente- y la derecha extrema europea apoyan por igual al régimen de Putin y se convierten en altavoces de sus exigencias imperialistas[9].

Los extremistas de izquierda y de derecha son totalitarios: pretenden controlar toda la vida de la sociedad y de cada uno de sus miembros. Tienen una opinión precisa y ya formada sobre cada ámbito de la realidad, de la vida, de la muerte, de la economía, del derecho, de la educación, de la historia, del arte y hasta del deporte o de la forma de vestir. Ridiculizan las opiniones o incluso las dudas de las personas que no son parte de su grupo. La duda -el origen de la filosofía moderna- está ausente de sus planteamientos[10].

Tanto la extrema derecha europea, como la extrema izquierda latinoamericana ultraizquierda son un nuevo intento de instalar una autocracia en el poder. Una autocracia disfrazada de democracia, de la cual sólo guarda las formalidades externas, y esto, sólo inicialmente. En uno y otro caso, la distopía totalitaria -cesaropapismo, putinismo, socialismo del siglo 21 u otras invenciones- nacen de una utopía y terminan en una cruel distopía, ya que toda distopía comienza como una utopía[11]. En otras palabras, ofrecen el paraíso y terminan en el infierno. El siglo 20 nos ofrece bastantes ejemplos de ello.

En suma, “en Europa, el mayor peligro viene de la extrema derecha. En Latinoamérica, de la extrema izquierda. Los postulados de ambos grupos son increíblemente parecidos[12]. Los dos son peligrosamente populistas. Hay que tener muy presente que lo contrario de la extrema derecha no es la extrema izquierda y lo contrario de la extrema izquierda no es la extrema derecha. Lo contrario de ambos extremos es la democracia[13]. La democracia liberal representativa, para ser más exacta.

En las palabras de Vargas: “El comunismo ya no es el enemigo principal de la democracia liberal -de la libertad- sino el populismo”[14].


[1] Siempre me había preguntado por qué Álvaro lleva los mismos apellidos de su papá. La respuesta es que las mamá de ambos se apellidaban Llosa. ¡Gracias Wikipedia!

[2] Invito a leer: Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[3] Vargas señala -a mi modo de ver, acertadamente- que “las bravatas nacionalistas del presidente Trump han tenido (…) la virtud de poner a la cabeza de las encuestas presidenciales al candidato populista Manuel López Obrador, que, si llegara al poder, representaría una regresión izquierdista radical al proceso de democratización que México experimenta desde hace dos décadas”, “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, pág. 14.

[4] “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, páginas 9 y 10.

[5] Extrema derecha y liberalismo Expliqué el caso de la extrema derecha en Alemania en: Defendamos nuestra civilización o al menos sus cuatro fines, según Popper y en Los conservadores de hoy, enemigos de la sociedad abierta

[6] Cfr. ¿Qué es el continuo político?

[7]  “Me imagino que es como ver crecer a un niño: si lo ves todos los días, no te das cuenta de que está creciendo; pero si lo ves al nacer y en la ancianidad, es difícil que lo vuelvas a reconocer”, ¿Qué es el continuo político?

[8] El extremismo en la teoría de la herradura o de la U

[9] Ver La guerra de Vietnam, la invasión de Ucrania y la extrema izquierda

[10] La polarización es el semillero del extremismo y ambos se retroalimentan

[11] La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[12] La guerra de Vietnam, la invasión de Ucrania y la extrema izquierda

[13] Lo contrario de la extrema derecha no es la extrema izquierda. Es la democracia

[14] “El estallido del populismo”, Mario Vargas Llosa, coord., Editorial Planeta, 2017, página 9.

No a la desglobalización. Diversificación y redundancia

Ante la falta de  productos y frente a la interrupción de las cadenas de abastecimiento originadas, primero por la pandemia y ahora por la guerra en Ucrania, muchos plantean la necesidad de una desglobalización. Ello, debido a que la globalización habría sido causante de los problemas de abastecimiento que sufre el llamado primer mundo.

Desglobalización es el nuevo grito de batalla tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda. Los unos emulan el “america first” de Trump. Los otros, tal vez al antiguo socialismo nacionalista, tan propio, por ejemplo del socialismo latinoamericano y del antiguo estatismo europeo de los años 20 y 30, antecesor por ejemplo del fascismo italiano.

Recordemos que el socialista Mussolini no dejó de ser socialista, sino que agregó el nacionalismo a su ideología original. Hitler, por su parte, era llamado líder de los trabajadores (Arbeiterführer[1]), en la Alemania de Weimar, que él contribuyó a destruir. Su partido llevaba en su mismo nombre el título de “partido de los trabajadores”[2].

El fascismo y el nacional socialismo fueron ideologías enemigas de los conservadores y de las elites. De lo que se denomina despectivamente como “los de arriba”. O del establishment, para hablar con los alt right de todo el mundo.

A mi modo de ver, la respuesta a los problemas actuales de desabastecimiento no es desglobalizar y retroceder en el tiempo en esa extraña retrofilia que embarga a los extremos políticos actualmente. La respuesta es más bien la diversificación.

Y, en lo personal: buscar alternativas o sucedáneos.

Siempre puede haber pandemias, guerras o barcos que se quedan parados en medio del Canal de Suez y que impiden el paso de los otros barcos. Cisnes negros y también cisnes grieses ha habido muchos en la historia y seguirá habiéndolos.

Asimismo, pienso que no es ni neoliberalismo, ni liberalismo, ni globalización querer pagar siempre el más bajo precio. Eso también puede ser una irresponsabilidad y un comportamiento negligente. Hay personas que se quejan del desabastecimiento actual, pero que serían incapaces de pagar un euro más por algún producto, son las mismas que se quejan del supuesto neoliberalismo y a las que les gustaría producir todo diez kilómetros a la redonda, olvidando que, en ese caso, su precio sería por lo menos diez veces más alto[3].

La ruptura de las cadenas de abastecimiento se debe más que nada a la falta de diversificación en que el mundo occidental ha caído en los últimos años. Hemos buscado la alternativa más barata. El bajo precio, real o no, se ha convertido en nuestro único criterio. No hemos tenido en cuenta que tal vez el menor precio no debería ser el único punto de vista para tomar una decisión. Hemos dejado totalmente de lado factores como la calidad, la seguridad y la flexibilidad.

Junto con la diversificación, deberíamos considerar la redundancia. Esto es, tener al menos una alternativa o más para la fabricación, para el ensamble, la extracción o para la producción de los productos que necesitamos.

 Al hacer una inversión, se recomienda no poner todos los huevos en la misma canasta, pero parece que este principio es completamente desechado a la hora de adquirir bienes de consumo, de producción o tierras raras[4]. La necesidad tanto de la diversidad, como de la redundancia al comprar insumos e incluso materias primas.

Siempre hay que tener un Plan B, e incluso un Plan C o D. En el ámbito del comercio internacional, esto es algo que hemos dejado de lado. Primero la pandemia y luego la guerra, nos recuerdan que deberíamos tenerlo en cuenta. Hay que diversificar, buscar alternativas y tener siempre dos o más opciones. Normalmente, tenemos los datos computacionales, por lo menos, en dos partes, creamos una redundancia. Lo mismo hay que hacer con las alternativas económicas.

La solución no es volver al encierro, al proteccionismo, a la soñada autarquía, que no es más que eso un mero ensueño. Es sólo populismo lamentablemente tan de moda. La solución no es cerrar las fronteras y alzar los aranceles.

La solución tiene dos pilares: la diversificación y la redundancia.


[1] Un ejemplo de esto en: Hitlers erste Wahlkampfreise in Österreich: Der “Arbeiterführer” sorgt für Wirbel

[2] Partido de los trabajadores alemanes nacional socialistas.

[3] Entre paréntesis, no hay que olvidar que muchos se mueren de hambre no precisamente debido al neoliberalismo, sino por haber quedado excluídos de él. Cfr. Chile contra el neoliberalismo

[4] Tierras raras o elementos raros “es el nombre común de 17 elementos químicos: escandio, itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio)”, en Wikipedia

Putin lleva 23 años en el poder

Putin lleva 23 años en el poder y no tiene para cuándo dejarlo. Como su antecesor Josef Stalin[1], probablemente Wladimir Putin morirá en el poder. De alternancia en el poder, no hay absolutamente nada…[2]

Hoy sabemos que la alternancia en el poder es consubstancial al sistema democrático. A contrario sensu, si no es posible el cambio pacífico de gobierno, no estamos frente a una democracia. En un régimen democrático de gobierno, una vez ganan unos y otra vez ganan los otros. Los diferentes grupos, partidos, tendencias se alternan en el poder: una vez son elegidos los unos y otra vez, los otros. Se alternan así, sin que haya derramamiento de sangre, ni revoluciones. Los unos respetan y felicitan a los otros por haber ganado la elección.

Y no aseguran que “les robaron las elecciones” o que el nuevo presidente es un usurpador. Eso sólo ocurre cuando Trump[3] pierde una elección o en alguna república bananera, con el perdón de los países exportadores de plátanos. A mi modo de ver, la mejor prueba de que la democracia estadounidense realmente funciona es que Trump sólo estuvo un periodo en el cargo[4].

Karl Popper explica que el cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia. Esta es una de las tesis que hizo popular al pensador austriaco después de la II Guerra Mundial y que contribuyó a cimentar el régimen democrático en todo el mundo, frente a los innumerables ataques de sus enemigos, que no eran pocos.

En su obra de 1945 “La sociedad abierta y sus enemigos”, Popper afirma que la interrogante de Platón sobre “¿quién nos debe gobernar?” no es la pregunta que tenemos que responder. La pregunta fundamental es otra: “¿cómo podemos configurar la constitución del estado de tal manera que podamos deshacernos del gobierno sin derramar sangre?”[5]. Así es, más que la posibilidad de instalar un gobierno, la cuestión esencial es cómo desinstalarlo[6].

Muchas veces, me encuentro con gente que admira a Putin, ya que lleva 23 años en el poder y ha sobrevivido a todos los otros presidentes o jefes de estado que se hallaban a la cabeza de sus respectivos países en aquel aciago 1999 en que Putin asumió como ministro presidente de Rusia[7]. Como si aferrarse al poder fuera prueba de algo bueno.

A partir de 1999, Putin y su compañero de San Petersburgo[8], Dmitri Medvédev se turnaron en los cargos de primer ministro  y de presidente, hasta que, el 2020, en medio de la pandemia[9], Putin reformó la constitución de tal manera de asegurar su permanencia en el poder hasta el año 2036, a la vez que concentró los poderes en la presidencia.

Al mismo tiempo, Medvédev cayó en desgracia y fue consolado con un puesto en el Consejo de seguridad, desde el cual amenaza al mundo y concretamente a Gran Bretaña con una bomba que provocaría un enorme tsunami sobre las islas británicas. Antes, decíamos que había visto mucha televisión, hoy no sé qué decir[10].

Yo no veo qué de admirable pueda haber en eternizarse en el poder… Un presidente vitalicio o un rey sin corona al estilo de Fidel Castro o de Nicolás Maduro, de Lukashenka o de Kim Jong Un debe ser un verdadero suplicio, una cárcel dorada y además, muy aburrida. La ex-canciller Merkel tiene razón cuando advierte que ella no quiere ningún otro puesto político y que prefiere dedicarse a viajar y a irse de vacaciones. Vacaciones, por lo demás, bien merecidas, luego de 16 años en la cancillería.

Pero es claro que ningún dictador abandona el poder voluntariamente. La alternancia en el poder es algo completamente ajeno a la mentalidad autoritaria. En un régimen dictatorial, en que, por definición, la alternancia en el poder es imposible, los ciudadanos no pueden tomar libremente sus propias decisiones[11]. Las últimas grandes manifestaciones contra Putin tuvieron lugar el 2012, desde entonces, el nuevo Zar -sin corona, pero con infinita pompa y despilfarro-  reina sobre sus vastos territorios[12]. A los que quiere agregar más territorios aún…[13]

Lo contrario de la permanencia es la alternancia en el poder, que no sólo es una condición indispensable de la democracia, sino conditio sine qua non de la libertad. En efecto, en el capítulo acerca de la libertad, Popper escribe: “un estado es políticamente libre, cuando sus instituciones políticas hacen posible que si la mayoría de sus ciudadanos desea un cambio de gobierno, lo lleven a cabo sin derramamiento de sangre”[14].

“Normalmente, las personas o los partidos o grupos políticos que hoy son relevados del poder por sus rivales, mañana serán nuevamente elegidos y encabezarán un nuevo gobierno. En esto consiste precisamente el juego democrático de la alternancia en el poder”[15]. Es lo que no ocurre en Rusia, donde quien se atreve a contradecir a Putin acaba envenenado con alguna sustancia radioactiva prohibida por el derecho internacional, como Navalny; o en Siberia, condenado a 20 ó 30 años de trabajos forzados, como Jodorkovski o con una bala en la cabeza como Borís Nemtsov o Anna Politkóvskaya.

El valor de un presidente o de un premier no radica en que permanezca para siempre en el poder, en “atornillarse” en él, sino exactamente en lo contrario: en que acepte entregarlo a otra persona de su lado político o del lado político contrario, a quién respeta e incluso admira y después se vaya para su casa, a gozar de su merecido retiro, que se vaya de vacaciones o, en el mejor de los casos, que escriba sus memorias o dé charlas en universidades. Esto es algo que narcisistas autoritarios no pueden entender…


[1] El abuelo de Putin fue uno de los muchos cocineros de Stalin y lo sobrevivió, lo que -en aquella época de redadas y ejecuciones en medio de la noche- era la excepción.

[2] Ver nota 8 de mi columna Gauck, el ex presidente alemán sobre las armas para Ucrania

[3] Invito a leer mi columna Trump y la alternancia en el poder

[4] No sé por qué Homelander (de la serie The Boys) me hace pensar en Trump…

[5] Karl Popper, Alles Leben ist Problemlösen, 4a edición, 1999, pág. 242.

[6] El juego democrático de la alternancia en el poder

[7] El 9 de agosto de 1999, Boris Yeltsin nombró primer ministro a Putin. A la semana, la Duma (el parlamento) confirmó esta decisión, por una estrecha mayoría. El 31 de diciembre de 1999, Yeltsin dimitió inesperadamente de su cargo, entonces Putin, de acuerdo con la constitución, asumió la presidencia de la Federación Rusa, hasta que se eligiera un sucesor. El 26 de marzo de 2000 se celebraron elecciones presidenciales, que Putin ganó en la primera vuelta con el 52,9% de los votos.

[8] Ambos forman parte de la Cooperativa de Osero u Ozero, una especie de sociedad semi-secreta de personas que se favorecen entre ellas.

[9] Putin le tiene tanto miedo al covid que, durante la pandemia, sus asesores tenían que pasar una semana en cuarentena, totalmente aislados, antes de poder hablar directamente con Putin.

[10] Hay quienes creen que Medvédev no pierde la esperanza de ser el sucesor de Putin y con este tipo de diatribas se coloca en posición para hacerse con el poder, al menor descuido de Putin. De la antigua amistad metrosexual entre los dos hombres, parece que nada queda.

[11] El juego democrático de la alternancia en el poder

[12] Invito a leer mi columna Putin llega con 200 años de retraso

[13] Ver mis columnas sobre Ucrania

[14] Karl Popper, Alles Leben ist Problemlösen, 4a edición, 1999, pág. 168.

[15] El juego democrático de la alternancia en el poder

Tres mentiras sobre Ucrania, la OTAN y Rusia

La primera mentira a la que me quiero referir es que Rusia ha sido rodeada por la OTAN o por la Unión Europea o por los países occidentales. Un breve vistazo al primero de los mapas (gracias al periodista alemán Quentin Lichtblau @LichtblauQ en Twitter). Las líneas rojas muestran los límites entre Rusia y los países de la OTAN. Solamente tres países de la Alianza del Atlántico Norte tienen límites con Rusia: Noruega, Letonia y Estonia.

También Polonia y Lituania, sólo porque Rusia tiene un exclave territorial en Königsberg, la ciudad de Immanuel Kant. En este exclave, Putin tiene gran parte de su arsenal atómico, ya que está más cerca de objetivos en Europa occidental.

Finlandia no es parte de la OTAN. La URSS no se lo permitió… Pero esta es otra historia. Después de la invasión de Rusia a Ucrania, es muy probable que Finlandia -y también Suecia- decidan ingresar a la Alianza. Decidan, porque los estados tienen el derecho a entrar o no al organismo internacional que quieran, sin temor a que algún estado más grande los ponga en la lista de los países que tienen que preguntarle a ellos antes de tomar alguna decisión.

El 2019, el presidente francés Emmanuel Macron atestiguó lo que él llamó la muerte cerebral de la OTAN. Fue justo en la época en que Trump era presidente. Parece que ahora, luego de la invasión, la OTAN ha revivido y está mostrando muchas ganas de vivir, en la defensa de Occidente y de sus valores democráticos, del estado de derecho y del derecho internacional. No quiero ni pensar en cómo serían las cosas si hoy, Trump fuera presidente.  Las declaraciones que hizo recientemente admirando a Putin son realmente una vergüenza.

Volviendo al tema principal, la era de las zonas de influencia o de grandes espacios (Großraum en la dicción de Carl Schmitt[1]), de los vetos y de los permisos declinados, afortunadamente ya pasó. Quién siga creyendo en ellas, llega, por lo menos, con 200 años de retraso y sigue viviendo en el pasado[2]. Ucrania no es ni parte de Rusia, ni de una supuesta zona de influencia o imperio soviético. El Ostblock dejó de existir hace ya bastante tiempo y la Unión Soviética se desmoronó en 1991. Ocho años después, Putin subió al poder y, desde entonces, ha trabajado incansablemente para restaurar el antiguo Imperio. Muchas veces, ha tenido que dar dos pasos atrás, para dar uno adelante, es la vieja táctica socialista.

La segunda imagen, es de Tadeuzs P. (@tadp1972), un usuario polaco de Instagram al que sigo, debido sobre todo a las bonitas fotos de flores y de viajes, de naturaleza y de lindos paisajes urbanos. Pero Tadeusz, como muchos de nosotros, ha decidido también, en y desde Instagram, defender y apoyar a Ucrania en su desigual lucha frente a la invasión rusa en defensa de la independencia de su patria frente a una potencia regional (Obama tenía razón) extranjera con complejo de megalomanía.

En esto, nos hemos unido personas de los más diferentes colores del espectro político[3], pero todos demócratas y respetuosos del derecho internacional. Solamente grupos extremistas, tanto de derecha como de izquierda, pueden justificar la invasión a Ucrania. Entre los primeros, está la AfD alemana, el partido de los Le Pen franceses. Y entre los segundos, se hallan países como Venezuela o Cuba o el gobierno de Siria.  

La tercera mentira no tiene foto, pero es una idea que leí en la cuenta de un partido de extrema izquierda europeo. Los extremistas sostienen que Ucrania habría sido atacada por haber amenazado o provocado a Rusia que se sintió amenazada por la gran cantidad de armamento de los países de la OTAN, armamento que sería una amenaza para Rusia. Un poco confuso el argumento, pero es lo que dicen.

Muestran un gráfico con dos barras, una de ellas muestra el gasto de la OTAN y el otro, el gasto de Rusia. Este último es muy inferior al primero, como es lógico por lo demás, ya que la Alianza transatlántica está integrada por treinta países y Rusia es uno solo. Elemental mi querido Watson.

Por otra parte, los países de la OTAN son los más ricos del mundo. A mi modo de ver, la clave de su éxito y del bienestar de la población tiene dos pilares, que son el fundamento del progreso: la democracia liberal representativa y la economía (social) de mercado. Ellos destinan parte de su presupuesto a defensa; pero es proporcionalmente menos de lo que gasta Putin en armamento. Rusia es un país inmenso que tiene una economía tan grande como la italiana; pero un gasto militar incomparablemente más alto que Italia. Las prioridades de Putin son claras…

La OTAN es una alianza defensiva que no se dirige en contra de nadie, menos que nada en contra de Rusia, pese a la persistente propaganda en redes sociales y medios de extrema izquierda y de extrema derecha unidos en la mentira. Me consta que la OTAN intentó tener una relación estrecha con Rusia. Durante los primeros años de Putin, tuvo lugar un gran acercamiento, incluso se consideró que Rusia ingresara a la OTAN. Se realizaron maniobras conjuntas entre países de la OTAN y la armada y ejército rusos -me consta y recuerdo perfectamente incluso los videos rusos de aquella época-.

Me temo que la realidad es muy diferente a las mentiras de la extrema izquierda. Ucrania no habría sido invadida si hubiera sido parte de la OTAN. No me cabe duda que Putin se decidió a invadir Ucrania precisamente porque Ucrania no es parte de la OTAN. Si lo fuera, no se habría atrevido. Pese a todas las bravatas y a la propaganda de Russia Today, Putin no se atrevería -al menos no, por el momento- a atacar a países de la OTAN. Lo que no quiere decir que no haya que defenderlos, muy por el contrario, su defensa es más apremiante precisamente ahora. Y si para ello, hay que aumentar el presupuesto de las fuerzas armadas, va a haber que aumentarlo no más.

Hay más mentiras y más verdades, pero las dejo para un artículo posterior…


[1] El nuevo orden en el derecho internacional, según Carl Schmitt

[2] Putin llega con 200 años de retraso

[3] Sobre el espectro político, invito a leer ¿Qué es el continuo político?

Trump: A un año del asalto al Capitolio… y la derecha chilena

A un año del asalto al Capitolio, me sorprende y me preocupa que tantos latinoamericanos hayan sucumbido a las fake news de Donald Trump y a su extraña ideología. A un año del asalto al Capitolio, hay dos aspectos que me gustaría examinar en esta columna. Uno de ellos es el ataque al Capitolio y el uso de la violencia y el otro es el supuesto fraude que habría llevado a Joe Biden a la Casa Blanca o, más bien, que habría impedido al millonario de reality shows y concursos de belleza, Donald Trump continuar en la Presidencia.

De partida, tengo que aclarar que en los Estados Unidos no hubo fraude electoral. ¿”Un fraude en la más vieja democracia del mundo, donde cada urna y cada local de votación y de conteo es observado por cientos de ojos atentos y controlado por probadas instituciones, dentro de un riguroso ordenamiento legal”?[1].

No puedo comenzar a gritar que fui víctima de un fraude, cada vez que pierdo una elección. La alternancia en el poder consiste en la posibilidad de que otra persona asuma la presidencia de un país sin que sus rivales políticos -que nunca son enemigos[2]– comiencen a vociferar que los engañaron. Y la alternancia en el poder es consustancial a la democracia.

Con una periodista colombiana, podemos dejar en claro que “la invasión del Capitolio, incitada por el propio expresidente Donald Trump a partir de la farsa del fraude electoral, ha sido calificada por muchos periodistas y analistas políticos como el mayor ataque a la democracia en Estados Unidos”[3]. O podemos citar a la diputada republicana Liz Cheney: “Nunca ha habido una traición más grande por parte de un presidente de los Estados Unidos a su cargo y a su juramento a la Constitución”.

“El 6 de enero del 2021, el Parlamento iba a confirmar formalmente a Joe Biden como presidente electo, pues había obtenido la mayoría de votos y es lo que Trump quería impedir a cualquier precio”[4]. ¿Cómo era aquello de que “hay que saber perder”? Sólo narcisistas extremos tienen un umbral de frustración tan bajo que no aceptan la derrota. Mientras marchaba hacia el Capitolio, la multitud enardecida aclamaba: “Fight for Trump!” y “We love Trump!”. Esto es miel en el alma de un narcisista.

“La alternancia en el poder es una de las características esenciales de la democracia. La posibilidad de elegir a una persona distinta es fundamental en un sistema político democrático. El cambio de gobierno por medios pacíficos, y por tanto civilizados, es consustancial a la democracia. Es la famosa idea de Popper, cuando asegura: ‘no importa quién gobierne, siempre y cuando puedas deshacerte del gobierno sin derramamiento de sangre’. Es propio de un régimen democrático que el cambio de gobierno se efectúe en forma pacífica, que es lo mismo que decir en forma civilizada”[5].

Sostener que estamos frente a un fraude es realmente una farsa. Un presidente vitalicio es lo más contrario a la democracia que nos podamos imaginar. Para permanecer en el poder, no puedo simplemente llamar a mis partidarios, en una supuesta “Marcha por la Salvación de América” (sic) a tomar las armas y a hacer uso de ellas, para defender ‘mi’ triunfo frente a aquellos que me lo quieren arrebatar”[6].

La democracia es lo más contrario a la violencia que nos podamos imaginar. En la democracia, solucionamos las controversias por la vía pacífica y nunca recurrimos a la violencia. Contrariamente a lo que practican los extremistas de uno u otro lado[7]. En la democracia, “la persona que no piensa como yo es mi interlocutor, mi contendiente político; pero nunca mi enemigo. Y no ataco a esa persona ni físicamente, ni tampoco en las redes sociales, sino que hablo con respeto con todos”[8].

Donald T. no es un representante tradicional del partido republicano, colectividad con la que la derecha chilena tenía mucho en común. El Partido republicano fue “secuestrado”, primero por el tea party[9] (una especie de secta política, racista, sexista y homofóbica) y más tarde, por lo que el mismo Trump llama simplemente “our movement”[10]. El organizador de concursos de belleza ha logrado convertir al great old party en un club pro-Trump o en una secta[11].

Hace un año, advertía a mis amigos de la derecha chilena que el “concepto de right o de alt right no tiene nada que ver ni con la derecha chilena, ni con el pensamiento liberal conservador tradicional de la derecha latinoamericana”[12]. Tampoco el de los famosos libertarians, ni menos la lectura de una autora de historias baratas…

Gracias a Dios, mis amigos no se parecen a Trump. No, no son demasiado parecidos, todavía no… Pero siempre existe el peligro de mimetizarse y el riesgo es grande. “La mimetización política es similar a lo que ocurrió con la teología de la liberación: los teólogos adoptaron el análisis marxista para comprender la realidad, y poco a poco, se fueron haciendo ellos mismos marxistas”[13].

Durante la presidencia de Trump y contra toda costumbre republicana, la Casa Blanca se transformó en una especie de palacio real, donde los parientes del rey ejercieron su ilimitado poder e influencia. El nepotismo pasó a ocupar el lugar de la meritocracia. Algo muy parecido a la Rumania de Ceausescu[14].

Los antiguos valores republicanos son sólo un recuerdo para los pocos republicanos que van quedando. El multilateralismo, el internacionalismo, el libre comercio, el combate al proteccionismo. El unilateralismo, el proteccionismo y ese enfermizo slogan “America first” reemplazaron a los antiguos ideales republicanos por sus antípodas. El internacionalismo fue sustituido por un nacionalismo propio de la primera mitad del siglo 20, contrario a la globalización y al libre comercio, de ahí la guerra abierta de Trump frente a la Organización mundial de comercio[15].

En el plano internacional, el gobierno de Trump fue devastador. Sus permanentes ataques a la OTAN debilitaron sobremanera al mundo libre. “El artificial conflicto con la Unión Europea es absolutamente anti-republicano. La tradicional alianza transatlántica es uno de los fundamentos más importantes de la arquitectura internacional, creada en largas jornadas y extenuantes jornadas después de la II Guerra. Durante la Guerra Fría, la alianza entre Estados Unidos y Europa occidental fue uno de los muros de contención frente al comunismo”[16].

Su guerra privada con China, sus alabanzas a Kim y a Putin, su persistente desprestigio de los propios servicios secretos y el enaltecimiento de las agencias rusas. La pseudo política exterior de Trump nunca habría llevado a la caída de la cortina de hierro. El “tear down this wall” de Ronald Reagan es una frase imposible de ser pronunciada por el protegido de Putin (ex-agente de la KGB) y amigo del tirano de Norcorea”[17].

“La fe incólume de la derecha en la igualdad de oportunidades, que va de la mano de la meritocracia (como la entendían Reagan y Thatcher), ha sido sustituida por la superstición de la ‘supremacía blanca’, propia del movimiento alt right norteamericano, que está a millones de años luz de distancia de los valores conservadores y republicanos y de la derecha chilena”[18].

“Los  tradicionales electores del Partido Republicano han sido reemplazados por tres nuevos grupos: por nacionalistas blancos (o que se consideran a sí mismos ‘blancos’), por fundamentalistas religiosos y por conspiranoicos, del tipo QAnon o reptiloides. No quiero que esto pase en Chile. No podemos aceptar que la derecha se llene de locos, conspiranoicos, fanáticos religiosos o ideológicos, absolutamente incapaces de gobernar el país”[19].


[1] Trump y la alternancia en el poder

[2] Ver mi columna “We may be opponents, but we are not enemies”

[3] La invasión del Capitolio: ¿América Latina está aquí?

[4] La cuenta de Trump en Twitter y el asalto al Capitolio

[5] El juego democrático de la alternancia en el poder

[6] Trump y la alternancia en el poder

[7] Ver mi columna La ultraizquierda latinoamericana y la extrema derecha europea

[8] Trump y la alternancia en el poder

[9] Tea party que, en realidad, nada tiene en común con los ideales del histórico tea party de 1773. El gran error de John McCain -que terminó como uno de los principales críticos de Trump- fue haber designado a Sarah Palin como su candidata a la vicepresidencia, en Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar.

[10] Entre paréntesis, “movimiento” es el mismo nombre con que los nacional socialistas denominaban su partido.

[11] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[12] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[13] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[14] Nicolae Ceaușescu, dictador comunista de Rumania, conocido por su nepotismo.

[15] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[16] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[17] “Su ridículo ‘acercamiento’ a Kim Jong Un no sólo no condujo a nada, sino que permitió que el dictador Un ganara tiempo para proseguir con su absurda carrera en pos de la bomba atómica. Con eso, el mundo se hizo menos seguro, lo que afecta especialmente a los países del Pacífico. Y creció la amenaza atómica hacia los mismos EEUU”, en Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[18] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

[19] Trump y la derecha chilena y latinoamericana

Trump y la derecha chilena y latinoamericana

Quien a mal árbol se acerca, mala sombra lo cobija. Creo que es lo que pasa con la derecha chilena y Trump. Tengo demasiados amigos de derecha que creen que Trump es igual a ellos. De partida, creer es considerar que “algo es cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”. Pienso que mis amigos chilenos trumpistas no conocen a Trump. Ni conocen las peligrosas tendencias existentes en el primer mundo denominadas “de derecha”. Pero es un concepto de “derecha” (right, recht, alt right) que no tiene nada que ver ni con la derecha chilena, ni con el pensamiento liberal conservador tradicional de la derecha latinoamericana. 

Sí, para nosotros en Latinoamérica, la “derecha” sigue siendo una alianza entre liberales y conservadores, como durante la época de la Guerra fría. En EEUU ya antes de Trump, esa unión había dejado de existir o se hallaba reducida a su más mínima expresión[1]. Lo que es, de alguna manera, entendible, ya que, con el desmoronamiento del Bloque oriental y el desmembramiento de la URSS, la gran amenaza frente a la cual todos se unían, había dejado de existir, en 1991. Y con ella, la ideología marxista-leninista[2].

Trump nunca  fue ni liberal, ni conservador, sino simplemente un empresario de espectáculos que cayó varias veces en quiebra -lo que él niega[3]– pero que siempre logró conseguir más fondos para sus concursos de belleza y su reality show, razón por la cual, se ve hoy enfrentado a diversas querellas y hace frente a la advertencia de su banco -el Deutsche Bank- en el sentido que dejará definitivamente de financiarlo. ¿De dónde obtenía Trump el financiamiento? Es algo que nadie sabe muy bien. Muchos rumores circulan en Alemania -el país de su banco- acerca de que la plata vendría de Rusia. Tal vez su declaración de impuestos pueda dar luz acerca de esta interrogante.

Trump no es igual, ni parecido a mis amigos de la derecha chilena. Gracias a Dios, tampoco son ellos ni parecidos a Trump. Pero siempre existe el peligro de ir pareciéndose cada vez más a medida que pasa el tiempo. El riesgo de la mimetización política es grande, sobre todo cuando quien da la pauta es considerado el ex-hombre más poderoso del planeta, frente a quien todos tiemblan. Lo de mimetizarse es como con la teología de la liberación: los teólogos adoptaron el análisis marxista para comprender la realidad, y poco a poco, se fueron haciendo ellos mismos marxistas.

Donald Trump no es un representante tradicional del partido republicano, de la colectividad que hemos conocido a través de la historia americana y que la derecha chilena -y otras muchas corrientes políticas en el mundo- siempre ha admirado. El Partido republicano fue, hace no mucho tiempo, virtualmente raptado por el movimiento autodenominado tea party. Y luego por lo que se ha empezado a llamar trumpismo y que el ex-presidente llama simplemente “our movement”. “Our movement is ‘only just beginning’”, vociferó Trump hace pocos días. Entre paréntesis, “movimiento” es el mismo nombre con que los nacional socialistas denominaban su partido.

Del tea party se puede decir, en el mejor de los casos que es una especie de secta política, racista, sexista y homofóbica. Su rechazo al aborto (al aborto de los niños “blancos”, entre quienes no se cuentan los latinos, atención chilenos, argentinos y españoles) llevó en su momento a que hasta algunos católicos supuestamente acérrimos apoyaran al tea party, en una especie de algo que no sé si llamar ingenuidad o estupidez. Y para qué hablar de los evangélicos que pasaron a ser evangelicales. (Los evangelicales son cada día menos en EEUU; pero como ocurre muchas veces, el núcleo que va quedando se radicalizó y es cada día más extremista).

En realidad, Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar Y, agregaría lo menos “de derecha”, en sentido chileno o incluso latinoamericano. Valores que son tan importantes para los republicanos tradicionales -para los pocos que van quedando- y que hacían que millones de personas a lo largo y ancho del planeta los admirábamos, hoy son sólo un recuerdo. Me refiero, por ejemplo al multilateralismo, al internacionalismo, al libre comercio, a dar el combate al proteccionismo. Todo eso y mucho más, no es más que pasado. El unilateralismo, el proteccionismo y ese enfermizo slogan “America first” han reemplazado a los antiguos ideales republicanos por sus antípodas. El internacionalismo ha sido reemplazado por un nacionalismo propio de la primera mitad del siglo 20, contrario a la globalización y al libre comercio, de ahí la guerra abierta de Trump frente a la Organización mundial de comercio.

Las consecuencias de las acciones de Trump en el plano internacional han sido extraordinariamente negativas: la pugna permanente contra la OMC, hasta lograr inmovilizarla. Las drásticas medidas contra la Organización Mundial de la Salud, contra las Naciones Unidas, e incluso contra la OTAN (!) muestran un insondable abismo entre Trump y los principios de la política republicana de toda la vida y de la derecha tradicional latinoamericana (salvo por el tema OTAN, claro).

El aislacionismo de Trump y su America first nunca habrían llevado a la caída de la cortina de hierro… El Tear down this wall! de Reagan es una frase imposible de ser pronunciada por el protegido del otrora agente de la KGB y amigo del tirano de Norcorea. Su ridículo “acercamiento” a Kim Jong Un no sólo no condujo a nada, sino que permitió que el dictador Un ganara tiempo para proseguir con su absurda carrera en pos de la bomba atómica. Con eso, el mundo se hizo menos seguro, lo que afecta especialmente a los países del Pacífico. Y creció la amenaza atómica hacia los mismos EEUU.

La fe incólume de la derecha en la igualdad de oportunidades (lo contrario del igualitarismo), que va de la que va de la mano de la meritocracia (como la entendían Reagan y Thatcher), ha sido sustituida por la superstición de la “supremacía blanca”, propia del movimiento alt right norteamericano, lo que está a millones de anos luz de distancia de los valores conservadores y republicanos y de la derecha chilena y latinoamericana en general.

La decencia, la moralidad, el respeto a la ley, al estado de derecho, la probidad, el rechazo al favoritismo y al nepotismo, el cumplimiento de la ley, especialmente de las leyes tributarias ha sido dejado de lado durante la corta presidencia de Trump. Un solo periodo ya que gracias a Dios, ni siquiera logró ser reelegido. En la derecha, siempre hemos considerado que una persona que, en su vida privada (como profesional o en sus relaciones familiares) se comporta como un… como un canalla, no puede ser un buen político. No creo que alguno de mis amigos o de mis amigas pueda sostener que Trump es un hombre “decente”. 

Los serios electores tradicionales del Partido Republicano han sido reemplazados por tres nuevos grupos: por nacionalistas blancos (o que se autoconsideran “blancos” o caucásicos, como me dijo alguna vez un español[4]); por fundamentalistas religiosos y por personas que creen en teorías de la conspiración, del tipo QAnon o reptiloides. NO queremos que esto pase en Chile y que la derecha se llene de locos, conspiranoicos o fanáticos religiosos o ideológicos, que serían incapaces de -llegado el momento- dirigir los destinos del país.

Cuando Trump fue elegido Presidente (pese a tener dos millones de votos menos que Clinton), la conservadora Merkel, en una declaración pública, habló de los valores comunes a Occidente, estos son: democracia, la libertad, el respeto al derecho (al estado de derecho, rule of law, primacía de la ley) y el respeto a la dignidad de la persona, independiente de su origen, del color de la piel, de su religión, sexo, orientación sexual o lo que piense en política[5]. Estas son las líneas que han regido el actuar de la derecha chilena durante su historia, espero que no sea esta la ocasión de tirarlas por la borda.


[1] Liberales y autoritarios en vez de izquierda y derecha

[2] He estado haciendo un análisis de la obra de Lenin y de su pensamiento y aplicaciones de su doctrina a través de varios artículos, los encuentran fácilmente a través del tag Lenin

[3] Cfr. Trump: “lo que hice fue aprovecharme del sistema legal”

[4] Fue un hombre de extrema derecha racista, que tenía blogs pornográficos, y que me persiguió en Twitter, donde creó una cuenta falsa que me parodia: @LaOtraSalazar Le recomendaría leer ¿Por qué dejé de ser blanco al llegar a California?

[5] Liberales y autoritarios en vez de izquierda y derecha

La cuenta de Trump en Twitter y el asalto al Capitolio


Un amigo pregunta[1] si es o no correcto que Twitter haya suspendido a Donald Trump. Mi respuesta inmediata es muy clara: es correcto y lo único que se puede reprochar a Twitter es que no lo haya hecho antes.

Para precisar lo ocurrido: su cuenta fue suspendida por una semana, lo que significa que, durante siete días, Trump no puede escribir tweets. Algunos de sus mensajes tenían las acostumbradas advertencias de Twitter acerca de la falta de veracidad de sus dichos. Pero que nadie desespere, dentro de una semana, tendremos nuevamente al organizador de concursos de belleza, de programas de televisión-basura, al dueño de campos de golf y de edificios que llevan su nombre, nuevamente escribiendo singulares barbaridades en Twitter.

Con Popper y los liberales de la segunda mitad del siglo 20, pienso que no podemos, que nadie nos puede exigir, en nombre de una mal entendida libertad de expresión, tolerar a los intolerantes. Y Trump es uno de ellos.

En efecto, la permanente crítica trumpiana al sistema democrático de gobierno es una crítica más bien totalitaria[2], cuya finalidad es sustituir la democracia liberal representativa y el estado de derecho por un régimen en que la toma consensual de decisiones sea reemplazada por un mecanismo autoritario, en que no existe posibilidad alguna de contradecir la voluntad del Presidente. Y en que todo quien se atreva a criticarlo es declarado traidor o enemigo del pueblo, algo que es muy propio del populismo.

El sistema democrático de gobierno requiere oposición, pero esto supera la capacidad de entendimiento de un presidente de personalidad narcisista, ya que, para él, toda crítica es una “tremenda” ofensa, un insulto, una afrenta. Quien contradice a Trump, merece ir a la cárcel. Su conocido slogan (como todo populista, Donald es muy amigo de las consignas fáciles) “you’d be in jail” refiriéndose a Hillary Cinton, es una muestra más de ello.

Denostar a los periodistas en general y a los medios de comunicación como si fueran meros fabricantes de fake news, en circunstancias de que él mismo es el peor productor de falsedades y de “alternative facts”[3] que nos podamos imaginar, cae también dentro del mismo esquema del narcisista que no admite contradicción.

Lo que rebalsó el vaso de Twitter, fue el discurso previo al alsalto al Capitolio y los tweets al respecto. Después de 56 mil tweets, Twitter decidió acertadamente suspender la cuenta. Durante años, Trump fue para Twitter y para otros gigantes de internet una mina de oro. Trump formulaba su política a través de cortos mensajes en la conocida red social que terminó reemplazando las “molestas” conferencias de prensa donde Trump corría el riesgo de que periodistas formularan preguntas críticas.

La mayoría de los amigos de Marcelo me aseguran que el discurso de 6 de enero, en realidad, no llamaba a la violencia y que cada uno lo interpreta como quiere, de manera que sería una injusticia condenar a Trump y suspender su cuenta. Me pregunto ¿cuántos amigos y amigas de Marcelo habrán escuchado o leído el discurso?

Para no dar lugar a interpretaciones erróneas, creo que es importante, leer el discurso[4] pronunciado en el marco de la Marcha por la Salvación de América (Save America March). Cualquier persona de mediana cultura o que haya escuchado alguna vez las consignas de la extrema derecha mundial, conoce el lema de Mussolini acerca de la “Marcia su Roma” o “marcha sobre Roma”. Comparable a la “marcha sobre las instituciones” de los antiguos marxistas.

Trump dice que el país “está harto” y que nadie detendrá a sus partidarios. Asegura que presentará pruebas del robo de la elección presidencial y vocifera el slogan “Stop the steal” (paren el robo), con el que las hordas animalescas marcharon hacia el Capitolio . Hago ver que el discurso comenzó a las 12 horas y la marcha hacia el Capitolio, a las 14.

Nunca ha habido un movimiento como este, jamás un amor tan extraordinario por este país asombroso y por este movimiento asombroso[5]Es un robo puro en la historia de Estados Unidos, todo el mundo lo sabe[6]. A estas alturas, la multitud aclamaba: “Fight for Trump!” y “We love Trump!” Esto es miel en el alma de un narcisista.

El 6 de enero, el Parlamento iba confirmar formalmente a Joe Biden como presidente electo, pues había obtenido la mayoría de votos y es lo que Trump quería impedir a cualquier precio. Caminaremos hacia el Capitolio y vitorearemos a nuestros valientes senadores y congresistas. Probablemente no vamos a animar tanto a algunos de ellos porque nunca recuperarás nuestro país con debilidad. Trump considera que los senadores y diputados republicanos que no cuestionan la elección y que no apoyan su tesis del robo, son “débiles”. Tienes que mostrar fuerza y ​​tienes que ser fuerte[7], arenga a la muchedumbre.

Los “débiles” serían los políticos republicanos que reconocieron la victoria de Biden, como Liz Cheney[8], tercera en la jerarquía del Partido Republicano en la Cámara de Representantes. Sobre Liz, Trump dice en el discurso que es una congresista débil y que hay que deshacerse de ella[9]. Cheney votará a favor del impeachment pues considera a  Trump responsable del ataque al Capitolio. “Nunca ha habido una traición más grande por parte de un presidente de los Estados Unidos a su cargo y a su juramento a la Constitución”[10]. Valientes palabras de quien se perfila como una de las defensoras del Grand Old Party que Trump secuestró, tomó bajo su égida y no liberará voluntariamente[11].

POTUS no cesa de atacar a los republicanos que podríamos denominar como tradicionales y que él llama “débiles”. Durante años, los demócratas se han salido con la suya gracias al fraude electoral y a los republicanos débiles[12] (…) Los republicanos débiles, son republicanos patéticos[13] (…) Creo que voy a usar el término republicanos débiles[14]. En realidad, Trump no necesita un partido, sino tan sólo una camarilla que le diga que sí a todo[15].

El aún POTUS prosigue su largo y aburrido discurso: Vamos a marchar hacia el Capitolio, vamos a animar a nuestros valientes senadores y diputados (…) porque nunca vamos a recuperar nuestro país con debilidad. Tienes que mostrar fuerza y tienes que ser fuerte[16]. Si esto no es un llamado al uso de la fuerza, no sabría cómo calificarlo.

Tenemos que ir al Congreso a exigir que haga lo correcto. Según él, “lo correcto” es que el Congreso lo elija a él y sólo a él como el próximo presidente, da lo mismo cuál haya sido el resultado en el Colegio electoral …y que sólo cuente a los electores elegidos legalmente, elegidos legalmente[17]. Para Trump, cualquiera que haya votado en su contra, es ilegal.

Sé que todos los aquí presentes pronto marcharán hacia el edificio del Capitolio para hacer oír sus voces de manera pacífica y patriótica. Hoy veremos si los republicanos se mantienen firmes a favor de la integridad de nuestras elecciones, pero si se mantienen firmes o no por nuestro país, nuestro país. Nuestro país ha estado sitiado durante mucho tiempo, mucho más que este período de cuatro años. Lo hemos puesto en un curso mucho más recto, mucho… pensé que cuatro años más. Pensé que iba a ser fácil. Creamos[18]. Intentar monopolizar el patriotismo, a la vez que pisotea las instituciones nacionales, no me parece patriótico; pero sí sumamente populista.

Así que vamos a intentar darles a nuestros republicanos, a los débiles, porque los fuertes no necesitan nuestra ayuda, vamos a intentar darles el tipo de orgullo y audacia que necesitan para recuperar nuestro país. Así que caminemos por la Pennsylvania Avenue[19]. Esa es la avenida que lleva al Capitolio.

Lo menos que se puede decir de Trump es que es un mal perdedor, que no acepta entregar el poder si no es reelegido. Su actitud es profundamente antidemocrática, ya que la alternancia en el poder es consubstancial a la democracia[20]. En noviembre pasado lo explicaba en una de mis columnas: si pierdo la elección, la trama es muy sencilla, aseguro que gané, que nos “robaron la elección”, llamo a parar el robo y a defender la victoria, también por la vía armada[21], incluso mediante una acción tan grave como el Asalto al Capitolio.

Recordemos el tweet de Trump, de 19 de diciembre, en que llama a sus partidarios a “ser salvajes” ese 6 de enero, en el marco de la marcha para salvar  América, escribe: “Big protest in D.C. on January 6th. Be there, will be wild!”. Y cientos de sus adeptos ataviados de la manera más extraña, escucharon a su shaman máximo, asaltaron el Capitolio y se comportaron como salvajes. Lo ocurrido no fue una casualidad…


[1] Marcelo Brunet en Instagram. Conocí a Marcelo cuando ambos publicábamos sendas columnas en el diario chileno La Segunda. Algunas de mis columnas, están on line, en mi blog Columnas en La Segunda

[2] Con Popper, pienso que “hay una diferencia esencial entre la crítica en una sociedad democrática y la critica totalitaria a la sociedad democrática”, La crítica y el progreso en “La sociedad abierta” de Karl Popper

[3] Alternative facts es el término que formuló la asesora de prensa de Trump, Kellyanne Conway, al comienzo del período presidencial.

[4] Citas textuales del discurso en cursiva. El texto original en sendas notas a pie de página.

[5] That’s what it is. There’s never been a movement like this ever, ever for the extraordinary love for this amazing country and this amazing movement.

[6] It’s a pure theft in American history, everybody knows it.

[7] We’re going walk down to the Capitol, and we’re going to cheer on our brave senators, and congressmen and women. We’re probably not going to be cheering so much for some of them because you’ll never take back our country with weakness. You have to show strength, and you have to be strong.

[8] Hija de Dick Cheney, el vicepresidente de George W. Bush.

[9] And we got to get rid of the weak congresspeople, the ones that aren’t any good, the Liz Cheneys of the world, we got to get rid of them. We got to get rid of them. // To rid, significa eliminarla, librarse de algo, remover un objeto y se refiere más a cosas que a personas. Es una de las características de los popilistas en todo el mundo, convertir a las personas en cosas, quitarles la calidad y la dignidad de personas, para considerarlas meros objetos.

[10] “There has never been a greater betrayal by a President of the United States of his office and his oath to the Constitution.”

[11] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[12] For years, Democrats have gotten away with election fraud and weak Republicans, and that’s what they are. There’s so many weak Republicans.

[13] The weak Republicans, they’re pathetic Republicans and that’s what happens.

[14] The weak Republicans, and that’s it. I really believe it. I think I’m going to use the term, the weak Republicans.

[15] Trump es lo menos republicano que nos podamos imaginar

[16] We’re going to walk down to the Capitol, and we’re going to cheer on our brave senators and congressmen and women, and we’re probably not going to be cheering so much for some of them, because you’ll never take back our country with weakness. You have to show strength, and you have to be strong.

[17] Al finl de sus discruso, Trump comienza a repetir las frases. Si Biden hiciera algo así, Trump lo denostaría como “senil”.

[18] We have come to demand that Congress do the right thing and only count the electors who have been lawfully slated, lawfully slated. I know that everyone here will soon be marching over to the Capitol building to peacefully and patriotically make your voices heard. Today we will see whether Republicans stand strong for integrity of our elections, but whether or not they stand strong for our country, our country. Our country has been under siege for a long time, far longer than this four-year period. We’ve set it on a much straighter course, a much… I thought four more years. I thought it would be easy. We created…

[19] But we’re going to try and give our Republicans, the weak ones, because the strong ones don’t need any of our help, we’re going to try and give them the kind of pride and boldness that they need to take back our country. So let’s walk down Pennsylvania Avenue. I want to thank you all.

[20] El juego democrático de la alternancia en el poder

[21] Trump y la alternancia en el poder